La traición de Rita Hayworth

La traición de Rita Hayworth Resumen y Análisis Capítulos 15-16

Resumen

Capítulo 15: Cuaderno de pensamientos de Herminia, 1948

Herminia es la instructora de piano de Toto. Tiene 35 años y se considera una solterona. Se mudó de Buenos Aires a Vallejos para que el clima seco la ayude con su asma, que no la deja dormir a la noche. Recuerda que decidió dejar Buenos Aires cuando le cayó saliva con sangre en las teclas del piano y la pollera. No era tuberculosis, pero con el susto fue suficiente para decidir marcharse. El fragmento que leemos de su cuaderno empieza con una mención a Mary Todd de Lincoln, la mujer de Abraham Lincoln. Mary Todd era reconocida por su inteligencia, aunque por su poder intuitivo se le adjudicó injustamente actos de brujería. Ella era amada y respetada, pero después de la muerte del presidente Lincoln se la declaró víctima de insania y se la desposeyó de sus bienes. Herminia piensa que es mejor haber vivido así que como ella, que dentro de poco perderá toda esperanza.

Herminia tuvo un sueño en el que una locomotora caía vertical y despacio desde el techo a su cama, camino a aplastarla. Piensa que aquel sueño se debía a que estaba durmiendo del lado del corazón, lo que hacía que corriera la sangre con dificultad. Herminia cree que tal vez la locomotora es un símbolo del piano, que, si bien la llevó a amar la música y a ganar una Medalla de Oro en el Conservatorio a los diecisiete años, es responsable de que le falte un hombre en su vida. Paquita, con sus diecisiete años, va a casarse con uno de los empleados del Banco, va a recibirse el año que viene de maestra y ya tendrá su vida realizada, a diferencia de Herminia, que no tiene ni tendrá marido o empleo fijo.

Herminia cuenta que Toto le genera rabia, cariño e indiferencia. Es un chico que con sus quince años no para de opinar sobre todo y sobre todos. Toto dice que no es amigo de nadie en Vallejos porque no tiene de qué hablar con gente que nunca lee, y tiene una visión muy crítica de la gente sencilla, que solo piensa en comer, trabajar y dormir. Por el contrario, Herminia considera que es mejor no pensar demasiado, porque así uno disfruta más de la vida; ella cambiaría la suya por la de cualquier ama de casa con un marido soportable. También dice que Toto es una basura por haberle dicho al novio de Paquita que ella estuvo con Raúl García. Pero, al mismo tiempo, siente lástima por él, porque es evidente que Toto tiene celos de que Paquita se case, tan compañera que era de él. Herminia tiene curiosidad por la chica que Toto eligió, Tatiana, la rusita del colegio, aunque cree que tal vez su relación sea invento.

La indiferencia hacia Toto surge cuando aquel inventa historias que dice que leyó, como cuando le cuenta la historia de El loco de Chejov, en la que relata que el protagonista quiso poseer a una sirvienta a la que no podía sentir al tacto. Herminia se pregunta qué necesidad tiene Toto de inventar esos disparates. Herminia también cuenta que una vez tuvo ganas de ir al cine, pero al final no fue, a ver una película titulada Lujuria, que para ella significaba una cosa prometedora pero totalmente desconocida. Piensa que Delia es una lujuriosa, porque teniendo marido se acuesta con medio pueblo, incluso con Héctor. Leyendo el diccionario, Herminia aprende de las “wyllis”, las vírgenes que se suicidan y que después de muertas van a un bosque donde se la pasan danzando toda la noche. A Herminia le sirve pensar en las wyllis para no recordar la hoja de afeitar que la ayudaría a dejar de sufrir la agitación por el asma y el insomnio. No querría pasar a otra vida para seguir sufriendo.

