Rosaura a las diez

Rosaura a las diez Resumen y Análisis Capítulo 1 (Segunda parte)

Resumen

Desde que Camilio se sincera con Milagros y sus hijas, ellas empiezan a querer a Rosaura, aún sin conocerla, como si fuera parte de la familia. Pese a al pedido de discreción de Camilo, el resto de los huéspedes se entera rápidamente de toda la historia y todos comienzan a estar pendientes de lo que él hace y deja de hacer.

Un día, Camilo llega con un pequeño retrato de Rosaura. Lo había estado realizando a escondidas y en paralelo al cuadro solicitado por el padre de ella. Camilo se lo muestra a Milagros y a sus hijas, quienes están desesperadas por saber cómo es su amada. En el cuadro, Rosaura se ve hermosa y las mujeres quedan sorprendidas de que “con toda su belleza, con toda su riqueza, con toda su bondad y toda su juventud, se había enamorado de Camilo” (81). Tras el cuadro hay una dedicación: “A Camilo, con todo mi amor, Rosaura” (82). Pese a que Camilo no quiere que nadie vea el retrato, David Réguel se entromete en el cuarto para pedir una aspirina y lo descubre. David dice conocerla de algún lado, lo cual pone extremadamente nervioso a Camilo. Al día siguiente, todos están al tanto del cuadro y pasan por la habitación a verlo.

Un día, el padre de Rosaura se mete en la habitación donde Camilo trabaja y comprueba que el retrato de su hija está casi terminado. Por ese motivo, lo presiona para que finalice con el trabajo en una última visita. El último lunes en la mansión, Camilo termina el cuadro sin la presencia de su amada. Antes de que se vaya, Rosaura se aparece y le dice que intentará lograr que vuelvan a verse. Mientras Camilo lidia con la tristeza se aparece la tía de Rosaura, que le da sus honorarios, le dice estar al tanto del romance y le explica el problema: Rosaura le ha expresado a su padre que tiene simpatía por Camilo, pero el hombre se opone por completo a la relación, ya que ella tiene un compromiso de casamiento con su sobrino, el sujeto de labios gruesos que Camilo ya vio en la casa. Para la mujer, lo mejor es que Camilo se vaya y “no intervenga” (91).

Al lunes siguiente, Camilo recibe la última carta de Rosaura. Milagros presiente que nada bueno puede contener ese sobre, por lo que se lo deja en su habitación sin decir nada. Después del almuerzo vuelve a la habitación de Camilo, quien le muestra la carta, en la que Rosaura se despide para siempre de él: “Adiós para siempre. En vano he intentado luchar contra lo que tú ya sabes” (96). Aunque Milagros insta a Camilo a que luche por ella, e incluso le propone hacerlo ella misma, él decide dejar las cosas como están. Esa noche, durante la cena, David Réguel le dice a Camilo que ha visto casualmente a Rosaura en el tranvía. Mortificado por la idea, Camilo se encierra en su habitación. Milagros interroga a David: quiere saber si ha entablado charla con ella, pero él no le dice nada.

Una noche, mientras todos cenan en el comedor, alguien toca el timbre de La Madrileña a las diez en punto. Cuando Elsa, la mucama, abre la puerta, Milagros advierte que se trata nada más ni nada menos que de Rosaura. Rápidamente se produce un gran revuelo en la hospedería, y todos los inquilinos salen a recibirla. Todos menos Camilo, que se queda paralizado en su asiento. Milagros interroga incesantemente a Rosaura, quien parece estar en estado de shock y casi no se comunica. Sin embargo, Milagros consigue sonsacarle que ha escapado de su casa. Todos parecen estar contentos menos Camilo y Rosaura; él observa a Rosaura paralizado, ella no emite palabra alguna. Finalmente, Milagros consigue que David Réguel le ceda su habitación a Rosaura y comparta temporalmente la de Camilo.

Cuando el resto de los comensales se van a dormir, y tras aceptar que Rosaura no le va a dar demasiadas respuestas, Milagros la deja comer tranquila. En un momento, Rosaura extiende el brazo para tomar una copa y Milagros advierte que tiene un brazo repleto de “Manchas como de golpes” (118).

