Kim

Kim Temas

La búsqueda de la identidad

En varios aspectos, Kim puede considerarse como una novela de aprendizaje. Por ello, la búsqueda de la identidad es un tema central de la historia, en la medida en que su protagonista emprende un viaje con el objetivo de descubrir su destino. Desde su nacimiento, Kimball O’Hara ha sido marcado por la profecía que le anunció su padre, la cual vaticinaba un futuro grandioso para él. Al conocer al lama, que también viaja detrás de una búsqueda (la de un río que lo liberará de sus pecados), Kim encuentra el escenario propicio para iniciar junto a él un viaje de autoconocimiento y aprendizaje.

Efectivamente, durante ese viaje Kim conoce a distintas personas que irán delineando su destino. Además, durante la travesía, ve cumplirse su profecía, y ese día su destino cambia para siempre: los adultos a cargo de Kim deciden dar inicio a su etapa de formación escolar. Lo que aprende en el colegio, sumado a los conocimientos que adquiere durante sus viajes con el lama, serán las bases para una transformación que terminará por consagrarlo como funcionario para el servicio de inteligencia británico. El recorrido de la novela, entonces, marca la transición de un Kim niño y huérfano, que sobrevive gracias a sus travesuras callejeras, a un Kim adulto, que encuentra el cariño y la amistad, y un ámbito de reconocimiento de sus aptitudes.

El sistema de castas

La India colonial del siglo XIX que retrata la novela refleja la realidad de una cultura social ordenada en torno a un pronunciado sistema de castas, una estratificación social que clasifica a las personas y les otorga un lugar en la pirámide social según sus orígenes y su raza.

Hoy, en pleno siglo XXI, el término “raza” ha caído en desuso, justamente por los peligros que conlleva. La clasificación de los hombres en “razas” según sus rasgos genotípicos ha llevado a asociar esas particularidades físicas a ciertas cualidades o conductas sociales. Por ejemplo, aún se cree que ciertas características físicas hacen a las personas más o menos fuertes, inteligentes, violentas, etc. De esa manera, las “razas humanas”, como categoría de clasificación antropológica, terminan por dar fundamentos biológicos a ciertos comportamientos que son estrictamente sociales. Ello conduce al racismo y a la discriminación, a la jerarquización de las personas según su ascendencia biológica.

En la novela, la raza es aludida con esa connotación discriminatoria. Lejos de tratarse de una mera clasificación según la ascendencia biológica de las personas, el universo que representa la novela despliega la idea de que hay razas mejores que otras: algunas son más humildes y de menos inteligencia, y otras son más perspicaces y, por lo tanto, más prestigiosas. Así, por ejemplo, en uno de los viajes que hacen Kim y el lama en tren (espacio en el que se pone en evidencia la variedad de castas de la India), un pasajero se queja de que ese transporte lo obliga a cruzarse y sentarse con personas de otras castas, inferiores para él. Sin embargo, cabe aclarar que esa jerarquía no es biológica, sino social y cultural: en la India colonial representada en Kim hay una gran desigualdad social, lo cual lleva a un acceso desigual de los hombres a la educación, a la salud, a la alimentación.

El racismo que rige en la sociedad representada en Kim se evidencia en el hecho de que la pirámide social se encabece por los sahib, hombres blancos que, por lo general, son los europeos colonizadores. Por lo tanto, el racismo resulta subsidiario del ordenamiento imperialista de esa sociedad. El colegio St. Xavier es un ejemplo del modo en que el racismo y la división tajante en castas se hace muy presente en la novela. Allí, los dos sacerdotes que envían a Kim al colegio consideran que, en virtud de la ascendencia europea del chico, este debe ser educado como un sahib y desprenderse de los resabios de su origen indio. Asimismo, Creighton le aconseja que en St. Xavier defienda su origen europeo y le advierte sobre el desprecio que hay allí hacia las personas de color. Kim le cuenta al coronel que, además de europeos, en la escuela también hay muchachos de piel oscura, lo cual considera que se debe “a su sangre de casta inferior” (225). Así, la ascendencia europea de Kim se convierte en sinónimo de prestigio social, lo que revela las hondas raíces que ha alcanzado el racismo como producto de los procesos imperialistas sobre el territorio.

El único personaje de la novela que trae una novedad respecto de esa concepción es el lama, quien busca enseñarle a Kim que la división en castas es una construcción social y, por lo tanto, no existe. Para el lama, ni la casta ni la raza definen realmente a las personas, no hay rasgos en la ascendencia de las personas que definan lo que son.

El mundo occidental vs. el mundo oriental

En la medida en que la novela se enmarca en la India colonizada por el Imperio británico durante el siglo XIX, se exhibe un choque cultural y político entre el mundo occidental, europeo, y el mundo oriental, de la India y de Asia Central.

