Lisístrata

Lisístrata Citas y Análisis

“Estoy en ascuas y muy afligida por nosotras las mujeres, porque entre los hombres tenemos famas de ser malísimas… y cuando se les ha dicho que se reúnan aquí para deliberar sobre un asunto nada trivial se quedan dormidas y no vienen”.

Lisístrata, p. 110.

Lisístrata, en la primera escena, expresa su decepción con las mujeres griegas. Su planteo es que, actuando como actúan, con desinterés en las cosas importantes de la vida pública, les dan la razón a los hombres.

Cleonice, a continuación, le explicará que las mujeres no están necesariamente dormidas, sino que tienen muchas tareas domésticas. Y luego, las mujeres le demostrarán a la protagonista que no solo pueden entrometerse en la vida pública, sino que incluso son capaces de detener una guerra.

“Y, ¿qué plan sensato o inteligente podrían realizar las mujeres, si lo nuestro es permanecer sentadas, bien pintaditas, luciendo la túnica azafranada y adornadas con el vestido recto y con las zapatillas de moda?”.

Cleonice, p. 111.

Cuando Lisístrata le explica a Cleonice que las mujeres salvarán a Grecia, esta le describe el status de la mujer de su época: ser un adorno elegante para su marido. Lisístrata comprende que aquello que, a priori, es una debilidad de las mujeres puede convertirse en una de sus armas más poderosas. Entonces urge el plan de utilizar esa elegancia, esa seducción que sus maridos les imponen en contra de ellos: deben seducirlos, pero luego no deben satisfacer los deseos sexuales que surgen en ellos a partir de dicha seducción.

“Poh loh doh diozeh, éh dífisi que lah muhere duerman zin capuyo, zolah der todo. Zin embargo, zea, que jase musha farta la pá” (Por los dos dioses, es difícil que las mujeres duerman sin capullo, solas del todo. Sin embargo, hace mucha falta la paz).

Lampito, p. 117

Cuando Lisístrata les propone el plan de detener la guerra manteniendo la castidad, todas las mujeres rechazan la idea. Lampito, sin embargo, comprende que la paz es necesaria para poder mantener más tiempo a los hombres en el hogar y, de ese modo, entre otras ventajas, asegurarse tener relaciones sexuales con mayor frecuencia.

La opinión de Lampito es fundamental para cambiar la opinión de todas, ya que es espartana. El hecho de que alguien del bando “enemigo” apoye la idea de Lisístrata es lo que hace repensar a las atenienses su posición.

Vale aclarar que todas las frases de Lampito, y de los demás personajes espartanos, han sido así traducidas, intentando mantener la fidelidad del texto original de Aristófanes, en el que se destaca la incorrección formal del dialecto de los espartanos.

El corifeo: Tú, enemiga de los dioses, ¿por qué has venido aquí con agua?

La corifeo: Y tú, ¡sepulcro!, ¿por qué con fuego? ¿Para quemarte?

El corifeo: Yo, para amontonar una pira y asediar con fuego a tus amigas.

La corifeo: Yo, para apagar tu pira con esta agua.

El corifeo y la corifeo, pp. 128-129.

Cuando se enfrenta el coro de ancianos con el de mujeres en la entrada de la Acrópolis, cada uno de ellos trae un arma: los hombres, antorchas; las mujeres, cántaros con agua. Simbólicamente, el fuego con el que los hombres pretenden quemar a las mujeres alude a su deseo sexual por ellas; mientras que el agua con el que las mujeres terminan derrotando a los hombres en esta batalla alude a su castidad.

Pues cuando nosotros hacemos granujadas en unión de las mujeres y las iniciamos en el vicio, en ellas surgen ideas de este tipo. Nosotros, en casa de los artesanos, decimos cosas como estas: ‘Joyero, el collar aquel que reparaste, al estar bailando mi mujer por la noche, el pirindolo se le salió del agujero. Yo tengo que ir en barco a Salamina; tú, si tienes tiempo, haz lo posible por venir de noche y meterle en su sitio el pirindolo.

Comisario, pp. 130-131.

Esta cita del Comisario, llena de dobles sentidos, aparece en la obra como el diagnóstico que hacen los hombres acerca de las causas que impulsaron a las mujeres a rebelarse y tomar la Acrópolis.

La idea de que son los hombres quienes han fomentado esa actitud en ellas evidencia hasta qué punto las mujeres no eran consideradas individuos con voluntad propia: incluso su rebelión en contra de los hombres es considerada una acción generada, en sus orígenes, por los hombres. Esto es cierto, pero solamente en parte: las mujeres se rebelan contra los hombres por las acciones negativas de estos (como crear y sostener una guerra infinita), pero estas acciones nada tienen que ver con fomentar en ellas la desvergüenza sexual y la lascivia.

Por Zeus, no se parece nada. Pues cuando el hombre regresa, aunque esté lleno de canas, enseguida lo tienes casado con una jovencita. Pero el momento de la mujer es muy breve, y si no lo aprovecha, nadie quiere casarse con ella, y ahí se queda alimentando ilusiones.

