Los cuatro jinetes del Apocalipsis

Los cuatro jinetes del Apocalipsis Resumen y Análisis Tercera Parte, Capítulos 1-5

Resumen

Tercera parte, Capítulo 1: “Después del Marne”

Las hermanas Madariaga y Chichí regresan a París. A Marcelo lo irrita la presencia de Elena y se indigna cuando van a la iglesia junto a Luisa: “—Están jugando con Dios… Esto no es serio. ¿Cómo puede atender unas oraciones tan contrarias?” (p.418). Ahora, la familia Desnoyers tiene un hijo por el que llorar. Elena se va antes de que su hermana le exprese el rechazo que comienza a sentir cerca de ella.

Doña Luisa visita el estudio de la rue de la Pompe. Comenta con Argensola las últimas noticias de Julio. En dos meses ya es sargento. Luisa reza por Julio, y Chichí la acompaña. Ya no soporta la vergüenza de que René, su novio, no pelee en el frente. Por esta razón, él solicita ser teniente.

Tercera parte, Capítulo 2: “En el estudio”

Argensola recibe asiduamente a Marcelo Desnoyers en el estudio de la rue de la Pompe y se conmueve por el repentino amor del padre hacia su hijo ausente. Marcelo y Tchernoff se vuelven cercanos, principalmente porque el primero “efectuaba una reversión absoluta de valores” (p.438). Lacour consigue un permiso para que él y Desnoyers vayan a ver a sus hijos.

Tercera parte, Capítulo 3: “La guerra”

Marcelo y el senador Lacour suben una montaña para llegar hasta una línea de cañones. Observan el lanzamiento de proyectiles franceses en un refugio “semejante a un palco de teatro” (p.454). Primero hablan con René, que hace seis meses está en el frente. Les lleva tiempo encontrar a Julio; tienen que atravesar túneles subterráneos. Julio está contento: “por primera vez paladeaba el goce de sentirse útil” (p.477). Tiene que despedirse rápidamente de su padre por un ataque inminente. Marcelo está convencido de que no morirá.

Tercera parte, Capítulo 4: “No hay quien le mate”

Julio debe regresar a su casa en París por una herida. Durante su estadía de dos semanas, da un paseo por los Campos Elíseos y se cruza junto a su padre a Margarita, que está esperando un bebé.

Marcelo, orgulloso de su hijo, le pide que cuente una y otra vez la anécdota de cómo mató a un capitán alemán. Julio omite que, después de asesinarlo, descubrió que el capitán era el Consejero de Comercio con el que había compartido el viaje de Buenos Aires hasta París unos meses antes.

Doña Luisa no comparte el optimismo de su marido, y está seguro de que van a matar a Julio. Siente que su hijo es como los toros de las corridas que vio en un viaje a España. Le entristece enterarse de que su sobrino Otto Hartrott murió. Llora por su hermana: “ella colocaba el sentimiento de la maternidad por encima de todas las diferencias patrióticas” (p.489).

René Lacour resulta herido por un proyectil y debe ser hospitalizado en París. Chichí se preocupa, pero en cuanto el teniente muestra mejoras habla con gran orgullo de su novio y su heroísmo con sus amigas. La pareja se casa en una ceremonia íntima.

Marcelo recibe noticias diarias de fallecimientos; entre ellas, la del hermano de Margarita. Lacour va a verlo a su casa y adivina, antes de que termine de pronunciarlo, que fue a decirle que Julio murió.

Tercera parte, Capítulo 5: “Campos de muerte”

La familia Desnoyers y René Lacour viajan al frente porque Marcelo necesita contemplar la tumba de su hijo, cuatro meses después de su muerte. Después de un largo viaje en automóvil, encuentran su número de regimiento. Chichí da con la cruz que lleva grabado “Desnoyers”.

Marcelo no concibe la idea de no poder ver a su hijo nunca más. Chichí adorna la tumba con flores mientras recuerda a Julio. A Marcelo “le pareció que resonaba a lo lejos el galope de los cuatro jinetes apocalípticos atropellando a los humanos” (p.514). Su esposa le pregunta por qué se mudaron a Europa, por qué no se quedaron en Argentina, y ahora Marcelo cree ver al centauro Madariaga.

Los dos padres de la familia Desnoyers están seguros de que morirán pronto. Marcelo se lamenta porque “Julio era el único que podría hacer prolongado la familia, perpetuando el apellido” (p.516). La guerra le había robado todo.

Chichí mira a René y piensa que él también podría estar muerto. Lo abraza y lo besa, y el narrador dice que sus faldas “moldearon la soberbia curva de unas caderas de ánfora” (p.517), sugiriendo que espera un hijo.

