Gente normal

Gente normal Resumen y Análisis Primera parte

Resumen

Enero de 2011

Connell, un estudiante de secundaria muy popular en el colegio, va a buscar a su madre, Lorraine, a su trabajo. Lorraine limpia la mansión donde vive Marianne, una compañera de curso, excelente alumna, que no habla con nadie en clase. Mientras Lorraine se prepara para salir, Connell conversa incómodamente con Marianne. Ella es muy directa y le pregunta sobre una profesora que parece estar enamorada de él. En un momento, insinúa que a ella misma le gusta. Los interrumpe Lorraine, que está lista para partir. En el auto, Lorraine regaña a su hijo por no ser lo suficientemente amable con Marianne.

Tres semanas más tarde (Febrero de 2011)

Marianne está lista para salir de su casa, pero la intercepta su hermano mayor, Alan, quien siempre se dirige a ella con violencia, acusándola de ser rara y no tener amigos. Ella logra escabullirse y salir.

Marianne recuerda el día en que vio a Connell jugar al fútbol en la escuela: pensó que era tan hermoso que le gustaría verlo tener sexo, sin importar si lo hacía con ella o no. Marianne luego piensa que odia la escuela y a sus reglas arbitrarias y abusivas, que todos parecen aceptar con normalidad.

Marianne y Connell hablan con frecuencia, cada vez que él va a buscar a su madre a la casa de ella. Últimamente, él llega cada vez más temprano y conversan sobre libros. Connell suele ser algo torpe o inseguro, mientras que Marianne se comporta con mucha seguridad.

Un día, él retoma el momento en que ella afirma que él le “gustaba”: Connell admite que está confundido y que siente que una relación entre ellos causaría incomodidad en el colegio. Marianne responde que sus compañeros de clase no tienen por qué enterarse, y él, entonces, la besa: es el primer beso de Marianne. Por varios días no vuelven a interactuar. Cuando finalmente Connell vuelve a buscar a su madre, ella se esconde en su habitación, pero él la busca y vuelven a besarse.

Semanas más tarde, Marianne está en camino a la casa de Connell. Es una casa pequeña y modesta, como Marianne nunca ha visto antes. Se abre la puerta y, antes de hacerla pasar, Connell vigila que nadie la haya visto llegar.

Un mes más tarde (Marzo 2011)

Un mes después, en la casa de Connell, él y Marianne están acostados en la cama con sus computadoras. Acaban de tener relaciones sexuales, lo cual hacen con regularidad, aunque lo mantienen en secreto. Ambos están aplicando a universidades. Marianne estudiará Historia y Política en Trinity, Dublín. Connell se está anotando en Derecho, pero no siente deseo de hacerlo. Ella le sugiere que estudie Literatura Inglesa, ya que evidentemente le apasiona.

Connell estuvo con muchas chicas, pero siempre se siente disgustado después de tener sexo con ellas. Con Marianne es distinto. Está confundido por sus sentimientos hacia ella, sigue sin saludarla en el colegio y procura que nadie se entere de su relación, ni siquiera su madre. De hecho, se incomoda cuando su amigo Rob le pregunta por la casa de Marianne donde limpia su madre. Sin embargo, siente algo por ella, algo nuevo en su conciencia, que le impulsa a seguir viéndola.

Respecto a la universidad, Connell evalúa seguir el consejo de Marianne. En la mente de él se abren dos caminos: tener una vida similar a la que tiene ahora, en una universidad cercana, manteniendo un círculo social similar; o tener una vida nueva, muy diferente, en Dublín. Él bromea diciendo que Marianne fingiría no conocerlo si fueran juntos a la universidad, y el momento es tenso porque es lo que él hace con ella en la escuela. Finalmente, él se anota en Trinity.

