Las partículas elementales

Las partículas elementales Resumen y Análisis Segunda parte, Capítulos 1-9

Resumen

Segunda Parte: Momentos extraños

Capítulo 1

Bruno pasa dos semanas de vacaciones en El Espacio Posible, un camping creado en 1975 por un grupo de militantes del 68 con los ideales libertarios de moda durante los 70. Luego, hacia fines de los 80, el lugar tuvo que reacondicionarse para sobrevivir y comenzó a dar talleres para empresas durante todo el año, aunque siguió funcionando como camping vacacional y sostuvo los ideales de su fundación.

Sin embargo, Bruno no lo elige por la oferta de talleres recreativos New age, sino porque escuchó que es un lugar donde es posible tener mucho sexo. Al llegar, debe dejar el auto en el estacionamiento y buscar un lugar donde armar su carpa iglú nueva. Bruno decide ocupar un lugar cercano a una soga donde se está secando al sol ropa interior femenina. Una squaw (término peyorativo para designar a nativas norteamericanas) se le aproxima, con sus grandes senos descubiertos y una minifalda de cuero. Sin embargo, antes de llegar hasta él, desde su wigwam se escuchan gritos; la mujer entra y sale con sus dos hijos. Bruno busca entonces una parcela más alejada, para no tener que escuchar a los niños por la noche.

Cuando termina de armar la carpa regresa al auto por sus maletas. En el camino encuentra un árbol con un cartel que reza “Respeto mutuo” (p. 100) y una canasta llena de preservativos debajo de él, algo que toma como una buena señal. De regreso a la carpa, toma un whisky y se masturba sobre una revista Swing.

Capítulo 2: Trece horas de vuelo

Bruno se despierta con dolor de cabeza y sin ilusiones para el día en El Espacio de lo Posible. La razón principal por la que eligió aquel camping con cursos y talleres de filosofía New age es porque leyó que el 63% de los veraneantes son mujeres, lo que casi implica dos mujeres por hombre y le da a él chances de acostarse al menos con una de ellas.

Ese año, la llegada de prostitutas de Europa del Este abarató los costos de un servicio a la mitad (de 400 francos a 200), y fue un buen comienzo para Bruno. Sin embargo, tras una serie de deudas, no pudo contratar prostitutas con la frecuencia que le hubiera gustado, por lo que desearía poder tener sexo durante sus vacaciones. A los 42 años, Bruno no se considera un mal partido. El implante capilar ha funcionado, y el gimnasio también.

Después de tomar un whisky, se dirige a las duchas, donde encuentra a 4 adolescentes, dos compartiendo una ducha desnudas, y otras esperando su turno afuera, vestidas tan solo con la pieza inferior del traje de baño. Bruno siente la fuerza de su erección y saca su pene de los shorts. Sin embargo, de pronto llegan dos muchachos jóvenes, vestidos solo con unos shorts negros cortos, y la erección de Bruno se le pasa al instante, por lo que decide dirigirse a las mesas del desayuno. Mientras come solo, piensa en la homosexualidad y la pederastia. Desde su punto de vista particular, él nunca había conocido homosexuales, sino solo pederastas: hombres mayores que se excitaban con los pequeños traseros de adolescentes entre los 15 y los 25 años. Bruno piensa que esos homosexuales han servido de modelo a la sociedad y a él mismo, que sería capaz de ir hasta el fin del mundo -o al menos hasta Bangkok, que son 13hs de vuelo- por la vagina de una chiquilla envuelta en una minifalda.

Capítulo 3

El envejecimiento es un problema. Y uno especialmente abrumador para las jóvenes de la generación del 68, que lucharon por proclamar la superioridad de la juventud y establecieron el culto al cuerpo joven. Para ellas, encontrarse a fines de los 80s, en sus cuarenta años, con sus cuerpos poco deseables es, según el narrador, un duro golpe. Los hombres de la misma edad, en cambio no la llevan tan mal. Si ostentan cierta posición intelectual o empresarial, pueden seguir sexualmente activos sin frustraciones.

