La insoportable levedad del ser

La insoportable levedad del ser Temas

El ser y la existencia

Tal como lo indica su título, la novela tiene como principal eje de sentido la reflexión sobre el ser y la existencia. El narrador explora las formas de estar en el mundo de sus personajes a través de dos conceptos fundamentales: el peso y la levedad.

Kundera parte de la doctrina nietzscheana del eterno retorno, que plantea la repetición infinita de un mundo que se crea, se extingue y vuelve a crearse para que los mismos actos vuelvan a ocurrir en él, pero se pulen paulatinamente tendiendo hacia la perfección. Si la doctrina del eterno retorno es real, entonces las acciones que comete una persona en su vida se vuelven pesados, puesto que tienen una importancia trascendental. Si, por el contrario, no hay una repetición infinita de mundos, las vidas se tornan leves, puesto que nada de lo que hagamos tiene verdadera trascendencia.

Estos dos conceptos son los que determinan la naturaleza del ser. Tomás, por ejemplo, encarna la levedad, mientras que la vida de Teresa está regida por el peso. Tras este planteo preliminar, el narrador se plantea si el peso es negativo —como podría esperarse —y la levedad, positiva. A lo largo de toda la novela, entonces, las vidas de Teresa y Tomás sirven para ilustrar cómo el peso también puede convertirse en plenitud y dotar de sentidos a la existencia, mientras que la levedad, la falta de responsabilidades, puede volverse insoportable para el ser humano. Sobre estos dos conceptos se desarrolla toda la novela. Capítulo a capítulo, la levedad de personajes como Tomás se hace cada vez más pesada, mientras que el peso de otros personajes, como Teresa, se reviste de un valor positivo.

Los conceptos de peso y levedad dan paso también a las reflexiones sobre el alma y el cuerpo, los dos espacios vitales sobre los que se construye el ser. Teresa es un personaje especialmente preocupado por su cuerpo y su alma. En ella, el peso de la percepción negativa que otros han construido sobre su cuerpo se convierte en una cárcel para el alma, que no puede hallar ninguna vía para expresarse. Por otra parte, la intrascendencia del ser, la levedad del alma, pueden también convertirse en un peso insoportable para el cuerpo, como le sucede a Sabina, quien convierte su vida en una constante traición y una fuga de todo aquello que parece atarla, en un intento desesperado de vivir en la levedad.

El amor vs. el sexo

La insoportable levedad del ser explora las relaciones de pareja a partir de la diferenciación entre el sexo y el amor. Cuando Teresa se instala en la casa de Tomás, este último no renuncia a las relaciones carnales con sus amantes, porque, para él, el amor no tiene nada que ver con el sexo. El narrador explica que, desde la perspectiva de Tomás, una persona puede sentir apego emocional por alguien y, al mismo tiempo, desear el encuentro sexual con muchos otros sujetos. Esta forma de encarar los vínculos, relativamente novedosa en el panorama literario de los años ochenta, compone la base sobre la que Tomás justifica su infidelidad: para él, tener sexo con sus amantes no compromete en forma alguna su relación amorosa con Teresa.

En verdad, Tomás siempre evitó el apego y el compromiso hacia sus parejas sexuales, pero, cuando Teresa se instala en su casa, algo cambia y, por primera vez, comienza a experimentar una necesidad por la otra persona. El nuevo apego que Tomás siente implica una conexión nueva y más fuerte con la vida: de vivir en la levedad, comienza a experimentar el peso, pero no como una carga, sino como un ancla que lo mantiene conectado a su realidad y su entorno.

Teresa, por su parte, sufre profundamente la conducta de su pareja, y comienza a experimentar celos y a sentirse amenazada por todas las mujeres con las que se cruza. Tal es el desamparo que siente que, en un momento, decide abandonar a Tomás en Zúrich y regresar a Praga. El abandono sirve para que Tomás reconozca hasta qué punto su vida depende del amor que siente por Teresa, por lo que regresa a Praga e intenta reconstruir la vida con ella. Tras este episodio, el narrador concibe al amor como una tensión entre dos fuerzas que buscan equipararse y, al mismo tiempo, dominarse mutuamente. A su vez, también destaca que la debilidad puede ser una fortaleza: el desamparo de Teresa, su aparente fragilidad, es aquello que subyuga a Tomás y lo obliga a seguirla a todas partes, incluso al campo, al final de la novela. Así, el amor puede convertir la levedad en un peso deseado.