Seis semanas más tarde (Abril de 2011)

Semanas después, Marianne está en una fiesta del colegio, no porque quiera, sino porque es una de las encargadas de vender rifas para la fiesta de graduación. Tiene un vestido y se ha maquillado y peinado, lo cual es inusual. Intenta hablar lo menos posible con las chicas populares del colegio, como Rachel, que es bastante grosera con ella y gusta de Connell, con quien estuvo el año anterior. Karen, en cambio, la trata con amabilidad. Marianne escucha que las chicas se preguntan cuándo vendrán los chicos y lo averigua en un instante, enviándose mensajes de texto con Connell. Rachel y Karen nunca imaginarían que ella está mensajeando con Connell, y Marianne fantasea un instante con decirles, pero no lo hace. Finalmente, llegan Connell y sus amigos, como Rob y Eric. Connell no habla con Marianne, pero la observa desde lejos.

Días antes, Connell llevó a Marianne a conocer una casa abandonada donde los estudiantes suelen juntarse a beber. Allí mantuvieron una conversación algo incómoda. El ambiente era sórdido y había un colchón donde Connell admitió haber tenido sexo con chicas. Ella reprochó el modo en que los amigos de Connell se burlaban de ella. Él se limitó a decir que la extrañaría si ella decidiera dejar de verlo.

En la fiesta, Marianne baila junto a Karen, mientras Connell la observa desde lejos. En un momento, un chico más grande, conocido de un amigo de Connell, intenta seducir a Marianne, y luego se burla de ella y la humilla tocándole un pecho contra su voluntad. Ella se aleja llorando y Connell, Karen, Rachel, Eric y Rob la siguen. Karen la consuela, pero Rachel y Eric no se muestran comprensivos. Connell los regaña y luego, para sorpresa de todos, ofrece a Marianne llevarla a su casa.

En el auto de camino, Connell la invita a su casa, insinuando que no le importa si Lorraine se entera de su relación. En casa de él, Marianne le pregunta si golpearía a una mujer. Él, horrorizado, responde que no. Entonces ella dice que su padre golpeaba a su madre y, a veces, también a ella. Connell, visiblemente afectado, termina diciéndole a Marianne que la ama y le hace muy feliz. Ella recordará para siempre ese momento como el día en que empezó a vivir.

Dos días más tarde (Abril de 2011)

Poco después, Connell visita a su abuela, que está en el hospital por una caída. Su abuela lo mira con cierto desprecio, quizás porque su madre lo tuvo siendo adolescente. Connell no sabe quién es su padre, pero no le pregunta a su madre, porque no le importa. También piensa en las recientes elecciones, cuando votó por un candidato comunista que perdió. Le preocupa cómo pagará su educación en Trinity.

Cuando Connell volvió a su casa con Marianne, después del incidente en la fiesta, Lorraine la vio salir de la casa por la mañana. La mujer se sorprendió, pero le agradó ver a la chica, y le preguntó luego a su hijo por qué guardaba en secreto esa relación, si era por miedo a que la familia de Marianne no lo considerara bueno para ella. Esto sorprende a Connell, a quien nunca se le había ocurrido esa posibilidad. Sin embargo, evita responder a su madre por qué mantiene la relación en secreto.

En el colegio, el día siguiente al incidente en la fiesta, los amigos de Connell se burlan de él por haber llevado a Marianne a su casa la noche anterior. Se ríen de solo imaginar una relación entre Connell y ella, a quien consideran rara. Eric sugiere que la invite al baile de graduación y todos estallan de risa. Entonces Connell empieza a agitarse, y, estresado, se encierra en el baño y vomita. Luego, invita a Rachel al baile de graduación.

Connell le cuenta a su madre, en el auto devuelta del hospital, que invitó a Rachel al baile. A Lorraine le parece tan horroroso que le haga eso a Marianne, que se baja del auto, decepcionada de su hijo.

Análisis

Gente normal narra una historia de amor a lo largo del tiempo. La protagonizan una chica y un chico nacidos en un pueblo de Irlanda, que, a través de su adolescencia y juventud, van construyendo y reconfigurando su relación. Más allá de la especificidad etaria y geográfica de los personajes (o a partir de ella), la trama expone cuestiones universales, como las relaciones de poder que pueden darse en una sociedad o bien al interior de una pareja. Gente normal parece plantear desde su título esta pretensión de universalidad (a partir de un concepto tan genérico y abarcativo como el de “gente”), al mismo tiempo que problematiza la noción de normalidad (según anuncia el título, la trama no girará en torno a cualquier “gente”, sino específicamente a la de gente “normal”). Los temas principales que trata la novela son, entonces, el del poder y la norma. En la trama, estos son expuestos en su vínculo con la adolescencia, la juventud y el amor.

