Las partículas elementales

Las partículas elementales Resumen y Análisis Primera parte, Capítulos 9-15

Resumen

Capítulo 9

El narrador regresa sobre la infancia y la adolescencia de Michel. 1970 es un año marcado por la expansión del consumo erótico y la liberación sexual. Ese año, Michel ingresa a cuarto año y conoce a Annabelle.

Anabelle es hija de Jacob Wilkening, un frisio llegado a Francia de pequeño que se dedicó a la óptica y se casó con la hermana de uno de sus mejores amigos. Anabelle nace en el seno de una familia feliz, y piensa que ella también está destinada a encontrar una pareja con la que construirá un matrimonio igual de feliz que el de sus padres.

Michel comienza a reunirse con Annabelle para estudiar alemán, la lengua moderna electiva del colegio, y suelen verse todos los jueves y los domingos. El hermano mayor de Annabelle se burla de ella, y cada vez que Michel se presenta en su casa, le dice a su hermana que ya llegó su novio. Los padres no intervienen, lo que indica a Annabelle que les gusta aquel muchacho raro, que no sabe de fútbol o de música, pero que es popular en su clase y habla con la gente sin timidez.

Capítulo 10: Todo es culpa de Caroline Yessayan

A partir de 1970, la vida de Bruno en el internado mejora ligeramente, puesto que pasa a formar parte del grupo de los mayores. En esa época, tanto él como sus compañeros comienza a interesarse por las chicas, e incluso Bressau deja su crueldad de lado cuando hay alguna mujer presente.

Un día, Bruno -asociado en cuarto año al cineclub del internado- va a ver Nosferatu el vampiro y se sienta al lado de Caroline Yessayan. Cerca del final de la película, coloca una mano en el muslo desnudo de Caroline y la deja allí por largos segundos, hasta que Caroline se la retira con dulzura. Después de ese gesto, que Bruno interpreta como un rechazo, él no se siente capaz de hablar con Caroline. En verdad, la muchacha se siente atraída por él, y fue ella quien lo buscó en la fila del cine y se sentó a su lado. Además, Caroline puso su mano sobre el apoyabrazos de Bruno, para que este pudiera tomársela, pero el muchacho no interpretó ninguno de esos gestos y fue directamente a su muslo desnudo.

A partir de ese fracaso, todo se hace más difícil para Bruno. El narrador luego desprende de ese gesto del personaje una serie de reflexiones sociológicas sobre las relaciones de pareja y los cambios de las últimas décadas. La generación anterior a la de Bruno, aquellos que se hacen adultos durante la Segunda Guerra Mundial, establece un vínculo extremadamente fuerte entre la sexualidad, el amor y el matrimonio. La generación siguiente, por el contrario, protagoniza un declive de ese tipo de matrimonios, debido especialmente al progreso económico y el aumento de los salarios que permiten nuevas estructuras sociales y hacen innecesario el matrimonio por conveniencia, al menos para la clase media de los países desarrollados de Europa. Mientras que las décadas de 1950 y 1960 son los años de oro para el sentimiento amoroso y el matrimonio por amor, la década de 1970 se caracteriza por la promoción de la libertad individual y la experimentación sexual más allá de la noción del matrimonio. Las publicaciones dirigidas a las adolescentes proponen, con ambigüedad, que ellas deben salir con muchos chicos (sin explicitar qué significa ese “salir” o a qué conductas se limita) durante el colegio secundario y, al terminarlo, deben encontrar un gran amor con el que tener una historia seria. Si bien estas dos conductas contradictorias superpuestas componen las expectativas de toda una generación de muchachas, los sentimientos de Annabelle son muy diferentes: la niña se da cuenta de que está totalmente enamorada de Michel y de que no necesita salir con otros chicos, puesto que directamente se ha encontrado con su gran amor.

Capítulo 11

Annabelle crece hasta convertirse en una joven hermosa; tal es su belleza que su presencia destaca donde quiera que esté. En 1972, Michel comienza el liceo en Meaux, mientras que su amiga, un año menor, sigue en el instituto. Cuando Michel regresa a Crécy en tren, la muchacha siempre lo está esperando para pasear juntos y, a veces, pasar por el café. Annabelle espera pacientemente y llena de confianza al día en que Michel la bese.

