Lisístrata

Lisístrata Temas

La guerra

La guerra no es solamente el tema más importante de la obra, sino también el más importante del momento histórico en que esta fue escrita. La Guerra del Peloponeso, cuando se estrena Lisístrata, ya lleva veinte años asolando el territorio griego.

La solución al conflicto bélico, que los hombres reales no pueden encontrar, la encuentra Aristófanes a través de una particular idea cómica, y por medio de las mujeres.

La guerra es abordada en la obra desde la óptica femenina. En principio, las mujeres lamentan el hecho de que los hombres estén combatiendo, ya que eso les quita la posibilidad de tener relaciones sexuales. Con el paso de la obra, los argumentos de las mujeres en contra de la guerra se van complejizando. Los más importantes de estos son, en primer lugar, que las mujeres envejecen solas y, cuando los soldados vuelven -si lo hacen- ya no quieren estar con sus esposas y las cambian por mujeres jóvenes, dejándolas solas para siempre. En segundo lugar, la guerra se lleva a sus hijos y, muchas veces, estos no vuelven. Finalmente, el conflicto bélico, arguyen, es un invento hecho por los políticos para poder robar dinero a sus anchas.

Lisístrata es considerada una obra antibélica aún al día de hoy. Sin negar esto, es interesante destacar que, sobre el final, Lisístrata, en su discurso, reta a los atenienses y a los espartanos por estar luchando entre sí en lugar de luchar contra el ejército bárbaro que está invadiendo la ciudad. Desde este punto de vista, la obra no se opondría tanto a la guerra en general, sino a la guerra entre griegos, en particular a la Guerra del Peloponeso.

El conflicto de género

Este es, sin dudas, el otro tema de gran importancia de la obra. De hecho, hasta el día de hoy, la obra es considerada por muchos críticos y artistas como una bandera feminista.

Desde el principio de la obra, se expone el lugar de sumisión que tienen las mujeres en la Antigua Grecia. Lo más inquietante para los personajes masculinos no es que ellas pretendan detener la guerra, sino que estas pretendan tener un poder que va más allá del ámbito cotidiano.

Como lo dice Cleonice en la primera escena, el rol de la mujer es estar en el hogar, elegante, sensual y calladita para satisfacer al marido. Además de esto, debe encargarse de las tareas cotidianas. En el ámbito público no tiene voz ni voto. Desde el punto de vista histórico, las mujeres tenían una jerarquía inferior a los hombres dentro de la sociedad y llevaban un velo simbólico que marcaba dicha inferioridad.

Ahora bien, los hombres, que son los que deciden todo, están llevando a Grecia a la ruina con sus malas decisiones, sobre todo la de mantener una guerra por tanto tiempo. Entonces las mujeres deciden revelarse. Primero deben luchar contra ellas mismas, contra las limitaciones que tienen incorporadas. Cuando Lisístrata logra convencer a las otras mujeres de que son capaces de hacer algo más que estar en el hogar para satisfacer a sus maridos, comienza el conflicto de género. Las mujeres toman la Acrópolis como un gesto simbólico de poder. A partir de entonces van demostrando, ante la incredulidad de los hombres, su capacidad organizativa, su sed de gloria, su fortaleza. Al mismo tiempo, van destruyendo presupuestos masculinos y dejando en el lugar de la sumisión a los hombres. El velo de Lisístrata, de hecho, termina cubriendo al comisario.

Si bien la mayor parte de la crítica coincide en que la obra es totalmente adelantada a su tiempo en relación con los conflictos de género, y constituye una denuncia del rol opresivo que sufre la mujer, hay otra parte de la crítica que considera que, en realidad, la obra se burla también de las mujeres postulando que, si son capaces de hacer lo que hacen (detener la guerra), es solamente por su afán sexual.

El sexo

El sexo es central en la trama de Lisístrata y en el plan de la protagonista. Mediante la castidad, las mujeres logran que se ponga fin a un conflicto bélico que lleva veinte años.

El sexo aparece como una fuerza irrefrenable, muchísimo más poderosa que la razón, tanto para los hombres como para las mujeres. Si estas logran resistirse a la tentación y triunfar es gracias al liderazgo de Lisístrata y la unión juramentada. Los hombres, por el contrario, fracasan. De hecho, sobre el final, al espectador le queda la duda acerca de si estos decidieron frenar la guerra por las razones que postula Lisístrata o solamente para poder tener relaciones sexuales de nuevo.