El Espacio de lo Posible no escapa a estos esquemas, y poco a poco se convierte en un lugar de depresión y amargura, lleno de mujeres cuarentonas insatisfechas con su vida sexual. Bruno cuenta con ello, y pretende aprovecharlo como una ventaja en su favor. Por la mañana, selecciona de la oferta de cursos el taller de escritura que es dictado por una morena de pelo largo y boca pintada de carmín.

El curso comienza con una sesión de yoga y de relajación que a Bruno le parece una estupidez, totalmente vacía de sentidos. La coordinadora los invita a abrazar a la Madre Tierra y saludar al Padre Sol. A pesar de que le parece una imbecilidad, Bruno logra llegar al final del taller, y escribe un poema irreverente sobre los pelos de su pene y de su trasero.

Durante el almuerzo, comparte mesa con una católica y una mística que se la pasan hablando de religión. Al principio, Bruno puede participar de la conversación, pero pronto se vuelve demasiado técnica y ya no sabe qué más decir al respecto. Cuando se levantan de la mesa, la católica le sonríe y le agradece por la charla, lo que el hombre toma como una buena señal.

Luego se instala en la piscina y se pone a leer Los seis compañeros y el hombre del guante, una novela de Paul-Jacques Bronzon. Por la tarde, participa de un taller de masaje conductista sensitivo, pero a la hora de armar parejas para masajearse, las 5 mujeres son seleccionadas rápidamente y quedan solos Bruno y un hombre mayor, barbudo y peludo. Frustrado, Bruno toma su mochila y se escapa del lugar mientras el profesor está ocupado explicando algo a una pareja.

Por la noche se organiza un baile en el edificio principal del complejo, una enorme pirámide de vidrio con un cilindro de madera que representa un árbol en crecimiento en el centro. Si bien no hay adolescentes en esos bailes, puesto que todos deciden ir a los boliches de las proximidades, Bruno se viste bien y se prepara para conocer a alguna mujer con la que tener relaciones. Karim, un hombre menudo y poco agraciado que ya había conocido en la piscina, está bailando con mucho entusiasmo junto a una atractiva pelirroja que también había conocido antes, junto a su marido rosacruz. La católica también está allí, con un hombre que parece ser instructor de esquí por su aspecto.

Bruno decide regresar a su carpa. Antes de acostarse, llama a su contestador y descubre que tiene un mensaje de Michel en el que le pide que lo llame en cuanto pueda.

Capítulo 4

Michel ha vivido los últimos diez años en el mismo edificio, y ha contemplado las idas y venidas de muchos vecinos, sin poder comprender del todo sus comportamientos sociales. Para él, la vida tiene que ser algo sencillo, compuesto de pequeños rituales repetidos día tras día. Lo único que hace desde que se tomó el año sabático en el laboratorio es ver la televisión y comprar lo que necesita en el Monoprix.

De joven, Michel leyó las novelas de los existencialistas y, por recomendación de Bruno, intentó con Samuel Beckett, aunque nunca llegó a terminar ninguna de sus obras. A fines de los años 70, y con apenas 20 años, Bruno y él se sentían viejos, y sabían que ese sentimiento tan solo iba a empeorar: se sentirían cada vez más viejos y se avergonzarían por ello. Al contrario de Bruno, Michel se masturba poco. Una vez cada tanto, con los catálogos de Las Tres Suizas o algún cd-rom erótico. Su mundo es preciso, pero simple: sigue el ritmo de algunos eventos comerciales, como la Navidad, el 31 de diciembre y el torneo de Roland Garros.

El 15 de julio, encuentra en la basura un folleto cristiano y se pasa gran parte del día leyendo los testimonios de gente que dice haber encontrado su salvación en la religión. Por la noche, escucha las noticias y el anuncio de un periodista sobre las huellas de vida fósiles halladas en el planeta Marte. Al parecer, estas bacterias tienen un ADN idéntico al de las bacterias de la Tierra. Si bien esto hubiera entusiasmado a Michel en el pasado, ahora lo llena de tristeza al encontrar en ello una irritante monotonía.

