Gente normal

Gente normal Resumen y Análisis Quinta parte

Resumen

Cuatro meses más tarde (Julio 2014)

Marianne y Connell están en Carricklea, viendo un partido de fútbol en el dormitorio de la infancia de Connell. Marianne se queda en Carricklea por todo el verano, y Connell va los fines de semana para estar con ella. Alan persigue a su hermana Marianne constantemente e intenta provocarla, pero ella lo evita todo lo que puede.

Ahora, en la habitación de Connell, ambos conversan sobre la noche anterior. En una reunión social, Eric, un viejo amigo de Connell, se disculpó con Marianne por haberla acosado cuando era adolescente. Últimamente, Marianne piensa mucho sobre la muerte de Rob y cómo afectó a sus viejos amigos.

Marianne y Connell también hablan sobre Jamie, quien, para perjudicar su reputación, contó a todos en Trinity sobre la tendencia de Marianne a la violencia y sumisión en el sexo.

Marianne menciona un momento de la noche anterior en que, con Connell, tuvieron un malentendido. Connell le dice a Marianne que su amistad a veces es difícil porque todavía se siente atraído por ella. Ambos están de acuerdo en que el período en que estuvieron juntos, al comienzo de la universidad, fue el más feliz de sus vidas. Cuando Connell dice que quiere pensar las cosas antes de evaluar el volver a estar juntos, Marianne intenta ser comprensiva, aunque está visiblemente herida.

Ella se prepara para irse a su casa, hasta que Connell se disculpa y le besa la mano. El clima cambia, están a punto de tener relaciones sexuales por primera vez en años. Pero cuando comienzan a desvestirse, Marianne le pregunta a Connell si la golpeará, y él dice que no. Marianne entra en pánico, sintiendo que Connell encuentra repugnantes sus deseos.

Deprimida y avergonzada, se apresura a regresar a su casa. Allí, su hermano Alan empieza a decir que no debería pasar tiempo con Connell porque es un enfermo mental. Ella escapa, pero él la persigue hasta que, abriendo violentamente una puerta, le golpea en la cara y le hace sangrar.

Cinco minutos más tarde (Julio de 2014)

Tras la salida de Marianne, Connell está de mal humor. Lorraine llega a casa, pero él no quiere hablar. En un momento, él le pregunta si se arrepiente de haberlo tenido cuando era adolescente.

Connell piensa en Marianne y en cómo parece carecer de un instinto de autopreservación. También piensa en lo fácil que sería volver a contar la historia, presentándose a sí mismo bajo una luz halagadora, como un hombre que es demasiado moral para golpear a una mujer. Eso sería la verdad, sí, pero tampoco sería fiel a la complejidad de su historia con Marianne. Le angustia la voluntad de Marianne de obedecerle y complacerlo, y se pregunta si romper la relación es la única cura para esto. Sin embargo, no puede imaginar una vida sin ella. En un momento, Lorraine aparece para decirle que lo ama, que está orgullosa de él y que no se arrepiente de haberlo tenido.

Luego, Connell recibe una llamada de Marianne. Ella dice que está lastimada porque se tropezó y se lastimó, y lo insta a que no se preocupe, pero él siente que algo peor ha sucedido. Conduce hasta su casa, donde ella la espera junto a la puerta. Connell le dice a Marianne que espere en el auto y luego entra a la casa cerrando la puerta tras de sí. Allí dentro, arrincona a Alan y le dice que nunca más vuelva a lastimar a Marianne.

Después, dejando a Alan en la casa, Connell, algo mareado, se une a Marianne en el auto y le dice que la ama y que estará a salvo.

Siete meses más tarde (Febrero de 2015)

Marianne y Connell están en el departamento de ella en Dublín. Hace un tiempo mantienen una relación de pareja. Marianne entra a ducharse y se prepara para ir a trabajar, mientras Connell revisa su correo electrónico en la cama. Ella ya no está en contacto con su familia, y ahora tiene un trabajo aburrido, pero estable que le permite mantenerse.