Bruno también va al liceo de Meaux, al mismo año que su hermano, pero a otra división. Su adolescencia se alterna entre el liceo y las vacaciones con su madre, en Cassis, rodeada de un grupo de jóvenes hippies que pregonan la libertad sexual. Cuando está con ellos, Bruno se da cuenta de lo poco atractivo que es y se siente totalmente incapaz de encarar a otras chicas, a pesar de que el deseo sexual lo vuelve loco. En esas épocas, suele masturbarse tres veces al día, pensando en las jóvenes que acompañan a su madre en la playa. Años más tarde, recordará su vida como un constante fracaso de sus objetivos sexuales. Más allá del sexo, a Bruno solo lo preocupa convertirse en un pequeñoburgués con la vida arreglada y sin problemas económicos.

Hacia fines de 1972, los padres de Bruno se reúnen para hablar de los problemas que tiene su hijo, y comprenden que son culpables de gran parte de ellos. También saben que el hijo de Janine, Michel, cursa en el mismo liceo que Bruno, y que así y todo los chicos no se conocen, lo que pone en evidencia lo malos padres que son.

Entonces, Janine decide visitar a Michel. La abuela del joven muestra un gran desprecio por su nuera, y le da dos horas en la casa para que esté con su hijo mientras ella hace las compras. Janine entra a la habitación de Michel y quiere besarlo, pero el muchacho retrocede alarmado. Luego sostienen una conversación forzada y llena de silencios, hasta que Annabelle llega a la casa y Janine se marcha. Cuando se cruza con Annabelle, en la puerta, le echa una mirada cargada de odio.

Bruno y Michel comienzan a verse asiduamente, y comparten algunos cursos en el liceo. Los hermanos logran llevarse bien, pero sus diferencias se hacen evidentes. En su vida adulta, solo se ven una o dos veces al año. En una charla, Bruno se pregunta por la construcción de los recuerdos de su vida, y Michel le explica su teoría: cada persona tiene recuerdos de distintos momentos de su vida y los ordena para construir un relato coherente sobre la propia historia. Es lo que se llama “Las historias coherentes de Griffiths” (p. 67), y Michel le explica cómo se utilizan estas historias en la medición de las cargas atómicas. La historia coherente de Griffith es un método utilizado en la física para medir las cargas electrónicas de un átomo en diferentes momentos y construir en función de ellas la historia de cargas de ese átomo. A esta historia Bruno contesta con una apreciación sobre el budismo, pero como su hermano no conoce nada del tema, guarda silencio y la conversación llega a su fin.

Bruno se suma al grupo ya compuesto por Annabelle y Michel, y observa a los muchachos de cerca, percatándose del deseo de Annabelle por su hermano, y de la incapacidad de sentir deseo sexual de Michel. En esas ocasiones, cuando Bruno contempla a Michel y ve lo ridículo que se viste y lo poco que sabe del mundo por fuera de las ciencias, comprende que su hermano tendrá más problemas que él durante su vida adulta.

Capítulo 12: Régimen típico

El narrador describe la cultura joven reinante en 1974 como una cultura basada en el sexo y la violencia. La liberación de las costumbres ese año se traduce en una serie de leyes que se perciben actualmente como un éxito para el progreso: la ley de la mayoría de edad a los 18 años, la del divorcio por consentimiento mutuo y la del aborto. Además, el adulterio fue quitado del Código Penal.

En 1974 Bruno cumple 18 años. En sus sesiones con el psiquiatra, existe un recuerdo de esa época sobre el que siempre vuelve: a fines de julio, pasando una temporada en la Costa Azul junto a su madre, un día entra en su habitación y la encuentra durmiendo junto a un joven. Tras dudar unos segundos, Bruno tira de la sábana y observa el cuerpo desnudo de Janine, luego se arrodilla, contempla su vulva y estira su mano como para tocarla, aunque se detiene a último momento y abandona la habitación con el objetivo de masturbarse.

