Yerma

Yerma Resumen y Análisis : Acto Segundo, Cuadro Primero

Resumen

Un grupo de lavanderas hablan, cantan y ríen mientras lavan en el torrente del pueblo. Comparten chismes sobre Yerma y su marido, aunque no mencionan sus nombres.

Cuentan que Juan ha llevado a vivir en su casa a sus dos hermanas solteras, para que cuiden de su esposa. También dicen que la vieron a Yerma sentada en el tranco porque “le cuesta trabajo estar en su casa” (p.50). Algunas le echan la culpa al marido de que no tengan hijos, otras, a Yerma.

Una menciona que las gentes dicen que Yerma anda en busca de otro, que se la vio hablando con alguien. La Lavandera 1ª sostiene que “hablar no es pecado”, pero la Lavandera 4ª dice que “ella lo mira” y que “no es lo mismo una mujer mirando unas rosas que una mujer mirando los muslos de un hombre”. A la pregunta de si su esposo sabe algo, una responde “El marido está como sordo” (p.51).

Llegan las cuñadas de Yerma y se ponen a lavar en silencio. Pasan los zagales con sus rebaños, y una nota que falta el rebaño de Víctor. Luego las lavanderas se ponen a cantar. En su canto, hacen referencia a “la casada seca” (p.53). Luego exclaman que “hay que gemir en la sábana” y “hay que cantar” y mencionan la alegría de tener un “vientre redondo bajo la camisa” (p.54). El cuadro cierra con las lavanderas que siguen cantando y riendo.

Análisis

Este cuadro, si bien breve, es clave para los temas de la honra y de las apariencias. Es el único cuadro en el que Yerma no aparece, sino como tema de conversación; algo que se infiere, porque nunca se menciona su nombre. La conversación de las lavanderas hace realidad el temor de Juan: la gente del pueblo habla de él y de Yerma, poniendo en peligro la honra de ambos.

En el diálogo de las lavanderas se plantea una ironía: la Lavandera 1ª pregunta a las otras si la vieron a Yerma engañando a su marido, a lo que la Lavandera 4ª responde: “Nosotras no, pero las gentes sí” (p.50). La ironía consiste en que ellas son las que cumplen el rol de “las gentes” del pueblo en la obra; son ellas mismas las que están propagando esa sospecha al hablar de ello. En el tema de las apariencias importa mucho el qué dirán, no importa si lo que se dice es falso o verdadero, y las apariencias, en una sociedad como la que se representa en Yerma, pueden poner en peligro la reputación de las personas. Otra insinuación de que Yerma engaña a su marido ocurre cuando las lavanderas ven pasar a los pastores con sus rebaños y notan que falta el rebaño de Víctor; por la lógica del chisme, posiblemente sospechen de que Víctor no está porque se encuentra con Yerma.

En esta escena la cuestión de hablar, cantar y escuchar tiene un doble significado: por un lado, está el peligro de perder la honra en el acto mismo de que las lavanderas hablen, haciendo circular el rumor. Por otro lado, hablar y cantar hacen referencia, como ya lo hicieron antes, al deseo. Las lavanderas dicen que en dos ocasiones las gentes vieron a Yerma hablando con otro y también mencionan las miradas que se intercambiaron. También dicen que Juan está como sordo, lo que connota que no está abierto a escuchar ni a cumplir con el deseo de su esposa.

Por su parte, las cuñadas de Yerma, que Juan ha traído a la casa para controlar a su mujer, están marcadas por el silencio; la Lavandera 2º dice que las cuñadas se dedican a limpiar la casa “sin despegar los labios” (p.51), y cuando entran a escena para hacer sus lavados, lo hacen sin decir una sola palabra. Esto significa que su presencia en la casa de Juan y Yerma solo empeorará la situación, limitando aún más la posibilidad del deseo en la pareja. Luego, en el canto de las lavanderas ellas incitan a la “casada seca” a cantar para que llegue la alegría y el “vientre redondo” (p.54), es decir, el embarazo.

Las lavanderas no se deciden si es Juan quien tiene la culpa de que Yerma busque a otro, porque “cuando un padre no da hijos debe cuidar de su mujer”, o si la culpa es de Yerma, “que tiene por lengua un pedernal” (p.51), refiriéndose a esa condición seca que la caracteriza. No obstante, hacia el final su canto parece estar dirigido a la mujer y a lo que le corresponde hacer: “¡Que relumbre! / ¡Que corra! / ¡Que vuelva a relumbrar! / ¡Que cante! / ¡Que se esconda! / Y que vuelva a cantar” (p.55). En este sentido, aunque reprueben que Yerma cometa adulterio, comprenden su deseo de maternidad y la incitan, de alguna manera, a realizar actos de rebeldía, como correr y esconderse, y sobre todo, a cantar, es decir, a seguir el camino del deseo y de la fertilidad para quedar embarazada y tener un hijo. Pero Yerma, como veremos, no verá como opción arruinar su honra, y desoirá esos cantos que la inciten a estar con otro hombre para dejar de ser infértil.