La última Navidad, Marianne la pasó con Connell y su familia. Mientras paseaban con él y Lorraine por Carrickle, se toparon en la calle con la madre de Marianne, pero esta no le dirigió la palabra a su hija. Connell y Marianne salieron con sus antiguos compañeros de escuela en la víspera de Año Nuevo, y Connell besó a Marianne delante de todos.

Cuando Marianne sale de la ducha, Connell parece aturdido. Acaba de recibir un correo electrónico que le comunica su admisión a un programa de posgrado en escritura creativa en Nueva York.

Marianne le pregunta por qué no le contó que había aplicado a ese programa, y si, en cambio, se lo contó a Sadie, editora de la revista literaria de Trinity que mantiene una relación cercana con Connell. Él responde que fue Sadie quien lo animó a postularse en primer lugar. Marianne le pregunta si está enamorado de Sadie, y él se sorprende y molesta, diciendo que ni siquiera le cae del todo bien. Marianne, sin embargo, se pregunta si preferiría estar con alguien que lo entienda mejor, tal vez alguien más vinculado a la literatura que ella. Connell dice con impaciencia que es Marianne quien lo comprende y que no desea estar con nadie más. Él le dice que le mantuvo su solicitud en secreto porque se sentía inseguro, especialmente dada la inteligencia y el dominio de sí misma de Marianne. Marianne lo anima a ir a Nueva York. Él duda, pero dice que hará lo que ella crea mejor. Ella dice que vivirán un año a distancia y que ella estará ahí para él cuando regrese.

Análisis

Estos capítulos ofrecen los últimos exabruptos en la relación de los protagonistas, para luego mostrar el desarrollo de una estabilidad y el final, aunque abierto, del vínculo entre los personajes.

En principio, lo que se ofrece es una escena de desencuentro, de falla, en una comunicación nunca del todo clara entre los personajes. El verano en Carricklea muestra a una Marianne y un Connell no muy satisfechos con sus vidas, y esta sensación se intensifica por un ambiente denso y opresivo, reflejado en el calor que sofoca a los personajes. Estos se hallan, además, en la habitación de adolescente de Connell, donde el vínculo entre los protagonistas dio, en su momento, sus primeros pasos. La trama vuelve a situar a los personajes en ese ambiente para reflejar el giro no del todo satisfactorio que han tenido sus vidas a pesar del paso del tiempo.

La relación entre ambos es también, en esta escena, poco clara: guardan una suerte de amistad, aunque la atracción física entre ambos nunca ha desaparecido. En el reencuentro sexual fallido que ambos tienen entonces se condensa la problemática de la comunicación: Marianne trae consigo traumas, sentimientos no expresados. El relato sugiere que ella se siente incapaz de mantener una relación saludable, incapaz de la felicidad: el vínculo sano y equilibrado de su amiga Joanna con su pareja le parece “una ventana a la felicidad real, aunque una que ella misma no puede abrir ni tampoco cruzar” (p.217).

Su historia personal no hizo sino complejizarse con los años, y a los abusos intrafamiliares se le sumaron los rumores que diseminó Jamie acerca de sus inclinaciones sexuales. Estos surtieron efecto en el mundo social de Trinity, donde ella entonces perdió el respeto de sus pares. “La vergüenza la envolvió como una mortaja. Apenas podía ver a través de ella. La tela no dejaba pasar su respiración, le picaba en la piel. Era como si su vida hubiera acabado” (p.220), dice la voz narradora para describir los sentimientos que abruman a Marianne tras la expansión del rumor. Este historial de padecimientos con los que cuenta la protagonista femenina explotan cuando la joven pide a Connell que la someta físicamente y este se niega a hacerlo. La inseguridad aflora con todas sus fuerzas, así como la frustración, en los minutos subsiguientes, detallados en el relato.

Lo mencionado anteriormente permite el desarrollo y cierre de temáticas importantes en la novela, como la del poder, la violencia, el amor. A priori, en el reencuentro sexual entre Marianne y Connell, vemos que la diferencia de poder al interior de la relación no ha sucumbido con el tiempo. Marianne “se siente agradablemente abrumada bajo el peso de su poder sobre ella, bajo la profundidad enorme y extática de su voluntad de complacerlo” (p.224), señala el narrador, evidenciando que al interior de la protagonista sigue existiendo una asociación importante entre el amor y la sumisión, entre el placer y el entregarse al poder del otro sobre sí.

