Rosaura a las diez

Rosaura a las diez Citas y Análisis

“Y todos abrían la boca, y no podían creer que Camilo pudiera despertar tales pasiones, y quisieron ver la carta, y la carta pasó de mano en mano, y cada uno dijo su opinión, su chisme. Porque así es la vida, desgraciadamente. No se tragan entre ellos, pero para poner en solfa al otro estaban todos de acuerdo, y tan amistosamente, que parecían hermanos”.

Milagros Ramoneda, Capítulo 1, p.50

Milagros dice estas palabras mientras rememora el momento en que, tras leer frente a sus huéspedes una de las cartas de Rosaura, todos comienzan entrometerse en la historia amorosa de Camilo. Irónicamente, Milagros critica la personalidad chismosa de sus huéspedes sin hacerse cargo de que fue ella misma quien hizo pública la correspondencia de Camilo, y la que abrió su última carta sin autorización. En todo caso, este pasaje vuelve a presentarnos la importancia del tema de “Los chismes y el fisgoneo” en Rosaura a la diez.

Cabe mencionar la opinión generalizada que todos en La Madrileña tienen acerca de Camilo como un personaje del que no cabe imaginarse que pueda despertar algún interés amoroso en una mujer. Esta caracterización de Camilo se reitera una y otra vez a lo largo de la novela, y en ella reside la clave de la farsa que Camilo arma para que todos crean que tiene una amante. Camilo construye la mentira de Rosaura para romper de una vez por todas la imagen de hombre imposible de ser amado que todos tienen de él.

“Cuando Camilo me contaba todo esto, yo pensaba: vea, vea qué castillos construye un hombre, y más si es un hombre solitario, en cuanto una mujer le ha demostrado algún interés, alguna amabilidad. En seguida se hacen una novela. En seguida creen que la mujer está loca por ellos. Por eso, como yo digo siempre, la mujer, si no anda el amor de por medio, que no le dé al hombre ni la extremaunción, porque si no, el hombre se cree con derecho a todo”.

Milagros Ramoneda, Capítulo 1, p.70

Cuando Camilo pone al tanto a Milagros acerca de su situación amorosa, lo primero que hace ella es desconfiar de que alguien pueda llegar a quererlo. Tanto Milagros como sus hijas consideran a Camilo un hombre asexuado, solitario, desagradable y sin carácter; un hombre a quien es bueno tener como familiar, pero que no está hecho para el amor y la seducción. Por lo tanto, Milagros teme que Camilo, al exagerar la amabilidad de Rosaura, haya tomado por amor lo que solo se trata de un trato cortés. Por ese motivo afirma su consejo de que las mujeres deben ser precavidas a la hora de relacionarse con los hombres, porque siempre puede haber alguno que tome cualquier mínimo gesto como una prueba de amor, y luego hay que andarse ocupando de sacárselo de encima. Este pasaje nos permite pensar los temas de “La soledad” y “El amor imposible” en relación con la apreciación cruel que los personajes tienen sobre la figura de Camilo. Para ellos, cualquier forma de amor es un imposible para este hombre, puesto que no tiene el carácter ni el aspecto físico para merecerlo.

“Pronto, sin embargo, todos supieron qué escollos amenazaban la aventura de Rosaura y Camilo. Matilde se lo dijo muy en secreto a Hernández, y Hernández, también muy secretamente, se lo confió a Réguel, y Réguel a Coretti, y Coretti a Gaviña, y Gaviña a Juan Palotes. La única que quedó afuera de la cadena fue la señorita Eufrasia, porque a ésa no hay quien la trague”.

Milagros Ramoneda, Capítulo 1, p.93

Pocos pasajes ilustran tan bien como este el chismorreo generalizado que impera en La Madrileña. Luego de que Camilo se sincere con Milagros acerca de la delicada situación que atraviesa su relación con Rosaura, debido a la negativa del padre a que salga con él, todos en la hospedería comienzan a enterarse del secreto confesado. La cita contiene una metáfora que permite caracterizar a los habitantes de la hospedería como eslabones de una cadena unida por la transmisión del secreto de boca en boca. Como siempre, Milagros toma distancia de la personalidad chismosa y fisgona de sus huéspedes, pese a ser ella el primer eslabón de la cadena de chismosos. Por su parte, Camilo no es indiferente a la afición a los chismes de Milagros, y por eso la elige a ella para confesarle la farsa de su romance con el objeto de que llegue a oídos de su verdadero interés amoroso: Matilde.

“La impaciencia de saberlo me impulsaba a abrir el sobre, pero otro sentimiento, un sentimiento hasta entonces desconocido para mí, un pudor, una vergüenza, vagamente me hacía ver que aquella carta era sagrada (...). Parecíame que aquella carta en la que estaba encerrada no sé si la felicidad o la desgracia de Camilo, aquella carta en la que estaba escrita la sentencia que lo elevaría a los cielos o lo arrojaría a los infiernos, era algo íntimo, algo secreto, algo inviolable, que sólo a él tenía que ser revelado. Y sentía un desagrado, una irritación, un fastidio, como si alguien quisiera hacerme cómplice de un negocio sucio”.

