Gente normal

Gente normal Resumen y Análisis Cuarta parte

Resumen

Seis meses más tarde (Julio de 2013)

Connell viaja por Europa con sus amigos de la facultad, Niall y Elaine. Ahora se dirigen a la casa de vacaciones que la familia de Marianne tiene en una zona rural de Italia, y donde ella está vacacionando junto a Jamie y Peggy. En estos meses, durante sus viajes por Europa, Connell se mantuvo en contacto con Marianne: se escribían, el uno al otro, largos correos electrónicos contándose desde hechos banales hasta reflexiones sobre sus vidas. Connell disfruta escribir estos correos, incluso más que los relatos en los que trabaja últimamente. También mantiene conversaciones regulares por Skype con su novia, Helen. Encuentra un gran alivio en su relación con Helen. Siente que es saludable, basada en la comprensión y la sencillez. Incluso le presentó a Lorraine y se llevan bien.

La única razón por la que Connell puede viajar todo el verano es porque a él, al igual que Marianne, le han concedido una beca universitaria muy codiciada. Su vida se siente completamente distinta por esta nueva libertad financiera.

Elaine, Niall y Connell llegan a la casa de vacaciones de Marianne. Connell se da cuenta de cuánto la extrañará, ya que ella pasará el próximo año estudiando en Suecia.

Cuando conoció a Marianne, Helen sospechó que ella y su novio habían tenido una relación romántica o sexual en el pasado, y Connell lo confirmó, restando importancia a la intensidad de la misma. Al principio había intentado hacerse amiga de Marianne, pero los intereses intelectuales de esta le resultaban molestos y pretenciosos. Al final, le dijo a Connell que Marianne le parecía promiscua, y él le pidió que no hablara mal de sus amigos. Connell también recuerda una conversación en la que Helen le dijo que él no era "cool", en parte debido a su acento. Sin embargo, Helen había dicho que lo decía con aprobación y que era bueno no ser cool.

En la casa de Italia, todos cenan cuando Marianne y Jamie tienen una pequeña discusión. Jamie protesta porque Marianne no puso las copas adecuadas de champagne en la mesa. Connell recuerda haber desayunado con Marianne después de la ceremonia de entrega de becas. Marianne había comido muy poco. Habían tenido una conversación relativamente sincera sobre dinero y clases sociales. Ella había dicho que nunca pensaba en que Lorraine trabajaba en su casa, pero que quizás para él era difícil, y que, conociendo a su familia, probablemente ni siquiera le pagaban bien, lo cual Connell confirma. Él confesó sentirse algo incómodo por haber recibido tanto dinero de la beca universitaria, ya que pensaba en lo que sus antiguos compañeros de escuela pensarían sobre eso.

La cena en Italia continúa algo tensa porque Jamie desmerece los viajes turísticos que narran Connell y sus amigos, y hace un comentario despectivo sobre los turistas asiáticos. Niall lo acusa de ser racista. Minutos más tarde, Jamie reprende a Marianne por no servir el postre correctamente. Los dos entablan una discusión feroz en la cocina de la casa. Connell entra para intervenir y Jamie, furioso, rompe un vaso a propósito para asustar y amenazar a Marianne. Marianne intenta golpearlo, pero Connell la detiene. Jamie la acusa de loca. Luego Connell la consuela en silencio. Ella le pregunta si puede dormir en su habitación en lugar de con Jamie, y él accede.

Acostada en la cama, Marianne le cuenta a Connell, por primera vez, toda la magnitud del abuso que sufrió por parte de su familia. Connell está profundamente conmovido y entristecido, especialmente cuando le pregunta a Marianne sobre su decisión de no compartir esta información antes. Ella explica que temía que él perdiera interés en ella si lo sabía. Se besan, pero Marianne se aleja suavemente, y Connell se arrepiente de haberla besado.

Cinco meses más tarde (Diciembre de 2013)

El invierno siguiente, Marianne está en Suecia. Ha optado por no volver a casa para Navidad porque no quiere ver a su familia. Ahora responde los correos electrónicos de Joanna y Connell, las únicas personas de Trinity que continuaron hablando con ella después de que ella rompió con Jamie. Peggy y sus otros amigos se pusieron del lado de Jamie, y él difundió rumores humillantes sobre ella. Marianne ahora se siente avergonzada de haber pensado alguna vez que Peggy, Jamie y sus otros ex amigos eran buenas personas. El correo electrónico de Joanna es breve y profesional, y el de Connell es largo y literario y describe la belleza de un ciervo que vio recientemente y que le recordó a ella. Ambos hacen referencia a un sueco llamado Lukas, con quien Marianne parece estar saliendo.

