Macbeth

Macbeth Resumen y Análisis del Acto quinto

Resumen

Acto quinto, Escena I

En el castillo de Dunsinania, una dama ha llamado a un médico para que observe el sonambulismo de Lady Macbeth. El médico informa que la ha estado observando durante dos noches y aún no ha visto nada extraño. La dama describe cómo ha visto a Lady Macbeth levantarse, vestirse, salir de su habitación, escribir algo en un pedazo de papel, leerlo, sellarlo y regresar a la cama, todo sin despertarse. La mujer no se atreve a repetir lo que dice Lady Macbeth durante estos episodios.

Ambos son interrumpidos por una sonámbula Lady Macbeth, que entra con una vela. La dama informa que Lady Macbeth pide tener una luz a su lado toda la noche. El doctor y la dama observan cómo Lady Macbeth se frota las manos, como si se las estuviera lavando, y dice "¡Lejos de mí esta horrible mancha!" (81). Mientras Lady Macbeth continúa lavándose imaginariamente las manos, sus palabras revelan su culpa ante los dos espectadores. Parece estar reviviendo los acontecimientos durante la noche del asesinato de Duncan. No puede quitarse las manchas ni el olor a sangre de sus manos:

"Pero, ¿por qué no quedan limpias nunca mis manos? (...) Todavía siento el olor de la sangre. Todos los aromas de Oriente no bastarían a quitar de esta pequeña mano mía el olor de la sangre" (81).

Mientras la sonámbula Lady Macbeth imagina que tocan la puerta y regresa a su habitación, el médico concluye que Lady Macbeth necesita la ayuda de un sacerdote y no de un médico. Se despide, afirmando que es mejor que ni él ni la dama revelen lo que han visto y escuchado.

Acto quinto, Escena II

Los señores Menteith, Caithness, Anguss y Lennox marchan con una compañía de soldados hacia el bosque de Birnam, donde se unirán a Malcolm y el ejército inglés. Afirman que ofrecerán "medicina" a la patria oprimida por Macbeth (83).

Acto quinto, Escena III

En Dunsinania, Macbeth se cansa de escuchar informes de nobles que han desertado para unirse a las fuerzas inglesas. Sin embargo, se siente consolado por la profecía de las brujas, que afirmaban que no tenía nada que temer hasta que la selva de Birnam se acercara a Dunsinania, o hasta enfrentarse con un hombre no nacido de una mujer. Dado que ambos eventos parecen imposibles, Macbeth se siente invencible.

Un criado entra con la noticia de que el enemigo ha reunido mil hombres, pero Macbeth lo echa, regañándolo por su cobardía. Después de llamar a su sirviente Seton para que lo ayude a ponerse su armadura, Macbeth le pide al médico su pronóstico sobre el estado de Lady Macbeth. Este le responde que "no es grave su dolencia" (84), pero que sufre de extrañas visiones que, afirma, solo ella puede curar. Esta respuesta desagrada a Macbeth. Mientras los asistentes se ponen su armadura, este declara que aplaudiría al médico si pudiera descubrir el verdadero mal de su mujer y curarla. De repente, Macbeth abandona la habitación, profesando una vez más que no temerá la muerte "mientras no se mueve contra nosotros el bosque de Birnam" (84). Aparte, el médico confiesa que le gustaría estar lo más lejos posible de Dunsinania.

Acto quinto, Escena IV

Malcolm, Suardo, Macduff, Caithness y un soldado marchan hacia el bosque de Birnam. Cuando se acercan, Malcolm les ordena a los soldados que corten ramas y las sostengan para ocultar cuántos son. Suardo le informa a Malcolm que Macbeth está en Dunsinania, confiado, esperando su llegada. Malcolm comenta que casi todos los hombres de Macbeth lo han abandonado. El ejército sigue su marcha.

Acto quinto, Escena V

Macbeth ordena a sus hombres que cuelguen su enseña en los muros exteriores del castillo, alegando que resistirá hasta que los atacantes mueran de hambre. Si el otro bando no tuviera como refuerzos a los hombres que lo abandonaron, afirma, no lo pensaría dos veces antes de salir a enfrentar al ejército inglés. Al escuchar gritos de una mujer dentro, Macbeth comenta que casi ha olvidado el sabor del miedo. Seton regresa y anuncia la muerte de Lady Macbeth. Aparentemente imperturbable, Macbeth comenta que no debería haber muerto aún, sino en un momento más apropiado. Se detiene a reflexionar sobre el sentido de la vida: "¿Qué es la vida sino una sombra, un histrión que pasa por el teatro y a quien se olvida después, o la vana y ruidosa fábula de un necio?".

Entra un mensajero e informa que ha visto algo increíble: mientras miraba hacia el bosque de Birnam, parecía que este comenzara a moverse hacia el castillo. Macbeth se muestra sorprendido y comienza a temer que las palabras de las brujas se hagan realidad después de todo. Ordena a sus hombres a hacer sonar las trompetas.

