Canto general

Canto general Resumen y Análisis Cantos X-XII

Resumen

Canto X - El fugitivo

Este canto está integrado por poemas autobiográficos centrados en la persecución política sufrida por el autor.

El primer poema, llamado igual que el canto, está fechado en 1948. Durante los primeros nueve poemas, el yo lírico narra su itinerario clandestino en Chile. Se centra, sobre todo, en Valparaíso. Luego, hay un poema dedicado a González Videla, titulado “Qué puedes tú, maldito…”, y tres poemas en los que Neruda destaca la solidaridad del pueblo chileno para con él.

Canto XI – Las flores de Punitaqui

Este canto también es autobiográfico. El autor rememora poéticamente sus vivencias en el norte de Chile, y, en particular, su trabajo realizado junto a proletarios de la zona. Evoca y elogia distintas organizaciones obreras, así como también describe sus sufrimientos cotidianos.

El primer poema del canto, llamado “El valle de las piedras”, está fechado en 1946 y describe un día en particular de ese año (el 25 de abril) en el que llueve en Punitaqui mientras los obreros trabajan. Este es el único poema fechado. Dentro de este canto también se destacan poemas como "Hermano Pablo", en el que Neruda narra los pedidos que le realizan los obreros; "El hambre y la ira", dedicado a describir las condiciones laborales de las personas de la zona; dos poemas diferentes llamados del mismo modo: "La huelga". En ambos se describen huelgas de mineros.

Canto XII – Los ríos del canto

En este canto, Neruda homenajea a artistas militantes que fueron perseguidos y/o asesinados en distintas partes de Hispanoamérica. Consta solamente de cinco poemas que el yo lírico concibe como “cartas” que les escribe a dichos artistas. Cada una de estas cartas va acompañada por el lugar de procedencia del escritor en cuestión. La primero está fechada en 1948 y dedicada a Miguel Otero Silva; la segunda, a Rafael Alberti; la tercera, a González Carbalho; la cuarta, a Silvestre Revueltas; y la última, a Miguel Hernández.

Análisis

Canto X - El fugitivo

En este canto, Neruda relata la historia de la persecución que sufrió por formar parte del Partido Comunista. Está fechado en 1948. En ese año, como hemos dicho en el análisis previo, asume la presidencia de Estados Unidos Harry Truman e impone la “Doctrina Truman”, que tiene como principal objetivo combatir el comunismo. En consonancia con la política de Truman, el gobierno chileno, encabezado por González Videla, prohíbe en ese mismo año al Partido Comunista en Chile. Otros países se suman a la llamada “ola anticomunista”. Es por esto que “El fugitivo” es un canto que, aun siendo autobiográfico, intenta retratar una situación política general. Así como Juan no es una sola persona, sino que encarna el ideal de todos los trabajadores, el fugitivo no solo es Neruda: son todos los comunistas que están siendo perseguidos por su ideología política.

En relación con la historia particular de Neruda, tras la prohibición del Partido Comunista, este se erige como el representante más importante en contra del gobierno de González Videla. En 1948, el autor aún es senador en Chile, y desde el Senado da discursos en contra del presidente. Además, publica artículos en el extranjero contra el gobierno, y finalmente escribe la “Carta íntima para millones de hombres”, publicada en un diario venezolano, en la que postula los peligros que acarrea para la democracia latinoamericana el gobierno de González Videla. Este artículo provoca la petición del gobierno para, en primer lugar, quitarle el puesto de senador a Neruda por denigrar Chile en el exterior y por calumnias e injurias al presidente. Luego, se dicta una orden de detención contra el poeta. Allí, entonces, comienza la vida clandestina de “el fugitivo”, quien durante trece meses vive escondido en distintos lugares de Chile, hasta que logra escapar a caballo a Argentina.

“El fugitivo”, entonces, narra el periplo de Neruda dentro de Chile antes del exilio. Es, de alguna manera, una especie de diario poético de su viaje en la clandestinidad. En estos poemas hay dos tipos de episodios que aparecen de manera recurrente. Por un lado, están aquellos en los que el yo lírico fue acogido y resguardado por distintas personas que se solidarizaron con él y su causa, sobre todo personas desconocidas:

Una vez, a una casa, en la campiña,

llegué de noche, a nadie

antes de aquella noche había visto (…)

Entré, eran cinco de familia:

todos como en la noche de un incendio

se habían levantado (…)

y en la alta noche, apenas

recibido, me tendí al cansancio,

a dormir la congoja de mi patria.

