Gente normal

Gente normal Citas y Análisis

La gente sabe que Marianne vive en la mansión blanca con el caminito de entrada, y que la madre de Connell limpia casas.

Narrador, p.10.

Desde el principio, la novela instala los temas que desarrollará más adelante, como el poder, la norma y su vínculo con la adolescencia, la juventud y el amor. A priori, se presenta a los protagonistas, Marianne y Connell, dos adolescentes compañeros del secundario que entablan una relación sexual, afectiva, hasta amorosa. Esta relación tiene particularidades que tienen que ver con los conceptos de norma y de poder. En cuanto a la noción de poder, la jerarquía y el estatus al interior de la relación es relativa según el campo que se analice. Por un lado, en términos de clase socioeconómica, Marianne supera por mucho a Connell, tal como refleja la frase citada. A pesar de coincidir en el mismo colegio, Marianne es de clase alta y Connell es de una bastante inferior en términos económicos. Sin embargo, esta diferencia de clases es precisamente la que acerca a ambos personajes, ya que el hecho de que la madre de Connell trabaje en casa de Marianne es lo que suscita las primeras conversaciones entre los chicos.

Estar a solas con Marianne es como abrir una puerta que permite salir de la vida normal y cerrarla tras de sí.

Narrador, p.14.

El narrador focaliza en Connell para mostrar lo que implica, para este chico popular del colegio, una relación con Marianne. Al inicio de la trama, Connell se muestra muy sujeto a las normas sociales tal y como funcionan en la institución escolar, donde la jerarquía de poder depende de la popularidad. Pero lo que el chico siente al estar con Marianne evidencia que el espacio de la libertad y la plenitud no se circunscribe a los límites de la normalidad. De hecho, lo que parece hacer florecer el amor, la pasión y la complicidad entre los protagonistas es el carácter marginal, indiferente a la norma, de sus encuentros. Connell encuentra en Marianne una libertad y un descanso respecto de las presiones de la vida social “normal”. Con ella, él no tiene que interpretar a ese personaje de chico popular que sus compañeros de colegio esperan ver en él. Fuera de la institución escolar, ambos pueden descansar de sus roles sociales y respirar en un espacio auténtico, distinto, regido por el deseo y exento de normas.

Marianne vivía una vida drásticamente libre, él se daba cuenta. Él estaba atrapado entre consideraciones diversas. Le preocupaba lo que la gente pensara de él.

Narrador, p.31.

El tema de la norma, tal y como se trabaja en la novela, surge, en un principio, de la situación particular de Marianne, caracterizada por una suerte de rebeldía, marginalidad, o bien indiferencia, respecto a una normalidad que todos los demás parecen desesperados por acatar. A ella no parece importarle la jerarquía social del colegio, ni ser popular, ni no serlo, ni depilarse, ni comportarse como las chicas populares, ni caerles bien.

La frase citada refleja una cuestión interesante en la novela, que es el modo en que la normalidad se relaciona con la idea de libertad o sumisión, además de la de poder. En este primer período de la historia, lo que vemos es una sumisión de Connell al concepto de normalidad, y una libertad de Marianne, quien desconcierta a todos por su decisión de no someterse a las reglas que todo el mundo parece acatar sin dudarlo.

De hecho, en la mirada de Marianne sobre la realidad de sus compañeros es donde se formaliza la crítica que la novela hace a la noción de normalidad que maneja la sociedad representada. A través de la interioridad de Marianne y su forma de ver y juzgar el mundo, la novela se posiciona críticamente sobre el concepto de normalidad, de un modo que permite revisar, en un tono irónico, aquello que la sociedad considera “normal”.

Lo que Marianne observa es la situación de sumisión de todos sus compañeros a normas completamente arbitrarias; ellos no solo no juzgan o cuestionan dichas reglas, sino que las consideran “normales”. La novela cuestiona así, desde un comienzo, el concepto de normalidad, advirtiendo que el uso que dicha palabra tenga en el relato no será inocente ni ingenuo.

Sería incapaz, y lo sabe con una certeza inmediata, de hacer nada con Marianne teniendo a Peggy mirando, porque si Peggy, o cualquier otra persona, invadiera la intimidad que hay entre ambos, destruiría algo dentro de él, una parte de su individualidad que no parece tener nombre y que nunca antes había tratado de identificar.

