La flor púrpura

La flor púrpura Citas y Análisis

Todo comenzó a desmoronarse en casa cuando mi hermano, Jaja, no fue a comulgar y padre lanzó su pesado misal al aire y rompió las figuritas de la estantería.

Kambili, Capítulo 1, p. 19.

La primera frase de la novela hace alusión a uno de los libros más famosos de la literatura nigeriana, Todo se desmorona, de Chinua Achebe. Dicha novela narra el declive de un líder igbo frente al avance colonial británico y los misioneros cristianos. La flor púrpura, por su parte, es una novela sobre una familia de ascendencia igbo que vive bajo estrictas costumbres católicas. Al inicio de la novela, Jaja se rebela contra la estricta crianza de su padre, y ese gesto anuncia el declive de la familia Achike.

Quería decirle que sentía que padre hubiera roto sus figuritas, pero las palabras que me salieron fueron:

-Siento que se hayan roto tus figuritas, madre.

Kambili, Capítulo 1, p. 26.

Como víctima de la violencia física a manos de su padre, Kambili está demasiado asustada como para articular la verdad sobre la tiranía que se sufre en su casa.

La familia Achike siempre debe mantener las apariencias y ocultar la verdad sobre la conducta violenta del padre. Incluso dentro de su casa, Kambili es incapaz de culpar a su padre en voz alta por las figuras rotas, aunque toda la familia fue testigo de su arrebato. Contra esta represión luchará Kambili a lo largo de toda la novela.

Padre era un amante del orden. Aquello se percibía en los mismos horarios, en la meticulosidad de las líneas en tinta negra que separaban los días y diferenciaban la hora de estudio de la de la siesta; la de la siesta del tiempo dedicado a la vida familiar; la vida familiar de la comida; la de la comida de la de las oraciones; y estas, de la hora de dormir.

Kambili, Capítulo 2, p. 39.

Eugene Achike ejerce un control tan tiránico sobre su familia que el tiempo de sus hijos está estrictamente planificado y no contempla ningún momento libre que pueda ser utilizado como cada uno desee. La vida de Kambili está totalmente planificada y si bien esa planificación la aprisiona y la somete, también es una forma de protegerla: a sus 15 años, Kambili jamás se ha tenido que preocupar de otra cosa que no sea sacar buenas notas en la escuela. Por eso, cuando se encuentra con sus primos, se hace evidente la falta de maduración de la narradora y de su hermano, quienes a su edad conocen poco y nada del mundo por fuera de las actividades planificadas por su padre.

Más tarde, durante la cena, padre anunció que íbamos a recitar dieciséis novenas para el perdón de madre. (...) si padre observaba que Jaja o yo empezábamos a despistarnos en la decimotercera recitación de la oración a san Judas, nos haría volver a empezar desde el principio. Teníamos que recitar bien. No pensé, ni siquiera pensé en pensar, por qué madre tenía que ser perdonada.

Kambili, Capítulo 3, p. 50.

La madre ha perdido su embarazo como consecuencia de la golpiza que le ha propinado su marido por no querer visitar al padre Benedict. Cuando la madre regresa a la casa, el padre organiza las novenas que sus hijos rezarán para el perdón de la madre, lo que pone de manifiesto el cinismo de Eugene y su hipocresía: la madre no ha cometido ninguna falta; cuando sugirió que no bajaría a visitar al padre Benedict lo hizo porque se sentía muy enferma, y eso le valió una golpiza que la dejó días hospitalizada. Como si la violencia fuera poco, el padre hace que las víctimas se sientan culpables de los abusos que él comete.

Lo contemplé y me pregunté si aquella mirada sombría se debía a la vergüenza. De pronto deseé por su bien que hubiese celebrado el ima mmuo, la iniciación al mundo de los espíritus. Yo conocía muy pocas cosas; las mujeres no debían saber nada al respecto, ya que era el primer paso en el rito de iniciación a la virilidad, pero Jaja me había contado una vez que había oído que azotaban a los muchachos y que los hacían bañarse en presencia de una multitud burlona. La única que vez que padre habló del imma mmuo fue para decir que los cristianos que permitían que sus hijos lo celebraran estaban confundidos y arderían en el fuego eterno.

Kambili, Capítulo 6, p. 98.

La cita marca el inicio de la transformación de Jaja. Las vacaciones de Navidad pasadas en compañía de tía Ifeoma y, en secreto, de Papa-Nnukwu, funcionan como una ceremonia de iniciación propia, a falta de su participación en otros ritos. Jaja está expuesto a una forma de vida diferente tanto a través de las creencias liberales de su tía como de los rituales tradicionalistas de su abuelo.

Jaja también se compara con Obiora, quien habla de forma elocuente y se muestra muy maduro para su edad. Obiora ha hecho el ima mmuo en la ciudad natal de su padre y parece tener una conexión profunda con sus antepasados, a pesar de que su padre está muerto. A Jaja, por el contrario, no se le permite visitar a su abuelo por más de quince minutos, una sola vez al año. Su vergüenza por no participar en la iniciación es el primer elemento que lo empuja a cuestionar la autoridad de su padre.

