El principito

El principito Preguntas de Ensayo

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    ¿Qué función cumple la anécdota sobre el astrónomo turco?

    La historia del astrónomo turco es otro modo en el que la novela enfatiza el error de la mirada del adulto. Es ingenioso el modo en que el narrador incluye este comentario con la excusa de hablar del asteroide en el que vive el principito. Por un lado, empieza a desarrollar uno de los temas fundamentales de la obra y, por otro, ofrece un marco que crea la ilusión de lo verosímil.

    La primera vez que el astrónomo turco intentó presentar su descubrimiento, nadie le prestó atención por su manera de vestir. Solamente cuando se impuso la vestimenta europea en Turquía y el astrónomo se vistió de traje, todo el mundo avaló su descubrimiento. Con mucho humor, Saint-Exupéry muestra el sinsentido de una sociedad que solo valora la apariencia. A lo largo de la novela, otros adultos cometerán errores parecidos, depositando el valor en lugares equivocados y así perdiendo de vista lo esencial y verdadero.

    Asimismo, el narrador se justifica y dice que él habría preferido empezar su relato con "Era una vez un principito...", pero no quería que quienes no comprenden sino los números tomaran su libro a la ligera. Por ese motivo, el narrador juega con la idea de lo que es verosímil para un adulto. Mientras un cuento de hadas no le habría interesado a un adulto en los más mínimo, la historia de un principito cuyo origen es un asteroide presentado en un congreso Internacional de Astronomía tenía muchas más posibilidades de ser tomado en serio por estos hombres absurdos.

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    Explora la relación entre el principito y la flor.

    Cuando la flor brota por primera vez en el planeta del principito, el chico no puede contener su admiración. La encuentra bellísima y de inmediato empieza a cuidar de ella. La flor es vanidosa desde un principio; se toma todo su tiempo antes de mostrarse y cuando finalmente se revela ante el principito se disculpa por estar despeinada. Ella dice que es única en su tipo y es extremadamente orgullosa. Al principio, el chico atiende a todas las necesidades de la flor, quien a su vez exige muchos cuidados, pues al parecer es muy frágil y las corrientes de aire le hacen mal. Paradójicamente, el orgullo de la rosa la hace sentirse invencible, ya que cuenta con cuatro espinas que, según ella, la defenderán hasta de un tigre.

    A medida que pasa el tiempo, las contradicciones de la flor, sus pequeñas mentiras, su vanidad y su orgullo excesivo exasperan al principito, quien se siente perplejo y no sabe verdaderamente cómo tratarla. Solo cuando el principito decide dejar el planeta, la flor es capaz de expresar con más autenticidad sus verdaderos sentimientos: por un momento deja de lado su orgullo y es capaz de reconocer que tiene parte de la culpa, pero pronto vuelve a comportarse como si no necesitara del principito y no le pide que se quede ni confiesa quererlo. De todas maneras, se muestra más vulnerable que nunca cuando le pide que la deje sin el fanal.

    En su viaje, el principito piensa en su flor a menudo. Un punto de inflexión en sus opinión de la flor se da cuando en la Tierra se encuentra con un jardín cuajado de rosas. En un principio se siente decepcionado porque su flor le ha mentido, diciendo que era única. Pero la decepción que siente no dura demasiado gracias a la sabiduría del zorro, que le hace caer en la cuenta de que su flor es única por el tiempo que él la ha dedicado y el vínculo que existe entre ellos.

    Finalmente, la impaciencia del principito por volver a su planeta nace del sentido de responsabilidad que siente por su flor. La sabe ingenua, frágil y efímera, y lo que más quiere es volver a estar con ella.

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    ¿Cómo aparece representada la premura en El principito?

    Los adultos en este libro siempre están apurados y sus ocupaciones parecen urgentes. Los adultos con los que conversa el principito están seguros de estar haciendo lo más importante, pero pocos parecen tener tiempo para reflexionar sobre el propósito de su incesante trabajo. Si bien esto está representado con mucha claridad en el capítulo del hombre de negocios y en el del geógrafo, es en la conversación con el guardavía donde el principito reflexiona con mayor detalle en el problema del constante apuro con el que viven los adultos: la gran paradoja de los hombres es que están apurados por viajar sin saber cuál quieren que sea su destino. Inmediatamente después de su encuentro con el guardavía, el principito se encuentra con el comerciante que vende pastillas para no sentir sed. Según este hombre, el tiempo que la persona se ahorra en calmar la sed lo puede utilizar en lo que desee. Para el principito esta noción es ridícula, ya que si lo que se tiene es deseo de beber, el tiempo no puede emplearse en algo mejor que no sea saciar esa sed.