Otro día Herminia tiene una discusión con Toto sobre la existencia de Dios y del mal. Él le cuenta la historia de una película francesa, en la que un señor feudal ponía a prueba a sus hijos entrenándolos para convertirlos en poderosos soldados, mientras por las noches exponía individualmente a cada uno con un tratamiento diferente: a uno lo debilitaba con sanguijuelas, a otro le hacía sorber licor para hacerlo dependiente al alcohol, a otro le susurraba cosas terribles para ponerlo en contra de sus compañeros, a otro lo tentaba con una esclava semidesnuda. El día de la batalla sus soldados murieron o volvieron derrotados, por lo que el señor feudal los increpó diciéndoles que no habían sabido desbaratar las trampas del mundo y los sometió a castigos, mientras preparaba a una nueva generación de niños para el mismo sometimiento. Toto cuenta esta historia para comparar al monstruoso señor feudal con Dios. Sostiene que ambos someten a males a personas inocentes para ponerlos a prueba superiores a sus fuerzas, y que esto se puede evitar si se los preserva de las “infecciones del mal” (p.285). Herminia responde que el ser humano tiene libre albedrío y que cae por su propia culpa, pero Toto le dice que ningún ser humano desea su propia perdición, sino que caen por su propia estupidez y vicio, y que si todos nacieran inteligentes e impermeables al vicio no habría necesidad del infierno. Toto concluye que Dios no es perfecto porque hace posible la existencia del mal. Por eso prefiere pensar que Dios no existe a pensar en un Dios tan peligroso. Herminia no sabe qué responder a esta tesis y le dice que otro día continuarán la discusión.

Herminia recuerda cuando, hace dieciocho años, visitó las sierras de Córdoba con su familia para mejorar del asma. La madre de Paquita va a ir después del casamiento de su hija. Herminia piensa que le gustaría tener un marido callado y trabajador como el padre de Paquita. Ella no quiere viajar al Tíbet como Toto; preferiría quedarse en Vallejos y tener un hombre de bien. Un día Toto viene con una foto de sus compañeros del Washington, en donde aparece Tatiana. Todos parecen muy grandes para ser amigos de él. Toto le habla a Herminia de Adhemar y le dice que es el más buen mozo del colegio, y que una chica le dijo que cuando llegara a 5º año Toto sería como él. Herminia piensa que Toto le recuerda cada vez más a un profesor del Conservatorio que era un “antipático invertido” (p.289) de afeminados modales.

Capítulo 16: Carta de Berto, 1933

El último capítulo es la carta que Berto escribió, pero decidió no enviar, en el capítulo 2, por lo que la novela vuelve quince años atrás, al año 1933. La carta está dirigida a su hermano, Jaime, que se fue a España con la mujer para que se recupere de su enfermedad. Toto es un bebé de ocho meses y “Hectorcito” (p.292), el hijo de su hermano, está viviendo con Berto y su familia. Berto le reprocha al hermano no tener noticias de él desde que se fue. También le cuenta sobre sus problemas económicos, debidos a que los animales se están muriendo en el campo por la sequía. Le está ocurriendo lo mismo que hace seis años, cuando el hermano no le hizo caso con comprarle la producción a todos los tamberos y perdieron mucha plata. Dice que a Mita no le cuenta nada de la gravedad de la situación, también para que la familia no se entere. A fin de año fue con el gerente a decirle que iban a quedar siete peones en la calle y a él no le importó. Pero Berto tiene confianza en que la justicia al final triunfará.

Berto está muy contento con su bebé, al que llama su “negrito precioso” (p.295). Le dice al hermano que extraña mucho a su madre. Ella quería que Berto estudiase y se recibiera de algo, pero dentro de todo él no está mal. Le dice al hermano que tiene que visitar a sus parientes en Barcelona, e imagina que se debe estar acostando con la mitad de las madrileñas. Berto no es como Jaime: él, desde que la conoció a Mita, se olvidó de que existen las mujeres. Le gusta que su mujer tenga estudios suficientes para educar a su hijo, pero quiere que deje de trabajar ni bien las cosas se arreglen. Si logra cerrar un trato la semana que viene, la hace renunciar en seguida. Berto le cuenta que, cuando vino Adela, la hermana de Mita, de visita, él escuchó algo que le hirió mucho. Al volver de jugar a la pelota oyó una conversación entre las hermanas, en la que Adela decía que Mita hacía mal en darle todo el suelo a Berto, que ella debía usar por lo menos la mitad para gastos de ella. Berto se ofendió mucho de que en ese momento Mita no dijera nada, como dándole la razón a su hermana. Antes de que las cosas anduvieran mal él hacía que Mita mandara todo lo que quisiera de su sueldo a La Plata. Berto dice que Mita es lo mejor que pueda haber, pero que tendría que haber ubicado a “la hiena que tiene por hermana” (p.297).