La lluvia salpicaba el suelo del porche de casa de tía Ifeoma, a pesar de que el sol calentaba de lo lindo y me obligaba a entrecerrar los ojos al mirar afuera desde la puerta de la sala. Madre solía contarnos a Jaja y a mí que Dios no se decidía, no sabía si enviar lluvia o sol; así que nos sentábamos en nuestras habitaciones respectivas a mirar las gotas de lluvia brillar bajo el sol, esperando que Dios se decidiera.

Kambili, Capítulo 12, p. 218.

La creencia de Kambili en la conexión de Dios con la naturaleza está inspirada en su madre. Aunque no se aferra a muchos rituales tradicionales igbo, Kambili establece paralelismos entre el dios católico y Chukwu, el dios igbo de los cielos. De la misma forma en que Dios creó el mundo y es omnipresente, Chukwu construyó la tierra y está asociado con todo lo que hay en ella. Al igual que el clima, Kambili también está indecisa. Su hogar está en Enugu, pero después de haber probado una forma de vida más libre en Nsukka, siente el conflicto interior y le pesa su futuro. Ama a su padre, pero se le hace cada vez más evidente que no quiere vivir bajo su sombra.

[Mama Joe] Detuvo a un caracol con iniciativa que pretendía salir de la cesta y lo devolvió a su sitio mientras mascullaba-: Dios toma la fuerza del diablo.

Me pregunté si sería el mismo caracol que había tratado de escapar antes y que, al volver a echarlo en la cesta, lo había intentado de nuevo, decidido. Me habría gustado comprar toda la cesta y dejar en libertad a aquel caracol.

Kambili, Capítulo 12, p. 238.

Kambili se identifica con aquel caracol que quiere escapar de la cesta y, así, de su destino. Está atrapada en la canasta que es la casa de su padre y cuando va a Nsukka, se arrastra hacia la libertad. Aunque puede que no reconozca que es tan decidida como el caracol, su fuerza crece a medida que se nutre del amor de su tía y de las enseñanzas del padre Amadi.

Aquella noche, al bañarme en un balde lleno de agua de lluvia, no me limpié la mano izquierda, la que el padre Amadi había sostenido con suavidad para quitarme la flor. Tampoco puse a calentar el agua porque tenía miedo de que la resistencia eléctrica le robara al agua el aroma del cielo. Durante el baño canté. En la bañera volvía a haber lombrices; esta vez las dejé allí y contemplé cómo las arrastraba el agua por el desagüe.

Kambili, Capítulo 14, p. 265.

Kambili quiere bañarse en el agua de lluvia, perfumada con el aroma del cielo. Kambili quiere honrar a la naturaleza y también conservar las marcas de sus felices recuerdos, por eso no quiere lavarse la mano en donde la ha tocado el padre Amadi. Además, esta vez deja en paz a las lombrices de tierra, en lugar de tirarlas al inodoro. Este baño tan particular simboliza la maduración de Kambili y la aceptación de un mundo complejo y lleno de contradicciones.

Por eso mira lo que [Dios] le hizo a su fiel servidor Job, y a su propio hijo. ¿No te has preguntado nunca por qué? ¿Por qué tuvo que hacer morir a su hijo para salvarnos? ¿Por qué no nos salvó directamente?

Jaja, Capítulo 16, p. 285.

Jaja rompe con su fe en este momento de la novela. Su cuestionamiento de las parábolas de la Biblia tiene resonancia en su propia vida. El trato que recibe el hijo de Dios, Jesucristo, por parte del padre también se relaciona con el abuso sufrido por Jaja a manos de su padre. Eugene y su fe están literal y figurativamente muertos para Jaja en este momento.

Primero llevaremos a Jaja a Nsukka y luego iremos a Estados Unidos a visitar a tía Ifeoma -concluyo-. Cuando volvamos, plantaremos naranjos nuevos en Abba y Jaja también plantará hibiscos púrpura. Yo plantaré ixora para luego libar el jugo de las flores.

Me río y le paso el brazo por el hombro a madre; ella se apoya en mí y sonríe.

Por encima de nosotras, las nubes de algodón teñido penden tan bajas que tengo la sensación de poder estirar el brazo y alcanzar su humedad al apretar la mano. Pronto llegarán las nuevas lluvias.

Kambili, Capítulo 17, p. 302.

En este pasaje se ponen en juego muchos de los temas de la novela. La risa de Kambili indica que se ha recuperado por completo y ahora es capaz de mantenerse a sí misma y a su madre. Su amor por la naturaleza se refleja en la plantación de nuevos naranjos en su pueblo ancestral, símbolo de una nueva vida y de nuevos comienzos. El hibisco púrpura de Jaja, símbolo de la libertad, volverá a florecer. Las plantas de ixora eran las favoritas del padre Amadi, y los recuerdos de cuando Kambili se sintió más completa cobrarán vida con una nueva plantación de ixora. Finalmente, las "nuevas lluvias" simbolizan la esperanza de un nuevo comienzo, ya que el medio ambiente juega un papel simbólico importante en esta novela. Así, la novela termina con una visión esperanzadora del futuro.