Milagros Ramoneda, Capítulo 1, p.94

Cuando Milagros recibe en su hospedería la última carta de Rosaura, ya está al tanto de la situación delicada en la que se encuentra el romance de Camilo. Esta cita ilustra hasta qué punto Milagros es incapaz de hacerse cargo de su personalidad chismosa y fisgona: por primera vez en su declaración parece haber adquirido algo de conciencia acerca de que revisar la correspondencia ajena implica traicionar la confianza de Camilo, y un sentimiento de vergüenza y pudor nunca experimentado la domina.

Más allá de la centralidad que los temas de “La correspondencia” y “Los chismes y el fisgoneo” tienen en este pasaje, es posible considerarlo como una anticipación experimentada por Milagros de la fatalidad en la que va a desembocar la relación entre Camilo y Rosaura. Ella se siente cómplice de un delito o negocio sucio por ser quien le entrega la carta a Camilo, pero no termina de explicar el motivo de su sensación. Al finalizar el capítulo, los lectores podemos vincular esta sensación con el propio asesinato de Rosaura.

“Tathagata es uno de los apodos de Buda Siddharta. Quiere decir: “El que ha llegado a la verdad.” Buda quiere decir: “El iluminado”, y Siddharta: “El que cumplió su propósito”. Bueno, ¿qué decía? Ah, que yo soy el hombre que ha llegado a la verdad. A la verdad en este embrollo de la muerte de Rosaura, claro”.

David Réguel, Capítulo 2, p.137

En este pasaje, David recupera la figura del primer Buda, fundador de la religión y doctrina espiritual conocida como budismo, surgida entre los siglos VI y IV a.C. en la India. David se compara a sí mismo con Buda mientras explica que él es el único que ha sabido percibir la personalidad homicida de Camilo oculta en su aspecto indefenso y cobarde. Como vemos, la cita evidencia la excesiva arrogancia de este personaje, quien se considera superior no solo al resto de los huéspedes de La Madrileña sino también al personal policial que investiga el caso del asesinato de Rosaura. David no solo se cree inteligente sino que concibe sus atributos intelectuales como pertenecientes a un orden superior, casi divino. Sin embargo, su autopercepción termina adquiriendo un sentido irónico, ya que todas las opiniones que tiene acerca de Rosaura resultan abrumadoramente incorrectas.

“Para él fue una ocasión lúbrica, como un muchacho que puede espiar una escena íntima. Tenía a su disposición a una mujer joven, hermosa, rica, que no sabía nada del mundo, que lo miraba encandilada, que lo creía un semidiós, y él, que nunca había hecho sombra en el suelo, ahora tenía, momentáneamente, es cierto, dentro de las paredes de aquella casa, un poder infinito, ¿me comprende? El poder de la seducción”.

David Réguel, Capítulo 2, p.149

David desprecia profundamente a Camilo, a quien considera un sujeto patético y resentido con el mundo. Para él, el profundo desinterés de los demás han convertido a Camilo en un hombre vengativo y malvado. Por si fuera poco, asegura que Camilo nunca podría estar a la altura de una mujer como Rosaura, y que el haber tenido la suerte de enamorarla lo hizo sentir un hombre mucho más valioso de lo que en realidad es.

Marco Denevi es un maestro a la hora de caracterizar a sus personajes, no desde la descripción de un narrador objetivo, sino a partir de sus acciones y modos de hablar y comportarse. De esta manera, la declaración en primera persona de David Réguel nos permite a los lectores advertir que estamos ante un personaje superficial y resentido, que solo considera a las personas a partir de su aspecto exterior, y que necesita constantemente invalidar al resto para exacerbar sus propias virtudes. Cabe mencionar, sobre esto último, que David se siente atraído por Rosaura desde el primer momento en que la ve. Sus opiniones acerca de Camilo, por lo tanto, se encuentran influenciadas por su propio anhelo de ser él quien enamore a Rosaura y de presentarse a sí mismo como un hombre de mayor valía que el pintor.

“—¿Rosaura fue un sueño de esa especie?
—Exactamente. El sueño de un imposible. Otros sueñan que son millonarios. Yo soñé que una mujer me amaba”.

Julián Baigorri y Camilo Canegato, Capítulo 3, p.206

Este diálogo, producido entre Camilo y el inspector, pone de manifiesto la centralidad del tema de “El amor imposible” en la novela. Camilo es consciente de que, debido a su aspecto exterior y su falta de carácter, tiene pocas posibilidades de atraer el interés de alguna mujer. Por ese motivo, la farsa de su romance con Rosaura se le ocurre como consecuencia de su mayor sueño: que alguien lo ame por lo que es. Para él, el amor es algo imposible que solo puede ocurrirle en el mundo de la fantasía.

Por otro lado, este pasaje vuelve a repetir el motivo de los sueños. Antes del diálogo, Camilo le cuenta al inspector acerca de su tendencia a soñar en demasía. Sus sueños se le presentan con tal intensidad y regularidad que el mundo real y el de los sueños se le acaban entremezclando al punto en que no puede diferenciar el uno del otro. Por este motivo, la aparición de Rosaura en la hospedería confunde tanto a Camilo, ya que no consigue identificar si se trata de una mujer real o solo un engaño de su mente.

