Caramelo

Caramelo Resumen y Análisis Parte 1, Capítulos 13-20

Resumen

El Capítulo 13 comienza con la transcripción de la letra de la canción de amor “La Petenera” a modo de largo epígrafe. Tarzán le pide a Lala que vaya a saludar a los invitados, que no lo haga quedar mal. El gran amigo de Tarzán, el señor Cuchi, está tocando la guitarra para todos los invitados. Habla como siempre con Lala; le pregunta si iría a vivir con él, la soborna con cuartos llenos de muñecas, juguetes maravillosos. Solo cuando le ofrece una habitación propia es que Lala se deja convencer. Todos los mayores se ríen a carcajadas.

Tarzán y sus hermanos festejan el mole de la abuela, una comida tradicional mexicana de chile con chocolate que es su especialidad. Regañan a Lala por no comerse su porción; no le gusta el mole. Su abuelo, a escondidas, le permite dárselo al perro del vecino. El abuelo Narciso, mientras, le narra la historia de Popocatépetl, una leyenda que cuenta cómo él y su amante se convirtieron en volcanes. Cree recordar que Popocapétl mató a su amada. Lala se intriga ante este hecho:

- Pero si la quería tanto, abuelito, ¿por qué la mató?

- Pues, no sé. No sé. Es una buena pregunta. No sé. Me supongo que así es como aman los mexicanos, supongo”.

(Capítulo 13)

Narciso le muestra a su nieta un pañuelo que envuelve algo: son las tres costillas que, según él, le quitaron luego de una batalla durante la revolución; “tan ligeras como la madera viejas y tan amarillas como los dientes de un perro” (Capítulo 13), piensa Lala. Luego, le muestra también el rebozo caramelo de la abuela Soledad cuando era niña. Mientras tanto, en la sala, el cumpleaños termina en una pelea entre hermanos. Todos amenazan con irse de la casa de la abuela.

A la mañana siguiente, ofuscado, Tarzán se encierra a leer viejas fotonovelas que le da su madre. A Lala su madre la lleva de paseo; necesita salir de esa casa. Salen a comer juntas, caminan por la ciudad. Por la noche, Zoila discute nuevamente con su marido. Ella logra, finalmente, que Inocencio acceda a viajar un poco; deciden ir a Acapulco. No obstante, a último momento, Tarzán invita a su madre al viaje. La irritación de Zoila es grande. A su vez, la abuela Soledad hace traer a Candelaria, la joven sirvienta. Además, se suman la tía Güera y Antonieta Araceli. Igualmente, Candelaria será pronto enviada nuevamente a casa, cuando todos se dan cuenta de que no puede cuidar de los niños; inclusive, apenas puede cuidar de ella misma en la playa.

En Acapulco se hospedan en la casa de la hermana gemela del señor Vidaurri, el jefe de la Tía Güera. En la playa, Lala juega en el mar con Candelaria. La niña morena parece un “lustroso pájaro acuático” (Capítulo 18) hasta que se la traga el mar. A partir de esa situación es que deciden enviarla otra vez a la Ciudad de México. Esa será la última vez que Celaya la vea.

Zoila discute una vez más con su marido en el auto. Lala, por su parte, se angustia, porque ha perdido la flor que le hizo Candelaria antes de partir. De repente, Zolia comienza a gritarle a Tarzán con todas sus fuerzas: “¡Eres pura bola de mierda! ¡Mentiroso! ¡¡Mentiroso!! ¡¡¡Mentiroso!!!” (Capítulo 20). A pesar de que el padre de Lala no detiene del todo la marcha del automóvil, Zolia se baja y comienza a correr entre la gente, mientras Tarzán y el resto de la familia la siguen. La mujer discute a los gritos, no solo con su marido sino también con su suegra. Las dos mujeres se insultan y, finalmente, le dicen a Tarzán que tiene que elegir entre ambas. El final de esta primera parte nos deja con la incógnita de lo que Inocencio resuelve. Solo sabemos que “hace algo que no ha hecho nunca en su vida” (Capítulo 20).