Narrador, p.102.

En el fragmento citado, el narrador expone la interioridad del protagonista masculino para evidenciar cómo el espacio de lo íntimo, que en esta novela se identifica con el vínculo que Marianne y Connell construyen en privado, a solas, parece ser un pilar en la identidad de cada uno de ellos. Hay algo ahí que debe protegerse frente a las amenazas de lo exterior: la sociedad. Es como si la relación entre ambos se propusiera exenta de cuestiones sociales, como si se tratara de una isla virgen no tocada por las reglas de la norma social. Por supuesto, sin embargo, esto no es así: su relación está constantemente atravesada por las configuraciones sociales. Pero el vínculo se construye, desde un principio, como algo que debe defenderse de lo otro, del mundo exterior y sus reglas.

Este mundo exterior presenta una y otra vez obstáculos que corrompen cada vez más la relación amorosa. Y en general, lo que suele producir quiebres en el vínculo principal es el acercamiento o identificación de uno de los dos con el mundo social. Así como la aproximación de Connell a la norma social vigente en el ámbito escolar (cristalizada en su decisión de invitar a Rachel al baile) produjo un quiebre en el vínculo con Marianne, la asociación que ahora ella tiene para con la norma social de Trinity tensiona constantemente, también, su vínculo con Connell.

No me considero digna de ser amada.

Marianne, p.103.

En más de una situación, la protagonista femenina sugiere una dificultad para considerarse merecedora de amor. Esto se vincula a la relación que Marianne tiene con el dolor, el amor y el poder, y el lugar que la violencia ocupa en esa tríada. De hecho, la novela no tardará en desarrollar una tendencia en Marianne a buscar la violencia en el sexo, a ser sometida al poder del otro. El relato propone una justificación de dicho comportamiento en la historia de vida del personaje, más que nada en la relación que mantiene con su familia y el modo en que fue criada: el padre de ella, ya fallecido, la golpeaba a ella y a su madre, y su madre nunca la defendió de esos ataques, de la misma manera que tampoco lo hace cuando Alan la agrede psicológica y físicamente. Sufrimiento, violencia y dolor parecen cuestiones ya indisociables del vínculo afectivo, tal y como este se consolidó en la crianza de Marianne. A ella no le han demostrado, de niña, que merecía ser amada, y ahora en la vida adulta traslada dicho trauma a sus relaciones. Su forma de entender o de vivir los vínculos afectivos es a través de la violencia, donde ella siempre ocupa el lugar de víctima.

Con Jamie es como si estuviese interpretando un papel, me limito a fingir que siento eso, que estoy en su poder. Pero contigo la dinámica ya era así realmente; yo tenía de verdad todos esos sentimientos, habría hecho cualquier cosa que me hubieses pedido.

Marianne, p.134.

En el fragmento citado, Marianne le confiesa a Connell que se somete a violencia física en sus relaciones sexuales con Jamie, y explica por qué nunca buscó realizar esas prácticas con él. Y es que si bien, a lo largo de la novela, tanto Marianne como Connell van alterando su posición jerárquica y de poder en diversos entornos, al interior de la pareja la dinámica siempre se sostiene, subrepticiamente, bastante igual: es Connell quien tiene, desde un principio, mayor poder sobre Marianne. Connell está al tanto de este desbalance de poder, en tanto reconoce que es él quien puede darle o quitarle la felicidad a la protagonista femenina. Marianne no precisa que Connell ejerza violencia física sobre ella para sentirse bajo su poder, porque él ya ejerce un poder psicológico, emocional, sobre ella, como no lo hace ningún otro personaje de la novela.

Helen le ha traído a Connell una nueva forma de vivir. Es como si hubiesen levantado una tapa increíblemente pesada de su vida emocional y de pronto pudiese respirar aire fresco.

Narrador, p.151.

