El castillo de Otranto

El castillo de Otranto Imágenes

La muerte de Conrad

La imagen del joven y enfermizo Conrad "despedazado, medio sepultado bajo un inmenso yelmo" (p.24) es una imagen poderosa por varias razones. En primer lugar, su muerte es extraña y aparentemente incomprensible, lo que contribuye al misterio de la novela. En segundo lugar, es brutal e impactante: se refiere a "los restos sanguinolentos y destrozados del joven príncipe", ibid.), por lo que presagia el final abrupto del gobierno de Manfred sobre Otranto. En tercer lugar, representa un momento de conflicto, que da inicio en la historia al regreso y restitución del heredero de Alfonso.

Bajo el castillo

La imagen de la encantadora y asustada Isabella abriéndose paso en la oscuridad por los laberínticos pasadizos del castillo es poderosa porque estos pasajes subterráneos son un tropo del gótico, que coloca a los personajes en lugares tenebrosos y oscuros:

La parte inferior del castillo la componían varios claustros intrincados y no era fácil para alguien en su estado de angustia encontrar la puerta que daba a la caverna. Un imponente silencio reinaba en aquellas regiones subterráneas: solo se oía de cuando en cuando alguna ráfaga de viento que sacudía las puertas a su paso, las cuales, rechinando en sus herrumbrosos goznes, devolvían eco tras eco en aquel largo laberinto de oscuridades" (p.34).

Es un espacio claustrofóbico que representa la sensación de encierro y oscuridad de toda la novela, y es un lugar que le sirve a Walpole para construir las reacciones naturales o realistas de sus personajes ante algo aterrador y sobrenatural.

La muerte de Matilda

La escena de la muerte de Matilda es casi un cliché. Su padre la apuñala y ella cae al suelo, donde agoniza mientras la gente se reúne a su alrededor, a la vez que su padre entra en un trance de locura y arrepentimiento: "Mientras algunos intentaban, junto con el desconsolado Theodore, contener la sangre de la princesa moribunda, el resto sujetaba a Manfred para impedir que pusiera fin a su propia vida" (p.129). En su agonía, la hermosa y virtuosa Matilda perdona magnánimamente a su padre y pide por la protección de su madre. Es la imagen definitiva de la pureza y el sacrificio femenino; la podemos imaginar vestida de blanco, con sus preciosos ojos cerrándose mientras expira bellamente: "[Jerome] colocó ante ella un crucifijo que ella bañó de lágrimas inocentes y preparaba su tránsito de este mundo" (p.130). Esta trágica escena de muerte es un tropo característico de la novela gótica.

La marca de Theodore

Cuando Theodore se arrodilla para morir ejecutado por Manfred, se aparta la camisa mostrando "la cicatriz de una flecha sanguinaria" (p.69) en el hombro. Uno puede imaginarse a este joven noble y apuesto listo para encontrarse con la muerte: "sofocó sus emociones, se quitó el jubón, se desabrochó el cuello y se arrodilló para decir sus oraciones" (ibid). Por si no fuera una imagen suficientemente conmovedora, el venerable Jerome ve la marca y estalla diciendo que Theodore es su hijo perdido hace mucho tiempo. Toda la escena construye una imagen extremadamente dramática y poderosa.