Acto quinto, Escena VI

Malcolm le dice a sus soldados que ahora están lo suficientemente cerca del castillo como para tirar las ramas que llevan. Él anuncia que Siward y Young Siward liderarán la primera batalla. Él y Macduff lo seguirán. Los trompetistas hacen sonar una carga.

Acto quinto, Escena VII

Macbeth espera en el campo de batalla para defender su castillo. Se siente como un oso, dice. Entra el joven Suardo y le pregunta quién es. Macbeth le responde que tendrá miedo al oír su nombre. Macbeth mata al joven Suardo en el duelo que sigue, y comenta: "tú naciste de mujer, y ninguno de los nacidos de mujer puede conmigo" (88).

Acto quinto, Escena VIII

Macduff entra solo y lanza un desafío a Macbeth, jurando vengar la muerte de su esposa e hijos. Le pide a la Fortuna que lo ayude a encontrar a Macbeth.

Acto quinto, Escena XIX

Malcolm y Suardo entran y toman el castillo.

Acto quinto, Escena X

Entra Macbeth, afirmando que no va a morir "neciamente como el romano" (88), es decir, suicidándose. Se encuentra con Macduff y este lo desafía. Macbeth responde que hasta ahora lo ha evitado, pero que ya está listo para pelear. Mientras se enfrentan, Macbeth le dice, confiado: "Mi vida está hechizada; no puede matarme quien haya nacido de mujer" (88). Macduff le pregunta: "¿No te dijo el genio a quien has vendido tu alma que Macduff fue arrancado, antes de tiempo, de las entrañas de su madre muerta?" (88). Al escuchar esto, Macbeth se acobarda y se niega a pelear. Macduff le responde ordenándole que entonces se rinda y se convierta en el escarnio de Escocia. Enfurecido, Macbeth jura que nunca se rendirá ni le jurará lealtad a Malcolm. Luchan y así salen.

Acto quinto, Escena XI

Entran Malcolm, Suardo y los otros señores. Han ganado la batalla, pero Malcolm señala que Macduff y el joven Suardo están desaparecidos. Ross informa que el joven Suardo ha muerto y lo elogia, afirmándole a su padre: "Tu hijo murió como soldado. Vivió hasta ser hombre, y con su heroica muerte probó que era digno de serlo" (89). Después de confirmar que su hijo había sido herido de frente, o sea, que había muerto valientemente en la batalla, Suardo declara que habría deseado una mejor muerte para su hijo.

Entra Macduff, cargando la cabeza de Macbeth y anunciándole a Malcolm que ya es rey. Los hombres hacen eco de este anuncio, y suenan las trompetas cuando Malcolm acepta la corona. Este también anuncia que los caballeros que lo acompañan serán ahora condes, y que llamará para que regresen a quienes huyeron de la tiranía de Macbeth. Todos salen hacia donde Malcolm será coronado.

Análisis

Hasta el Acto quinto, Macbeth se veía atormentado por visiones y pesadillas, mientras que Lady Macbeth lo ridiculizaba por su debilidad. En este último acto, la audiencia es testigo de cómo los asesinatos cometidos se han apoderado también de Lady Macbeth. En su sonambulismo, Lady Macbeth encarna el tema del lavado y la limpieza que se desarrolla a lo largo de toda la obra. Después de asesinar a Duncan, ella le dice a Macbeth, con frialdad: "Lava en el agua la mancha de sangre de tus manos" (II, ii, 49). Pero el homicidio vuelve ahora para perseguir a Lady Macbeth mientras duerme. Las manos manchadas de Lady Macbeth recuerdan la marca bíblica de Caín; la marca que Dios le puso por asesinar a su hermano Abel (Génesis 4:15). Pero la marca de Caín es una señal de Dios que lo protege de la venganza de los demás. La marca de Lady Macbeth no la protegerá de la muerte: ella morirá unas pocas escenas más tarde.

El comportamiento del doctor en la tercera escena del acto quinto se parece al de un psicoanalista. Como un psicoanalista freudiano, el médico observa los sueños de Lady Macbeth y usa sus palabras para inferir la causa de su angustia. El lenguaje de Lady Macbeth en esta escena traiciona su perturbada mente en varios sentidos. Su discurso en actos anteriores ha sido suave y elocuente. En el Acto primero, Escena VI, por ejemplo, ella le declara a Duncan:

"Todo nuestro obsequio es poco para pagar tan altos beneficios y mercedes y, sobre todo, la de haber honrado con vuestra presencia esta casa. Pedimos a Dios, en agradecimiento, todo género de favores presentes y futuros para vos" (I, vi, 42-43).