El narrador luego describe una percepción similar de la situación, pero desde el punto de vista de Connell: “Toda ella es un abismo en el que él puede sumergirse, un espacio vacío esperando que él lo llene”(p.225). Esta problemática imagen de la nada interior es la que perturba después a la misma Marianne, cuando su pedido de violencia es rechazado por Connell. En un avergonzado camino a su casa, la muchacha recuerda “la sensación que solía experimentar en Suecia, una especie de nada, como si no hubiese vida en su interior” (p.227).

Esta sensación de insustancialidad que atormenta a Marianne es la que rige su autopercepción desde siempre, puesto que en su familia siempre la han tratado como a un ser que no merece amor ni respeto. Pero dicha sensación se ha agravado con el tiempo, en tanto ve que a su alrededor los demás han logrado situarse de otra forma en la vida, gobernando mejor sus propias emociones. Ella ve que Connell

ha ido adaptándose poco a poco al mundo, un proceso de adaptación constante aunque doloroso a veces, mientras que ella se ha ido degenerando, alejándose cada vez más de lo sano, convertida en algo corrompido hasta lo irreconocible (p.227).

Lo más doloroso de esta reflexión que Marianne tiene camino a su casa es que, por esa asociación que ha construido en su interior entre amor y violencia, ha terminado alejándose de su ser amado, puesto que ahora se siente demasiado rota para él.

Pero el tema de la violencia en su relación con el amor ofrece un giro en la escena que vincula a Marianne, Alan, y luego a Connell. Nos referimos al momento en que la joven es perseguida y violentada por su hermano, situación después de la cual ella acude a Connell para que la socorra. La escena en cuestión evidencia algunos cambios en los protagonistas, así como en la relación entre ambos. Hasta ese momento, la respuesta de Marianne al abuso ha sido esencialmente abandonar su cuerpo, desprenderse de sus sentidos, resignarse al sufrimiento sin ofrecer resistencia. Pero al parecer, esta capacidad de sometimiento se agota: el golpe que acaba inflingiéndole Alan le produce un shock distinto, algo parecido a un despertar.

El clímax de esta situación de violencia y el dolor que siente Marianne es descrito por la voz narradora en imágenes: “Oye un crujido cuando impacta contra su cara, luego nota una sensación extraña dentro de la cabeza” (p.229), detalla el relato cuando la puerta golpea con fuerza la nariz de la protagonista. “Hay un zumbido, pero no es tanto un sonido como una sensación física, como la fricción de dos placas metálicas imaginarias en algún lugar de su cráneo. Le gotea la nariz”, prosigue el narrador, “la nariz le gotea de un modo terrible. Aparta la mano y ve que tiene los dedos cubiertos de sangre, sangre templada, húmeda” (Ibid.). El nivel de detalle de las imágenes funciona para generar esta sensación de punto de inflexión al interior de la protagonista, como si ella estuviera volviéndose consciente, por primera vez, de la magnitud de la violencia recibida. “Alan está diciendo algo. La sangre tiene que estar saliendo de su cara. Su visión se desliza en diagonal y el zumbido aumenta” (Ibid.). Con gritos y agresiones discursivas que suenan de fondo con la voz de su hermano, el capítulo termina con una protagonista que sigue como alienada, inmersa en su propia sensación:

Marianne se lleva la mano de nuevo a la nariz. La sangre brota a tal velocidad que no puede contenerla con los dedos. Le corre por la boca y le resbala por la barbilla, la nota. Ve cómo aterriza en goterones sobre las fibras azules de la moqueta (p.229).

En paralelo a la secuencia recién mencionada, Connell está solo en su casa reflexionando sobre Marianne. En el diagnóstico que hace sobre ella, concluye que “le falta alguno de esos instintos primarios, autodefensa o autoconservación (...). Te apoyas esperando cierta resistencia, y todo vence bajo tu peso” (p.236). Sin embargo, al mismo tiempo, algo está cambiando en la protagonista femenina. Acaba de recibir un golpe extremo, quizás intolerable, y es como si su cuerpo hubiera llegado al máximo umbral de padecimiento y de pronto no viera más opción posible que reaccionar. Marianne efectivamente llama a Connell y este, tras amenazar a Alan, le promete a la protagonista las palabras que concentran lo que ambos vienen pensando, lo que ambos desean: que ya nadie volverá a lastimarla.