Michel recuerda su primer encuentro con Desplechin, en 1982, tras haber acabado su tesis de tercer ciclo en la Universidad de Orsay. En ella, había participado de los experimentos realizados por Alain Aspect sobre la inseparabilidad del comportamiento de dos fotones emitidos sucesivamente por un mismo átomo de calcio. Con la famosa publicación de dichos experimentos -de los que Djerzinski fue coautor- se echó por tierra las objeciones que Einstein había formulado al formalismo cuántico y se demostró que era necesario renunciar al concepto de partícula elemental. Desplechin buscó a Michel Djerzinski y lo invitó a cenar en su casa, junto a otro bioquímico que trabajaba sobre el ARN. Tras una cena acompañada por champán, Desplechin le propuso a Michel un lugar en el laboratorio de investigaciones que dirigía y un espacio para desarrollar su tesis doctoral, en conjunto con un equipo de investigadores que deseaban aplicar la teoría cuántica a la comprensión de procesos biológicos. Michel aceptó sin dudarlo, y en ello estuvo trabajando todos esos años hasta el presente.

Sin embargo, cuando recuerda los primeros interrogantes planteados en aquella velada por Desplechin, se da cuenta de que, a pesar de haber obtenido muchísimos resultados, no se ha acercado ni un poquito a poder responderlos.

Después de escuchar la noticia de las bacterias marcianas, y al no poder conciliar el sueño, Michel comienza a buscar en internet más artículos al respecto, y le llama la atención uno escrito por Alicia Marcia-Coelho, una investigadora con la que tuvo su primera relación sexual, hacía unos diez años, durante un congreso de genética en Baltimore. La mujer estaba completamente borracha y no podía ni sacarse el sostén. Él, por su parte, había alcanzado el orgasmo dentro de ella y no había sentido ni el más mínimo placer.

Capítulo 5

En El Espacio de lo Posible, Bruno conoce a Catherine, una ex feminista que ronda los 50 años y está compenetrada con el simbolismo egipcio y el tarot solar. Estando en la piscina frente a ella, se baja la malla de baño y le muestra el pene, como si se tratara de una invitación, pero como no logra obtener una erección, abandona el intento.

Esa tarde, durante la cena, le habla Pierre-Louis, un profesor de matemáticas patético que se anota en los talleres de teatro. Durante los días siguientes, Bruno trata de evitarlo, pero Pierre-Louis suele buscarlo e incluso interrumpir sus charlas con otras mujeres para hablarle. Durante una cena, se levanta de la mesa y se va a fumar para dejar de escucharlo, y Pierre-Louis entonces comienza a chillar, se sube sobre la mesa y camina por ella mientras se golpea la cabeza a puñetazos y grita que no pueden tratarlo así. Al final, lo dominan entre 5 personas y lo ingresan en un hospital psiquiátrico.

La mañana siguiente, Bruno no participa de ningún taller y se pasa un buen rato de la mañana sentado en las escaleras de la pirámide, recordando su adolescencia y los días en que se saltaba clases para quedarse fumando en las escaleras del liceo. Aquello había sido lo más cercano a la felicidad que puede recordar.

Después de una siesta, Bruno se dirige a la playa, mientras piensa en la angustia que crea en el hombre la frustración sexual. En la playa, luego de tratar de entablar una conversación con una mujer que escucha música con auriculares y apenas le presta atención, encuentra a cuatro adolescentes de unos 14 años que hacen topless y se turnan para entrar al mar; Bruno se acuesta de costado sobre la arena, se cubre la cintura con su remera y se masturba mirando a las chiquillas. Luego de eyacular, se queda profundamente dormido en la arena.

