La gaviota

La gaviota Resumen y Análisis Acto III

Resumen

Comedor de la casa de Sorin. A la vista, valijas y una caja con medicinas. Masha le habla a Trigorin sobre Tréplev y le dice que “si él se hubiese herido seriamente yo no habría vivido ni un minuto más” (p.43). Luego afirma que decidió arrancar ese amor de su corazón y casarse con Medvedenko. Piensa que no tiene sentido amar a Tréplev para siempre sin ser correspondida, y que prefiere casarse y, entre las ocupaciones, no tener tiempo para el amor. Mientras habla, Masha bebe con avidez. Trigorin dice que no quiere irse, pero que ya no hay chance de que Arkádina quiera quedarse en esa casa, ya que Tréplev se está comportando de modo insoportable: el día anterior intentó suicidarse, y ahora dice que quiere batirse a duelo con Trigorin. Trigorin no comprende por qué Tréplev está causando tanto revuelo. Masha dice que ese comportamiento, seguramente, se debe a los celos. Luego se retira.

Entra Nina y le pregunta a Trigorin si debe o no hacerse actriz. Luego le pide que acepte, como regalo de despedida, un medallón que le mandó a hacer: el mismo tiene grabadas las iniciales del escritor, así como el título de su libro, “Días y noches”. Trigorin le agradece, encantado, y Nina le pide que piense en ella de vez en cuando. La muchacha sale al oír que entra Arkádina. Trigorin lee en voz alta la inscripción en el medallón: “Días y Noches, página 121, renglones 11 y 12”. Rápidamente, pregunta si hay libros de él en la casa y sale en busca de una copia para ver a qué línea se refiere Nina.

Arkádina y Sorin tienen una discusión y rápidamente el tema vira hacia el asunto de Tréplev: la actriz dice no tener idea de qué llevó a su hijo a intentar suicidarse, pero supone que se trata de un tema de celos, por lo que considera que, cuanto antes se lleve de la casa a Trigorin, será mejor. Sorin sugiere que puede haber otras razones para la angustia de Tréplev: piensa que debe sentirse avergonzado por su ociosidad, su falta de proyectos de futuro, por estar allí en el campo, sin dinero, lejos de todo. Arkádina, fastidiada, dice que debería tener un empleo. Sorin sugiere que Arkádina, quizás, debería darle algo de dinero, para que al menos pueda vestirse un poco mejor o viajar al extranjero. Arkádina considera lo de la ropa, pero inmediatamente decide que no tiene dinero. Sorin le dice, amablemente, que la comprende. Y que si él tuviera dinero, se lo daría a Tréplev, pero no tiene nada: se lo da todo al administrador y, sin embargo, no puede usar los caballos y las vacas mueren. Arkádina termina revelando que sí tiene dinero, pero que se gasta todo en vestuario, debido a que es actriz. Sorin intenta hacer un comentario amable pero de pronto se marea y casi no puede sostenerse. Su hermana grita pidiendo ayuda. Entran Tréplev -con la cabeza vendada- y Medvedenko, quien se lleva a Sorin.

Tréplev le dice a su madre que a Sorin le hace mal vivir en el campo, y que si ella le prestara algo de dinero podría mudarse a la ciudad. Arkádina dice que ella es una actriz, no un banquero, y que no tiene dinero. Tréplev le pide a su madre que le cambie la venda de la cabeza. Ella le quita la venda, le besa la cabeza y le hace prometer que, en su ausencia, no volverá a dispararse. Tréplev afirma que solo fue un momento de desesperación y que no se repetirá. Luego recuerda momentos de su infancia en los que su madre era muy generosa, y le dice que ahora ella es todo lo que él tiene. Le pregunta, inmediatamente, por qué está tan sometida al influjo de Trigorin. Arkádina le pide que no insulte al hombre que ella respeta y quiere. Tréplev dice que él no lo respeta y que sus obras le dan náuseas, a lo que su madre responde que se trata de envidia, ya que a la gente sin talento no le queda otra opción que la de criticar a la gente que sí lo tiene. La discusión empieza a elevarse de tono; ambos acaban gritando sus opiniones acerca del talento y del arte. Ella lo acusa de mantenido y de burgués, y él la acusa de tacaña. Luego, Tréplev se aparta a un lado y llora. Arkádina intenta consolarlo y le pide perdón. Tréplev le dice que ha perdido todo: el amor de Nina, la capacidad para escribir, las esperanzas. Arkádina le dice que Trigorin pronto se marchará y Nina volverá a quererlo a él, que todo estará bien. Tréplev asiente pero, al escuchar que llega Trigorin, dice no poder tolerar la idea de cruzárselo y sale.

