Enrique IV, parte 2

Enrique IV, parte 2 Resumen y Análisis Acto III

Resumen

Escena I

Esta escena transcurre en el Palacio Real. El Rey Enrique IV le ordena a un paje que mande a llamar a los condes de Warwick y Surrey. Les envía también unas cartas que los condes deben leer cuidadosamente antes del encuentro. Cuando se queda a solas, el rey realiza un monólogo en el que se lamenta por no poder conciliar el sueño.

Entran en escena Warwick y Surrey. El rey los informa sobre la rebelión que está llevándose a cabo en su contra. Recuerda que, al deponer a Ricardo II con la ayuda de Northumberland, el rey depuesto profetizó que Northumberland también traicionaría al nuevo rey. Warwick dice que, examinando el pasado de una persona, se puede predecir el futuro.

El rey tiene miedo de lo que vendrá. Ha sido informado que Northumberland se ha aliado con el Arzobispo de York y han formado un ejército de 50 mil soldados. Warwick dice que eso es imposible. Además, le informa al rey que ha muerto Glendower y, por ende, tienen un enemigo menos contra el que combatir. Finalmente, el rey afirma que, cuando terminen con esta guerra civil, partirá a Tierra Santa para combatir en las cruzadas.

Escena II

Esta escena transcurre en la casa del Juez Trivial. Allí se encuentra Trivial junto a Silencio, Sombra, Mohoso, Verruga, Enclenque y Becerro. Trivial conversa con Silencio acerca de los viejos tiempos. Recuerda que estudió junto a Falstaff, con quien tuvo una estrecha amistad y compartió varias travesuras.

Entran en escena Falstaff y Bardolfo. Falstaff se saluda cálidamente con el Juez Trivial. Este tuvo que cumplir con la función de preseleccionar algunos hombres para que Falstaff los incluyera en su ejército. Trivial entonces comienza a presentar uno por uno a los soldados preseleccionados: Sombra, Mohoso, Verruga, Enclenque y Becerro. Falstaff hace bromas con el apellido de cada uno de ellos. En principio, selecciona a todos, pero dos de ellos lo sobornan para ser eximidos. Falstaff, por supuesto, acepta el soborno y los exime.

Cuando Falstaff queda solo junto a Bardolfo realiza un monólogo en el que deja en claro que Trivial nunca fue su amigo. Afirma que es un sujeto despreciable y mentiroso, y decide que la próxima vez que lo vea encontrará algún modo de robarle dinero.

Análisis

Uno de los temas fundamentales de la obra es la vejez y la proximidad de la muerte. Northumberland es un hombre mayor al que le advierten que no debe irritarse porque puede sufrir un colapso mortal. Falstaff es burlado numerosas veces por su edad, y él mismo lamenta haber perdido su juventud. El Rey Enrique IV se encuentra directamente al borde de la muerte. Sufre de insomnio y todo tipo de dolencias físicas que le impiden proyectarse a largo plazo como rey. En la primera escena de este tercer acto, a través de sendas cartas, Enrique IV informa a los condes de Warwick y Surrey de los peligros que acechan al reino a causa del levantamiento rebelde, y luego dice: “Veis, pues, en qué estado deplorable está el cuerpo de nuestro reino y qué mal acerbo y peligroso le ataca cerca del corazón” (p. 167). De esta manera, el rey une la fragilidad de su cuerpo viejo con la de su reino. Su cuerpo se vuelve un símbolo de lo que está sucediendo en Inglaterra.

A diferencia de lo que ocurre en la primera parte de la obra, en la que el Enrique IV se muestra firme y sólido, aquí el rey está atravesado por los temores, la falta de fe y el cansancio. Lamenta que su reinado esté llegando al final y no haber él logrado la paz. Asimismo, se arrepiente de no haber sido un monarca más astuto. La soberbia que caracteriza al rey en Enrique IV: primera parte se transforma en arrepentimiento. El rey llega a afirmar incluso que, de haber sabido que los avatares de su reinado iban a ser los que fueron, habría preferido morir siendo joven, sin tener que lidiar con ellos. Exclama: “¡No poder ver todas las ironías de la suerte y de cuantos licores variados la fortuna llena la copa del azar. Si todo esto pudiera verse, el joven más feliz, viendo el camino a recorrer, querría cerrar el libro, tenderse y morir!” (p. 168).

El Rey Enrique IV, en definitiva, acepta aquí su fracaso como monarca. Se arrepiente de haberse aliado con los Percy para derrocar a Ricardo II. Debería haber sido más previsor: si los Percy eran amigos de Ricardo II y de un momento a otro decidieron traicionarlo, ¿por qué se alió con ellos? ¿No era obvio que lo traicionarían? Warwick entonces afirma que, mirando el pasado de una persona, puede predecirse lo que hará en el futuro.

En términos históricos, es interesante destacar dos datos: por un lado, la familia Percy se ha revelado numerosas veces en contra de la corona. De hecho, en 1569, apenas treinta años antes del estreno de esta obra, la familia Percy, en alianza con Escocia, intentó derrocar a la Reina Isabel. Por otro lado, Warwick afirma en esta tercer acto que Glendower ha muerto. Glendower era el rey de Gales y encarna un personaje fundamental en Enrique IV: primera parte, ya que es uno de los líderes rebeldes que se levantan contra el rey. Aquí, Shakespeare se toma otra licencia artística en pos de condensar la acción dramática de la obra, pues Glendower, en realidad, murió en 1415, dos años después de la muerte de Enrique IV.

La segunda escena, con un tono mucho más ligero y cómico, también aborda el tema de la vejez y la muerte. El Juez Trivial, tras recordar diversas travesuras de su juventud, expresa: “¡Oh los locos días pasados! ¡Y ver cuántas de mis viejas relaciones han muerto!” (p. 170). Silencio le responde: “Todos hemos de seguir, primo” (p. 170), y finalmente Trivial afirma: “Sin duda, sin duda; seguramente, seguramente. La muerte, como dice el Salmista, es segura para todos. Todos morirán” (p. 170).

Más adelante, es Enclenque quien retoma este tema. Al ser elegido por Falstaff para formar parte del ejército, el débil soldado dice: “Por mi alma que me es indiferente. Un hombre no puede morir más que una vez. Debemos a Dios una muerte; nunca tendré el alma ruin; si ese es mi destino, sea; si no lo es, sea. Nadie es demasiado bueno para servir a su príncipe; suceda lo que suceda, el que muere este año, queda libre para el año próximo” (p. 176).

Sobre el final de esta segunda escena, Falstaff lleva a cabo un amargo soliloquio. Durante toda la obra, desprecia a Trivial porque es un viejo burdo y mentiroso. Aquí, sin embargo, advierte que él también es un hombre viejo, burdo y mentiroso. El desprecio por Trivial se convierte en desprecio por sí mismo. Dice: “Señor, señor, ¡cuán sujetos estamos nosotros los viejos a ese vicio de la mentira!” (p. 177). Con ese tono, entre cómico y dramático, termina el tercer acto de la obra.