(“El fugitivo”, p. 295)

Por otro lado, aparecen varios episodios en los que el yo lírico se enfrenta a la naturaleza hostil durante su huida:

Era invierno en el sur.

La nieve había

subido a su alto pedestal, el frío

quemaba con mil puntas congeladas.

(“Otra vez a la noche”, p. 297)

Volviendo a la biografía del autor, es importante destacar que el refugio más importante que tiene Neruda durante su vida en la clandestinidad lo encuentra en Valparaíso. Es por eso que el yo lírico le dedica cuatro poemas a esta ciudad de Chile. La casa en la que se refugia durante meses en 1948 es hoy un sitio de visita turístico. La ventana de dicha casa da a los cerros y allí, precisamente, el autor escribe el poema “Ventana de los cerros!...”: “Ventana de los cerros!, Valparaíso, estaño frío,/ mira conmigo desde mi escondite” (p. 301).

Tras estos poemas, en los que se retrata la vida del fugitivo, aparece el poema “Qué puedes tú, maldito…”. Ya en el canto “La arena traicionada”, Neruda, como hemos visto, le dedica un poema a González Videla, llamado “González Videla, el traidor de Chile”. “Qué puedes tú, maldito…” también está dedicado al dictador chileno. La idea fundamental de este texto es que, en realidad, el dictador está solo y no tiene nada, excepto una presidencia impuesta por los capitales extranjeros, mientras que Neruda, pese a estar en la clandestinidad, tiene todo lo que desea, ya que está junto al pueblo y junto a militantes y escritores de todo el mundo.

Para finalizar este canto, Neruda les dedica dos poemas a aquellas personas anónimas que lo ayudaron durante su vida en clandestinidad:

A todos, a vosotros

los silenciosos seres de la noche

que tomaron mi mano en la tiniebla, a vosotros,

lámparas

de la luz inmortal, líneas de estrella,

pan de las vidas, hermanos secretos.

(“A todos, a vosotros”, p. 307)

Canto XI – Las flores de Punitaqui

Este canto también continúa ahondando en las experiencias autobiográficas del autor. Está fechado en 1946. Durante ese año, Neruda viaja al norte del país trasandino como parte de su campaña política. Allí, se codea con los obreros y su vida diaria. A través de este canto, por un lado, el autor intenta representar poéticamente las duras condiciones laborales y la precarización que sufre la clase trabajadora en esta zona de su país:

Es este jueves de las pequeñas semillas

que en sus bolsas guardaron los campesinos hambrientos:

hoy apresuradamente picarán la tierra y en ella

dejarán caer sus granitos de verde vida.

(“El valle de las piedras, p. 313)

Por otro lado, Neruda intenta en este canto dejar en claro que, pese a ser un político, él no tiene en sus manos el poder para cambiar la realidad de su país. Por el contrario, Neruda se hermana con los proletarios como si fuera uno más de ellos y no perteneciera a la clase política (recordemos que, desde 1945, Neruda formaba parte del Senado). De hecho, en el poema “Hermano Pablo”, el yo lírico plantea directamente esa distancia entre él y los políticos:

Hermano Pablo, tú hablarás al Ministro

(Sí, hermano Pablo hablará al Ministro, pero ellos no saben

cómo me ven llegar

esos sillones de cuero ignominioso

y luego la madera ministerial, fregada

y pulida por la saliva aduladora.

(p. 314)

Otra particularidad de este canto se encuentra en la naturaleza descrita. Este es el primer y único canto dentro de la obra en el que el paisaje es árido. No solo en esta obra, sino en la poética de Neruda (en general, el agua es un elemento fundamental. La naturaleza siempre aparece atravesada por los ríos, rodeada por el océano. Y tanto los ríos como el océano son romantizados por el autor: aparecen como un consuelo para los hombres, así como también como una demostración de la fuerza de la naturaleza latinoamericana, que hace parte de la identidad del continente y sus habitantes.