La novela va mostrando a los personajes en distintas etapas de su vida. En el fragmento citado, asistimos a un momento de la vida adulta de Connell, en el cual ha formado pareja con una chica llamada Helen. Esta etapa exhibe un estadio de aparente estabilidad y alivio en el personaje. Para Connell, es importante la sensación de normalidad y tranquilidad que le brinda su relación de pareja, le enorgullece saber que puede ser querido por alguien normal y estable como Helen. Siente que esta nueva relación hace florecer los atributos más positivos de su personalidad, mientras que su relación con Marianne, por la densidad del vínculo y por las características personales de la protagonista femenina, parecía conducirlo a lugares más oscuros de sí mismo.

Siento que me marché de Carricklea pensando que podría tener una vida distinta. Pero odio esto, y ahora ya nunca podré volver. (...) Rob ya no está, no puedo volver a verlo. No podré nunca recuperar esa vida.

Connell, p.208.

La muerte de Rob, el antiguo compañero de escuela, cumple una función simbólica en la trama. El duelo que trae como consecuencia no implica solamente, para Connell, llorar la pérdida de quien fuera su amigo, sino que el personaje se encuentra duelando, también, la infancia y adolescencia que dejó atrás para siempre. La muerte de Rob marca un final irreversible, configura un cierre simbólico y definitivo de una etapa de la vida que ya nunca volverá. Una etapa de la vida en la que Connell aún sostenía, además, varias expectativas en lo que se refiere al futuro, a un futuro que nunca fue tan feliz como esperaba. Si el presente no es un refugio para Connell, la muerte de Rob ahora le demuestra que, además, no podrá abrazarse al pasado.

La valoración que había hecho de la lectura en un primer momento no quedó rebatida. Era cultura como representación de clase, literatura fetichizada por su capacidad de transportar a gente cultivada a viajes emocionales falsos que luego les permitían sentirse superiores a la gente inculta acerca de cuyos viajes emocionales les gustaba leer. Aunque el autor en sí fuese buena persona, y aunque el libro fuese verdaderamente profundo, todos los libros se comercializaban en último término como símbolos de estatus, y todos los escritores participaban en un grado u otro de ese mercadeo.

Narrador, p.212.

Los protagonistas reflexionan, a lo largo de la novela, acerca de la relación entre el arte y la ética. Marianne considera que el gusto artístico y el juicio moral deberían estar relacionados. Connell experimenta un sentimiento similar, le encanta escribir, pero no está seguro de que la literatura pueda tener algún poder debido a la forma en que se usa y produce.

La frase citada refleja lo que pasa por la mente del personaje cuando asiste a una lectura en un salón. El arte, tal y como existe en su sociedad, le parece una demostración más de cómo el capitalismo ha mercantilizado todo, y encuentra en los lectores que le rodean en Trinity a meros consumidores snobs. Leer pareciera ser, en ese ámbito, más una cuestión de pose, de status, que una experiencia sensible vinculada al genuino interés por la literatura. Para Connell, el arte no habría logrado, de esta manera, escapar a las reglas mercantiles del sistema, la publicación de libros estaría mediada por una industria editorial que está inevitablemente sujeta a las mismas preocupaciones materiales que cualquier otra industria.

A Marianne ya no la admiran ni la injurian. La gente se ha olvidado de ella. Ahora es una persona normal.

Narrador, p.242.

El capítulo final de Gente normal nos muestra a una Marianne que ha conseguido finalmente cierta estabilidad en su vida. Emocionalmente y en términos de salud mental, la percepción sobre sí misma mejoró. Además, mantiene con Connell lo que hasta ahora parecía imposible: un vínculo sano. Ella rompió lazos con su familia abusiva y a su alrededor el amor y el respeto parecen haber suplido a la violencia y el dolor.

La frase citada describe cómo ha cambiado, también, su situación social en Trinity. Luego de ser extremadamente respetada en un principio, y luego injuriada por los rumores que dispersó Jamie, ahora finalmente existe allí como cualquier persona normal. El concepto de normalidad reaparece al final de la trama, entonces, pero ahora adquiriendo otro tinte: la normalidad se asocia a la calma ya anhelada después de largas tormentas. A Marianne ya no la admiran ni la injurian, especificaba el narrador, para dar cuenta de los altibajos sociales a los que estuvo acostumbrado el personaje a lo largo de su vida. Ella padeció siempre una situación social atravesada por dinámicas de poder, por una marcada posición de superioridad o inferioridad respecto a los demás. Ahora, goza de la tranquilidad de quien se mantiene lejos de los extremos.