El inspector le pregunta a Milagros si alguna vez notó algo raro en Rosaura, pero ella no recuerda nada en particular. Sí le parece que Rosaura era demasiado callada, y que su relación con Camilo, quien “no le hacía ninguna caricia, ningún arrumaco” (122), era un tanto fría. También destaca que Rosaura llegó a entablar relación con David Réguel, quien parecía coquetear con ella. Una tarde, recuerda, se levantó de la siesta oyendo que alguien se lamentaba. Al llegar a la habitación de Rosaura, la encontró llorando desconsolada mientras David la consolaba e insultaba ferozmente a Camilo, allí presente. Luego de esa situación, Milagros arrastró a Rosaura al comedor con el objetivo de que le explicara qué sucedía, pero la joven no quiso decir nada.

Días después, unos policías se presentan en la hospedería. Aunque ellos no dicen nada en concreto, Milagros advierte que buscan a Rosaura, así que los distrae y deja que se vayan. Al preguntarle a Rosaura, ella dice creer que pueden haber ido de parte de su padre. Al poco tiempo, Milagros se entera que un hombre vigila el lugar por la noche. Cree que puede ser un detective. En ese momento, el inspector la interrumpe y le confirma que una mujer había denunciado anónimamente la hospedería.

Un día antes de la declaración de Milagros, Rosaura y Camilo finalmente se casan. Milagros se propone como testigo de Rosaura y Coretti, de Camilo. Mientras organizan el trámite, Rosaura confiesa que no tiene, salvo una cédula, ningún documento para el casamiento. Allí descubre Milagros que el verdadero nombre de la novia no es Rosaura sino Marta Córrega, y que Camilo está al tanto de ello. Luego del casamiento en el Registro Civil, realizan una pequeña fiesta en la hospedería, tras el cual los novios parten para el Hotel Wien, que les reservó Milagros. Cuando los novios se van, David Réguel deja la hospedería sin que nadie lo note. La fiesta termina y todos se van a dormir. Horas más tarde, Milagros se despierta con los gritos de David, quien anuncia, alarmado, que Camilo ha asesinado a Rosaura en un hotel de poca monta en el barrio de Once.


Análisis

En este segmento, los lectores terminamos de descubrir cuál es el crimen que propicia la delaración de la señora Milagros: el asesinato de Rosaura. Sin embargo, otras incógnitas surgen como consecuencia de este testimonio. La caracterización de Camilo dista mucho de la que uno podría imaginarse de un asesino: ¿Es él, tal como afirma David, quien le quitó la vida a Rosaura? A su vez, ¿qué hacía David en la escena del crimen? ¿Cómo llega a descubrir que es Camilo el asesino? ¿Puede considerársele otro sospechoso? Más aún, los lectores nos podemos preguntar acerca del motivo por el cuál la relación entre Camilo y Rosaura es tan fría y distante, el por qué del nombre falso de Rosaura, cuál es la causa de los golpes que tiene en los brazos y quién es la figura femenina misteriosa que denunció a la hospedería con la policía.

Como vemos, el desarrollo de este primer capítulo coincide con la descripción que Tzvetan Todorov realiza sobre el género del relato policial. Tal como él afirma, Rosaura a las diez no presenta “una historia sino dos: la historia del crimen y la historia de la investigación” (2003: 37). Los lectores seguimos el desarrollo de la segunda historia, la de la investigación, y nos encontramos con la tarea de ir reconstruyendo la historia del crimen a partir de las distintas incógnitas, pruebas e información que la investigación nos provee. Como todo policial, la novela nos invita a tomar una actitud activa frente al desarrollo de la trama, a formular hipótesis y preguntas; a ocupar, en definitiva, el rol del investigador.

