Poética

Poética Citas y Análisis

"El objeto de este tratado es el arte poético en sí mismo y de sus diferentes géneros. Lo principal para aplicarse a este estudio será analizar la estructura del relato como requisito para componer un bello poema, luego el número y naturaleza de las partes que lo componen, y todos los aspectos semejantes que conciernen a esta investigación. Siguiendo el orden natural de nuestra exposición, nos aplicaremos a considerar ahora las primeras materias".

Aristóteles, Capítulo I, p. 47

La introducción, o exordio, de la poética es breve y concisa: Aristóteles indica cuál es el tema de su Poética, el arte poético, y luego, más específicamente, la tragedia. Tal como muchos críticos han indicado, Aristóteles no se demora en justificar sus objetivos -como suelen hacer otros tratados de la época- y se arroja directamente al desarrollo de su teoría sobre el arte como una forma de imitación de la realidad.

"Los objetos de la imitación son las acciones humanas llevadas a cabo por agentes que pueden ser de una condición moral elevada o baja. La diversidad del carácter moral humano procede casi siempre de esta diferenciación, puesto que la línea demarcatoria entre la virtud y el vicio es la que establece las diferencias morales de la humanidad".

Aristóteles, Capítulo 2, p. 50

En este pasaje, con el que Aristóteles da inicio al segundo capítulo de su obra, puede observarse el vínculo que existe, en la concepción aristotélica del arte, entre la obra artística y la moral. Para el autor, el poeta imita una acción humana realizada por agentes -personajes- que poseen una determinada condición moral. La tragedia suele presentar agentes de una condición moral elevada o buena, digna de imitación. Este vínculo entre arte y moral es lo que algunos críticos más han reprochado a Aristóteles, especialmente porque la Poética es una obra fundante para el arte moderno, y gracias a ella, durante siglos, la creación artística y la moral han quedado vinculadas.

"La comedia es, como ya hemos dicho, la imitación de caracteres vulgares y de personas de calidad moral inferior; no respecto a cualquier tipo de faltas, sino de la inferioridad moral en relación a sus aspectos ridículos y como una especie de lo feo e indigno".

Aristóteles, Capítulo 5, p. 57

En este pasaje se esbozan dos cuestiones importantes: en primer lugar, la naturaleza de la comedia, que es opuesta a la de la tragedia, y en ella el poeta intenta imitar caracteres de moral inferior o baja (cabe recordar que la tragedia, por el contrario, es la imitación de caracteres de moral elevada). A su vez, Aristóteles indica que con "moral inferior" se refiere a lo indigno o a lo feo. Cabe resaltar que en el mundo helénico no se concebía al ser humano dividido en cuerpo y alma (o cuerpo y mente), sino como una unidad indivisible y, en ese sentido, la fealdad física se asociaba a un déficit ético. Por eso, los héroes eran retratados como bellos, ya que esto representaba su carácter moral elevado, mientras que muchas veces los personajes de las comedias eran feos, porque de ello se desprendía su carácter ruin.

"La tragedia es, entonces, la imitación de una acción de carácter moral elevado y completa, en razón de su magnitud, que posee una extensión determinada y se expresa en un lenguaje bello y enriquecido con ornamentaciones adecuadas que convienen a las distintas partes de la obra.

Se presenta en una forma dramática y no con una forma narrativa, y es capaz de suscitar en el espectador los sentimientos de pena, compasión o dolor, provocando así la purificación (katharsis)".

Aristóteles, Capítulo 6, p. 59

En este pasaje, Aristóteles esboza su definición más completa de la tragedia, que será la base para el posterior análisis pormenorizado. La tragedia se compone por medio del diálogo, para ser representada ante el público, y muestra la acción de un héroe de carácter moral elevado que sufre un cambio de fortuna, de la felicidad a la desdicha, lo que provoca en el espectador la catarsis, que es la purificación de sus sentimientos.

"De todo lo expuesto hasta aquí resulta evidente que el poeta debe ser un buen creador de argumentos antes que un buen compositor de versos, porque su condición de poeta procede de su capacidad para la imitación y lo que éste imita, son, precisamente, las acciones".

Aristóteles, Capítulo 9, p. 69

Este pasaje es valioso por los problemas que presenta para la crítica de la Poética. Aquí, Aristóteles afirma que el poeta debe ser un buen creador de historias antes que un buen versificador, algo que está en contradicción con otros pasajes de su obra, en los que sostiene que si el poeta utiliza mal el lenguaje, toda su obra fracasa, por lo que los mejores poetas son aquellos que mejor pueden expresarse. A su vez, se ha criticado a Aristóteles por el hecho de darle preponderancia al argumento sobre el uso del lenguaje, algo que contradice la concepción moderna de la poesía, que destaca el uso creativo del lenguaje antes que la simple capacidad de contar una historia.

Con todo esto, el pasaje es muy útil para ilustrar las muchas y complejas lecturas que pueden hacerse de la obra de Aristóteles.

