Maus

Maus Resumen y Análisis Libro II: Capítulos 1-2

Resumen

Capítulo 1: Mauschwitz

Art está de vacaciones en Vermont con su pareja y amigos. Recostado bajo un árbol, trata de decidir con qué animal representará a Françoise en el cómic, Maus. Ella es francesa pero se convirtió al judaísmo para complacer a Vladek. Finalmente, Art se decide por la opción que Françoise prefiere y la representa como un ratón, al igual que al resto de judíos. De pronto, una de sus amistades los interrumpe para decir que Vladek llamó porque le dio un infarto. Sin embargo, cuando Art se pone al teléfono, descubre que esto es mentira, y que Vladek solo quería asegurarse de hablar con su hijo. El verdadero problema es que Mala lo dejó y le robó dinero. Por todo esto, Art y Françoise deben volverse prematuramente de sus vacaciones.

En el coche, Art le cuenta a Françoise acerca de sus sentimientos hacia sus padres y el Holocausto. Considera imposible retratar lo que sucedió y le genera culpa haber tenido una vida tan fácil en comparación a ellos. Esto se entremezcla con sus sentimientos hacia Richieu, que vivió el Holocausto con ellos y, al haber fallecido, es el niño perfecto con el cual él se compara a lo largo de su vida.

Art y Françoise llegan al bungalow en Catskills, donde Vladek los recibe y les pide que se queden todo el verano. Sin embargo, antes de que puedan responder algo, los manda a dormir. Al otro día los despierta muy temprano; Vladek tiene mucha energía y se queja de todo, especialmente de Mala y de lo que le robó. Mala se encuentra en Florida, donde intenta recuperar un depósito que habían hecho para comprar una propiedad. Vladek se vincula desde la queja y el reproche, y la mayoría de los temas que propone versan sobre las maldades que Mala le ha hecho y el dinero que Art derrocha sin preocuparse. Luego de unas horas, comienzan a trabajar en los papeles de Vladek para el banco, pero la situación es insostenible: Vladek quiere recomenzar la actividad una y otra vez porque no está satisfecho con los resultados. Françoise sugiere que salgan a caminar mientras ella se encarga de resolver el papeleo. Art toma la grabadora para aprovechar la caminata.

En Auschwitz, los nazis les quitan la ropa, les afeitan las cabezas y los obligan a darse una ducha helada. Los presos agradecen a Dios que no sea de gas. Luego, les dan ropa y zapatos, pero en general no son de la talla correspondiente. Cada preso recibe un tatuaje en la parte interior de su antebrazo: un número de varias cifras que sirve como identificación en los campos de concentración. En el lugar se respira un olor terrible -el de los cuerpos incinerados-, y a la distancia pueden observarse las chimeneas humeantes, el único lugar -como dice Vladek- por el que los judíos pueden escapar a esa pesadilla: la muerte.

Vladek y Mandelbaum se encuentran con Abraham, quien les dice que los contrabandistas sabían yiddish y que lo obligaron a escribir la carta que llevó a Vladek y Anja directo a la trampa. Después de esta conversación, Vladek no vuelve a ver a Abraham y sospecha que murió. Por el contrario, sí se encuentra con los contrabandistas que los traicionaron: los nazis los metieron en el campo de concentración después de usarlos. Por dura que sea la experiencia de Auschwitz para Vladek, es aún peor para Mandelbaum. Sus pantalones son demasiado grandes y uno de sus zapatos es muy pequeño, razón por la cual debe usar una mano para llevar el zapato, por si logra cambiarlo, y la otra para sostener su pantalón. Por culpa de esta incomodidad, pierde su cuchara e incluso también la primera comida, porque se le resbala de las manos. Vladek y Mandelbaum duermen uno al lado del otro en una pequeña cama individual.