Análisis

El Capítulo 13 comienza con la transcripción de “La Petenera”, una célebre canción de amor. Además de las mencionadas notas al pie, la novela se detiene en referencias culturales varias en el cuerpo del texto también, que dan marco a la historia y a lo que se contará. En este caso, el amor, o cómo amar, es un pensamiento recurrente de la narradora. Cuando comenta con su abuelo la historia de Popocápetl que él le refiere, Celaya pregunta por qué, si el protagonista amaba tanto a su pareja, la mata. El abuelo le responde que no sabe; "Me supongo que así es como aman los mexicanos, supongo” (Capítulo 13). La violencia tiñe las relaciones amorosas, y el abuelo atribuye esto a un asunto cultural, propio de los mexicanos. Las generalizaciones son expuestas y a la vez puestas en jaque más adelante en el texto. En esta instancia, la narradora es una niña que sencillamente escucha las razones de los mayores sin cuestionarlas demasiado.

Lo "propiamente mexicano" va tomando forma. En estos primeros viajes de la infancia para visitar a la Abuela Enojona, como le dice la niña, Celaya aprende numerosas lecciones sobre los diferentes hábitos y tradiciones culturales mexicanas. Esto incluye una creciente conciencia de las diferencias lingüísticas que percibe con su ingenuidad de niña, por ejemplo, cuando se entera de que en México un palo con un trapo morado se llama “jerga” en lugar de “fregona” (Capítulo 4). También reconoce algunas otras peculiaridades, como las tortas de cumpleaños que se transportan sin caja ni tapa de plástico, sino en un plato de madera, o los copos de maíz que se sirven con leche caliente.

Las lecciones sobre comida constituyen una parte importante de su formación mexicana; la abuela cocina platos tradicionales, a menudo picantes, para sus hijos y nietos. Regaña a Celaya cuando esta se niega a comer mole: “¡No te hagas que no eres mexicana! (Capítulo 4). También es en la casa de la calle Destino donde Celaya escucha varios relatos de la historia de México y leyendas sobre héroes y heroínas mexicanos, o celebra las fiestas mexicanas tradicionales junto a su familia. Caramelo se detiene en estos momentos descriptivos de usos y costumbres mexicanos, no solo en el cuerpo del texto sino, como dijimos, en las notas al pie.

En el cumpleaños de Inocencio, el señor Cuchi, amigo del festejado, toca la guitarra. En una especie de broma familiar comienza a jugar a sobornar a Celaya para que se vaya con él. Le ofrece muchas cosas, pero ella solo sucumbe ante la propuesta de tener una habitación para ella sola. Esto trae reminiscencias de una lectura a la que la autora norteamericana no puede ser ajena: Virgina Woolf. Su ensayo Una habitación propia (1928) emplea a una narradora ficticia para recorrer la historia de mujeres reales y ficcionales y su relación con un espacio literal o ficticio dentro de la tradición literaria comandada por varones. Una escritora necesita una habitación propia, afirma, para ejercer su oficio. La pequeña Celaya no solo necesita privacidad (es la única hermana entre varones) y aprecia su soledad, sino que es también una escritora en potencia, y la idea de una habitación propia, aun en casa del señor Cuchi, la seduce, pero también la ubica como escritora en el texto bajo la línea de Woolf. Aun así, aquel día el amigo de su padre se va de la fiesta desilusionándola, faltando a lo que parecía ser una promesa pero no era más que una broma.

La relación de tensión latente entre Zoila y su suegra tiene un episodio de catarsis al que vale la pena atender. Como vimos, luego de discutir nuevamente con Inocencio la noche de la fiesta, Zoila logra que él le prometa que al día siguiente la llevará a ella y a los niños a Acapulco. Sin embargo, al día siguiente, al coche suben también la Abuela Enojona, Antonieta Araceli y su madre, la Tía Güera, y, a último momento, la niña Candelaria, por insistencia de la abuela. Nuevamente es la Abuela Enojona quien gana la partida.