Trigorin entra leyendo las líneas a las que refieren la inscripción del medallón: “Si algún día mi vida te hiciera falta, ven y tómala” (p.50). Inmediatamente se siente conmovido, repitiendo la frase para sí, y le ruega a Arkádina que se queden más tiempo. Ella le dice saber qué es lo que lo retiene, y le recomienda dominarse. Cuando Trigorin entra en súplicas, Arkádina le pregunta si está tan enamorado, a lo que él responde que se siente sumamente atraído, que precisa un amor joven. Arkádina, temblando, lo acusa de loco y le pide que no la torture de esa manera. Después, dice que si él la abandona no podrá tolerarlo. Arkádina se pone de rodillas, le besa las manos y lo llena de halagos sobre él y su obra literaria. Trigorin acaba cediendo a retirarse con ella. Al confirmar que Trigorin le pertenece, cambia rápidamente de comportamiento y, con tranquilidad y como si nada hubiera sucedido, le dice que si quiere, puede quedarse. Trigorin le dice que no, que partirán juntos. Luego, él anota algo en su libro.

Entra Shamrayev y anuncia que el coche está listo para llevarlos a la estación. Polina entra y le da a Arkádina una canasta con frutos para el viaje, y luego la abraza, llorando. Arkádina le da luego un rublo al cocinero, que vino a despedirla, y le dice que es para compartir con los demás sirvientes. Pide, también, que manden sus saludos a Tréplev. Cuando están saliendo, Trigorin vuelve en busca de su bastón y es sorprendido por Nina. Ella le anuncia que tomó la decisión de dedicarse al teatro, por lo que abandonará a su familia y se irá a Moscú. Le dice a Trigorin que, por lo tanto, pueden verse allí. Él le pide que se aloje en un hotel en particular, le da la dirección y, llenos de alegría porque volverán a verse, ambos se dan un beso prolongado.

Análisis

El acto tercero comienza con Masha contándole a Trigorin su propia historia: “Todo esto se lo cuento a usted como escritor. Puede aprovecharlo” (p.43). Tal como en el primer acto ocurría con Medvedenko, aquí nos encontramos con otro personaje que sugiere que su vida debería ser representada. En este caso, Masha parecería desear que su amor no correspondido por Tréplev se viera bajo el filtro de una ficción romántica: “Se lo digo sinceramente: si él se hubiese herido seriamente yo no habría vivido ni un minuto más. Sin embargo, soy valiente. Tomé una decisión: arrancaré este amor de mi corazón, lo arrancaré de raíz” (p.43). La historia de Masha se describe en la obra como una suerte de progresión estructurada: las escenas fundamentales de este personaje se confinan al comienzo de cada acto, donde asistimos a episodios continuados de su vida. El inicio del acto primero la muestra vestida de negro, “de luto por su vida”, enamorada de Tréplev y rechazando a Medvedenko con una intensa indiferencia. El acto dos la exhibe perdiendo, a pesar de sus veintidós años, en una súbita competencia con Arkádina, quien doblándola en edad parece más joven y atractiva que la triste Masha. Inmediatamente después de ese momento, la muchacha se retira para beber, a pesar de que es temprano. Ahora, en el comienzo del acto tercero, vemos a Masha bebiendo una cantidad de alcohol que sorprende a su interlocutor, a la vez que tomando una fuerte determinación:

MASHA: Me caso. Con Medvedenko.

TRIGORIN: ¿Con el maestro?

MASHA: Sí.

TRIGORIN: No veo la necesidad.

MASHA: Amar sin esperanzas, años enteros, siempre esperando algo… Mientras que si me caso ya no habrá tiempo para el amor, nuevas preocupaciones ahogarán todo lo viejo. Y, además, ¿sabe?, será un cambio. ¿Repetimos?

TRIGORIN: ¿No será mucho?

MASHA: ¡Bah! (Llena las copas.)

(p.43)

Masha se dispone a casarse con Medvedenko, a quien antes rechazaba, para intentar ahogar su amor desesperanzado por Tréplev. Las aspiraciones y los sueños se ven reemplazados, gradualmente, por una realidad fría, dura, pragmática. Esto se da aparejado a otro golpe de realidad figurado en una acción que aparece elidida, porque, además de colaborar con la construcción del personaje, la escena entre Masha y Trigorin funciona para introducir un hecho que tiene lugar, en términos cronológicos, entre el segundo y el tercer acto: el intento de suicidio de Tréplev. Es esto a lo que alude Masha -”si él se hubiese herido seriamente…” (p.43)- y lo que la motiva, de algún modo, a tomar la decisión de casarse con Medvedenko: evidentemente, el peligro al que se expuso Tréplev la afectó en forma desmedida, lo que le develó la insalubremente exagerada importancia que ese hombre tiene para ella, así como la necesidad de hacer algo para modificar esa situación.