Afuera, encuentra uno de los tantos gatos que pululan por la casa, y se masturba observando cómo el animal toma sol sobre una piedra. Tras acabar, recoge una piedra grande y aplasta la cabeza del gato; luego cubre su cuerpo y entra a la casa, como si nada.

Esa misma mañana, mientras la madre lo lleva a casa de su padre, le habla de Di Meola, el californiano que había sido su amante y que hacia un tiempo se había instalado cerca de Aviñón, donde tenía una especie de retiro de verano para jóvenes de todo el mundo. Janine piensa que pasar una temporada allí podría abrir nuevos horizontes a su hijo, y añade que también podría conocer chicas de su edad con quien iniciarse en el sexo, ya que se ha dado cuenta de que tiene problemas sexuales. Como explica la madre, la forma occidental de vivir la sexualidad está totalmente pervertida; en muchas sociedades tribales, la iniciación ocurre naturalmente y es controlada por los adultos de la tribu. Aunque no se lo dice a su hijo, Janine se había encargado de iniciar, a los 13 años, a David, el hijo de Di Meola (por entonces su pareja sexual).

Ese verano, Bruno se entera de los problemas económicos que enfrenta su padre; Serge Clément, visionario de la cirugía estética, menospreció los avances en la aplicación de la silicona y en cuestión de unos pocos años perdió todo su mercado. En 1974, el padre se encuentra en el inicio de su decadencia, y suele pasarse el día encerrado en su pieza, bebiendo bourbon y leyendo novelas eróticas.

Bruno, que suele pasar días enteros solo en la playa, le cuenta al psiquiatra su encuentro con una niña obesa: está sola, tomando sol y el se le acerca y le hace una pregunta banal. La joven se levanta y lo contempla, con el corpiño desarreglado; Bruno entonces coloca una mano en sus senos y comienza a acariciarlos. Luego, le propone a la joven ir a su habitación, a lo que ella accede. En la casa, su padre está durmiendo tras una borrachera, por lo que los jóvenes se encierran en el cuarto de Bruno sin ser molestados. La chica lo masturba, y luego Bruno intenta penetrarla, pero eyacula antes de lograrlo, y se siente mal por ello. Sin embargo, la chica le dice que realmente aquello le gustó mucho, y luego regresa a su casa. El psiquiatra suele finalizar las sesiones cuando Bruno termina su relato, como dándole a ese cierre un matiz de interrogación que lo haga reflexionar.

Capítulo 13

Durante el verano de 1974, Annabelle besa a un chico en una discoteca, después de haber leído en una revista para chicas que los amigos de la infancia rara vez se convierten en parejas.

Tras el beso, la muchacha se siente muy triste y abandona el boliche. Al llegar a su casa, comprende que no contará jamás a nadie aquella anécdota, y entonces se da cuenta de que por primera vez tiene una razón para mentir. Como explica el narrador, la mentira funda la individualidad de las personas, y esa noche Annabelle comprende por primera vez que es un individuo único, escindido de todos los que lo rodean. La individualidad acarrea también la noción de libertad, y estos dos elementos constituyen, según el narrador, los fundamentos de la democracia.

Ese mismo verano, Michel se muestra más extraño que de costumbre. Comienza a escuchar a Jimi Hendrix, se revuelca sobre la alfombra y da claras señales de adolescencia. Luego, durante el siguiente ciclo escolar, se muestra totalmente abstraído y no hace caso a los profesores cuando le sugieren que se prepare para rendir sus exámenes. En verdad, Michel está muy por delante que sus compañeros y está seguro de que ingresará a la Universidad de Orsay para estudiar Matemáticas y Física. Mientras tanto, Bruno se anota en la carrera de Letras Modernas. Antes de iniciar el ciclo lectivo, Bruno invita de vacaciones a su hermano y a Annabelle, y los lleva a pasar unas semanas en la finca de Di Meola, en Sainte-Maxime.