Los primeros capítulos del texto ya instalan, de diversas maneras, las cuestiones recién mencionadas. A priori, se presenta a los protagonistas, Marianne y Connell, dos adolescentes compañeros del secundario que entablan una relación sexual, afectiva y amorosa. Esta relación tiene particularidades que tienen que ver con los conceptos de norma y de poder. En cuanto a la noción de poder, la jerarquía y el estatus al interior de la relación es relativa según la perspectiva desde la que se parta. En términos de clase socioeconómica, Marianne supera por mucho a Connell: “La gente sabe que Marianne vive en la mansión blanco con el caminito de entrada, y que la madre de Connell limpia casas” (p.10), dice el narrador a muy poco de empezada la ficción. A pesar de coincidir en el mismo colegio, Marianne es de clase alta y Connell es de una clase bastante inferior en términos económicos. Esta diferencia de clases no pasa desapercibida. Por ejemplo, Rob, amigo de Connell, le dice a este que Marianne seguro lo toma “por su mayordomo” (p.29). Así y todo, esa diferencia de clases es, sin embargo, la que acerca a ambos personajes, ya que el hecho de que la madre de Connell trabaje en casa de Marianne es lo que suscita las primeras conversaciones entre los chicos.

Si bien en la casa de Marianne el modo en que los chicos se dirigen el uno al otro no es igual, esto no parece corresponderse, al menos en esta instancia, con una diferenciación de clase. Marianne se comporta con seguridad y dice lo que piensa, mientras que Connell es temeroso e inseguro, y constantemente mete sus manos en los bolsillos “como si estuviese intentando meter su cuerpo ahí dentro” (p.10). El espacio de la casa de Marianne hace que los protagonistas se relacionen de un modo muy distinto al que caracteriza al otro espacio que los reúne, la escuela.

En la escuela, las jerarquías de poder dependen de variables que no tienen que ver necesariamente con lo económico. Quienes tienen el poder en la escuela son los más “populares”, en el sentido de que concentran la atención, la admiración, y hasta la envidia, de una mayoría. En ese estrato de popularidad se ubica Connell, mientras que Marianne, en el ámbito escolar, tiene un lugar expresamente marginal. El modo en que esta lógica de poder social funciona en la escuela se hace muy visible, en tanto se la compara con lo que sucede cuando los mismos personajes se reúnen en otro espacio: Connell se permite tener una relación con Marianne en su casa, pero no se permite siquiera saludarla en el colegio. Lo que se lo impide es la mirada de los demás, el juicio social que caerá sobre su cabeza arruinando su aura de popularidad: a los “marginales” de la clase se los observa a la distancia, como si el mínimo contacto fuera altamente contagioso. Así, durante todo el primer período de relación entre Connell y Marianne, él procura mantener la relación en secreto con el fin de no perder su status social, el poder que le brinda su popularidad en el colegio.

En relación con esto, a medida que avanza la relación secreta, Marianne comienza a poseer un arma que le adjudica poder: “Si ella quisiera, podría saludarlo en clase con todo el alarde. Nos vemos luego, podría decirle, delante de los demás. Eso, sin duda, pondría a Connell en una situación incómoda” (p.11). Según el narrador, este es “el tipo de cosa con la que ella parece disfrutar” (Ibid.), sin embargo, Marianne no lo hace nunca. Tampoco le cuenta a Rachel y Karen, en el baile, cuando Connell le avisa que llegarán pronto. Aunque le tienta lo “desestabilizante” y “destructivo” de tal acto, que la colocaría automáticamente en un estatus “terrorífico y desconcertante” (p.36), nada importante parece jugársele allí. Esto la diferencia, en un primer momento, de su coprotagonista: si Connell teme perder su status social en el colegio, a Marianne ni siquiera le interesa elevar el suyo.