El supervisor polaco (al que llaman Kapo) de su cuartel alinea a los prisioneros y pregunta si alguien puede hablar inglés. Vladek aprovecha la oportunidad y levanta la mano; como el Kapo desea aprender inglés, Vladek consigue un trato preferencial al convertirse en su docente. Así consigue comida, se salva de la muerte repetidas veces, obtiene ropa de su talle y también, presionando un poco al Kapo, una cuchara, un par de zapatos y un cinturón para Mandelbaum. Mandelbaum está encantado con esos favores, pero pronto los alemanes lo llevan a trabajar y Vladek nunca lo vuelve a ver. Durante más de dos meses, el Kapo mantiene a salvo a Vladek, pero pronto le dice que tendrá que ser asignado a un equipo de trabajo. Vladek le dice que sabe aprender rápido y que en Sosnowiec trabajó como hojalatero.

Cuando llegan a un hotel privado, Vladek se escabulle hacia el patio, con Art atrás, sin que el guardia los vea. Se acomodan en una mesa, y Vladek le cuenta cómo funciona el lugar, así como algunas anécdotas que vivió allí. Luego, se unen a un juego de bingo que ya está en marcha.

Capítulo 2: Auschwitz (el tiempo vuela)

Es febrero de 1987 y Art está sentado sobre una mesa de dibujo fumando, retratado como un ser humano con máscara de ratón. Las moscas zumban alrededor de su cabeza y se lo nota deprimido. Reconstruye temporalmente diferentes eventos: la muerte de Vladek de un ataque cardíaco en 1982; su primer hijo, que va a nacer dentro de dos meses, y la publicación de la primera parte de Maus el año anterior. Explica que Maus fue un éxito, pero igual se siente deprimido. Art está abrumado por entrevistas y propuestas de trabajo, y a medida que se siente cada vez más presionado por su entorno, su imagen se transforma en la de un niño pequeño.

Art visita a su psiquiatra, Pavel, también sobreviviente judío del Holocausto, y le explica que se siente bloqueado al momento de dibujar; tiene la sensación de que nada de lo que haga se comparará con la supervivencia de su padre al Holocausto. A Art le genera remordimiento retratar a su padre de la forma en que lo hizo; Pavel aventura que quizás Vladek se sentía culpable por sobrevivir a Auschwitz, mientras que tantas otras personas murieron. Eso los lleva a debatir sobre qué significa exactamente haber sobrevivido al Holocausto, y Pavel le dice a Art que la supervivencia, en última instancia, fue solo cuestión de suerte.

Cuando Art deja su sesión, toma nuevamente la forma de adulto, se siente motivado y comienza a escuchar las grabaciones de su padre.

Vladek está trabajando en la hojalatería de Auschwitz, aunque no tenía realmente formación en la profesión. Su jefe, Yidl, es un judío ruso y comunista que sabe del pasado de Vladek como propietario de una fábrica. A Yidl le molesta tener como empleado a un rico que nunca supo trabajar, mientras los nazis matan a obreros calificados. Vladek, con miedo de que lo denuncie, aprovecha los intercambios de comida con los trabajadores polacos para conseguir alimentos buenos y mejorar su relación con Yidl. La comida escasea en todo el campamento, por lo que es un bien muy preciado. Los nazis les otorgan raciones de té amargo, queso podrido, sopa de nabo y pan hecho con aserrín y harina. Estos alimentos, suministrados en escasas porciones, van matando de hambre lentamente a los judíos. Además, el trato es brutal: cada noche se realiza un appel, es decir, un control del estado de los prisioneros. Para ello, los forman y los cuentan para asegurarse de que nadie haya escapado.

Durante este tiempo, Anja está en Birkenau, un campo más grande a tres kilómetros de aquel en el que se encuentra Vladek. Mientras que Auschwitz es un campo de trabajadores, Birkenau es solo un área de espera para las cámaras de gas y los crematorios. Vladek mantiene contacto con su esposa a través de Mancie, una judía húngara privilegiada en Birkenau, que consiguió su estatus conviertiéndose en la amante de un guardia nazi. Anja está frágil y abatida; su Kapo la trata mal, la obliga a cargar pesos que no soporta, la golpea y la priva de la comida cuando falla. Mientras tanto, Mancie, a escondidas, pasa las notas que Vladek y Anja se escriben, además de la comida que Vladek consigue para su esposa.