La compasión y la bondad

La compasión es un tema importante que se presenta a partir del vínculo entre Tomás y Teresa. Tal como hemos mencionado al hablar del sexo y el amor, el narrador plantea que las relaciones que sostenemos con otros son siempre el resultado de una tensión entre las fuerzas que intervienen (entre un ellos y un nosotros). En la pareja protagonista, esta dinámica se desarrolla de la siguiente manera: Teresa siente que el peso de su amor hacia Tomás la debilita y la aplasta. Él, por su parte, se conmueve ante la fragilidad de su pareja y la socorre. Tomás está siempre atento para levantar a Teresa en cada una de sus caídas, tanto metafórica como literalmente. Eso que empuja a Tomás a proteger a su frágil pareja es la compasión, y el narrador la presenta como una debilidad: es debido a la compasión que la débil Teresa puede manipular a Tomás, a pesar de su fortaleza.

Al final de la novela, cuando Teresa y Tomás se mudan al campo, el narrador vuelve sobre el tema de la compasión, pero a través de la relación que los humanos establecen con los animales. En estos pasajes, la compasión acompaña a la bondad, y ambos sentimientos se expresan siempre en situaciones donde las fuerzas que existen entre los sujetos que se relacionan son disímiles. El mejor ejemplo de ello son los vínculos que los humanos establecen con los animales. Para Kundera, la verdadera naturaleza del hombre se revela en su trato con los animales, sobre los que históricamente ha ejercido su dominio. Ante la enfermedad de Karenin, Teresa se compadece de él y hace todo lo posible por aliviarle los dolores. Del mismo modo (el narrador recuerda la anécdota), Nietzsche, el famoso filósofo alemán, abraza el cuello de un caballo de tiro que está siendo golpeado, le pide perdón y llora. En esos gestos compasivos es donde se puede comprobar la bondad del ser humano: cuando no puede haber ningún tipo de interés que medie en el vínculo.

La Primavera de Praga y la ocupación rusa

La historia que se narra en La insoportable levedad del ser está enmarcada en los eventos históricos ocurridos tras la famosa Primavera de Praga, ocurrida durante la primera parte del año 1968. Se trata de un periodo marcado por la liberalización política y la propuesta contra el Estado socialista instaurado en Checoslovaquia (actualmente República Checa y Eslovaquia) después de la Segunda Guerra Mundial.

En enero de 1968, Alexander Dubček es elegido como primer secretario del Partido Comunista e impulsa una serie de reformas que tienen como objetivo darle a los ciudadanos derechos y libertades adicionales a las del régimen comunista que impera en las repúblicas socialistas soviéticas de la región. Estas reformas incluyen la descentralización de parte de la economía; una mayor libertad de expresión para los medios de comunicación, mediante la abolición de la censura, y la libertad de movimiento para la población checa. Todas estas medidas buscan convertir al socialismo impuesto desde el exterior y ajustarlo a la nueva realidad política y social checoslovaca.

Como respuesta a la liberalización del régimen, el 21 de agosto de 1968 la Unión Soviética invade Checoslovaquia para reprimir las reformas y reinstaurar el orden comunista. En la novela, Teresa se encarga de fotografiar los tanques de guerra que ingresan en Praga y a los soldados rusos que comienzan a reprimir y a restringir las libertades de los ciudadanos checos. Una vez instaurado el régimen comunista, Teresa y Tomás escapan a Zúrich para evadir la censura y el espionaje.

Cuando regresan a Praga, experimentan en carne propia la violencia y la tiranía del régimen. Tomás pierde su trabajo como cirujano en el hospital, puesto que no quiere retractarse de un artículo antisoviético publicado tiempo atrás en el diario, y termina limpiando vidrieras de negocios. Por su parte, Teresa se siente espiada todo el tiempo, y tiene miedo de que la policía delate su infidelidad ante su marido. La pareja termina mudándose a un pueblo en el campo, donde las cosas también han cambiado: a las poblaciones periféricas poco les queda de su identidad ancestral: los nombres de las calles han cambiado, las instituciones sociales han dejado de funcionar, la gente ya no va a la iglesia ni a los bares; los campesinos solo desean escapar a la ciudad. Con estas últimas descripciones, Kundera completa su retrato de una Checoslovaquia sometida y oprimida al régimen comunista de URSS que a él mismo le tocó vivir.

La libertad de expresión vs. la censura y el espionaje

Una vez que se vuelve a instaurar el régimen soviético en Checoslovaquia, los personajes de la novela comienzan a sufrir por la censura que se aplica a los medios de comunicación y el espionaje que se aplica a toda la población.

En primer lugar, un funcionario del gobierno le pide a Tomás que se arrepienta públicamente de las ideas que planteó sobre el comunismo en un artículo que publicó en la prensa tiempo atrás. Al no aceptar, Tomás termina por perder su trabajo en el hospital y se convierte en limpiador de vidrieras a domicilio. Como puede observarse, la libertad de expresión no solo queda abolida, sino que la publicación de opiniones contrarias al régimen se castiga con la persecución, la censura e, incluso, con la destrucción de las vidas de los opositores.