Este punto es relevante porque será el responsable de un importante giro en la trama, pero también porque vuelve a Marianne un personaje original desde un principio, un personaje posicionado en lo que se refiere a la idea de normalidad de una forma muy distinta al resto. De hecho, toda la temática sobre la norma que se trabaja en la novela surge, en un principio, de la situación particular de Marianne, caracterizada por una suerte de rebeldía, marginalidad, o bien indiferencia, respecto a una normalidad que todos los demás parecen desesperados por acatar. A ella no le parece importar la jerarquía social del colegio, ser popular, no serlo, depilarse, comportarse como las chicas populares o caerles bien: “Marianne vivía una vida drásticamente libre, él se daba cuenta. Él estaba atrapado entre consideraciones diversas. Le preocupaba lo que la gente pensara de él” (p.31).

Lo anterior abre una cuestión interesante en la novela, que es cómo la normalidad se relaciona con la idea de libertad o sumisión, además de la de poder. En este primer período de la historia, lo que vemos es una sumisión de Connell al concepto de normalidad, y una libertad de Marianne, quien desconcierta a todos por su decisión de no someterse a las normas que todo el mundo parece acatar. De hecho, en la mirada de Marianne sobre la realidad de sus compañeros es donde se formaliza la crítica que la novela hace a la noción de normalidad que maneja la sociedad representada. “Da la impresión de que a los compañeros de clase de Marianne les gusta bastante el instituto y les parece normal”, asegura el narrador focalizado en la protagonista femenina, y detalla: “Vestirse todos los días con el mismo uniforme, obedecer órdenes arbitrarias a todas horas, que los escudriñen y controlen para que tengan buena conducta, todo eso es normal para ellos“ (p.19).

A través de la interioridad de Marianne y su forma de ver y juzgar el mundo, la novela se posiciona críticamente sobre el concepto de normalidad de un modo que permite revisar, en tono irónico, aquello que la sociedad presenta como norma. Lo que Marianne observa es la situación de sumisión de todos sus compañeros a reglas completamente arbitrarias. Ellos no solo no juzgan o cuestionan dichas reglas, sino que las consideran “normales”. La novela cuestiona así, desde un comienzo, el concepto de normalidad, advirtiendo que el uso que dicha palabra tenga en el relato no será inocente ni ingenuo.

Uno de esos casos se da cuando Connell le dice a su madre que se comporte “como una persona normal” (p. 60). Él le dirige esa frase cuando Lorraine baja del auto enojada, decepcionada porque su hijo haya invitado a otra chica al baile en lugar de a Marianne. Efectivamente, en ese momento, Connell está actuando sometido a la idea de normalidad: asustado porque sus compañeros lo hayan vinculado a la marginal Marianne, se desespera e invita a la chica más popular del colegio, Rachel, al baile. Él está intentando ser una “persona normal”, y lo mismo exige entonces a su madre. Sin embargo, ella no ve la situación de la misma manera, y considera a su hijo un hipócrita y un cobarde. El ser “normal”, como se ve, no remite a algo positivo para todos los personajes.

En suma, el espacio de la libertad y la plenitud no se circunscribe en la novela, para los personajes, a los límites de la normalidad. De hecho, lo que parece hacer florecer el amor, la pasión y la complicidad entre los protagonistas es el carácter marginal, indiferente a la norma, de sus encuentros. “Estar a solas con Marianne es como abrir una puerta que permite salir de la vida normal y cerrarla tras de sí” (p.14), admite un narrador focalizado en Connell. Hay una paz, una libertad, representado para él por Marianne, un descanso respecto de las presiones de la vida social. Con Marianne, él no tiene que interpretar a ese personaje de chico popular que sus compañeros de colegio esperan ver en él: “Con Marianne era distinto, porque todo sucedía solo entre ellos dos” (p.27). Fuera de la institución escolar ambos pueden descansar de sus roles sociales y respirar en un espacio auténtico, distinto, regido por el deseo y exento de normas.