Un día llega un guardia de las SS a la hojalatería en busca de trabajadores para ir a Birkenau. Vladek se ofrece como voluntario porque esto le otorga la posibilidad de ver a su esposa. Cuando llega al campamento, todos los trabajadores llaman desde el techo a sus seres queridos; afortunadamente, Vladek encuentra a Anja, y la pareja logra hablar, aunque sin mirarse, para que los guardias no sospechen. Ella está extremadamente delgada, por lo que Vladek le insiste para que coma y no comparta con nadie más la comida que tiene, algo que ella le confiesa que hace porque carece de apetito. Un día, en los breves encuentro que tienen, son descubiertos por un guardia, quien lleva a Vladek a una habitación vacía para golpearlo con un garrote. Sin embargo, hasta ahora, Vladek es relativamente fuerte y puede soportar los golpes, cosa que Anja no hubiese logrado. Incluso la fortaleza de Vladek le permite sobrevivir las primeras Selektions, o sea, los chequeos médicos que hacen los nazis para separar a los débiles y enfermos de aquellos que pueden trabajar.

En la hojalatería, Vladek se entera por Yidl que están necesitando zapateros, así que busca al Kapo del taller para ofrecer sus servicios. Recordando lo que aprendió de la tienda de Miloch, se las ingenia para hacer buenas reparaciones. Así consigue un cuarto caliente, y los oficiales comienzan a llevarle los zapatos a él porque se vuelve excelente en el oficio y esto le vale raciones de buenos alimentos. En Birkenau, Anja sigue pasándola muy mal debido al cruel trato que recibe de su Kapo. Sin embargo, logra revertir esta situación cuando le dice que ella conoce a un buen reparador de calzados que podrá arreglar sus botas. Así, Anja consigue un trato preferencial al hacer que Vladek repare el calzado de su Kapo.

Vladek se entera, gracias a sus superiores, de que van a construir un taller nuevo, y para ello van a necesitar trabajadoras de Birkenau. Vladek planea ahorrar comida y cigarrillos para sobornar a quien sea necesario y lograr el traslado de Anja. Aunque en un primer intento le roban todo lo que ahorra y esconde abajo de su cama, esto no lo detiene, y vuelve a recolectar cigarrillos y comida hasta que logra traer a Anja a Auschwitz.

Vladek toma la costumbre de arrojarle a Anja paquetes de comida por arriba de la cerca que los separa, hasta que una vez la ven tomar el paquete y un oficial la persigue. Afortunadamente, Anja logra esconderse y no pueden reconocerla. Tras este episodio, Vladek tiene que dejar de pasarle alimentos, aunque de todas formas pronto cierran el lugar donde trabaja y lo transfieren a la sección de trabajos físicos. Obligado a cavar fosas y acarrear piedras, adelgaza mucho, al punto de que durante la siguiente Selektion debe esconderse en los baños porque teme no pasar el examen médico y ser enviado a la cámara de gas.

Mientras regresan del paseo por los Catskills, Art desea esclarecer un poco la cronología del relato, pero Vladek se contradice con las fechas. Durante el Holocausto no tenían relojes ni calendarios, y la percepción del tiempo para ellos estaba sumamente distorsionada. Françoise los encuentra afuera y les dice que terminó de arreglar los papeles del banco y preparó comida. Mientras toman té, continúan con la historia.