Otra situación donde se puede comprobar cómo funciona la censura es la reunión que sostiene Tomás con el antiguo director del diario que había publicado su artículo: el hombre se encuentra desempleado y tratando de establecer lazos con otros actores sociales censurados para establecer acciones de protesta, como una carta pública contra el régimen. Tomás duda de que estas acciones puedan tener un resultado positivo y no firma la carta del exdirector del diario, a quien trata también de advertir sobre los peligros que conlleva oponerse al régimen.

Finalmente, Teresa también experimenta las consecuencias de vivir sometida a un régimen opresor que coarta la libertad de expresión y persigue a quienes se le oponen. Tras su encuentro sexual con el hombre del bar, la mujer vive con el miedo constante de que todo haya sido una trampa del régimen para tener razones por las que acusarla. Tal como lo plantea el narrador, la policía secreta soviética busca generar un estado de sospecha generalizado que termine por convertir a cada ciudadano en un soplón. Con ello, las bases mismas de la libertad de expresión quedan totalmente erosionadas, y nadie se atreve a decir lo que piensa, ni siquiera frente a personas en las que antes hubieran confiado, puesto que todos los ciudadanos pueden ser potenciales espías del régimen.

Las revoluciones y los totalitarismos

A partir de la invasión rusa a Checoslovaquia tras la Primavera de Praga, el narrador de La insoportable levedad del ser dedica muchas páginas a la reflexión sobre las revoluciones y los totalitarismos que marcan la vida política occidental durante la segunda mitad del siglo XX.

Franz considera las grandes manifestaciones sociales como un espacio colectivo en el que puede trascender su existencia solitaria y angustiante. Para él, el compromiso personal con la revolución ayuda a vivir una vida a gran escala y una lucha por las necesidades vitales de una sociedad. Por eso participa de las manifestaciones en Camboya contra el gobierno vietnamita, y de esa forma se siente un actor valioso para la historia de las luchas sociales. Sin embargo, el narrador destaca el lugar cómodo desde el que Franz encara su participación en lo que él llama la Gran Marcha, que es el kitsch de la revolución, y pone también en evidencia los intereses mezquinos y espurios de quienes organizan la manifestación a Camboya.

Para entender cómo las revoluciones y los totalitarismos generan sus propios repertorios simbólicos y estéticos, el narrador recurre al concepto de kitsch: se trata de la construcción de un ideal estético que consiste en la construcción de un discurso que niega todo lo que es inaceptable (ideológicamente) de la condición humana. El kitsch se construye sobre los sentimientos colectivos y evoca imágenes con las que las personas se sienten identificadas y conmovidas. Se trata, dice Kundera, “de la dictadura del corazón” (p. 262).

El kitsch es una potencia totalizante utilizada tanto por las revoluciones como por los totalitarismos, puesto que ambas manifestaciones sociales requieren símbolos y discursos capaces de movilizar a las masas. Cada colectivo ideológico, ya sea de derecha o de izquierda, tiene sus propias formas de negar lo que consideran inaceptable de la vida. Para el capitalismo norteamericano, conservador de los valores tradicionales, lo que es inaceptable, dice el narrador, es el comunismo. El kitsch de izquierdas al que adhiere Franz usa la imagen de una Gran Marcha que arrolla cualquier obstáculo en su avance hacia un mundo justo y fraternal. Los totalitarismos soviéticos, por su parte, construyen la idea de una hermandad en la que todos los miembros de la comunidad son felices.

A finales de los años sesenta, son estos discursos totalizantes los que se ponen en tensión y ordenan la vida social. Todos los personajes de la novela se ven, de una forma u otra, atravesados por ellos.

El deber ser y el trabajo

Tomás es un cirujano altamente calificado y trabaja en un importante hospital de Praga. Para él, el trabajo no es simplemente una fuente de ingresos, sino uno de los pilares fundamentales de su vida.

Tomás ordena su existencia en torno a la repetición de un leitmotiv que toma prestado de una composición de Beethoven: “es muss sein” (p. 204), esto es, “debe ser”. Así acepta su destino como algo que inexorablemente debe ocurrir, y lo aplica también a su trabajo. Desde esta perspectiva, el trabajo se convierte en una responsabilidad ineludible, y en un deber ser sobre el que se construye la identidad de Tomás.

Sin embargo, cuando pierde el trabajo en el hospital y pasa a limpiar vidrios, algo cambia radicalmente en Tomás. El leitmotiv “debe ser” entra en crisis y se convierte en una pregunta: ¿realmente “debe ser”?, ¿hay algo predestinado en su vida que él debe respetar y ese algo es, efectivamente, el trabajo? El protagonista de la novela descubre que no, que el trabajo es simplemente otro de los grandes deberes que se ha impuesto a sí mismo, pero que no es un pilar fundamental de su identidad. Tomás vive el descubrimiento como una liberación: pasar de ser un cirujano importante a limpiar vidrios en negocios y domicilios particulares no es denigrante, sino todo lo contrario: le enseña que las potencias vitales no están ancladas necesariamente en un deber ser laboral.