Berto piensa que cuando Toto empiece el colegio él se va a asegurar de que tenga todo lo que necesite para estudiar. No quiere que él tenga la lucha que él está teniendo. Mita insiste en que se vayan a vivir a La Plata, así Berto puede terminar el bachillerato y estudiar abogacía, pero él no quiere vivir de favor en una casa que no es suya y cree que ya se le pasó la edad para estudiar. Le reprocha al hermano que le hizo abandonar el colegio a los quince años para que lo ayude en la fábrica. Berto cree que Jaime no tenía necesidad, que podría haber contratado a cualquier muchacho de confianza, y agrega que nunca le va a perdonar que lo sacara del colegio antes de poder hacerse de armas para luchar en la vida. Le vuelve a dar rabia de que lo haya dejado sin noticias tanto tiempo, sin preguntar siquiera por Hectorcito, y piensa que ahora tendrá que gastar una fortuna en estampillas para mandarle la carta. Se pregunta para qué le escribe si a Jaime él nunca le importó. Jaime es lo único que Berto tiene, y él no puede perdonarle su egoísmo. Decide que la carta va al tacho de basura, que no va a gastar un centavo en estampillas.

Análisis

Los dos últimos capítulos de La traición de Rita Hayworth vuelven a centrarse en personajes adultos: Herminia, la instructora de piano de Toto, y Berto, el papá de Toto, cuya carta vuelve cronológicamente al principio de la trama, lo que hace que la novela finalice en un círculo, regresando al momento en que se inició el relato.

En la voz de Herminia podemos identificar un tono de lamento que es el mismo que poseen todos los discursos de la historia. Hay en cada uno de los personajes una ilusión que choca con la realidad de sus vidas, ciertas expectativas que se frustran. Lo interesante de Herminia es que ella no aspira, como el resto de los personajes, al estilo de vida que transmiten el cine y la cultura popular. No quiere un hombre ideal, una vida de artista o cumplir aspiraciones de ascenso socioeconómico. Herminia anhela quedarse en Vallejos y conformarse con un esposo tranquilo y trabajador. Pero el piano y el asma la han convertido en una solterona, lo que para un pueblo chico de los años 40 significa una condena a vivir en la tristeza y el olvido: “Tengo treinta y cinco años y ya estoy arrumbada en un rincón. Creo que a los cuarenta perderé el poco de esperanza que me queda y eso será la oscuridad total” (p.268). Es tal la desesperanza de Herminia que piensa en la idea del suicido, idea que cierra el fragmento de este cuaderno de pensamientos: “Sería una bendición que la muerte fuera como dormir eternamente, y no acordarme más que existió Herminia” (p.291).

Herminia le tiene envidia a Paquita, que con sus diecisiete años se va a ver realizada con un casamiento, y también le gustaría ser la madre de Paquita y tener un marido como el sastre gallego. El lector sabe que aquel hombre es un jugador borracho que le pega a su hija, por lo que entiende que el deseo de Herminia es tan ilusorio como los sueños cinematográficos de los otros personajes. En su discurso circula el chisme una vez más, a través del tema de la sexualidad, que para Herminia es un asunto ajeno y que asocia con el machismo y la condición socioeconómica: “¿Qué es eso de la Lujuria? Un momento de tontería de alguna sirvientita que se deja hacer el amor por el patrón” (p.278). A continuación, Herminia nos da el chisme de que Delia, la que se casó con Yamil Mansur, “se acuesta con medio pueblo” (p.279). Nuevamente, vemos esa crítica a las mujeres que desean y que son menospreciadas por ser seducidas por los hombres. No obstante, Herminia se crítica a sí misma después de contar esto, diciendo que para juzgar “tendría que ser como ellos, es decir que tendría que tener salud” (ibid.). Para este personaje, el sexo y el amor son esferas a las que no puede acceder por su enfermedad respiratoria, que le consume la vida.