Cuando los rusos avanzan hacia Polonia, los nazis comienzan a desmantelar el campo con la intencionalidad de no dejar rastro y reconstruir todo en Alemania, donde seguirían haciendo lo mismo con los judíos cautivos. Vladek comienza a trabajar desmontando las máquinas en las cámaras de gas. Así, puede observar cómo éstas están construidas: las cámaras simulan una ducha, tienen una habitación para desvestirse y luego un cuarto de baño. Una vez adentro, las puertas se cierran y los prisioneros son rociados con Zyklon b, un potente pesticida. Los cuerpos finalmente se cargan en un ascensor y se los pone en el horno para incinerarlos. Con la prisa del último tiempo, no todos los prisioneros llegan a las cámaras y comienzan a cavarse fosas en las que tiran a los judíos, vivos y muertos, los rocian con gasolina y los prenden fuego.

Art le pregunta a su padre por qué los judíos no intentaron resistir. Vladek le explica que estaban muy debilitados física y moralmente, y además existía la constante esperanza de la llegada del ejército ruso. Por otra parte, matar a un alemán implicaba la muerte inmediata de muchísimos de ellos. En ese momento, a Vladek se le resbala un plato de las manos y se rompe. Art y Françoise se hacen cargo del desorden, pero Vladek les pide que conserven las piezas para pegarlas, puesto que se trata de su plato favorito. Art se ofrece a lavar los platos restantes, pero Vladek no lo deja, puesto que piensa que no va a ser cuidadoso y los va a romper.
Esa misma noche, Vladek duerme mientras que Françoise y Art están sentados en el porche, exhaustos. Art desea que Vladek vuelva con Mala, para que tenga compañía, ya que no podría soportar quedarse mucho tiempo más con él. Vladek comienza a gemir en voz alta mientras duerme; Françoise se asusta, pero Art le explica que es normal en él.

Análisis

Al inicio de la segunda parte de la novela gráfica, Artie recupera un momento de unas vacaciones de verano en el que discute con su pareja sobre la mejor forma de retratarla en la historia que desea contar. Françoise es una chica francesa que se convirtió al judaísmo para complacer a su suegro, y esto, en algún punto, genera una preocupación en Art. El artista intenta dibujar a su esposa como una rana (un término común y algo despectivo para los franceses), un ratón (porque es judía), un caniche (presumiblemente una referencia a un "caniche francés") y muchos otros animales. Por su parte, Françoise preferiría ser identificada como un ratón. Pero cuando Art la confronta con su nacionalidad francesa, hace una pausa y sugiere un conejito. Art, sin embargo, rechaza esta representación como "demasiado linda" para aplicarla a una nación con una profunda historia de antisemitismo y colaboración nazi.

Por supuesto que el lector ya sabe cuál es la decisión final tomada por el autor, puesto que Françoise siempre aparece retratada como una ratona, pero explicitar este dilema es una forma de volver sobre el tema de la etnia que atraviesa toda la obra. En el siguiente pasaje, Art sugiere una posibilidad para abordar la cuestión: ¡Lo tengo…! Viñeta uno: mi padre encima de la bici fija… le digo que acabo de casarme con una rana francesa… viñeta dos: de la impresión, se cae de la bici. Así que vamos a ver a un rabino ratón. Dice unas palabras mágicas y ¡tachán…! Al final de la página la rana se ha convertido… ¡en un bello ratón!" (p. 172).

Todo el intercambio en torno a la representación de Françoise destaca la dificultad recurrente en Maus de agrupar diversos grupos de personas en categorías rígidas representadas gráficamente por diferentes animales. Francia puede tener una historia desagradable, pero, ¿debería responsabilizarse a Françoise por estos eventos? Hay buenas razones para que el autor represente etnias y nacionalidades como animales diferentes. El motivo del gato y el ratón es una buena metáfora de las relaciones entre alemanes y judíos, y las representaciones también permiten tratar gráficamente los problemas étnicos, evitando la necesidad de identificaciones desordenadas de etnia y nacionalidad dentro del texto (en otras palabras, al dibujar un judío, el autor no tiene que escribir en el texto que la persona es judía; con dibujarlo como un ratón basta para que el lector lo comprenda). Como puede verse, la etnicidad y la nacionalidad son temas muy complejos y, en ocasiones, las categorizaciones del autor pueden parecer demasiado simplistas, incluso para él mismo, como se explicita en la metanarrativa del capítulo 2.