Durante el aperitivo, Bruno intenta entablar una conversación con una mujer llamada Sophie, quien le dice que no baila porque no le gustan las danzas africanas. Luego, como tratándose de disculpar, le dice que adora las danzas brasileñas. Esto exaspera a Bruno, qué odia a Brasil y a toda la manía pro-brasilera de esa época. Entonces, comienza a hacer comentarios irónicos, exagerados y totalmente fuera de lugar hasta que Sophie muestra pena por él, se da media vuelta y se pone a hablar con otra persona. Mientras ella le da la espalda, Bruno le dice “Sophie, tengo ganas de comerte el coño” (p. 134), pero la mujer no da señas de haberlo escuchado. Bruno se retira entonces, compra provisiones y regresa a su carpa. En el camino, siente risas ahogadas que provienen del jacuzzi al aire libre y ve a una pareja que llega, se desnuda y se sumerge. Bruno se masturba entre los pinos y luego regresa a su carpa, donde se propone organizarse para encontrar una chica en la semana de vacaciones que tiene por delante.

Capítulo 6

Esa noche Bruno sueña que es un cerdo arrastrado por la corriente hacia una turbina con hélices afiladas que le cortan la cabeza en dos. Una parte de ella cae sobre un prado y se queda allí, pensando en cómo las hormigas lo devorarán sin que pueda evitarlo.

Esa noche, luego de charlar con el hermano del director del camping, Bruno se propone relajarse y tomarse las cosas tal como vienen, sin esforzarse por satisfacer sus apetitos sexuales. Al regresar a su carpa, se detiene ante el jacuzzi y decide meterse, aunque ve que hay una pareja que está teniendo sexo dentro.

Cuando la pareja acaba, el hombre sale del agua sin decir palabra, y la mujer se estira hacia Bruno, y ambos comienzan a tocarse con sus piernas. La mujer se le acerca entonces y lo rodea con sus brazos. Bruno se deja guiar por la mujer, y su pene erecto asoma en el agua. La mujer lo acaricia primero y luego le practica sexo oral hasta que Bruno llega a un intenso y placentero orgasmo.

Capítulo 7

Bruno se queda esa noche en la caravana de Christiane, la mujer del jacuzzi. Mientras toman whisky, ambos charlan sobre sus vidas y sus vacaciones en El Espacio de lo Posible. Christiane suele vacacionar allí todos los años durante un par de semanas, y a veces se le da por tener sexo con todo el mundo. Como ha comprobado, la mayoría de los hombres prefiere el sexo oral antes que la penetración. Luego, Christiane habla sobre la diferencia en las formas de envejecer de los hombres y las mujeres: los hombres suelen convertirse en alcohólicos y mueren de prisa, mientras que las mujeres pasan años buscando actividades alternativas, como el yoga o la psicología, y sufren por el deterioro de su cuerpo. Tras este discurso, Bruno le manifiesta su deseo de darle placer y le practica sexo oral hasta llevarla al orgasmo.

Cuando retoman la calma, Christiane, que es profesora de ciencias naturales, habla de los corpúsculos de Krause, las terminaciones nerviosas ubicadas en los órganos sexuales y responsables del placer, y luego habla brevemente de su ex marido y de cómo adoraba su sexo erecto, al punto de llevar una foto de él en su cartera. Bruno se queda esa noche a dormir con ella en la caravana.

Capítulo 8

Al día siguiente, Bruno descubre su erección al despertarse y penetra a Christiane, quien se despierta en ese momento y abre las piernas para facilitárselo. Christiane le pide que se coloque un preservativo y, al hacerlo, Bruno pierde completamente la erección. Christiane le quita importancia al asunto y le dice que duerma otro rato junto a ella.

Después del desayuno, la pareja baja a la piscina, donde Christiane comienza a masturbar a Bruno con una suavidad que el hombre aprecia y destaca. Mientras se concentra en no eyacular, Bruno comprende que la semana de vacaciones que le queda por delante la pasará junto a aquella mujer, y que quizás luego siga viéndola durante años, incluso hasta envejecer juntos.