Marianne termina de leer sus correos electrónicos y se levanta, habiendo comido muy poco: últimamente apenas come nada. También se siente extrañamente desconectada de la realidad. Llega al apartamento/estudio de Lukas, que es fotógrafo y se considera una persona profunda y artística. Le gusta dominar sexualmente a Marianne de una manera específica: a Marianne no se le permite hablar ni mirarlo cuando tienen relaciones sexuales. A ella no le gusta especialmente esto, pero encuentra un gran alivio al renunciar al control y la autoridad sobre su propio cuerpo.

Ahora Lukas fotografía a Marianne desnuda, pero cuando intenta atarla y restringir sus movimientos, ella se enoja. Él le dice que la ama, y entonces ella amenaza con llamar a la policía. Entonces Lukas la desata y ella se va, preguntándose si Lukas realmente la ama.

Tres meses más tarde (Marzo de 2014)

En Dublín, Connell está sentado en la oficina de asesoramiento de salud mental de su universidad, donde completa un cuestionario sobre sus síntomas de depresión. Se siente extremadamente deprimido y ansioso, e incluso algo suicida. En el consultorio, explica que su depresión comenzó en enero, varios meses antes, cuando su amigo de la secundaria, Rob, se suicidó. Aunque ya no eran cercanos, esto fue profundamente perturbador para Connell y lo hizo sentir culpable por abandonar su vida en Carricklea. Connell fue a Carricklea para el funeral, llevando a Helen con él. Marianne también había viajado desde Suecia. En el funeral, Connell se sintió aliviado al ver a Marianne y admiró su fluidez social con los compañeros de secundaria que alguna vez la habían acosado.

Sin embargo, esa noche, Helen había acusado a Connell de mirar fijamente a Marianne y coquetear con ella. Connell no toleró el planteo en esa circunstancia y rompieron pocas semanas después. A él ni le dolió, porque desde el suicidio de Rob no siente nada.

Ahora, la psicóloga le pregunta a Connell por sus amigos en la universidad. Él solo menciona a Niall. Luego habla de Marianne, diciendo que es una persona muy importante para él, pero que está en Suecia. Confiesa que le es difícil estar lejos de ella.

Connell recuerda una lectura literaria a la que asistió recientemente. Allí sintió que la atmósfera pretenciosa de la lectura aplanaba la experiencia de la literatura. Sin embargo, luego tuvo una breve conversación con el escritor más conocido del evento. El hombre acordó con él en sus sensaciones sobre la noche e incluso animó a Connell a incorporar en su ficción su frustración en relación a Trinity. Connell se pregunta a menudo si la literatura es completamente inútil como forma de resistencia política. Sin embargo, a pesar de sus dudas, no puede resistir la tentación de escribir.

Análisis

Estos capítulos permiten ahondar con profundidad en la personalidad de los personajes protagonistas. La trama los sitúa a ambos en nuevos escenarios, y expone el modo en que estos se sienten en relación con nuevas etapas, logros, más propias de la adultez que de una adolescencia que ya se ha dejado atrás.

El caso de Connell es interesante: estos capítulos exhiben un estadio de aparente estabilidad, de una vida que pareciera coincidir con los deseos que el personaje alguna vez tuvo para con su futuro, para luego mostrar una clara caída del protagonista masculino. En esa primera etapa de estabilidad vemos a un Connell libre de preocupaciones económicas por primera vez en su vida (gracias a la beca universitaria) y en una relación de pareja aparentemente estable y feliz: “Helen le ha traído a Connell una nueva forma de vivir. Es como si hubiesen levantado una tapa increíblemente pesada de su vida emocional y de pronto pudiese respirar aire fresco” (p.151). Este alivio en el personaje vuelve a poner en escena el concepto de normalidad y lo evidentemente importante que esto sigue siendo para Connell. El narrador, interiorizado en Connell, así lo explicita:

Helen es la primera novia que le ha presentado a su madre, y ha notado que está extrañamente ansioso por impresionar a Lorraine con lo normal que es su relación y lo buena persona que lo considera Helen (p.152).