Después de recibir la llamada con la falsa noticia del ataque de Vladek, Artie y Françoise se dirigen a los Catskills, la zona en la que Vladek veranea. La conversación que ambos personajes tienen en el auto es una de las secciones temáticamente más importantes del libro. Art se siente inadecuado y mal equipado para terminar el libro que se ha propuesto dibujar, y está lleno de emociones complejas sobre su familia y el Holocausto. Esta sección introduce por primera vez el llamado “síndrome de culpa del sobreviviente" y amplía la relación de Art con el Holocausto. Este síndrome es un trastorno de estrés postraumático que suele afligir a las personas que sobreviven a una situación en la que otras mueren. Esta forma particular de padecimiento fue documentada por primera vez en sobrevivientes al Holocausto: muchos de quienes lograron escapar de los campos de concentración confesaban sentir que no tenían derecho a vivir.

En el coche, Art habla con cierto detalle de su preocupación sobre el Holocausto. Él nació en Suecia después del final de la guerra y, por lo tanto, se salvó de sus horrores; no obstante, estos han afectado profundamente su vida. De niño, confiesa Art, pensaba a menudo en el Holocausto e imaginaba o deseaba estar en los campos con sus padres. La conversación en el auto también versa sobre la presencia constante de Richieu, su hermano muerto durante la guerra, en la infancia de Artie. Aunque sus padres ni siquiera hablaban de Richieu, la presencia constante de su retrato en la casa empujaba a Artie a compararse siempre con él y sentir que nunca podría ser tan bueno para sus padres como el hijo muerto:

Yo no solía pensar mucho en él… Era solo una fotografía grande y borrosa colgada en el dormitorio de mis padres (...). La foto nunca tenía pataletas ni causaba problemas… era un niño ideal, y yo, un incordio. No podía competir. No hablaban de Richieu, pero la foto era como un reproche, él habría sido médico, se habría casado con una judía adinerada… el muy miserable. Pero al menos él podría haberse encargado de Vladek… ¡da miedo… rivalidad entre hermanos por una foto! (p. 175)

Todo el episodio del auto forma parte de un tema más amplio en Maus relacionado con el impacto de eventos pasados ​​en el presente. Esta idea prevalece a lo largo de la historia, ya que la mayoría de los personajes principales continúan viéndose afectados de una forma u otra por el Holocausto, que tuvo lugar décadas antes de que Art comenzara a dibujar el Libro I. Para Art, la presencia de la foto de Richieu en la habitación de sus padres representa este nexo entre el pasado y el presente. Además, el papel destacado del pasado en la vida actual de Art se refleja en las formas de relacionarse con su padre y la perpetua tensión en la que viven: Vladek sigue afectado por el espectro del Holocausto, que, en parte, ha dado lugar a las cualidades personales -como la tacañería o la aversión al derroche- que tanto molestan y exasperan a su hijo.

La estructura que presenta el capítulo 2 es única, ya que no sigue la trayectoria tradicional presente-pasado-presente, sino que el capítulo comienza con un tercer tipo de narrativa que se puede considerar una "metanarrativa". El capítulo, por lo tanto, propone una estructura de metanarrativa-narrativa del pasado-narrativa del presente. La metanarrativa tiene lugar en 1987, un año después de la publicación del primer libro de Maus, y cinco después de la muerte de Vladek, y aborda directamente las dudas y preocupaciones de Art sobre la publicación del libro. La sección también entra en más detalles sobre los problemas aún no resueltos de Art en relación a la culpa que rodea el vínculo con su padre. La metanarrativa es una de las secciones temáticamente más importantes de la segunda parte, puesto que explicita muchos de los temas de la obra, especialmente la culpa, la supervivencia y la suerte.