Durante esa tarde, la complicidad entre la pareja aumenta cuando Christiane desprecia a Catherine, la mujer del tarot solar, y se burla de todas las feministas por considerarlas unas locas obsesionadas con el lavado de platos que convierten a los hombres en unos neuróticos impotentes y gruñones. También desprecia a las libertarias, sus intentos por encontrar sentido a sus vidas y sus crisis de llanto después de sus talleres zen.

Esa noche, hacen el amor sin usar preservativos, y luego Bruno le confiesa muchas cosas de su vida que jamás ha contado a nadie. La pareja pasa la semana junta, y la última noche Christiane le cuenta a Bruno de su hijo, un chico de 12 años, y de su vida como profesora de liceo en Noyon, una ciudad próxima a París en la que vive insegura, con miedo a salir de su casa. Su hijo también la preocupa: hace 2 años que anda en malas compañías y se pasa el día fuera de la casa, a veces incluso las noches, pero ella no se atreve a decirle nada por miedo a que le pegue. La última mañana, Bruno intenta penetrar a Christiane, pero no lo logra. Antes de separarse, intercambian números de teléfono y prometen volver a verse.

Capítulo 9

Bruno elige regresar a París por rutas secundarias, y se detiene contra un canal; aunque no sabe muy bien por qué, siente la necesidad de hacer una pausa y pensar.

Recuerda su vida en 1975, cuando se instala en el estudio (denominación de los departamentos de un solo ambiente) que su padre le ha comprado y espera conocer muchas chicas en la carrera de Letras. A pesar de que va a todas las clases con el objetivo de establecer algún contacto con ellas y se convierte en buen alumno, Bruno no consigue acercarse a ninguna chica y pronto comienza a sentirse frustrado. De cuando en cuando, visita un cine pornográfico, y dos veces por semana se propone cambiar de vida, dejar de comer compulsivamente, hacer ejercicio e intentar interactuar normalmente con sus compañeras de la facultad. Sin embargo, no cumple ninguna de estas proposiciones.

Un día, se cruza en la calle con Annick, la joven que había conocido en la playa. Ella también estudia Letras, pero en la Sorbona. Bruno comienza a frecuentarla, pero no llega a tener sexo con ella: Annick, avergonzada por su obesidad, se niega a desnudarse. Sin embargo, siempre se muestra solícita a practicarle sexo oral. Después del orgasmo, Bruno no suele quedarse mucho tiempo con ella, pues no encuentra nada de que hablar. Una noche de finales de marzo, Bruno se sienta a comer dulces en la rivera del Sena y lo asalta nuevamente el desprecio a sí mismo. Como tantas otras veces, cierra los ojos y se propone un cambio en su vida. Cuando vuelve a su departamento, encuentra a una pequeña multitud reunida delante del departamento de Annick, y descubre su cuerpo deshecho contra el piso. Como escucha decir a una mujer cerca de él, la chica ha saltado desde el séptimo piso, y su muerte ha sido inmediata. Ese es el fin del primer amor de Bruno.

El verano de 1976 es el más difícil y horrible de toda su vida. Bruno acaba de cumplir 20 años, en París hace un calor espantoso y Bruno anda todo el día por la calle, enloquecido por el deseo. Intenta hablar con algunas chicas en la calle, pero solo obtiene humillaciones. En esa época, comienza a frecuentar peep-shows y a recurrir a la prostitución. Ahora, visto en retrospectiva, Bruno piensa que en esos años se produjo un cambio definitivo en la sociedad occidental. La individuación y la violencia física se habían apoderado de occidente como consecuencia del deseo sexual.

Análisis

La sección comprendida entre los capítulos 1 y 9 de esta segunda parte está dedicada principalmente a las dos semanas de vacaciones que Bruno pasa en El Espacio de lo Posible, un complejo vacacional heredero de los ideales libertarios de comienzos de los años 70.