Análisis

En esta última parte, la más breve de la novela, la familia Desnoyers está de vuelta en París mientras Julio lucha en el frente de batalla. Los padres de este intentan suplir su ausencia rodeándose de sus afectos y frecuentando el estudio de la rue de la Pompe. Marcelo ha cambiado, pero no tolera la presencia de su cuñada en su casa.

En su encuentro con Julio se puede notar que este logró revertir su rol de emboscado o inútil. Marcelo está tan orgulloso de él que hasta afirma que, al verlo, “se acordó de su suegro” (p.475), imprimiendo sobre Julio el carácter temerario del centauro Madariaga. Esta sobrestimación de su hijo hace que lo considere invencible.

La comparación que establece Doña Luisa entre su hijo y el matador que había visto en su visita a España abreva en uno de los imaginarios predilectos de Blasco Ibáñez: las corridas de toros son el tema central de una novela anterior, Sangre y Arena (1908). Allí se narra la vida de Juan Gallardo, un matador inspirado en Manuel García Cuesta (El Espartero). Casualmente, esta novela se adaptó al cine en 1922 y también fue protagonizada por Rodolfo Valentino, el actor que interpreta a Julio Desnoyers en la adaptación cinematográfica de Los cuatro jinetes del Apocalipsis de 1921.

El hecho de que Julio mate al Consejero de Comercio opera como cierre de lo que se presentó al comienzo de Los cuatro jinetes del Apocalipsis. En el primer capítulo de la Primera Parte ("En el jardín de la Capilla Expiatoria"), Julio rememora el viaje en el König Friedrich August, y allí protagoniza los primeros enfrentamientos con alemanes, que en esa instancia se remiten únicamente a discusiones verbales. De cualquier manera, ya en el Consejero se cifran las características que compartirán luego otros personajes de su nacionalidad a lo largo de la novela: una ferviente hermeticidad, un orgullo exagerado y un menosprecio hacia Julio por no pertenecer a Europa. Julio, el primer protagonista y luego héroe de la novela, es ahora el encargado de dar fin al primer enemigo alemán saliente que se describe.

La muerte de Otto, en tanto la historia de los Hartrott y la de los Desnoyers se narra prácticamente en paralelo, prefigura la muerte de Julio. Es interesante señalar que se pondera en Doña Luisa su sufrimiento de madre, la figura que en el apartado anterior ligábamos a Margarita. Tres de los personajes femeninos centrales de la novela tienen un instinto maternal que, en el caso de las más jóvenes, Margarita y Chichí, empalma con la confirmación de sus embarazos.

Esta unión entre Margarita y Chichí se sugiere desde capítulos anteriores, donde ambas se avergüenzan de la pasividad de sus parejas. En ambos casos, los hombres asumen un rol activo en la guerra más adelante. Además, el pensamiento final de Chichí sobre Julio en su lecho de muerte refuerza el vínculo entre ellas: “De no ser hermana, hubiese querido ser su amante” (p.513).

Marcelo Desnoyers trae, en los momentos finales, dos de los símbolos clave de la novela: por un lado, retoma la alusión a los jinetes del Apocalipsis de Tchernoff, y, por el otro, la animalidad de su suegro aparece ante él en el campo de muerte, así como en la llanura argentina: "Le pareció oír el trote de los ganados. Contempló al centauro Madariaga en la noche tranquila" (p.515). El apodo del estanciero, el "centauro", termina aquí por establecerse como garantía de una posible comunidad pacífica, sin jerarquías, de "la santa fraternidad de unas gentes de las más diversas" (p.515). Cuando la tragedia es la única realidad para la familia Desnoyers, el pasado argentino rudimentario, que contemplaba la comunión entre animales y humanos que pregonaba Madariaga, aparece como paraíso perdido.

El último párrafo de la novela le otorga una nota de optimismo:

Al tenerle cerca [a René, Chichí] le echó los brazos al cuello, lo apretó contra las magnolias ocultas de su pecho, que exhalaban un perfume de vida y de amor, le besó rabiosamente en la boca, le mordió, sin acordarse ya de su hermano, sin ver a los dos viejos que lloraban abajo queriendo morir... y sus faldas, libres al viento, moldearon la soberbia curva de unas caderas de ánfora (p.517).

Aun en el momento de desgracia absoluta de la familia y, en última instancia, del mundo, la vida prevalece. La familia Desnoyers sufre una pérdida a la vez que la llegada de un nuevo integrante.