“La fábula de Rosaura tuvo un fin. Quise que una primera mujer picoteara en mi bazofia, porque yo sabía que en seguida se despertaría el interés de las demás, y como esa primera mujer no podía ser de carne y hueso, como una mujer de carne y hueso no aparecía, la inventé. La inventé para quebrar la ley de la indiferencia. Ah, sí, señor. Algunos se quejan del odio. Pero estos ignoran que la indiferencia es más terrible que el odio. Porque el odio es como un fuego que quiere destruir, pero quiere destruir a quien considera alguien. El mismo hecho de que quiera destruirlo le hace al menos la justicia de reconocerle un valor. Pero la indiferencia no”.

Camilo Canegato, Capítulo 3, p.211

Mientras le da su declaración al inspector Baigorri, Camilo ofrece estas palabras, con las que justifica su decisión de haber inventado el romance con Rosaura. Camilo Canegato es un hombre solitario que pasa desapercibido para el resto de las personas, sobre todo de las mujeres. Para contrarrestar el poco interés que genera en ellas, se le ocurre crear la farsa de su romance con la esperanza de que las demás mujeres -sobre todo Matilde, de quien está secretamente enamorado- lo vean a él como alguien digno de amor e interés. De esta manera, este pasaje ilustra la centralidad que los temas “La verdad, la falsedad y las mentiras”, “El amor imposible” y “La soledad” tienen en la novela.

A su vez, cabe destacar la apreciación que tiene Camilo acerca del odio. Para él, el potencial destructivo del odio, que es ‘como un fuego que quiere destruir’, es algo más deseable incluso que la indiferencia. Camilo padece sobremanera que nadie le preste atención y prefiere ser digno de esta pasión que, al menos, lo haría sentirse reconocido como persona.

“A lo largo de esos años Elsa ha amado a Camilo Canegato con veneración, fanatismo, tozudez y —si la expresión le es permitida a la señorita Eufrasia— absoluto anonimato. Diversas circunstancias (circunstancias de edad, de trato, de ignorancia, de soledad, de introversión) coadyuvaron para que se despertase en la pobre muchacha su peregrino sentimiento (...). El amor de Elsa no sé expresó sino a través de las únicas manifestaciones asequibles a una extraña y solitaria criatura de su especie”.

Julián Baigorri, Capítulo 4, p.231

Hacia el final de la novela, los lectores nos enteramos, a través la declaración de la señorita Eufrasia, de la relevancia de Elsa para la resolución del misterio del asesinato de Rosaura. Si bien Elsa ya había sido mencionada desde los primeros capítulos, la poca importancia dada a este personaje por el resto de los habitantes de La Madrileña ocasiona que los lectores no nos detengamos en ella como un personaje digno de interés. En este sentido, Elsa presenta varios paralelismos con la figura de Camilo Canegato: ella también le resulta indiferente al resto de los personajes, es una mujer caracterizada por su soledad e introversión, y su aspecto exterior la vuelve poco seductora para los demás, que no se detienen a pensarla como un personaje digno de amor. A su vez, pese a ser considerada por todos como un ser insignificante, su presencia acaba siendo central para la resolución de la investigación, ya que es quien proporciona la carta en la que se descubre la verdadera identidad de Rosaura.

“Hice sonar el timbre. Una china con aspecto de mucama salió a atenderme. Le pregunté si allí vivía el señor Camilo Canegato. Y en eso un mundo de gente salio del interior de la casa y vino a mi encuentro, gritando, riendo, y llamandomé Rosaura. Y aqui comiensa, tia, lo que deseaba contarle”.

María Correa, Capítulo 5 p.251

Con este pasaje termina Rosaura a las diez. Es un pasaje significativo en tanto ofrece los elementos esenciales para terminar de dilucidar el misterio que envuelve tanto la identidad de Rosaura, como los culpables y motivos de su asesinato. María le explica a su tía como, luego de pasar cinco años en prisión, se dirige a La Madrileña a pedirle dinero a Camilo para poder escapar de la ciudad, ya que una banda de proxenetas la busca para matarla. La casualidad ocupa un lugar central para la resolución del misterio, porque María llega a la hospedería justo en el momento en que Camilo inventa su relación con Rosaura. Como Camilo crea el retrato de Rosaura basándose en una foto de María, todos creen que ella es su enamorada cuando se presenta en la hospedería. Por su parte, María aprovecha la situación para presionar a Camilo con el objetivo de que la mantenga económicamente. De esta manera, el pasaje también explica la extraña relación que Rosaura y Camilo tienen durante su estancia en La Madrileña.

Cabe mencionar algo significativo en relación con la escritura de este manuscrito. María Correa no escribe utilizando un vocabulario y una ortografía que se condice con el que el resto de los huéspedes, y que los lectores esperaríamos de un personaje como Rosaura, quien se caracteriza por tener una educación culta y provenir de una familia adinerada. De este modo, Marco Denevi construye, a partir del manuscrito de la carta, la personalidad de una persona que no ha recibido una buena educación, consecuencia de sus orígenes humildes.