El jardín secreto

El jardín secreto Símbolos, Alegoría y Motivos

El petirrojo (Símbolo)

El petirrojo es un elemento fundamental de esta novela y funciona como símbolo de la transformación de Mary y de su relación con la naturaleza. El hermoso canto del pajarito le resulta muy atractivo a la niña desde el primer momento y su sola presencia suaviza y endulza la actitud de la protagonista. El hecho de que el pajarito la elija y la acompañe es muy valioso para Mary, porque cuando llega a Yorkshire, ella se siente sola y no logra conectarse afectivamente con nadie. Así, el petirrojo se convierte en su primer amigo, por lo que a veces aparece personificado. Además, es gracias a él que la protagonista encuentra el punto donde está enterrada la llave, y así logra, por fin, entrar al jardín secreto. El petirrojo representa el primer momento del proceso de cambio de la protagonista, y la acompaña hasta el final.

El jardín secreto (Símbolo)

El jardín secreto es el símbolo central de la novela. Representa el renacimiento, la revitalización y la superación de la muerte, tanto para la protagonista como para Colin y Archibald Craven. Desde que lo visita por primera vez, Mary tiene la convicción de cuidar el lugar para que allí la vida pueda brotar y florecer al máximo. Gracias a ello, el jardín deja de ser un lugar cerrado y oculto que representa la tristeza y la muerte para convertirse en un espacio de encuentro, juego, amistad, confianza, salud y vitalidad.

Las rosas (Símbolo)

En varias ocasiones a lo largo de la novela, se hace mención a diversas flores. Entre ellas, destacan las rosas. Desde el principio, Mary se muestra muy interesada en los rosales y, al entrar al jardín secreto, tiene muchas ganas de recuperarlos. Luego, nos enteramos de que las rosas eran las flores favoritas de Lillias Craven. Estas flores simbolizan la permanencia del espíritu de esta mujer en el jardín, aun después de su muerte. Esto puede verse en el hecho de que, si bien al principio los rosales parecen resecos por fuera, por dentro siguen verdes y vitales. Con un poco de cuidado logran revivirlos y crecen tanto que envuelven el árbol muerto donde falleció la madre de Colin. Hacia el final de la novela, el chico también planta un pequeño rosal en el jardín, reforzando el valor simbólico de estas flores en relación con su madre.

El niño enfermo (Motivo)

En la literatura del siglo XIX, en particular en las obras de lengua inglesa, es posible detectar una larga serie de representaciones de niños enfermos. Por ejemplo, el motivo del niño enfermo está presente, entre otras, en narrativas de Charles Dickens, como Canción de Navidad. Esto se debe, entre otras cuestiones, a que en aquel período histórico las ciencias médicas no estaban tan desarrolladas como ahora, no había tantos medicamentos, y las personas padecían muchas más enfermedades. En la literatura de Burnett, este asunto se vuelve central desde que en 1890 uno de sus hijos muere por tuberculosis. En El jardín secreto, sin embargo, se presenta una historia de sanación y revitalización con un marcado final feliz. Al exponerse al aire libre y a la amistad, Colin deja de estar enfermo, se fortalece y recupera su vida. De esta manera, la autora propone una visión que compensa la triste realidad de los niños enfermos que ella misma debió enfrentar en carne propia.

La primavera (Símbolo)

En esta novela, la primavera aparece como símbolo del renacimiento y la revitalización que experimentan el jardín secreto, el páramo en general y los personajes protagónicos. Cuando Mary llega a Yorkshire, el invierno es crudo, hace mucho frío y llueve con frecuencia. En ese momento, ella todavía es una niña amargada y malcriada, Colin está enfermo y encerrado, el jardín se mantiene oculto, reseco y sin cuidado, y el páramo está árido y marchito. Sin embargo, a medida que se acerca la primavera, la niña y su primo atraviesan una profunda transformación hasta llegar a ser niños amables, alegres y sanos. En sintonía, todo el paisaje natural que rodea la casa reverdece y florece. La importancia de este símbolo es tal que la llegada de la primavera merece su propio capítulo en la obra. En "¡Ha llegado!", Mary ofrece una bella descripción del paisaje primaveral a su primo, y el narrador relata el profundo bienestar que sienten los dos niños al entrar en esta estación del año.