La “normalidad” que a Connell le enorgullece haber conseguido se relaciona con el ser percibido, en este caso, como una “buena persona”: al personaje le tranquiliza contar con esa imagen de sí mismo en los ojos de otro, sobre todo si ese otro es una persona normal, estable, como lo es Helen. Se trata de un concepto asociado a cierta pureza, como si lo normal fuera lo despojado de perturbaciones, de anormalidades propias de un espíritu contrariado, conflictuado. En esta etapa de su vida, Connell parece contento de su relación con Helen, menos por la relación misma, quizás, que por lo que eso dice de él: “Connell cree que los aspectos de sí mismo más compatibles con Helen son los mejores” (p.165), asegura el narrador, y en el desarrollo que hace luego se denota el deseo del personaje por ser “normal”:

Con Helen no siente nada vergonzoso, no se descubre diciendo cosas raras mientras lo hacen, no tiene la sensación persistente de que no encaja en ninguna parte, de que no encajará nunca en ninguna parte (p.165).

La comparación con su relación anterior es evidente: si Helen refleja lo que Connell considera sus atributos más positivos, Marianne expresaría los negativos. El narrador no tarda en explicitar esta reflexión al interior del protagonista masculino, quien ahora ve a su relación anterior como una versión de sí mismo más oscura y que ha logrado dejar atrás:

Marianne posee una fiereza que se le metió dentro durante un tiempo y lo llevó a pensar que era igual que ella, que compartían la misma herida espiritual innombrable, que ninguno de los dos encajaría nunca en el mundo (p.165).

Connell parece decidir que todo aquello que le incomoda o perturba de sí mismo, en realidad no le pertenece, en realidad es algo de Marianne y con lo que ya no tiene nada que ver: “Él no ha llevado nunca el daño que lleva Marianne” (p.165), decide. Poniéndose en pareja con alguien como Helen, Connell actúa como si definiera un camino, una personalidad, hacia el mejor lugar posible: “Lo que tenían era normal, una buena relación. La vida que llevaban era la correcta” (p. 166).

Pero, al mismo tiempo, en el fondo de sí, Connell sabe que Marianne es parte de su identidad. Mientras sostiene su pareja con Helen, él guarda su lugar más íntimo, más placentero también, para la que siempre ha sido y será su interlocutora principal. Connell escribe mails a Marianne, dedicándole así a ella su ejercicio más preciado y verdadero, el de la literatura. Allí parecería residir lo que él considera más esencial en sí mismo: “La experiencia de escribirlos le parece la manifestación de un principio más amplio y fundamental, algo vinculado a su identidad, o puede que incluso más abstracto, vinculado a la vida misma” (p.153).

En efecto, ante el primer temblor, la aparente estabilidad de Connell se desmorona. El suicidio de Rob hace que el personaje ya no logre ampararse en su equilibrada relación con Helen, en quien ya no encuentra refugio. Por el contrario, precisa justamente reencontrarse con quien guarda un vínculo identitario y profundo, es decir, Marianne. Helen nota esto y llega a hacer un reclamo, pero Connell es contundente en su respuesta: “La manera en que actúo con ella es mi personalidad normal, respondió. A lo mejor, lo único que pasa es que soy un tipo raro” (p.205). El protagonista masculino acepta como propio eso que antes quería separar de su identidad, se reconoce en esa oscuridad, perturbación y “anormalidad” que antes quería adjudicarle por completo a Marianne.

La muerte de Rob trae aparejada, además, una revelación acerca de la idea de normalidad: “Nada le había importado más a Rob que la aprobación de los demás; estar bien considerado, ser una persona de nivel” (p.204), piensa Connell. Según él, Rob “Habría traicionado cualquier confianza, cualquier gentileza, por la promesa de aceptación social” (Ibid.). El protagonista masculino se da cuenta de que él no es quién para juzgar esa conducta en su excompañero de colegio: “Él también había sido así, o peor. Solo quería ser normal, esconder las partes de sí mismo que le resultaban vergonzosas o confusas” (Ibid.). Connell reflexiona acerca de esta tendencia, de esta voluntad de pertenecer y ser aceptado que siempre llevó consigo, y que le ha acompañado hasta la adultez. Reconoce, al mismo tiempo, que fue Marianne quien logró hacerle cambiar de opinión, ser menos dependiente de la consideración ajena. Marianne “le había enseñado que otras cosas eran posibles” (Ibid.), reconoce el personaje.