Como si la tormenta hubiese terminado para siempre y la promesa se hubiera cumplido, el capítulo final de Gente normal nos muestra, meses después, a una Marianne completamente estabilizada. A su vez, mantienen, junto a Connell, lo que hasta ahora parecía imposible: un vínculo sano. Ella rompió lazos con su familia abusiva y a su alrededor el amor y el respeto parecen haber suplido por completo a la violencia y el dolor. Su situación social en Trinity también se tranquilizó: “a Marianne ya no la admiran ni la injurian. La gente se ha olvidado de ella. Ahora es una persona normal” (p.242).

El concepto de normalidad reaparece al final de la trama, entonces, pero ahora adquiriendo otro tinte: la normalidad se asocia a la calma ya anhelada después de largas tormentas. A Marianne ya no la admiran ni la injurian, especifica el narrador, para dar cuenta de los altibajos sociales a los que estuvo acostumbrado el personaje a lo largo de su vida. Ella padeció siempre una situación social, un vínculo con los otros, siempre atravesado por dinámicas de poder, por una marcada posición de superioridad o inferioridad respecto a los demás. Ahora, goza de la tranquilidad de quien se mantiene lejos de los extremos. Incluso con Connell: él la besa frente a todos sus antiguos compañeros, lo cual Marianne siente como una suerte de redención, de sanación, de reconciliación con épocas pasadas.

La normalidad trae también aparejados, igual, otros elementos. Tras haber cortado vínculo con su familia, Marianne ahora trabaja para mantenerse, como la mayoría de las personas. Es un trabajo que no le interesa, pero tampoco le absorbe demasiada energía. Un caso distinto es el de Connell: él edita la revista literaria de Trinity, escribe ficción y es admirado por Sadie, una escritora que se mantiene cerca de él. Marianne no se siente del todo a gusto con esto. Cuando lee un cuento de él, le produce admiración, pero al mismo tiempo hace que lo sienta “lejos, concentrado en una tarea compleja él solo, una tarea de la que ella jamás podría formar parte” (p.245). Marianne, inserta ahora en la normalidad, tiene una vida que “transcurre estrictamente en el mundo real”, mientras ve que Connell tiene una vida imaginaria propia, “algo de lo que ella carece, una vida interior que no incluye al otro” (Ibid.).

Es simplemente la aceptación de esa diferencia, y ningún obstáculo turbulento, lo que los separa. Ambos personajes han hecho sus recorridos y trabajado mucho para sortear sus destinos. Marianne ha logrado salir de la oscuridad que la circundaba para vivir en la calma de la normalidad, mientras que Connell ha dejado atrás la comodidad de ser un chico popular en su pueblo de origen, ha vencido dificultades económicas y logrado convertirse en un escritor prometedor. El viaje a Nueva York, donde lo becan para estudiar escritura creativa, es parte del destino que él se ha forjado con esfuerzo para sí mismo, y Marianne lo sabe. Está en sus manos apoyarlo o retenerlo por su propia voluntad de mantenerlo cerca. Connell le otorga ese poder: “Dime que me quede y me quedaré” (p. 253), le dice, dispuesto a obedecer, a someterse a su voluntad. Pero ella no hace uso de ese poder en su propio beneficio. En cambio, le empuja a realizar ese viaje, diciéndole que ella estará ahí para él, aunque sabe que ya nunca volverán a tener la pareja que la hace feliz en el presente.

Así, la decisión final de la novela está en manos de una protagonista femenina que ha dejado de combatir contra el mundo, que se ha reconciliado, en parte, consigo misma. Ese viraje ha sido posible por Connell, ambos se ayudaron el uno al otro a ser mejores personas. “Las personas pueden transformarse de verdad unas a otras” (p.253), es el pensamiento final de Marianne. Pareciera que ambos han alcanzado la adultez y pueden sortear su propia tendencia a saciar sus deseos más inmediatos en virtud del bienestar de sí mismos y del otro.