Capítulo 14: Verano del 75

Cuando llegan a la finca los recibe Di Meola, debilitado y enfermo. Llegado a Estados Unidos desde Italia con 5 años, Francesco se dedicó a la producción de discos y logró una posición económica holgada. Interesado en el consumo de psicodélicos como una forma de liberar las potencialidades creativas, estuvo en contacto con Allan Watts, Carlos Castaneda y hasta Aldous Houxley. En 1970 se mudó a California, por motivos inciertos, donde abrió una especie de retiro vacacional para jóvenes que desearan experimentar con psicodélicos y vivir la sexualidad libremente.

En 1975, a pesar de su buen aspecto, el cáncer lo está consumiendo por dentro, y sus meses están contados. Di Meola le teme a la muerte, y a pesar de que ha leído los textos sagrados de muchas religiones, la muerte es una amenaza que lo acecha constantemente y con la que no puede reconciliarse. A los hijos de Janine los recibe con un mínimo de curiosidad y les dice que armen sus carpas en donde deseen. Luego desaparece en su casa y no lo vuelven a ver.

Una noche de baile en la finca, Annabelle conoce a David, el hijo de Di Meola. David es un joven extremadamente hermoso, acostumbrado a tener a su alcance todas las mujeres que puede desear. Desde los 17 años, el muchacho ha intentado convertirse en una estrella de Rock, pero sin ningún talento especial para conseguirlo. Michel contempla la escena desde afuera, en la oscuridad que rodea a la casa. En una ocasión, Annabelle se le acerca y lo invita a bailar, pero el muchacho se niega. La chica se lo queda mirando durante largos segundos, esperando que Michel reaccione y de un paso hacia ella, pero como no lo hace, termina regresando al baile y buscando a David. Cuando Michel los ve besándose, esboza una mínima sonrisa y regresa a su carpa, donde se pasa la noche en vela. Michel comprende esa noche que su vida será como ese momento: estará muy próximo a las emociones humanas, pero no logrará alcanzar a sentirlas.

Capítulo 15

A la mañana siguiente, Annabelle y Bruno encuentran que Michel les ha dejado una nota: “No os preocupéis” (p. 88), y se ha marchado de la finca. Bruno se marcha una semana después, pero Annabelle se queda con David hasta finales de agosto, cuando nota que se le retrasa la regla y que está embarazada. Di Meola le recomienda un médico en Marsella, y la chica concurre a su clínica para practicarse el aborto. A principios de septiembre regresa a Crécy-en-Brie, donde nadie sospecha de lo que le ha pasado. Sus padres le avisan que Michel se ha marchado a su residencia universitaria, y Annabelle visita a su abuela para pedirle la dirección del muchacho. Luego, se toma dos semanas para escribir su primera carta de amor, de 40 páginas, y enviársela a Michel a la residencia.

Michel se instala en el campus de la Facultad de Orsay, París XI, un mes antes del comienzo de las clases. Suele pasar los días tumbado sobre la hierba, o caminando a orillas del río. Michel se asombra de sufrir tanto; considera que la vida está determinada por elementos externos a uno mismo y que las personas no pueden hacer nada contra ese determinismo inexorable.

A mitad de octubre, Michel recibe otra carta de Annabelle, pero no la contesta. Tampoco se ha comunicado con Bruno, y solo llama regularmente a su abuela, a quien espera ver en Navidad. Sin embargo, una tarde de noviembre encuentra en su casillero una nota que indica que debe llamar urgentemente a su tía, Marie-Thérese. Cuando lo hace, se entera de que su abuela tuvo un ataque al corazón y está en terapia intensiva.

Michel se presenta en la clínica y pide ver a su abuela, a quien apenas reconoce cuando la ve con el pelo suelto y la piel tirante sobre sus huesos sobresalientes. El muchacho le toma la mano, como siempre hacía, y se queda con ella hasta que lo echan de terapia intensiva. Luego, vuelve con su tía y su prima a la casa de Crécy.