El norte de Chile, abordado en este canto, es, por el contrario, un desierto. La hostilidad de la naturaleza no se relaciona con la potencia, la fuerza, el exceso, sino con la quietud y la carencia. El desierto chileno no les ofrece consuelo alguno a las personas que, además, viven en condiciones sumamente precarias. El sufrimiento, aquí, es doble. La opresión, el dolor y la muerte viven también en la naturaleza:

Era dura la patria allí como antes.

Era una sal perdido el oro,

era

un pez enrojecido y en el terrón colérico

su pequeño minuto triturado

nacía, iba naciendo de las uñas sangrientas.

(“Las flores de Punitaqui”, p. 317)

En el título del canto, “Las flores de Punitaqui”, hay un juego poético ligado al clima desértico, seco, en el que las flores, naturalmente, no abundan. ¿Qué son, entonces, las flores de Punitaqui? Son un símbolo de vida, de fuerza. Allí donde parece haber nada, hay flores, hay esperanza, hay algún tipo de belleza y consuelo. Es decir, Neruda encuentra en esas flores lo que en su poética suele encontrar en el agua:

Y allí con unas flores

las mujeres de allí, las chilenas de arriba, (…)

unas flores de Punitaqui, unas rojas flores,

geranios, flores pobres,

de aquella tierra dura,

depositaron en mis manos (…)

Eran en su pobreza

la fortaleza florecida, el ramo

de la ternura y su metal remoto.

(“Las flores de Punitaqui”, p. 318)

Para finalizar el análisis, es importante destacar la importancia que tiene el oro en este canto. Neruda le dedica tres poemas. Esto se explica porque en esa zona de Chile existen minas en las que se encuentra dicho mineral. El oro aparece representado poéticamente como parte esencial de la tierra que debería pertenecer, naturalmente, a sus habitantes, pero que es saqueado por los grandes capitalistas, foráneos, para vivir sus vidas ostentosas:

Tuvo el oro ese día de pureza (…)

Tierras del oro sin manchar, humanos

materiales, metal inmaculado

del pueblo, vírgenes minerías.

(“El oro”, p. 318)

Canto XII – Los ríos del canto

Ya en el poema “Qué puedes tú, maldito”, del canto “El fugitivo”, dedicado a González Videla, Neruda postula la unión fraternal que tiene con poetas de todo el mundo, que comulgan políticamente con sus ideas. Aquí, en “Los ríos del canto”, Neruda se dirige directamente a ellos a través de poemas-cartas, uniendo así la militancia política con el arte, y postulándolas como dos labores humanas que deben ser inseparables.

Recordemos que Canto general se enmarca dentro de la estética del realismo socialista, que tiene en sus fundamentos la idea de que toda obra debe ser útil políticamente para la sociedad, sobre todo para concientizar a los oprimidos. El polo opuesto de esta estética lo encarnan aquellos artistas que “hacen arte por el arte”. Como hemos visto, en el poema “Los poetas celestes”, del canto “La arena traicionada”, Neruda critica a aquellos escritores que, en lugar de hacer política con su arte, se dedican a imitar modas europeas; a hacer, precisamente, “arte por el arte”. Los poemas-cartas que conforman “Los ríos del canto” están dedicados a artistas militantes que, por el contrario, han pensado sus obras como una acción fundamentalmente política.

El primer poema-carta de este canto está dedicado a Miguel Otero Silva. Este autor venezolano forma parte de la llamada “Generación del 28”, que se opone a la dictadura de Juan Vicente Gómez. A partir de 1929, desde el exilio, Otero Silva comienza a militar en guerrillas. Luego, participa en la Guerra Civil Española, luchando en favor de los republicanos. En 1979 recibe el Premio Lenin de la Paz por parte de la Unión Soviética. Otero Silva tiene una gran amistad con Neruda. Los autores se envían cartas durante gran parte de sus vidas y realizan viajes juntos a diferentes partes del mundo.