La muerte de Rob cumple una función simbólica. El duelo que trae como consecuencia no implica solamente, para Connell, llorar la pérdida de quien fuera su amigo, sino que el personaje se encuentra duelando, también, la infancia y adolescencia que dejó atrás para siempre:

Siento que me marché de Carricklea pensando que podría tener una vida distinta. Pero odio esto, y ahora ya nunca podré volver. (...) Rob ya no está, no puedo volver a verlo. No podré nunca recuperar esa vida (p.208). La muerte de Rob marca un final irreversible, configura un cierre simbólico y definitivo de una etapa de la vida que ya nunca volverá. Una etapa de la vida en la que Connell aún sostenía, además, varias expectativas en relación con el futuro, a un futuro que nunca fue tan feliz como esperaba. Si el presente no es un refugio para Connell, la muerte de Rob ahora le demuestra que, además, no podrá abrazarse al pasado.

Teniendo en cuenta lo anterior, debemos decir que, en lo que se refiere a los capítulos anteriores, aquí la trama ofrece una suerte de equilibrio. En la parte que se centraba en la escuela secundaria, Connell tenía un poder sobre Marianne y, en general, disfrutaba de una vida mejor y más feliz. En los primeros años de la universidad, sus situaciones se invirtieron: Marianne gozaba de popularidad y cierto bienestar, mientras que Connell se sentía perdido y sin amigos. Ahora, ninguno de los dos goza de una situación particularmente feliz por sobre el otro.

Marianne, por su parte, ve su popularidad anterior y su sensación de realización como una especie de ilusión. No solo se siente alienada de los demás y de sus propios sentimientos, sino que también actúa de forma autodestructiva. Su relación con Lukas es profundamente degradante y claramente ha desarrollado un trastorno alimentario grave en Suecia. Rooney sugiere que estos impulsos hacia la sumisión y la autodestrucción provienen del deseo de ser amada: Marianne espera que, si es lo más obediente y maleable posible, será tratada con cuidado. En general, su angustia parece provenir de un deseo casi imposible de reconciliar sus experiencias en Carricklea con su vida adulta en Dublín y Suecia. Si bien una vez intentó escapar de su pasado, ahora descubre que no puede. Esto se veía, también, en Connell: la muerte de Rob le provoca una depresión, en tanto ve perdido su pasado y, por lo tanto, descubre imposible reconciliar sus vidas en Carricklea y Dublin.

Por otro lado, tanto en Marianne como Connell, en estos capítulos, encontramos preocupaciones acerca de la relación entre el arte y la ética. Marianne se siente profundamente deprimida cuando piensa en Lukas, que parece al mismo tiempo carecer de sensibilidad moral mientras cuenta con una sensibilidad artística genuinamente refinada y sofisticada. Esta disociación al interior de su novio suizo la perturba, siente que Lukas “ha logrado educar una refinada sensibilidad artística sin desarrollar ninguna noción real de lo que está bien y lo que está mal” (p.183). Este abismo “hace que el arte le parezca de pronto inútil” (ibid.). Marianne considera que el gusto artístico y el juicio moral deberían estar relacionados.

Connell experimenta un sentimiento similar de duda respecto de sus propias aspiraciones literarias. Le encanta escribir, pero no está seguro de que la literatura pueda tener algún poder debido a la forma en que se usa y produce. Cuando asiste a una lectura, no puede sino pensar que se trata de una mera expresión de “cultura como representación de clase” (p.212). El arte, tal y como existe en su sociedad, le parece una demostración más de cómo el capitalismo ha mercantilizado todo, y encuentra en los lectores que le rodean en Trinity a meros consumidores snobs. En ese ambiente, los libros se reducen a

literatura fetichizada por su capacidad de transportar a gente cultivada a viajes emocionales falsos que luego les permitían sentirse superiores a la gente inculta acerca de cuyos viajes emocionales les gustaba leer (p.212).

Leer pareciera ser, en ese ámbito, más una cuestión de pose, de status, que una experiencia sensible vinculada al genuino interés por la literatura. El arte no habría logrado, de esta manera, escapar a las reglas mercantiles del sistema, la publicación de libros estaría mediada por una industria editorial que está inevitablemente sujeta a las mismas preocupaciones materiales que cualquier otra industria.

En este sentido, es interesante recuperar el hecho de que Connell encuentra la mayor realización y propósito literario en sus correos electrónicos a Marianne. Esto puede deberse a que esos correos electrónicos, al igual que su relación con Marianne en su conjunto, están en gran medida libres de las pretensiones y posturas del mundo exterior. El personaje pone en esos mensajes todo su talento y exigencia literaria, pero sin el fin de publicación, es decir, librándose de las pretensiones del capital. Connell encuentra en esta actividad un espacio para la creación artística sin mayor pretensión que la de expresarse mediante la escritura.