En las primeras páginas de la segunda parte, el narrador arremete contra los militantes del 68. El Mayo Francés o Mayo del 68 es la denominación que recibe una serie de protestas sociales espontáneas que se sucedieron en Francia entre mayo y junio de 1968. Iniciadas originalmente por grupos estudiantiles que se oponían a la sociedad de consumo, al capitalismo, al autoritarismo y que rechazaban las organizaciones políticas y sociales de su época, las protestas se masificaron cuando los grupos de obreros industriales y el partido comunista se sumaron a los reclamos. Las manifestaciones derivaron rápidamente en lo que fue la huelga general más grande de la historia de Francia y comprometieron al gobierno de Charles de Gaulle hasta empujarlo a declarar elecciones anticipadas para fines de junio.

Los grupos estudiantiles que promovieron las protestas del 68 estaban influidos parcialmente por los ideales hippies que abogaban por una existencia libre en los planos sociales y sexuales y que, a ojos del narrador de Las partículas elementales, son los causantes de la individuación que empuja al fracaso a la sociedad occidental en las últimas décadas del siglo XX. El Lugar de lo Posible se enmarca en dichos ideales:

El Espacio de lo Posible fue creado en 1975 por un grupo de antiguos militantes del 68 (a decir verdad ninguno había hecho nada en el 68; digamos que tenían espíritu del 68) en un amplio terreno plantado de pinos que pertenecía a los padres de uno de ellos, un poco al sur de Royan. El proyecto, impregnado de los ideales libertarios de moda a principios de los años setenta, consistía en poner en práctica una utopía concreta, es decir, un lugar donde uno se esforzaría en vivir 'aquí y ahora' según los principios de la autogestión, el respeto a la libertad individual y la democracia directa. (p. 97)

En verdad, el principal objetivo de aquel complejo, tal como lo explica el narrador, es crear un sitio de vacaciones en el que se pudiera tener sexo sin restricciones ni miramientos. El lugar tampoco logra resistir el paso del tiempo, y debe adecuarse a las nuevas modas y cambios culturales para sobrevivir. Así, aunque el ideal de libertad individual logra mantenerse, El Espacio de lo Posible se adapta a las corrientes New age de los años 80 y se convierte en un espacio que brinda diversos talleres a empresas y grupos corporativos. El movimiento New age promovía una mezcla heterogénea y poco consistente de diversas doctrinas, corrientes ideológicas, cultos y terapias, entre las que se destacaban el orientalismo, el esoterismo, la astrología, el sincretismo religioso, la medicina alternativa y el ocultismo.

En dicho contexto, la psicología humanista, las meditaciones zen, la psiconeurolingüística, el análisis transaccional y muchas otras corrientes que se popularizan rápidamente se instalan en el complejo vacacional devenido zona de retiro para empresas como IBM, Banca Nacional e incluso el Ministerio de Trabajo. Aunque el camping se mantiene, ya no representa un ingreso importante para sus directores.

Cuando Bruno arma su carpa en el camping, es evidente el desprecio que siente hacia todo lo New age y los talleres que se dictan en el complejo. Su principal objetivo, como el de la mayoría de los hombres alrededor de los 40 años que vacacionan allí, es observar a las adolescentes y tratar de tener sexo con las mujeres más cercanas a su edad.