En este poema, hay unos versos que ejemplifican con claridad la unión entre literatura y política que reina en este canto:

Qué azul es la vida, Miguel, cuando hemos puesto en ella

amor y lucha, palabras que son el pan y el vino,

palabras que ellos no pueden deshonrar todavía,

porque nosotros salimos a la calle con escopeta y cantos.

(“Carta a Miguel Otero Silva, en Caracas”, p. 329)

El segundo poema-carta está dedicado a Rafael Alberti. Este poeta español es miembro del Partido Comunista de España. Tiene una participación muy activa durante la Guerra Civil Española en favor de los republicanos. Así como hace Neruda en “Los poetas celestes”, Alberti escribe, en la revista El mono azul, en contra de los intelectuales españoles que se muestran reacios a entrometerse en cuestiones políticas, como Miguel de Unamuno. La amistad que lo une a Neruda es inmensa. De hecho, el autor chileno ha escrito que Rafael ha sido su hermano. Alberti se exilia tras la Guerra Civil Española en 1939 y vuelve a España recién en 1977. Neruda, en su poema-carta, le dice: “Volveremos, volveremos. Quiero contigo un día/ en tus riberas ir embriagados de oro/ hacia tus puertos” (“A Rafael Alberti, Puerto de Santa María, España", p. 333).

El tercer poema-carta está dedicado a José González Carbalho. Este escritor argentino está, hoy en día, casi en el olvido. Pese a ser fundador de la importante revista Martín Fierro, es difícil encontrar datos sobre su vida. Al formar parte de este canto, podría deducirse que Carbalho también fue un militante de izquierda. Sin embargo, no hay datos claros al respecto. De hecho, el poema de Neruda hace referencia únicamente a la poesía de este autor, sin mencionar cuestiones políticas. En este sentido, este poema-carta es una excepción dentro de “Los ríos del canto”. Tampoco hay datos acerca de la relación entre Carbalho y Neruda, aunque este, en el poema, también lo llama “hermano”: “Hermano, eres el río más largo de la tierra:/ detrás del orbe suena tu voz grave de río” (A González Carbalho, en Río de la Plata”, p. 339).

El cuarto poema está dedicado a Silvestre Revueltas. La particularidad aquí radica en que el mexicano Revueltas no es un escritor, sino un compositor de música. Ahora bien, él sí tiene una vida políticamente activa. Entre otras cosas, funda la Orquesta Sinfónica Nacional, que da discursos gratuitos a obreros; es presidente de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, que lucha contra el fascismo; y en 1937 se suma a las filas de los republicanos en la Guerra Civil Española. Neruda conoce a Revueltas en 1940, año de su muerte, y afirma que él es el más grande, más original y poderoso compositor de México.

Este poema es compuesto por Neruda como conmemoración de su muerte. Lo denomina “oratorio menor”. Un oratorio es una composición musical basada en temas sagrados como, en este caso, la muerte del músico mexicano:

En este día solemne de despedida eres tú el despedido,

pero tú ya no oyes,

tu noble frenta falta y es como si faltara

un gran árbol en medio de la casa del hombre.

(“A Silvestre Revueltas, de México, en su muerte. Oratorio menor”, p. 342)

La última carta-poema está dedicada a Miguel Hernández. Este poeta español participa en la Guerra Civil de su país, enfrentando a las fuerzas de Francisco Franco. Además, tiene una militancia activa dentro del Partido Comunista. En 1939, tras el final de la guerra, es apresado en Portugal, que en ese momento está gobernado por el fascista Salazar, aliado de Franco. En 1940 es condenado a muerte. Su amistad con Neruda comienza en 1933 y es muy estrecha. De hecho, gracias a sus influencias políticas, Neruda logra que Hernández sea liberado de la prisión, aunque al poco tiempo lo volverían a apresar.

En este poema, escrito tras el asesinato de Hernández, Neruda se lamenta por no haber podido hacer más para salvarlo de su condena:

Ya sabes, hijo mío, cuánto no pude hacer, ya sabes

que para mí, de toda la poesía, tú eras el fuego azul.

Hoy sobre la tierra pongo mi rostro y te escucho,

te escucho, sangre, música, panal agonizante.

(“A Miguel Hernández asesinado en los presidios de España”, p. 343)