La presencia del tema de “Los chismes y el fisgoneo” ocupa un lugar central en estas páginas. La señora Milagros dice querer a Camilo Canegato como si fuera de su familia, pero lo cierto es que tiene una actitud descuidada frente a la privacidad de su inquilino. En el segmento anterior fuimos testigos de cómo Milagros y todos los huéspedes se enteran del amorío de Camilo luego de que ella le revise su correspondencia. En este vuelve a suceder algo similar: cuando Camilo se sincera con Milagros acerca de la delicada situación que atraviesa su romance, todos en la hospedería terminan sabiendo el secreto: “Pronto, sin embargo, todos supieron qué escollos amenazaban la aventura de Rosaura y Camilo. Matilde se lo dijo muy en secreto a Hernández, y Hernández, también muy secretamente, se lo confió a Réguel, y Réguel a Coretti, y Coretti a Gaviña, y Gaviña a Juan Palotes. La única que quedó afuera de la cadena fue la señorita Eufrasia, porque a ésa no hay quien la trague” (93). En esta cita, los habitantes de La Madrileña aparecen representados como eslabones de una cadena unidos por la transmisión del chisme. Milagros, por su parte, se presenta a sí misma como alguien ajena al chismorreo, pese a ser ella el primer eslabón de la cadena.

Aún así, la llegada de la última carta de Rosaura genera un cambio de actitud en Milagros. Ahora la mujer está al tanto de que ese manuscrito puede significar el fin del romance de Camilo y toma, por primera vez, una posición discreta; comprende que revisarle la correspondencia sería traicionar su confianza, y un sentimiento de vergüenza la domina:

La impaciencia de saberlo me impulsaba a abrir el sobre, pero otro sentimiento, un sentimiento hasta entonces desconocido para mí, un pudor, una vergüenza, vagamente me hacía ver que aquella carta era sagrada (...). Parecíame que aquella carta en la que estaba encerrada no sé si la felicidad o la desgracia de Camilo, aquella carta en la que estaba escrita la sentencia que lo elevaría a los cielos o lo arrojaría a los infiernos, era algo íntimo, algo secreto, algo inviolable, que sólo a él tenía que ser revelado. Y sentía un desagrado, una irritación, un fastidio, como si alguien quisiera hacerme cómplice de un negocio sucio (94).

Como vemos, este pasaje no solo ilustra la centralidad que los temas “La correspondencia” y “Los chismes y el fisgoneo” tienen en la novela, sino que también se ofrece como una forma de anticipación, experimentada por Milagros, del aura de fatalidad que envuelve la relación entre los amantes. Aunque se siente cómplice de un negocio sucio, no puede explicar qué motiva dicha sensación.

La fatalidad presagiada en torno al vínculo se enfatiza aun más cuando Camilo ingresa a su habitación, donde lo espera la correspondencia de Rosaura. En ese momento, Milagros ve a Camilo “dirigirse a su pieza como una madre ve al hijo ir a la guerra o a la pared donde van a fusilarlo” (95). Los símiles de la guerra y el fusilamiento sugieren la apreciación de Milagros respecto al contenido de la carta, en tanto podría significar el fin de la relación entre los novios, frustración amorosa tan grave como la muerte. Sin embargo, también puede ser interpretado en relación al asesinato de Rosaura y el posterior encarcelamiento de Camilo.

Hacia el final del capítulo, Rosaura irrumpe con su presencia en La Madrileña, y su inesperada aparición genera toda una nueva serie de interrogantes. El extraño comportamiento que presentan los novios una vez juntos sorprende a Milagros, quien señala irónicamente: “Usted conoce a Camilo, y yo, que la conocí también a ella, le puedo asegurar que se habían juntado dos charlatanes” (68). Para ella, lejos de ser una pareja de charlatanes, Camilo y Rosaura son más bien lo contrario, y no puede comprender su relación fría y poco afectuosa, en contraste con la pasión leída en las cartas.

A su vez, el vínculo que Rosaura genera con David, los golpes que presenta en sus brazos, su reticencia a dar cualquier tipo de información, el descubrimiento de su nombre real y la inesperada llegada de la policía a la hospedería entrañan nuevas incógnitas en relación a la joven. Cabe mencionar, por último, que Rosaura llega a las diez de la noche a La Madrileña. Por lo tanto, es este acontecimiento el que le da el nombre a la novela. De esta manera, Marco Denevi genera expectativas sobre este acontecimiento puntual del relato. Cierta información aún no revelada rodea la aparición de Rosaura, y los lectores deberemos aguardar a los próximos capítulos para comprender su importancia.