El carácter y la historia de Masha se van construyendo entonces de a fragmentos, acto a acto, de a breves episodios. Hay otros personajes en la obra cuyo mayor desarrollo, en cambio, se ofrece entre los límites de un mismo acto. Este es el caso de Arkádina, quizás el personaje que más se luce en este bloque de escenas y del cual se ofrece una suerte de abanico de colores. Porque si el diálogo con su hermano, en el que se niega a ayudar económicamente a su hijo, la evidencia como una mujer avara -”¡No tengo dinero!”(p.46) y luego “Sí, tengo dinero, pero soy actriz; mi vestuario sólo me ha arruinado por completo” (p.47)-, distanciada de lo compasivo, de los sentimientos de amor por un hijo que intentó suicidarse -”¡Qué trabajo me da!” (p.46)-, las escenas que en este acto comparte con Tréplev y con Trigorin la muestran en una faceta nueva para el espectador: como una madre que cura cariñosamente a su hijo -”(Lo besa en la cabeza) Y tú, sin mí, ¿no volverás a hacer pum-pum?” (p.48)-, y, por otro lado, como una mujer enamorada que se somete a la humillación con tal de mantener a su lado a Trigorin, el hombre a quien ama.

Se da entre Arkádina y Tréplev una escena que comienza con unos instantes de paz, durante los cuales el intercambio es netamente amoroso, desvinculado de los nervios, celos, envidias que suelen conflictuar la relación. Mientras ella cambia la venda en la cabeza de su hijo, acción que puede leerse como un símbolo de cuidado y protección maternal, Tréplev rememora escenas de la infancia en las que Arkádina aparece como una figura generosa, bondadosa, bastante diferente a la imagen de avaricia y egoísmo que él pintaba ante Sorin actos atrás. “Este último tiempo, estos días, te quiero con la misma ternura y devoción que en mi infancia”, dice Tréplev, y luego confiesa lastimosamente: “Fuera de ti, no me queda nadie ahora” (p.49). Es el dolor por haber perdido el amor de Nina y haber fracasado con su obra lo que llevó a Tréplev a intentar suicidarse, y lo que lo vuelve suficientemente débil como para mostrarse vulnerable frente a su madre y rogarle cariño. Pero, como se vio anteriormente, la calidad de la relación madre-hijo es, en este caso, conflictiva, y de una complejidad similar a la de los vínculos románticos. Tréplev no puede disimular los celos y le hace a su madre la pregunta que acabará por romper la armonía conseguida: “Pero, ¿por qué, por qué estás tan sometida al influjo de ese hombre?“ (p.49). Arkádina no duda en defender a Trigorin y la discusión trepa rápidamente:

TRÉPLEV: ¡Una persona de gran nobleza! Aquí estamos los dos peleándonos por su culpa, mientras que él, en alguna parte de la sala o del jardín se ríe de nosotros…, instruye a Nina, trata de convencerla definitivamente de que él es un genio.

ARKÁDINA: Para ti es un placer decirme cosas desagradables. Yo respeto a ese hombre y te ruego que no hables mal de él en mi presencia.

TRÉPLEV: Pues yo no lo respeto. Quieres que también yo lo considere un genio; perdóname, pero no sé mentir, sus obras me dan náuseas.

ARKÁDINA: Es la envidia. A la gente sin talento pero con pretensiones no le queda otro remedio que criticar a los verdaderos talentos. ¡Vaya consuelo!

(p.49)

Como se dijo desde el principio, en esta obra el arte y el amor son temas estrechamente vinculados. En consecuencia, el asunto de los celos -en relación al vínculo amoroso- no guarda mucha distancia con la envidia -en relación al éxito en el campo del arte-: Tréplev justifica su odio a Trigorin por los celos -originados en la atención que Nina y Arkádina ponen en el célebre escritor-, y Arkádina acusa a su hijo de estar disfrazando de desprecio lo que en verdad es envidia. Rápidamente, entonces, la conversación cambia de eje, y el tema deja de ser Trigorin para centrarse en otra tensión que complejiza la relación madre-hijo: Arkádina golpea a Tréplev en donde más le duele, acusándolo de falto de talento, de mediocre: “Ni siquiera eres capaz de escribir un miserable vodevil. ¡Burguesito de Kiev! ¡Mantenido! (p.50), y Tréplev no duda en responder: “¡Tacaña!” (p.50), para luego largarse a llorar. El último puñal de Arkádina a su hijo -”¡Nulidad!” (p.50)- recuerda el doloroso sentimiento de insignificancia que Tréplev confesaba tener cuando estaba ante la presencia de su madre y sus célebres y exitosos amigos. Arkádina entonces lleva a un punto cúlmine la discusión, dejando al descubierto la mayor herida en el alma de su hijo, y luego le pide disculpas.