La obra, además, está llena de chistes sexuales y obscenidades. Los hombres están en gran parte de la obra erectos, y muchas de las mujeres están desnudas.

La unión y la solidaridad

Desde el principio de la obra, Lisístrata es consciente de que las mujeres, para lograr derrotar a los hombres y poner fin a la guerra, deben estar unidas y ser solidarias entre sí. Las mujeres cuentan con pocos recursos y solamente así pueden volverse fuertes contra los hombres que, por el contrario, tienen prácticamente todos los recursos.

Pese a que, en la primera escena, la protagonista encuentra resistencia por parte de las mujeres, luego logra convencerlas y unirlas mediante un juramento. Ya en la segunda escena, la unión y la solidaridad aparecen sobre el escenario. Los hombres no logran apresar a las mujeres: cuando intentan apresar a Lisístrata aparece Cleonice; cuando intentan apresar a Cleonice aparece Mírrina; cuando intentan apresar a todas salen los cuatro batallones de mujeres de la Acrópolis y, unidas, con hogazas de pan y huevos, derrotan a los hombres. Estos, por el contrario, están disgregados desde el principio. De hecho, ante la amenaza de las mujeres, los arqueros que llegan con el comisario huyen.

Otra escena que es fundamental respecto de este tema es la tercera. En esta, algunas mujeres comienzan a sucumbir ante el deseo sexual y ponen en riesgo el plan. Lisístrata, entonces, les lee el oráculo, en el que dice que solo triunfarán si se mantienen unidas. Las mujeres son convencidas por esta intervención divina, no sucumben y, efectivamente, triunfan.

La administración pública

Si bien el fin último de las mujeres es terminar con la guerra, tras tomar el poder en la Acrópolis, Lisístrata plantea que los hombres no paran de cometer errores y son ellas quienes deben administrar el Estado. Fundamentalmente, critica la administración pública. Afirma que los políticos solo se mueven por intereses y codicia. De hecho, la guerra es una treta para disimular la corrupción.

Cuando el comisario, entonces, le pregunta a Lisístrata cómo harán las mujeres para administrar el Estado si no tienen experiencia, ella le explica que son las mujeres quienes se encargan de administrar el dinero dentro del hogar, así como las tareas cotidianas. Este aprendizaje, según la protagonista, ya les alcanza para llevar a cabo una administración pública exitosa o al menos superior a la que están realizando los hombres.

Es interesante destacar que siete años después del estreno de la obra, cuando finalmente la Guerra del Peloponeso terminó, Atenas se encontró totalmente devastada económicamente. Esta administración pública fraudulenta que critica Lisístrata tuvo, de hecho, un correlato claro con lo que sucedió más allá de la ficción.

La vejez

Este es un tema que, lateralmente, se encuentra presente en toda la obra, sobre todo porque aparece cuando entra en escena el coro de ancianos. La vejez, representada por ellos, es dentro de Lisístrata un sinónimo de conservadurismo e ineficacia. Los ancianos no son sinónimo de sabiduría, sino que solo hacen gala de haber vivido guerras pasadas y tener una supuesta experiencia.

En definitiva, la obra tiene todo un cariz revolucionario que propone que, para salvar Grecia, se debe modificar estructuralmente la sociedad. Los ancianos son los representantes de una sociedad griega que se encuentra sumida en la guerra y la corrupción. Además, en la misma línea conservadora, ellos son los que más se indignan con la libertad de las mujeres y su toma de poder. La juventud, representada por este nacimiento político de las mujeres, aparece, entonces, como el cambio de la sociedad y la consecuente salvación.

La maternidad

Si bien este tema no atraviesa toda la obra, sí aparece en dos momentos importantes.

El primer momento se da cuando Lisístrata le expone al comisario que las mujeres sufren más que los hombres la guerra, ya que se llevan a sus hijos y estos, muchas veces, no vuelven vivos. El segundo momento se da en la escena entre Cinesias y Mírrina. Para convencer a Mírrina de que se le acerque, Cinesias utiliza a su hijo, que la llama a los gritos. Mírrina, que, hasta entonces, se había mantenido distante de Cinesias, no logra contenerse y se acerca a donde está su hijo.

En definitiva, la maternidad aparece como un sentimiento que conmueve a las mujeres. Y tiene más importancia aún si se lo compara con la paternidad: a los hombres no parece importarles que sus hijos mueran en la guerra, y Cinesias solo utiliza a su hijo para convencer a su mujer de que se acerque a él y tener relaciones sexuales, pero tampoco demuestra ningún tipo de amor paternal.