Annabelle, quien había visto a la ambulancia durante la noche, ve llegar a Michel, y esa noche camina bajo la lluvia hasta la puerta de su casa. Antes de llamar, se detiene y comprende que tiene la libertad de elegir qué hacer. Puede llamar y hablar con Michel, o puede regresar a su casa. Cualquiera de las elecciones es horrible, y la muchacha comprende que la libertad misma lo es. Al final, decide regresar a su casa, y cuando lo hace siente que ha envejecido repentinamente.

Hacia las 3 de la mañana, la tía recibe la llamada del hospital anunciando la muerte de su madre. Michel camina lentamente hasta su pieza y cierra la puerta tras de sí. Desde el living, su prima Brigitte siente una especie de aullido desgarrador y corre a ver a su primo, a quien encuentra doblado en el piso. En su cara, no puede observar llanto o dolor, sino un “miserable terror animal” (p. 94).

Análisis

Desde el capítulo 9 al capítulo 15 de esta primera parte de la novela la narración se enfoca en los años 70. El inicio de la década está marcado por la expansión del consumo erótico y la popularización de la liberación sexual que había comenzado en la década anterior. Como indica el narrador, en 1970 “el número de sex-shops en París pasó de 3 a 45 en pocos meses” (p.50). Hasta el momento, los roles de género y la división del trabajo están claramente delimitados: la mujer se queda en la casa y se encarga de atenderla y de criar a los hijos, mientras que el hombre trabaja afuera y provee el sustento económico. Las parejas son fieles y felices, y dedican el tiempo de ocio a pasatiempos inocentes y banales, como la jardinería o las bellas artes. Ese es el paradigma que entra en crisis y comienza a decaer en los años 70: el fuerte vínculo entre matrimonio, sexualidad y amor de la generación anterior entra en decadencia y se extiende el consumo libidinal de masas, principalmente de origen norteamericano; la industria del entretenimiento, a su vez, propone la destrucción de los valores morales judeocristianos y hace apología de la juventud y de la libertad individual.

Estos nuevos comportamientos marcan la adolescencia de Michel y de Bruno, y es este último quien más sufre el cambio generacional. Tal como Bruno lo reconoce, él ha sido víctima de la desintegración familiar protagonizada por los ideales individualistas de su madre, y no ha podido sustraerse del auge de la individuación de los años 70. Desde su adolescencia temprana, la vida de Bruno queda marcada por la frustración sexual. El muchacho no puede dejar de desear a las mujeres, pero no es capaz de relacionarse con ellas. Tal como lo resume el narrador, en aquella época “El mundo era lento y frío. Sin embargo, existía una cosa cálida que las mujeres tenían entre las piernas; pero él no tenía acceso a ella” (p. 63).

Las frustraciones que marcan a Bruno y determinan sus apetitos durante su vida adulta comienzan a desarrollarse en el capítulo 8, cuyo título, “El animal omega” (p. 45) es ya en sí mismo un adelanto. En el internado, Bruno es perseguido y acosado por Brasseur y Pelé, dos muchachos crueles que se divierten acosando a estudiantes menores. El narrador se detiene en una escena que transcurre en los baños del internado:

Ahora se acerca Pelé. Es bajito, recio y tremendamente fuerte. Abofetea con violencia a Bruno, que se echa a llorar. Luego le empujan al suelo, lo cogen de los pies y empiezan a arrastrarlo. Cerca de los servicios, le arrancan el pantalón del pijama. Tiene un sexo menudo, todavía infantil, sin vello. Lo cogen de los pelos entre dos, le obligan a abrir la boca. Pelé le frota una escobilla de váter por la cara. Bruno siente el sabor de la mierda. Grita. (p. 45)

En la cita anterior, la focalización del narrador-que se asocia a la visión del mundo de Bruno- destaca la fuerza y el aspecto físico de su oponente, en contraposición al de Bruno, que destaca negativamente por el tamaño de su pene. Ambos aspectos influyen evidentemente en los traumas y las preocupaciones de Bruno durante su adultez: si bien ha superado en parte su conflicto relacionado con su aspecto físico –era gordo y débil–, aún le resulta conflictivo el tamaño de su sexo.

