Tengo miedo, torero

Tengo miedo, torero Resumen y Análisis Partes 8-9

Resumen

Parte 8 (99-109)

La mañana siguiente al festejo de cumpleaños de Carlos, a la Loca la despiertan ruidos en la casa. Dos jóvenes, comandados por Laura, están llevándose unas cajas de libros, con el permiso otorgado por Carlos. La Loca se muestra ofendida porque no recibió aviso previo. Mientras toma sus dientes postizos, olvidados tras la felación de la noche anterior bajo un cojín, recoge un carnet de identidad. Se pregunta si será de Carlos y si ese será el nombre del joven. Prefiere guardarlo y no mirarlo, no enterarse del asunto. Para distraerse enciende la radio, en la que se escucha que la Central Nacional de Informaciones (CNI) ha desbaratado un plan subversivo. Esa noticia la pone alerta y decide buscar una fuente más confiable de información, por lo que sintoniza Radio Cooperativa, que en ese momento está anunciando una manifestación para exigir justicia por la violación a los Derechos Humanos. En ese momento reflexiona sobre la conciencia política ganada y se distancia ideológicamente de otras locas, como su amiga Lupe, a la que califica como "de derecha" (101).

Tres días después del cumpleaños de Carlos, solo quedan dos cajas y el cilindro metálico en la casa. No hay ninguna noticia sobre su paradero y la Loca presiente que hay algo que está terminando. Nostálgica, recuerda una tarde, unos días atrás, en la que ella le hace un favor: él debe entregar un paquete en el centro y ella hace el encargo por él. Carlos le indica cómo llegar, y la Loca sale con una pesada bolsa que parece contener herramientas metálicas. Cuando la micro llega al centro, todo está en ebullición. Las calles están llenas de humo de gases lacrimógenos y la gente corre hacia todos lados intentando guarecerse de la represión. Ella, en la confusión, salta a la vereda y se da cuenta de que el paquete de Carlos ha quedado en el asiento de la micro, que se aleja. Corre, logra treparse nuevamente al vehículo y encuentra la bolsa tirada bajo los asientos. Al bajar, se cruza con una muchedumbre que se manifiesta a los gritos contra la dictadura. Ella sigue avanzando y queda frente a la muralla policial. Allí, altiva, le dice a un policía que la deje pasar; este último, un poco confundido, le abre paso: "Con tanto descaro una ni siquiera puede hacer las compras del supermercado tranquila" (106). A las doce, la Loca deja el paquete en manos de quien debía dejarlo, un hombre "descolocado por su homosexuada presencia" (106). Cesa ese recuerdo reflexionando sobre todo lo que es capaz de hacer por ese muchacho.

Cuando Carlos llega a la casa, dispuesto a retirar lo que queda, las dos cajas y el tubo de acero, la Loca le pregunta si no va a disimular ese artefacto de algún modo. Él le pregunta si, entonces, ella sabe de qué se trata. Y ella comienza allí una melodramática escena, con gritos de despecho, recriminaciones y corridas escalera arriba. Ella le dice que ante sus preguntas, siempre la respuesta del muchacho es la misma: "Después te explico" (107). Él le explica que es información peligrosa, pero, al fin y al cabo, están los dos metidos en este asunto. Decide, entonces, contarle algo de lo que sí puede contar: le dice que su nombre verdadero no es Carlos, sino que es su chapa; que es miembro del Frente Patriótico Manuel Rodríguez y que, a esa altura, ella también lo es; acuerdan una contraseña para tener juntos, una frase secreta por si alguna vez deben usarla en la clandestinidad, que es la que da título a esta novela: "Tengo miedo, torero".

Parte 9 (111-114)

El dictador y su comitiva se preparan para salir hacia la casa de fin de semana en el Cajón del Maipo. Lucía, la esposa, se queda porque sufre un fuerte dolor de cabeza. En el camino, el sonido de las alarmas, las mismas que usualmente lo acompañan, lo sobresaltan, como si fuera un presagio. Le ordena al chofer que la apague, que nadie se atrevería a cruzarse en su camino, ni siquiera el FPMR, "que son puros estudiantes que juegan a ser guerrilleros" (112). Se mofa de ellos, que leen poesía; él odia la poesía. En ese momento recuerda, con desdén, al poeta Pablo Neruda. Y luego se relaja porque piensa en la paz que se siente al viajar sin el parloteo constante de su esposa.

El chofer le dice que van a tomar otra ruta, porque en la cuesta de Achupallas están haciendo arreglos sobre el camino. Pinochet lo lamenta, porque le gusta pasar por allí y sentir la sensación de vértigo que le produce la cuesta, que le recuerda a la sensación que tuvo el 11 de septiembre de 1973, cuando dio la orden para que se produjeran explosiones sobre La Moneda.

Análisis

En esta parte del texto se nombra a la CNI. Las siglas hacen referencia a la Central Nacional de Informaciones. Se trata de un organismo de inteligencia de la policía política, que responde a Augusto Pinochet y se encarga de perseguir, secuestrar, torturar y desaparecer a sus opositores. Al escuchar la noticia sobre el plan desbarajustado por este organismo, la Loca se pone nerviosa y alerta por Carlos. Ella, que todavía no está al tanto de las actividades del muchacho, sospecha. El no querer mirar el carnet de identidad encontrado en el sillón es otra de las muestras de la negación de la protagonista a saber la verdad: es como si temiera que su conocimiento pusiera en peligro la relación amorosa que intenta mantener con el joven.