"En lo que se refiere al carácter moral, hay cuatro aspectos que es necesario considerar. El primero, y más importante es que los caracteres morales deben ser buenos (...). El segundo aspecto a tener en cuenta es la adecuación (...). El tercer aspecto es la verosimilitud respecto de la vida real (...). El cuarto punto es la coherencia, y si se sugiere que el personaje sea inconsistente, debe ser presentado como coherentemente incoherente".

Aristóteles, Capítulo 15, pp. 82-83

En este pasaje, Aristóteles enumera los cuatro aspectos que el poeta debe contemplar al representar el carácter moral del héroe trágico. El más importante de ellos, y que luego retoma es el de la verosimilitud. Al igual que la acción, el carácter moral debe ser verosímil, es decir, debe darse dentro de las condiciones de posibilidad de la vida real y debe responder a la ley de la probabilidad. La coherencia es importante, y advierte que muchas veces algunos héroes trágicos no muestran coherencia en su comportamiento a lo largo de la obra, y actúan de una forma que no responde a el carácter moral que el poeta les ha atribuido en un principio de la obra.

"La composición del argumento exige que se lo construya con la dicción adecuada; y para ello, el poeta debe situarse, él mismo, en la escena, y representársela ante sus ojos como si en verdad fuera un espectador de la acción. De este modo, podrá ver con la máxima claridad posible todos los detalles, y así dará con lo conveniente y evitará incurrir en inconsistencias".

Aristóteles, Capítulo 17, p. 88

Si bien la tragedia puede ser leída e igualmente lograr su efecto catártico, Aristóteles la concibe como una obra artística para ser representada por actores frente a un público. Por eso, la dicción es una dimensión fundamental y el poeta debe imaginar la escena tal cual transcurriría frente a sus ojos, ya que si su argumento incluye algún episodio poco verosímil, este se delatará muy rápidamente en la representación ante los ojos del público.

La poesía épica, por el contrario, puede incluir (Aristóteles lo explica en capítulos posteriores) algún elemento poco verosímil sin que ello comprometa el argumento, puesto que como no es representada sobre el escenario y es de carácter narrativo, el lector será más indulgente con ella.

"Con el término "nudo" o "complicación" designo a todo aquello que se extiende desde el inicio mismo de la acción hasta el momento en que se precipita el punto de desvío (cambio de fortuna); por ejemplo, cuando se pasa de la dicha al infortunio. Y con el término "desenlace" o "resolución" designo a todo aquello que se extiende desde el momento de inversión hasta el final mismo de la obra".

Aristóteles, Capítulo 18, p. 91

En este pasaje, Aristóteles explica cuáles son las dos partes que componen la tragedia. La división es simple: existe una primera parte que se extiende desde el inicio hasta el clímax, es decir, hasta el cambio de fortuna del héroe, y una segunda parte, a la que llama "desenlace", que va desde que se produce el cambio de fortuna hasta el final de la obra.

"El poeta, siendo entonces un imitador tal como lo es el pintor o cualquier otro artista que trata imágenes, debe observar al menos uno de los tres modos de imitación, ya que las cosas solo pueden asumir tres modos de representarse: 1. tal cual son en realidad; 2. tal cual se dice o se supone que son; y 3. tal cual deberían ser".

Aristóteles, Capítulo 25, p. 112

En este pasaje, Aristóteles enumera los que considera los tres modos de representación. Según el primero de estos modos, un poeta puede imitar las cosas como él cree que deberían ser, más allá de cómo son realmente. Esto es, por ejemplo, lo que hace Sófocles en sus tragedias, en las que los hombres se muestran idealizados y no como son realmente. En segundo lugar, un poeta puede imitar las cosas tal cual son en realidad. Esto lo hace Eurípides, por ejemplo, en sus tragedias, en las que los hombres son representados tal cual son en la vida real, con sus virtudes y sus defectos, sin ninguna idealización de su carácter. El tercer modo consiste en imitar las cosas como se dice o se supone que son: muchas veces, los poetas no conocen la realidad más que por medio de la opinión pública, y en estos casos la representan según la opinión popular. Esto se aplica, por ejemplo, a la intervención de los dioses en la acción, puesto que ningún hombre sabe en realidad cómo son y cómo actúan los dioses, pero sí existe un consenso público al respecto, y el poeta debe respetarlo si quiere que su obra sea verosímil.

"Si entonces la tragedia resulta ser superior respecto de la poesía épica en todos estos aspectos, y también en los medios de los que se vale para alcanzar sus fines, ya que no es cualquier tipo de placer el que deben suscitar estas imitaciones, sino el placer que ya ha sido descrito más arriba; es claro que la tragedia, por cumplir sus fines de un modo más perfecto, merece ser tenida como un arte superior a la epopeya".

Aristóteles, Capítulo 26, p. 121

Este es el anteúltimo párrafo de la Poética, y con él Aristóteles cierra su tratado haciendo una apología de la tragedia por sobre la poesía épica. El filósofo sostiene, a lo largo de su obra, que la tragedia contiene todos los elementos de la poesía épica, pero a ellos le suma el espectáculo y la música. Al ser representada para un público general, la tragedia no queda restringida a un grupo de lectores cultos, y eso también la hace ser mejor, ya que su función social es más efectiva.