Este discurso de Lady Macbeth es metafórico e hiperbólico, y su sintaxis es compleja, pero el ritmo sigue siendo suave y fluido. Es llamativo el contraste, entonces, cuando ella habla dormida en el Acto quinto:

¡Lejos de mí esta horrible mancha!... Ya es la una... Las dos... Ya es hora... Qué triste está el infierno... ¡Vergüenza para ti, marido mío!... ¡Guerrero y cobarde!... ¿Y qué importa que se sepa, si nadie puede juzgarnos?... Pero, ¿cómo tenía aquel viejo tanta sangre? (V, i, 81).

En este discurso, el lenguaje de Lady Macbeth es entrecortado: salta de idea en idea a medida que cambia su estado mental. Sus oraciones son cortas y arrebatadas, lo que refleja una mente demasiado perturbada como para hablar con elocuencia. [Vale agregar que, en la versión original en inglés, Lady Macbeth hablaba en el Acto primero en pentámetro yámbico mientras que ahora lo hace en prosa, pasando así de un lenguaje propio de la nobleza a uno que suele caracterizar el discurso de la plebe].

La caída en desgracia de Lady Macbeth es rápida. A medida que ha crecido el poder de Macbeth, de hecho, el de Lady Macbeth ha estado disminuyendo. Comenzó la obra como una voz implacable e influyente, capaz de dirigirse con dulzura a Duncan y de influenciar a Macbeth para que hiciera lo que ella quería. En el acto tercero, Macbeth la deja fuera de sus planes de matar a Banquo, negándose a revelarle sus intenciones. Ahora, en el último acto, se ha reducido a una sonámbula que solo puede murmurar un discurso desvariado. Mientras que incluso la relativamente poco importante Lady Macduff muere en una escena conmovedora, Lady Macbeth lo hace fuera del escenario. Aún más, cuando se le anuncia su muerte a Macbeth, la respuesta de este es impactante por su fría apatía.

A medida que la obra se acerca a su sangriento final, se pone en evidencia el trágico defecto de Macbeth: como Duncan antes que él, su personaje es demasiado confiado. Toma las profecías de las brujas al pie de la letra, sin darse cuenta de que las cosas rara vez son lo que parecen: un defecto irónico, dada su propia traición. Así, resiste en su castillo con los pocos hombres que le quedan, dando por sentado que los eventos que las sombras afirmaron que debían tener lugar para que él cayera en desgracia no podían hacerse realidad. Pero, de hecho, el ejército inglés lleva el bosque de Birnam hacia Dunsinania. Y Macduff, que de hecho ha sido "arrancado, antes de tiempo, de las entrañas de su madre muerta" (V, viii, 88), avanza con el objetivo de matar a Macbeth. Las brujas lo han engañado: le dijeron a Macbeth una doble verdad, ocultando la compleja realidad tras un marco que parecía simple (Como nota al margen, quizás valga la pena considerar el peso dramático de tal final: ¿parece extraño que una obra tan trágica se resuelva a través de un juego de palabras más o menos frívolo?).

Es apropiado que la obra termine como comenzó, con una batalla victoriosa en la que un héroe valiente mata a un traidor y sostiene en alto su cabeza. Lo primero que escuchamos de Macbeth en el Acto primero es la historia de su valentía en la batalla, en la que decapitó a Macdonnell y colgó su cabeza en las empalizadas del castillo. Al final de la tragedia, Macbeth, ahora traidor, es tratado exactamente de la misma manera. Después de asesinar a Macbeth, Macduff entra con su cabeza y exclama "Mira la cabeza del tirano" (V, xi, 89). La obra termina con el cierre de una estructura paralela.

Una moraleja que puede extraerse de Macbeth es que el curso del destino no se puede cambiar. Los eventos que las brujas predijeron y pusieron, al mismo tiempo, en marcha al comienzo de la obra suceden exactamente como fueron predichos, sin importar lo que hagan los personajes para cambiarlos. Macbeth hace todo lo posible para lograr que el destino cumpla su voluntad, pero es en vano. Banquo se convierte igual en padre de reyes, y Macbeth cae en manos de un hombre no nacido de mujer. El hombre que triunfa al final es quien no ha hecho nada para torcer el destino prescrito para él. Es una profecía autocumplida.

El río del tiempo fluye así, a pesar de las luchas del hombre. Tras el reinado de terror de Macbeth, al final de la obra se anuncian tiempos más prósperos para Escocia. La coronación antinatural de Macbeth ha quedado en el pasado, y Macduff comenta: "libres somos" (V, xi, 89). Y la vida de Macbeth demuestra ser, de hecho, "la vana y ruidosa fábula de un necio" (V, v, 86). El tiempo pasa sobre su sangrienta y vana historia: la familia de Banquo dará lugar a la dinastía de los Estuardo, y Malcolm recuperará el trono que dejó su padre, exactamente como si Macbeth nunca se hubiera atrevido a asesinar a Duncan.