Como muestra de su despertar de conciencia política, que continúa creciendo, vemos aquí cómo, al escuchar esa noticia sobre la CNI, la Loca busca en el dial información fidedigna. Es ella ahora la que sintoniza Radio Cooperativa: "De tanto escuchar transmisiones sobre ese tema, había logrado sensibilizarse, emocionarse hasta vidriar sus ojos, escuchando los testimonios de esas señoras a quienes les habían arrebatado al marido, a un hijo, o algún familiar en la noche espesa de la dictadura" (101). Las experiencias de dolor de las mujeres, madres y esposas de los desaparecidos, la conmueven y sensibilizan. Ella teme por Carlos y empatiza con esas mujeres sufrientes; es decir, se une a ese dolor femenino.

A la vez, eso la lleva a distanciarse de Lupe, su amiga, a quien ahora reconoce en un extremo opuesto: "Ahora se atrevía a decir dictadura y no gobierno militar, como lo llamaba la Lupe, esa loca tan miliquera, tan de derecha y no tiene dónde caerse muerta" (101). Lupe no logra ver la realidad que la Loca, gracias a su apuesta al amor, está comenzando a conocer: "Y por suerte para ella, había llegado Carlos a su vida mostrándole la realidad cruel que rodeaba a los chilenos" (102). Para la Loca, Lupe "no tenía idea lo que era ser de derecha, pero decirlo daba distinción" (101-102). Sin embargo, cada vez que la ve, le hace muchas preguntas sobre Carlos, que la Loca evade y piensa: "Qué colisa tan sapo" (101). El discurso de Lupe parece de propaganda proselitista y muestra, paradójicamente, cómo alguien aislado del sistema no se da cuenta de la extrema marginalidad al que este lo arroja: "Por eso yo amo el toque de queda, amo a mi general que tiene a este país en orden. Amo a este gobierno, porque a todas las locas nos da de comer, y con el miedo, los rotos anda más calientes" (102).

Pero no se trata solamente de que Lupe se sienta representada o albergada por el poder dictatorial; la Loca, incluso cuando está colaborando con una organización opositora, recibe el rechazo desde la izquierda, que lucha por mayor justicia social. Cuando la Loca lleva la pesada bolsa encargada por Carlos al centro, la recibe un sorprendido hombre que le agradece entre dientes y se descoloca ante "su homosexuada presencia" (106). Esta exclusión de la homosexualidad y la disidencia de las filas de la izquierda, que es en 1986 tema del "Manifiesto (Hablo por mi diferencia)" que Pedro Lemebel lee en un acto, se materializa en la novela en el sentimiento de la Loca. A medida que va despertando su conciencia política, también se va dando cuenta del rol que le dieron en la organización. Otra vez ocupa un lugar marginal y expresa su queja ante Carlos: "tú nunca me tomaste en serio, nunca creíste que yo podía guardar un secreto (...) ¿no estamos metidos los dos en esto?" (107).

En este momento de reproches, Carlos y la Loca, en una escena cargada de elementos melodramáticos, como las didascalias que gestualizan de forma exagerada la interacción entre los protagonistas, deciden que tendrán una "chapa", una clave secreta para comunicarse en la clandestinidad. En este momento también se descubre que la organización en la que está Carlos, y, por extensión y colaboración, también la Loca, es el Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Carlos asume que ese nombre es su chapa en la organización y ella lo compara con el nombre que ella usaba cuando hacía su show travesti. Al escuchar esa comparación, él responde: "Esto es otra cosa, mariposa, rió Carlos, guardando el carné, es político, es otro nombre para actuar en la clandestinidad" (108). Ante esa risa y diferenciación, ella vuelve a la teatralización y le habla "(con infantil timidez)" (108) y "(mirándolo con miedo cinematográfico)" (108).

La sección focalizada en Pinochet da cuenta de que el dictador odia tanto a comunistas como a homosexuales e, incluso, a la poesía: "ese Frente Patriótico Manuel Rodríguez, que son puros estudiantes que juegan a ser guerrilleros. Son puros cabros maricones que tiran piedras, cantan canciones de la Violeta Parra y leen poesías" (112). De hecho, y esto se vincula también con un aspecto que atañe al lenguaje, Pinochet afirma categórico: "Yo odio la poesía" (113). El lenguaje de la Loca, lleno de recursos poéticos, no sería, entonces, el mismo lenguaje que habla y acepta el dictador. En este momento, además, recuerda con hastío al poeta chileno Pablo Neruda y la entrega del Premio Nobel en 1972, un año antes de que él tomara por la fuerza el poder. En una parte anterior, Lucía menciona a Jorge Luis Borges, escritor argentino, y lo coloca, en cambio, como modelo: "un caballero, un gentleman que se emoción tanto cuando lo condecoraste con la Cruz al Mérito. Dicen que el pobre se perdió el premio Nobel porque habló bien de ti" (92). Así, por un lado, se trata el tema de los artistas e intelectuales afines y contrarios al régimen y, por otro lado, se homenajea, en la novela, la figura de Neruda y, con sarcasmo, se castiga a Borges, quien elogió en algún momento al Chile de Pinochet. Además, da cuenta de la ignorancia de Lucía, quien ostenta saberes que no posee, al asumir que no entendió lo leído y nombrar mal la obra de Borges: "Dicen que sus libros son muy interesantes, pero la verdad, Augusto, yo no entendí ni jota cuando traté de leer el Olé, Haley, Alf. ¿Cómo se llama ese libro famoso" (93).

Por último, se menciona aquí, y lo recuerda Pinochet como un "histórico gesto" (114), el ataque a La Moneda el 11 de septiembre de 1973. Ese es el día del golpe de Estado. El Palacio de La Moneda de Chile, ubicado en Santiago, es la sede presidencial y es el lugar que recibió un bombardeo, ordenado por Pinochet, para tratar de obligar a Salvador Allende, presidente democrático en ese momento, a renunciar a su cargo. Ese día, el presidente Allende, se suicida y las fuerzas armadas toman el poder de la nación.