Las agresiones en el internado continúan durante años e incluyen situaciones de abuso sexual, como se observa en la continuación de la escena de tortura ya citada:

Brasseur se une a los otros; tiene catorce años, es el mayor de sexto. Saca la polla, que a Bruno le parece enorme y gruesa. Se coloca de pie sobre él y mea en su cara. El día antes ha obligado a Bruno a chupársela, y luego a lamerle el culo; pero esta noche no tiene ganas. (...) A una señal, los otros le untan crema de afeitar en el sexo. Brasseur abre una navaja de afeitar y acerca la hoja. Bruno se caga de miedo. (pp. 45-46)

Bruno comprende a temprana edad las bases sobre las que se sotiene el mundo y el estricto sistema jerárquico que debe ser respetado en la sociedad capitalista. El narrador asocia esta estructura a las jerarquías de una gran cantidad de especies animales:

Este sistema se caracteriza por una estricta jerarquía; el macho más fuerte del grupo se ellama animal alfa; le sigue el segundo en fuerza, el animal beta, y así hasta el animal más bajo en la jerarquía, el animal omega. Por lo general, las posiciones jerárquicas se determinan en los rituales de combate; los animales de bajo rango intentan mejorar su posición provocando a los animales de rango superior, porque saben que en caso de victoria su situación mejorará. Un rango elevado va acompañado de ciertos privilegios: alimentarse primero, copular con las hembras del grupo. No obstante, el animal más débil puede evitar el combate adoptando una postura de sumisión (agacharse, presentar el ano). Bruno se hallaba en una situación menos favorable. La brutalidad y la dominación, corrientes en las sociedades animales, se ven acompañadas ya en los chimpancés [...] por actos de crueldad gratuita hacia el animal más débil. (pp. 47-48)

En este fragmento, en el que Houellebecq recurre nuevamente al discurso expositivo, de carácter técnico, preciso y despojado, resulta evidente la relación que se establece entre el sistema jerárquico animal y la estructura del sistema capitalista y el modelo neoliberal que el autor critica en toda su obra. Bruno no escapa de las dinámicas sociales que el modelo económico, social y cultural ha logrado grabar en él, y comprende que la carne es un bien al que solo pueden acceder algunos miembros privilegiados de la especie; así como lucha por sobreponerse a los embates de sus compañeros y “seguir en juego”, la batalla -un término que Houellebecq utiliza a lo largo de toda su obra literaria- se libra también por la posesión del cuerpo de sus compañeras, y no por el amor. Su relación con el deseo erótico y su aproximación a las mujeres se da en los mismos términos: la carne se presenta como un botín que señala el éxito. Y no se trata entonces de encontrar una pareja con la que concretar una relación de amor, sino por ver cuántos cuerpos pueden poseerse. Toda la segunda parte de la novela estará dedicada a esta búsqueda durante la adultez de Bruno.

En contraposición al personaje de Bruno, en el capítulo 9 se presenta a Annabelle, una hermosa muchacha que estudia junto a Michel y que se enamora de él. Annabelle se cría leyendo las revistas para chicas que indican cómo debe comportarse y que traducen al lenguaje adolescente los cambios propios de los años 70. Sin embargo, la retórica capitalista de la competencia y la lucha por la satisfacción de los deseos individuales no la afectan de la misma manera que al resto de sus compañeras. Mientras que las nuevas subjetividades proponen la experimentación sexual durante la adolescencia (salir con muchos chicos antes que tener una historia seria con uno solo), Annabelle siente que está enamorada de Michel y reconoce que aquel será el gran amor de su vida. Pero Michel no siente deseos eróticos, por lo que el amor entre ellos no supera el plano de la amistad.