Lisístrata, pp. 139-140.

En un largo monólogo, Lisístrata le explica al Comisario el sufrimiento que les hace padecer a las mujeres la guerra. Pone en escena y les narra a los espectadores el dolor oculto y las consecuencias no visibles que padecen. Es cierto que las mujeres no van a luchar al frente y no mueren en combate, pero, por ejemplo, sufren perdiendo su juventud y, con ella, su posibilidad de estar con su marido.

Esta cita en particular expone la desigualdad entre hombres y mujeres. La mujer en la Antigua Grecia tenía muy pocos derechos y, por ende, dependía de tener un marido para poder, por ejemplo, tener sustento económico. Los hombres, por lo tanto, al detentar el poder, tienen la posibilidad de dejarlas porque están envejecidas y escoger una más joven, como si las mujeres fueran objetos que, una vez desgastados por el tiempo, pudiesen ser intercambiados.

Mujer Primera: Quiero ir a casa, que en casa tengo unas lanas de Mileto que me las están haciendo polvo las polillas.

Lisístrata: ¿Qué polillas? ¿Es que no vas a volverte?

Mujer Primera: Pero si vendré enseguida, por las dos diosas, en cuanto extienda encima de la cama...

Mujer Primera y Lisístrata, p. 145.

Uno de los recursos fundamentales de la comedia aristofánica es la utilización de frases con doble sentido. En Lisístrata ese doble sentido suele estar relacionado con la sexualidad.

En esta cita, por ejemplo, hay dos dobles sentidos. El primero es el de la lana que se está llenando de polillas. Con esta frase, la Mujer Primera alude indirectamente a que su sexo no está siendo “utilizado” y, como ropa que se olvida, se está llenando de insectos. El segundo doble sentido está en la “extensión de la lana”: extender la lana era, efectivamente, lo que se hacía en la antigüedad para quitar las polillas, pero aquí claramente alude a acostarse en la cama y tener relaciones sexuales.

Me ha matado, me ha hecho trizas mi mujer, y encima de todo lo demás, se marcha y me deja así.

Cinesias, p. 154.

Esta frase lanza Cinesias cuando su mujer, Mírrina, tras seducirlo y hacerle creer que van a tener relaciones sexuales, se va y lo deja solo.

La escena de Cinesias, este lamento final, funciona dentro de la obra como una sinécdoque de lo que le está sucediendo a todos los hombres, no solo a los atenienses, sino también a sus enemigos bélicos, los espartanos. Los hombres han sido vencidos.

Hasta la llegada de esta escena, los espectadores saben qué están haciendo las mujeres “detrás de escena” porque escucharon el plan de Lisístrata, pero aquí, efectivamente, en la escena de Mírrina con Cinesias, lo ven representado sobre el escenario.

El corifeo: No hay fiera más mala de combatir que la mujer, ni siquiera el fuego, ni hay pantera alguna tan sinvergüenza.

La corifeo: ¿Y sabiéndolo luchas contra mí, hijo de perra, cuando te es posible tenerme como amiga fiel?.

La corifeo y el corifeo, p. 157.

Este diálogo esboza las posiciones que tiene cada género en relación al otro a través de la obra. El corifeo se muestra totalmente indignado porque las mujeres tienen el poder y los están dominando. Las llama “monstruos”. La corifeo le propone una solución ridículamente simple: ¿por qué no pueden ser hombres y mujeres aliados, amigos? ¿Por qué los hombres precisan tener el poder por encima de las mujeres para sentirse satisfechos? Las mujeres, hasta este momento, han sido sumisas, han aceptado ese rol sin considerar a los hombres como “monstruos”. La pregunta, en definitiva (y con tanta importancia aún en la actualidad), es: ¿es tan difícil para los hombres aceptar la igualdad de género sin considerar a las mujeres como una amenaza?

Zomoh inhuhtoh, pero (mirando a Conciliación) ¡qué culo, qué maraviya!, no ze puede ni desí” (Somos injustos, pero ¡qué culo, qué maravilla!, no se puede ni decir.

Laconio, p. 162.

Mientras Lisístrata da argumentos sólidos en contra de la guerra, Prítanis y Laconio parecen más concentrados en la desnudez de Conciliación que en dichos argumentos.

Da la sensación de que Lisístrata necesita poner a Conciliación desnuda frente a los hombres para que estos realmente terminen de acordar la paz, urgidos por el deseo sexual. Por supuesto, queda flotando la siguiente pregunta: ¿entendieron, realmente, los hombres que la guerra es mala para todos, o solamente quieren volver a tener relaciones sexuales? Si bien Aristófanes cierra la obra con un final feliz, no deja de sembrar un matiz un tanto pesimista, que le puede hacer pensar al espectador que todo este plan sirvió en este momento, pero no dejó ninguna verdadera enseñanza en los hombres.