Los episodios de El Espacio de lo Posible representan una tendencia hacia el turismo sexual que pone de manifiesto la concepción del mundo como escenario para un espectáculo; los estragos de Bruno en la edad adulta y su constante búsqueda de gratificación sexual representan el triunfo de la sociedad del espectáculo en el sistema capitalista y la explotación del deseo para generar la necesidad de consumo constante. Como muchos críticos del capitalismo indican, el deseo por un determinado producto -cualquiera sea- responde a una serie de patrones que el neoliberalismo ha convertido en necesidades primarias de la vida social. Bruno está seducido por el espectáculo de mujeres voluptuosas y hombres de sexos erectos e incansables; su representación de la realidad es absolutamente sesgada, pero está alentada por la maquinaria neoliberal que explota la fascinación por una realidad sin restricciones. Marc Augé, reconocido antropólogo francés, toma el caso de Disneylandia como ejemplo paradigmático de la cultura del espectáculo, la fascinación y el efecto de sobrerrealidad que causa. Bruno se somete a una fascinación análoga en El Espacio de lo Posible: las adolescentes en traje de baño que pululan por la playa o que se desnudan sin vergüenza en las duchas del camping lo enloquecen y lo someten a un deseo constante que se vuelve físicamente doloroso. El deseo de Bruno por participar de ese espectáculo y no ser mero espectador lo consume y le nubla el juicio, hasta el punto de volverlo incapaz de interactuar con aquellas mujeres.

Además, el deseo insatisfecho torna rápidamente en frustración y odio. Así, Bruno no deja de llamar “putas” a todas las mujeres que están en el camping, y de despreciarlas como animales irracionales que solo responden al deseo de sus cuerpos. La idea que Bruno tiene de las mujeres que fueron jóvenes durante el 68 es especialmente negativa:

Las mujeres que tenían veinte años en torno a 'la época del 68' se encontraron, al llegar a los cuarenta, en una enojosa situación. Por lo general divorciadas, casi nunca podían contar con esa conyugalidad -cálida o miserable- cuya desaparición habían acelerado todo lo posible. Formaban parte de una generación que había proclamado la superioridad de la juventud sobre la edad madura -la primera generación que lo había hecho hasta ese extremo-, y no era de extrañar que la generación que venía detrás la despreciara. El culto al cuerpo que habían contribuido tanto a establecer las llevaba, a medida que se marchitaban, a experimentar una repugnancia cada vez más viva hacia sí mismas; una repugnancia semejante a la que leían en las miradas ajenas. (p. 107)

Esas son las mujeres que Bruno encuentra en El Espacio de lo Posible, por lo que rápidamente descubre que el complejo es un lugar de depresión y amargura, y él no para de insultar a esas viejas putas que hacen talleres de tarot egipcio en un intento desesperado de darle sentido a sus vidas.

La actitud de Bruno es contradictoria: por un lado, desea vivir una vida de satisfacciones sexuales inmediatas y, para ello, busca la compañía de mujeres en una situación similar. Sin embargo, y al mismo tiempo, desprecia a aquellas mujeres y las culpa de haber destruido los roles de género en los que se basa la estructura familiar tradicional. Esta incongruencia hace evidente la negación de Bruno -que es tan solo un ejemplo de una tendencia en los hombres de su generación- a asumir nuevos roles sociales y relacionales. La sociedad evoluciona y el Mayo Francés es un ejemplo de los cambios que demanda, pero los personajes masculinos parecen no aceptar la liberación sexual, profesional y personal de la mujer en las últimas décadas del siglo XX y, de pronto, ponen de manifiesto una romantización de las estructuras patriarcales que, por supuesto, benefician los roles masculinos.

A esta contradicción se le puede agregar el antifeminismo de Bruno y los personajes que se asocian a él, como Christiane. Esta última, pareja sexual de Bruno en El Espacio de lo Posible se muestra particularmente en contra del feminismo:

-Nunca he entendido a las feministas… -dijo Christiane a media cuesta-. Se pasaban la vida hablando de fregar los platos y compartir las tareas; lo de fregar los platos las obsesionaba literalmente. A veces decían un par de frases sobre cocinar o pasar el aspirador; pero su gran tema de conversación eran los platos por fregar. En pocos años conseguían transformar a los tíos que tenían al lado en neuróticos impotentes y gruñones. Y en ese momento, era matemático, empezaban a tener nostalgia de la virilidad. Al final plantaban a sus hombres para que las follara un macho latino de lo más ridículo. Siempre me ha asombrado la atracción de las intelectuales por los hijos de puta, los brutos y los gilipollas. Así que se tiraban dos o tres, a veces si la tía era muy follable, luego se quedaban preñadas y les daba por la repostería casera con las fichas de cocina de Marie-Claire. He visto el mismo guión repetirse docenas de veces. (p. 147)