    Lo más llamativo es que hasta el piloto, que representa a un adulto muy distinto a los otros porque recuerda lo que se siente ser niño y se siente solo y aislado en el mundo de los adultos a los que considera tediosos, comete el error de dejar de lado lo importante para dedicarse a lo urgente, perdiendo de vista que no puede haber algo que demande más tu atención que los vínculos personales. Cuando el principito se encuentra angustiado al haber descubierto la fragilidad de sus flor, el piloto se exaspera con las preguntas y reflexiones del chico porque a él lo urge reparar el motor de su avión. Sin embargo, pronto se da cuenta de su error y deja todo de lado para dedicarse a lo único que importa: un principito necesita consuelo.

    El principito es la contracara de esa premura. A lo largo del camino ha tomado conciencia de la fragilidad de su flor, de lo efímera que es y de la responsabilidad que él tiene con respecto a ella. Sin embargo, no se apura. El viaje para reencontrarse con su flor no puede acortarse porque él debe aprender todo lo necesario para saber amarla.

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    ¿En qué medida es El principito una crítica mordaz a los disparates que los adultos consideran importantes?

    Si bien la obra insiste una y otra vez en el sinsentido de los adultos en general, la crítica no es mordaz. De hecho, el narrador insiste en que debemos ser indulgentes con los adultos y no debemos guardar rencor. No cabe duda de que por momentos los adultos aparecen ridiculizados y el autor los construye como si fueran una caricatura, pero hay también una mirada compasiva.

    Un buen ejemplo de una representación más bien caricaturesca de los adultos aparece en el capítulo en el que el narrador cuenta sobre el astrónomo turco al que nadie creía por su forma de vestir. En ese mismo capítulo, los adultos aparecen obsesionados por los números y, en particular, por los precios. En un momento se habla de la belleza de una casa y de cómo para que un adulto pueda efectivamente reconocer una casa como bella no debemos describirla, sino más bien decir cuánto cuesta. Al utilizar la exageración de un rasgo, en este caso la ambición, el resultado es una caricatura, como un dibujo que solo destaca uno de los rasgos físicos de la persona. En otras partes de la novela, otro rasgo que aparece sobredimensionado en la representación que se hace de los adultos es su constante premura. Al parecer, ser adulto tiene como condición sine qua non el estar apurado.

    Sin embargo, en mayor o menor medida y según el vicio que los mueve, el principito mira con cierta indulgencia el modo de actuar de los hombres. Por ejemplo, reconoce que el farolero es ridículo porque es a la vez fiel y perezoso: no para de trabajar, pero no quiere hacer el esfuerzo de resolver una mejor manera para hacer su trabajo. Sin embargo, el principito siente cierta simpatía porque, por lo menos, el farolero se ocupa de algo útil.

    Es por esto que podemos decir que, si bien el tono con el que trata a los adultos es crítica y, por momentos, burlona, no es mordaz, porque no es mal intencionada.

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    ¿Es este un libro para chicos o para adultos?

    Por un lado, en más de una ocasión el narrador se refiere a los niños como sus interlocutores y los lectores para quienes escribe este libro. De hecho, pide disculpas a los niños por haber dedicado este libro, que es para ellos, a un adulto. La historia es en apariencia sencilla e incluye elementos que pueden parecer infantiles, como un zorro y una serpiente que hablan y dibujos que acompañan el texto. Además, su protagonista es un niño, aunque podemos preguntarnos en qué medida un niño se puede sentir identificado con la seriedad y las reflexiones filosóficas de un chico tan particular como el principito.

    Ahora bien, en el cuarto capítulo, el narrador parece revelar que no escribe solo pensando en los niños. Según él, si solo ellos fueran su público habría podido empezar su libro con "Era una vez un niño...", pero por miedo a ser tomado a la ligera por los hombres serios ha elegido hablarles sobre el asteroide B612 y así darles gusto en su pasión por las cifras. Ese es un primer indicio de que detrás de este libro para chicos hay algo más que se propone hacer el narrador.

    A pesar de la sencillez de su vocabulario y de la claridad de su mensaje, el tono del libro es más bien melancólico. Explora la nostalgia, la pérdida, la soledad y la sensación de desconexión y, como si fuera poco, lo hace a través de símbolos y metáforas.

    Quizás la manera más sencilla de responder esta pregunta es que se trata de un libro para todas las edades y que probablemente un lector lo visite más de una vez, a lo largo de su vida, para encontrarse con una obra parcialmente nueva cada vez.