Si bien podría parecer que Arkádina, debido a su celebridad, éxito y reconocimiento, se ubica por encima de Tréplev en una imaginaria escala de poder (así la ve él, según confesaba ante Sorin), madre e hijo comparten, aquí, un padecimiento similar: ambos ven cómo sus seres amados están atraídos por otras personas sin siquiera intentar disimularlo. Ni Nina ha negado ante Tréplev la fascinación que siente por Trigorin, ni Trigorin se guarda ante Arkádina el sentimiento que lo empuja hacia Nina: la terrible escena entre la célebre actriz y el exitoso escritor comienza cuando este último expresa sus deseos de quedarse, sin siquiera intentar esconder que el motivo es la joven muchacha:

ARKÁDINA (mirando el reloj): Pronto llegará el coche.

TRIGORIN (para sí): Si algún día mi vida te hiciera falta, ven y tómala.

ARKÁDINA: Espero tengas todo listo.

TRIGORIN (con impaciencia): Sí…, sí… (Pensativo) ¿Por qué creo sentir tristeza en este llamado de un alma pura y mi corazón se oprime penosamente?.. Si algún día mi vida te hiciera falta, ven y tómala. (A Arkádina) ¡Quedémonos un día más!

(p.50-51)

Arkádina sabe que debe llevarse a Trigorin de esa casa para que Nina vuelva a querer a su hijo, mientras que Tréplev también hacía referencia a la supuestamente secreta relación entre la joven actriz y el célebre escritor. Entre madre e hijo se da, entonces, una suerte de complicidad en el dolor: las personas a las que aman son protagonistas de una relación pseudo secreta en sus propias narices, hecho que, a su vez, deja al desnudo los puntos más débiles de cada personaje. En el caso de Tréplev, el hecho de que Nina lo deje por un escritor exitoso aumenta, decididamente, la inseguridad del protagonista en términos artísticos. En el caso de Arkádina, el punto débil no tiene que ver con una cuestión de falta de talento o de éxito, puesto que es una actriz célebre: no es talento lo que Trigorin busca -o encuentra- en Nina, y por lo cual le ruega a Arkádina que lo deje quedarse un día más.

TRIGORIN: ¡Quedémonos!

ARKÁDINA: Querido, sé lo que te retiene aquí. Pero debes dominarte. Estás un poco mareado, despéjate.

TRIGORIN: Trata tú también de ser serena, sensata, razonable; te lo suplico, mira todo esto como un verdadero amigo… (Estrecha su mano.) Tú eres capaz de sacrificios… Sé mi amiga, déjame…

ARKÁDINA (muy agitada): ¿Tan enamorado estás?

TRIGORIN: ¡Me siento atraído por ella! Quizá sea justamente lo que necesite.

ARKÁDINA: ¿El amor de una provincianita? ¡Oh, qué mal te conoces!

(p.51)

El avance de la relación entre Trigorin y Nina es otro de los hechos que, teniendo lugar entre el segundo y tercer acto, aparece elidido en la trama. Por las expresiones de Arkádina, es evidente que la mujer no ignora el coqueteo incipiente entre su pareja y la joven actriz, pero por el modo en que la sorprende el planteo de Trigorin en esta escena, pareciera que ella no había vislumbrado hasta el momento las dimensiones e implicancias de esa nueva relación: Trigorin comienza a tratarla como a un “amigo”, pidiéndole que se sacrifique, es decir, que ceda paso a que él pueda lanzarse enteramente a los brazos de Nina. En su exabrupto desenfreno, Trigorin confiesa estar enormemente atraído por Nina, por lo cual deja entender que no siente exactamente “atracción” por Arkádina:

TRIGORIN: A veces la gente duerme de pie; algo así me pasa cuando hablo contigo; al mismo tiempo duermo y sueño con ella… Dulces y maravillosos sueños se han adueñado de mí… Déjame…

ARKÁDINA: (Temblando) No, no… Soy simplemente una mujer. No se puede hablar así conmigo… No me tortures, Borís…, tengo miedo…

(p.51)

La tortura a la que Arkádina hace referencia no solamente responde al hecho de que el hombre al que supuestamente ama estaría sugiriendo terminar la relación, sino también a lo que mencionamos anteriormente como el punto débil del personaje. Si el hecho de que Nina deje a Tréplev por un escritor célebre lleva las inseguridades del joven dramaturgo al borde del colapso, el hecho de que Trigorin intente dejar a Arkádina por Nina, una mujer mucho más joven, golpea a la célebre actriz donde más le duele: la edad.