Entonces, Annabelle experimenta, y en 1974 besa a un chico en una discoteca: “En los segundos que siguieron a ese primer beso (...), Annabelle se sintió terriblemente triste. Algo nuevo y doloroso le invadía el pecho muy deprisa” (p. 77). A partir de ese momento, se instala en ella un peso que cargará toda su vida: “fue en esas circunstancias, una noche de julio de 1974, cuando Annabelle accedió a la conciencia dolorosa y definitiva de su existencia individual” (p. 77). Al no obtener lo que esperaba –algo parecido al sentimiento erótico que experimentaba con Michel–, Annabelle comprende algunas de las reglas que operan en el mundo: “Esa noche, en unas pocas horas, Annabelle se dio cuenta de que la vida de los hombres es una sucesión ininterrumpida de mentiras” (p. 78). El fracaso que vive Annabelle al no poder transmitirle su amor a Michel durante su juventud la empuja al pánico. Durante el resto de su vida se enfrentará al problema del amor y del deseo sexual. Como se verá en capítulos posteriores, la vida de Annabelle será solitaria y cargada de una profunda frustración que señala una de las fatalidades más grandes de la obra de Houellebecq: en las sociedades posmodernas no hay lugar para el amor, y la felicidad es imposible.

Michel Djerzinski, por su parte, también ha crecido con dificultades emocionales. Criado por su abuela y sin figuras paternas sobre las que modelizar su conducta, Michel crece alejado de la noción del amor y absorbido por la lectura y el consumo de obras de divulgación científica que generan en él, desde muy temprana edad, una visión del mundo materialista y determinista. Así, al inicio de su adolescencia, sus creencias están dominadas por la falta de deseo erótico y un arraigado sentido de la fatalidad. Como se verá más adelante, en el mundo de Djerzinski, el eros ha sido reemplazado por la lógica positivista.

Las relaciones que tanto Michel como Bruno y Annabelle establecen con el amor y el deseo sexual en su adolescencia es -desde la perspectiva del narrador- una muestra de las secuelas producidas por el Mayo del 68 y la libertad sexual que promovieron los movimientos sociales de la época. La unidad familiar perdida y la falta de cariño por parte de los padres producen en Bruno y en Michel una frustración a nivel relacional que es un síntoma de toda una generación. Ambos deberán hallar formas para lidiar con sus malestares. Michel, que no siente atracción sexual ni es capaz de relacionarse con las mujeres desde el deseo, se concentrará en su trabajo y vivirá al margen de la sociedad. Bruno, por su parte, se pasará gran parte de su vida adulta obsesionado por la satisfacción inmediata del deseo sexual.

La muerte de la abuela de Michel cierra la primera parte de la novela. Al igual que la de Bruno, la abuela de Michel había sido su principal pilar hasta su adolescencia, y la pérdida es un golpe irreparable. Las abuelas representan un pasado al que los dos protagonistas masculinos pueden anclarse para hallar el bienestar que no pueden conseguir en sus presentes. En contraposición a la figura de la madre abandonadora que destruye la vida de sus hijos, las abuelas son elogiadas por el narrador, y en ello puede leerse una veta moralista que, en verdad, atraviesa el pensamiento de Houellebecq y toda su obra: el rechazo de los ideales individualistas que se extienden en Francia a partir de Mayo del 68 -y que marcan a esas madres que deciden anteponer sus necesidades vitales a la felicidad de sus hijos- y una añoranza de las estructuras familiares tradicionales con roles de género claramente diferenciados.

Así, sobre la abuela de Michel, el narrador expresa:

Con mas de sesenta años, recién jubilada, accedió a ocuparse otra vez de un niño, el hijo de su hijo. A él tampoco le había faltado de nada, ni ropa, ni buenas comidas los domingos, ni amor. Ella le había dado todo eso. (…) En la historia siempre han existido seres humanos así. Seres humanos que trabajaron toda su vida, y que trabajaron mucho, solo por amor y entrega; que dieron literalmente su vida a los demás con un espíritu de amor y de entrega; que sin embargo no lo consideraban un sacrificio; que en realidad no concebían otro modo de vida más que el de dar su vida a los demás con un espíritu de entrega y de amor. (p. 92)

Esta idealización de las figuras de las abuelas también idealiza a las mujeres en su rol de proveedoras de amor y de amas de casa. Como se verá más adelante, muchos personajes de Houellebecq critican al feminismo y elogian a la mujer en su papel de esposas.