La manera en que Herminia describe a Toto vuelve sobre la idea de que es un personaje que no puede crecer y que se relaciona más con el universo femenino que con el masculino. Las descripciones homofóbicas de Herminia (“si todos los invertidos son como el de Armonía resultan una peste, gente venenosa y llena de chimes y favoritismos”, p.289) se relacionan con esta feminización de Toto que lo condiciona a llevar una vida un tanto aislada de los demás. Acaso este es el verdadero motivo por el que Toto no tiene amigos en Vallejos y la razón por la cual Herminia sospecha que tampoco los tiene en el colegio de Merlo. La discusión sobre la existencia de Dios y del mal, que introduce nuevamente el tema de la religión en la trama, va en esta dirección pesimista que Toto adquiere como escudo para enfrentar su soledad, soledad con la que lidia también Herminia, si bien ella no está en posición de abandonar su fe católica.

Toto ha avanzado en sus capacidades creativas, porque ahora no solo recrea, inventando, las películas que vio, sino también los libros que leyó, como cuando le cuenta a Herminia una versión de El loco de Chejov que está muy atravesada por sus vivencias personales. Toto inventa que el relato se trata de un muchacho ruso que “está enamorado de una chica que vive en la capital” –Tatiana, la chica del colegio que le gusta a Toto, es rusa–, que “se siente muy solo en su aldea” y que se ve tentado de poseer a una sirvienta, “pese a que su ilusión era que la primera mujer que poseyera no sería otra que su amada lejana” (p.276). Esto se puede vincular con el relato de la carta anónima, en la que se decía que Toto había intentado tener relaciones con una chica de su colegio que no era Tatiana. Estos discursos nos hablan de las inquietudes de Toto respecto de su aprendizaje sexual y de sus necesidades afectivas dentro de una sociedad en la que no puede integrarse del todo.

La carta de Berto revela nueva información sobre la vida de los Casals. Nos enteramos de que la posición socioeconómica que ostentan, y que los otros personajes envidian, se vio peligrada por una sequía que tuvo en vilo al padre de Toto, manteniendo la ilusión de estabilidad para Mita y su familia: “si [Mita] hace la digestión tranquila es porque yo no le dejo ver la gravedad de la situación” (p.293). No por nada Berto dice que Mita hace tranquila la digestión, si tenemos en cuenta que la comida es esencial en esta novela para dar una idea de posición económica elevada. Berto es un hombre al que hemos visto autoritario y severo con la sensibilidad "poco varonil" de su hijo, severidad que choca con la dulzura que tiene en esta carta, cuando Toto todavía es un bebé y Berto tiene muchas ilusiones sobre el crecimiento y la educación de su hijo. También sorprende lo apreciativo que es de Mita, a quien jura no haber engañado nunca. Sin embargo, Berto se siente traicionado por su mujer, porque no lo defendió cuando la hermana reprobó que él se quedara con su sueldo. A esta traición se suma la del hermano, a quien culpa de no haberle permitido tener la educación que se merecía y de haberlo dejado sin noticias por tanto tiempo, lo que hizo que Berto se llenara “de veneno” (p.299). La venganza de Berto es un gesto simbólico: no enviar esta carta llena de rencor y de reproches a su hermano. A través de esta carta que nunca llegó a destinatario, los lectores pueden reconocer los primeros desencantos de un hombre que padecerá otros tantos en su vida, como los otros personajes de Coronel Vallejos y del colegio Washington durante estos quince años que recorre La traición de Rita Hayworth.