¿Es posible que esté tan vieja ya y tan fea que se pueda hablar conmigo de otras mujeres con tanta tranquilidad? (Lo abraza y besa.) ¡Oh, debes estar loco! Mi maravilloso, mi divino… ¡Eres la última página de mi vida! (Se arrodilla.) Alegría mía, mi orgullo, mi dicha… (Abraza sus rodillas.) ¡Si me abandonas por una hora siquiera, no podré soportarlo, me volveré loca, maravilla mía, dueño mío! (ARKÁDINA, p.52)

Arkádina es una mujer orgullosa, acostumbrada a ser el centro de atención. Desde el inicio de la pieza se hace notoria su insistencia acerca del tema de la edad y la belleza, evidenciando su preocupación por la dolorosa e irremediable pérdida de la juventud. Pero la célebre actriz no se caracteriza por una actitud de pasividad: de ser necesario, es capaz de representar al más humillante de los personajes, si eso le permite conquistar lo que desea. Una mezcla entre arrojo, egocentrismo y saber estratégico empujan a Arkádina a un discurso con el cual, sabe, el célebre escritor no podrá irse muy lejos:

Tienes tanto talento, tanta inteligencia, eres el mejor de los escritores contemporáneos, la única esperanza de Rusia… Hay en ti tanta sinceridad, sencillez, frescura, sano humor… Con un solo golpe de pluma puedes expresar lo esencial, lo característico de una persona o de un paisaje; tus personajes viven. ¡Oh, no se te puede leer sin entusiasmo! ¿Crees que te echo incienso? ¿Que te estoy adulando? Mírame a los ojos… Mírame… ¿Parezco una mentirosa? Ya lo ves, sólo yo sé valorarte; sólo yo te digo la verdad, mi querido, maravilloso… ¿Vienes? ¿Sí? ¿No me abandonarás? (p.52)

El discurso de Arkádina hace recordar a una escena del acto anterior, en la que el mismo personaje leía un fragmento de un texto de Maupassant: el argumento retrataba a una mujer que, atraída por un escritor, lo llenaba de elogios y halagos para conquistarlo; Arkádina disentía con la imagen, y había utilizado como ejemplo su propia relación con Trigorin. De algún modo, si se tiene en mente esa escena, el comportamiento de Arkádina en este tercer acto, donde efectivamente colma de halagos y elogios al escritor para conquistar su corazón, se revela ante los espectadores de la pieza -que han presenciado las declaraciones de la actriz en el acto anterior- como una suerte de ironía dramática.

Una segunda ironía protagonizada por Arkádina se da inmediatamente después de que, finalizado su discurso suplicante ante Trigorin, el escritor accede a volver junto a ella a la ciudad y mantenerse a su lado:

TRIGORIN: No tengo voluntad propia… Nunca he tenido voluntad propia… Lánguido, blando, siempre sumiso. ¿Es posible que eso pueda gustarle a una mujer? Tómame, llévame, pero no dejes que me aparte ni un paso de ti.

ARKÁDINA (para sí): Ahora es mío. (Con desenvoltura, como si no hubiera pasado nada.) Por otra parte, si quieres, puedes quedarte. Yo me iré sola y tú vendrás después, dentro de una semana. Es cierto, ¿qué prisa tienes?

(p.53)

La ironía consiste en que la actriz, tras haberse humillado y haberle rogado de rodillas a su pareja que no la deje, alegando que, de lo contrario, ella no podría tolerar la angustia, actúa con total desenvoltura en cuanto Trigorin accede a sus súplicas: inmediatamente sugiere que no habría ningún problema si él se quedara una semana más. Por otro lado, el hecho de que el personaje recurra en ese momento a un “aparte” -en tanto habla “para sí” y, por lo tanto, sea oída por el público pero no por su interlocutor en escena-, en el que afirma “ahora es mío”, sugiere la posibilidad de que el discurso halagador y suplicante inmediatamente anterior haya sido una puesta en escena, una suerte de representación exitosa, la performance de una célebre actriz que sabe persuadir y conquistar a su público, en este caso, a su pareja. De una nueva manera, la obra ofrece una honda interrelación entre lo artístico y lo amoroso, en tanto la técnica de la persuasión, la de la conquista amorosa y la de la manipulación se vuelven acciones semejantes, para cuyo éxito es preciso poseer talento artístico.