Por supuesto, esta visión reduccionista y simplista no es más que la opinión de un personaje; sin embargo, la visión que plantea Bruno del feminismo es análoga, igualmente negativa, y el propio Michel Houellebecq ha manifestado un pensamiento similar en más de una ocasión y en otras de sus obras, lo que le ha valido la crítica de muchos grupos feministas. Lo que puede comprobarse de la relación de Bruno con las mujeres, y de la visión que Christiane tiene sobre el rol social de la mujer, es el ya mencionado problema para asumir nuevos roles sociales. Los hombres representados por Bruno no saben cómo ubicarse en relación al progreso social de la mujer, ni son capaces de asumirlo. Por eso, en lugar de revisar su posición, se dedican a despreciarlas y a elogiar un pasado en el que las estructuras familiares y los roles de género estaban claramente definidos. La propia infancia de Bruno es otra de las razones para odiar la liberación femenina y añorar la unidad familiar: él ha sufrido el abandono, y el rol de madre ha sido cumplido por su abuela, que es una representante de un antiguo régimen totalmente descompuesto en la actualidad. Es interesante comprobar que Bruno, al mismo tiempo que añora la unidad familiar, se muestra totalmente incapaz de ser un buen padre y hasta dice odiar a su hijo, en el que no ve más que un rival en la competencia por conseguir mujeres.

Se ha dicho con anterioridad que la escritura de Houellebecq fusiona muchos recursos y estilos, y que el discurso expositivo interrumpe en muchos casos la narración para realizar observaciones más técnicas y precisas sobre lo narrador. En verdad, se ha definido el estilo de Houellebecq como un estilo plano o vacío, que conjuga elementos literarios y recursos de estilo según la necesidad inmediata. Sin embargo, los fragmentos expositivos de Las partículas elementales constituyen un rasgo de estilo fundamental, y ponen de manifiesto la filiación de esta obra con la novela científica. Este gran género literario en construcción, que se considera también como un neo-naturalismo, pone en el centro de la reflexión los últimos descubrimientos científicos de la época. Como se verá en las siguientes secciones, el avance científico y las nuevas teorías en biología molecular son fundamentales para el relato -e incluso dan nombre a la novela- y Houellebecq las referencia con profusión.

En esta sección, es Christiane quien contrapone el discurso científico a la visión más soñadora que Bruno tiene sobre el placer:

-Todo es cosa de los corpúsculos de Krause… -Christiane sonrió-. Tienes que perdonarme, soy profesora de ciencias naturales. -Bebió un trago de Bushmills-. El tallo del clítoris, la corona y el surco del glande están cubiertos de corpúsculos de Krause, llenos de terminaciones nerviosas. Al acariciarlos se desencadena en el cerebro una fuerte liberación de endorfinas. Todos los hombres y todas las mujeres tienen el clítoris y el glande cubiertos de corpúsculos de Krause; casi en idéntico número, hasta ahí es muy igualitario; pero hay otra cosa, tú lo sabes. (…) Con la edad, la pérdida de colágeno y la fragmentación de la elastina en la mitosis hacen que los tejidos pierdan de manera progresiva la firmeza y la elasticidad. A los veinte años yo tenía una vulva muy bonida; ahora, me doy perfecta cuenta de que los labios están un poco descolgados. (pp. 142-143)

La utilización de un vocabulario técnico y preciso para referirse a la anatomía humana (corpúsculos de Krause) y el abordaje del envejecimiento a partir de los procesos biológicos que se desencadenan en el cuerpo humano ponen de manifiesto este carácter de novela científica de Las partículas elementales y constituyen uno de los principales rasgos de estilo de la novela. En las siguientes secciones este rasgo se hará más evidente y tendrá una funcionalidad incluso más marcada.