Desde el primer momento, el personaje de Zoila es un personaje que está contenido. La irritación es su característica más sobresaliente, sobre todo con su marido, con quien siempre parece estar a punto de estallar. Finalmente, en Acapulco, esto sucede. Con el correr de los capítulos se desarrolla más profundamente el personaje de Zoila. Por ahora, su presentación es la de una mujer que demuestra estar asfixiada en una situación familiar indeseada. Celaya narra esta discusión entre su madre y su padre, y luego su abuela, de forma fragmentaria. Su mirada de niña la hace estar tan atenta al conflicto como también a sus propias preocupaciones infantiles. La niña Candelaria, a quien admira y jamás volverá a ver, le regaló una flor que olvidó en la playa. Llora por la flor, mientras su madre se baja del coche en una de las discusiones que marcará un antes y un después en la familia Reyes.

Lógicamente, a pesar de desconocer el contenido de lo que provoca semejante escena, estamos ante un momento de revelación importante para Zoila que llama "mentiroso" (Capítulo 20) a su marido una y otra vez. Como dijimos, el ocultamiento es uno de los grandes temas de la novela; lo mismo sucede con la revelación, su contrapartida. Los efectos de la revelación son inmanejables para los Reyes. Inocencio no sabe qué hacer con su esposa; no sabe qué decirle, cómo resolver el asunto. Celaya no sabe qué es lo que se ha revelado, pero comprende que es grave. La tensión entre el ocultamiento y la parcial revelación, o la demostración de los efectos de la revelación sin su contenido explícito tienen un efecto de lectura atrapante. Además, reafirman nuestra posición junto a la narradora: no podemos ver más allá de sus ojos. Solo podemos saber que ella aprende que lo oculto es amenazante, y que la revelación puede traer consecuencias terribles.

Es momento ahora de resaltar una característica fundamental de Caramelo: la hibridación lingüística. En el original, Caramelo es una novela escrita en inglés, en la que el español hace constantemente incursiones. En la traducción al español de Liliana Valenzuela, con la que trabajamos, las proporciones se invierten. Es el inglés el que aparece cada tanto para recordar este uso mixto de la lengua propio de los chicanos. Por ejemplo, Zoila insulta a Inocencio, a su suegra y la Tía Güera diciéndoles “Scram”, “hell raiser”, “floozy fulana” (Capítulo 20); expresiones en inglés que irrumpen en el español. Si la identidad chicana cuestiona las nociones de unidad y exclusividad de las culturas estadounidense y mexicana, y reivindica el carácter plural e híbrido de los mexicanos, estos juegos con ambas lenguas y su registro en la novela son una manifestación de esta reivindicación.

En la vereda, la discusión entre la abuela y Zoila escala y ambas mujeres le piden a Inocencio que elija a una de ellas. Esta amenaza no solamente pone en tela de juicio el afecto que tiene Inocencio hacia su madre, sino que permite el cuestionamiento sobre su apego a lo mexicano también. La figura de la madre es, dentro del tópico de la familia, un asunto en sí mismo: en la cultura mexicana, pocas cosas se idolatran tanto como la madre. Esta relación entre madre e hijo es exclusiva del género masculino, ya que las relaciones entre hijas y madres descritas en la novela distan mucho de ser de este modo: pensemos en los vínculos Zoila-Celaya o Tía Güera-Abuela Soledad. Volveremos sobre la figura materna en la cultura mexicana a lo largo de la novela.

Aquí culmina la Parte 1 de Caramelo, con un anticipo de que la decisión que toma Inocencio entre su madre y su esposa es sorprendente para Celaya: “Entonces papá hace algo que nunca ha hecho en su vida. Ni antes, ni desde entonces” (Capítulo 20).