Una de las características más llamativas de esta metanarrativa es un cambio en la representación gráfica de los personajes y en la naturaleza de la metáfora animal. Tanto en las narraciones pasadas como presentes, todos los personajes están dibujados con cuerpos humanos y cabezas de animales. No obstante, en la metanarrativa todos los personajes se dibujan como seres humanos con máscaras de animales, con la cuerda que la sostiene claramente visible en la parte posterior y los lados de la cabeza. Ejemplos anteriores en el libro han sugerido que, en algunos niveles, el autor considera que la metáfora del animal es inapropiada y demasiado simplista (tal como hemos mencionado, por ejemplo, al inicio de esta sección del análisis). La metanarrativa hace explícito el desafío que implica en la novela sostener la metáfora étnica en la que se basa la obra: Art presenta las dudas que tiene sobre su decisión de asignar distintos animales a distintos grupos étnicos y nacionalidades. Al colocar a todos sus personajes con máscaras, sugiere que los problemas de etnia y nacionalidad son productos de nuestras mentes y que, en el fondo, todos somos personas.

La metanarrativa también incluye una de las imágenes más poderosas del libro: un Art Spiegelman deprimido, sentado en un tablero de dibujo sobre una pila de judíos representados como ratones muertos y demacrados. Pilas similares se alinean en las aceras afuera de su apartamento cuando sale de su casa. Estas imágenes son una representación inquietante del efecto continuo del Holocausto en el autor, y un recordatorio de los efectos del pasado en el presente. A pesar de los muchos años que han pasado desde el Holocausto, incluso a pesar de que él mismo nunca lo vivió, este evento forma parte de su vida cotidiana.

La discusión de Art con su psicólogo profundiza en estos temas y le otorga al lector una ventana desde la que asomarse a la psiquis del autor representado en su propia obra. Pavel, su terapeuta, sugiere que Art se siente culpable por la representación menos que positiva de su padre en el primer libro de Maus, y reflexiona sobre la culpa del superviviente que puede afectar a Vladek: "Quizá tu padre necesitara tener siempre la razón, demostrar que siempre podría sobrevivir, porque se sentía CULPABLE de haber sobrevivido. Y descargó su culpa en ti, donde estaba a salvo, en un verdadero sobreviviente" (p. 204, en negrita en el original). En este pasaje, Pavel sugiere que tal vez Vladek se sentía culpable por haber sobrevivido al Holocausto cuando tantos amigos y familiares haían sido asesinados, y que descargó esa culpa sobre su hijo. Esta transferencia de la culpa sobre el hijo puede corroborarse a lo largo de la historia, y quizás el mejor ejemplo se encuentra en la introducción del Libro I, cuando el pequeño Artie se lamenta por la burla recibida de sus amigos y Vladek lo amonesta, diciéndole que hasta que no lo encierren en una habitación con un grupo de personas y sin comida durante una semana, ni siquiera puede saber el significado de la palabra "amigo".

La sesión de terapia de Art también profundiza en una discusión sobre la supervivencia y la suerte. Pavel le pregunta a Art si es admirable haber sobrevivido el Holocausto, y explica que la vida siempre elige la vida, y por eso “se culpa a las víctimas” (p. 205) por no haber sobrevivido. Sin embargo, dice Pavel, la supervivencia fue aleatoria y se basó puramente en la suerte: “No sobrevivieron los mejores, ni murieron los mejores. ¡Fue el azar!” (p. 205, en negrita en el original). Aunque Vladek claramente posee muchas cualidades que lo ayudaron a sobrevivir (ingenio, capacidad de ahorrar comida y dinero, etc.), su supervivencia dependió de una gran medida de la suerte. Ejemplos de ello hay en todos los capítulos, especialmente en el relato de su tiempo en Auschwitz. Cuando Vladek está demasiado débil para pasar las selecciones diarias, por ejemplo, se esconde en el baño y no es descubierto por pura casualidad. Del mismo modo, cuando el guardia lo ve hablando con su esposa, lo golpea brutalmente en vez de dispararle; los prisioneros en Auschwitz eran asesinados por ofensas mucho menores, y el hecho de que se le perdonara la vida nuevamente se basó en la casualidad.