El mismo Kim, como protagonista, encarna la tensión entre ambos universos: él es hijo de una mujer blanca y de un sargento inglés, pero creció en la India y tanto su aspecto como sus hábitos son los de un niño indio, lo cual lo ayuda a identificarse en esa sociedad y convertirse en un “Amigo de Todo el Mundo” (12). Desde chico, Kim se mueve fluidamente entre los dos universos gracias a la identidad dual que lo define. De este modo, si bien toma como propias las costumbres de la India y se mueve cómodamente con ellas, puede rápidamente intercalar con su identidad y apariencia europeas. Estos dos aspectos de Kim son representados materialmente con dos atuendos diferentes, ya que tiene una vestimenta hindú, que usa para trabajar en las calles, y una europea, que su niñera le aconseja usar para ser respetado.

A lo largo de la novela, en el cruce que se da entre personajes provenientes de Europa y personajes de la India quedan al descubierto sus costumbres, religiones y lenguas diferentes. Los personajes europeos gozan de un prestigio social mayor y suelen desplegar sobre la población de la India una mirada despectiva e intolerante. Resulta evidente, en esa postura, la mirada colonizadora que somete y oprime al otro diferente. Es el caso, por ejemplo, de Benett y el padre Victor, quienes tratan despectivamente a Kim mientras lo consideran un indio, pero cambian de parecer al enterarse de que es europeo.

Frente a esos representantes de la cultura occidental, que buscan desplegar con soberbia la religión y las costumbres ajenas, como si ellos fueran superiores, el lama es por antonomasia el representante de la cultura oriental. La escena en la que el lama es golpeado por el ruso es prueba cabal del choque conflictivo entre un mundo y otro: el ruso ve al lama y a su religión budista como una amenaza, como un cuestionamiento de su propia cultura.

El saber

En la medida en que Kim es una novela de aprendizaje, el saber cumple un rol fundamental en ella. La novela suele contrastar dos saberes: los prácticos y los formales. Los saberes prácticos son aquellos que Kim adquiere en la calle, sus travesuras e ilegalidades y sus viajes. Se trata de saberes vitales que le permiten desenvolverse por la India septentrional aun siendo un niño huérfano pobre. En la marginalidad, Kim aprende a mentir, cambiar de identidad, conseguir dinero y alimento gratis, ganarse amistades y escabullirse para conseguir información, cualidades que luego le permitirán convertirse en un gran espía. Estos saberes suelen estar respaldados por la figura de Mahbub Ali, que incentiva la educación de Kim en la calle y en las rutas, mientras que considera que su tiempo en el colegio es tiempo desperdiciado.

Por otro lado, los saberes formales son aquellos que Kim adquiere en su escolarización en St. Xavier. Se trata aquí de saberes técnicos y teóricos, conocimientos intelectuales, como la escritura, que integran a Kim a un nuevo universo serio y profesional. Estos saberes son defendidos por Creighton, que comprende que para que Kim sea un espía tiene que tener una formación adecuada. Pero, además, son incentivados por los dos sacerdotes, que consideran que la educación formal es la base para convertir a Kim en un buen europeo, y por el lama, que confía en que esa formación contribuirá al crecimiento espiritual de su discípulo.

Asimismo, el saber conlleva una doble condición: es un privilegio, pero también un peligro. Cuando obligan a Kim a asistir a la escuela, el chico, acostumbrado a su libertad, se muestra reacio a ese sometimiento. Sin embargo, luego comprende que es una etapa necesaria y, respaldado por el lama y por Creighton, accede a una educación de privilegio. A su vez, el saber también es un valor privilegiado para el servicio de inteligencia, que elabora grandes planes estratégicos para conseguir justamente el acceso a información sensible, a saberes secretos. Sin embargo, es por esto mismo que el conocimiento se transforma en un arma de doble filo: desde el momento en que los personajes principales se enteran de una información sensible, sus vidas corren peligro.

La apariencia vs. la realidad

El contraste entre la apariencia y la realidad es transversal a la novela. Desde un comienzo, Kim se muestra hábil en el juego de las apariencias y los disfraces, y disfruta de cambiar de identidad para confundir y engañar a las personas. Es lo que hace con el lama, a quien le hace creer que puede presentar dos apariencias diferentes. En principio, Kim usa el recurso como parte de su actitud pícara, por pura diversión. Sin saberlo, esa habilidad le significará un beneficio para convertirse en un espía y entrar en el Gran Juego.

Por su parte, el lama también transmite a Kim importantes lecciones en relación con las apariencias. Él le enseña que no hay que dejarse llevar siempre por las apariencias ni prejuzgar a las personas por la primera impresión que dan, pues pueden ocultar detrás de sí una realidad muy diferente.

El juego de las apariencias termina siendo de gran relevancia en la novela, en la medida en que es una parte fundamental de la trama de espionaje que la recorre. Es habitual que Kim se encuentre con personajes desdoblados en dos identidades: una identidad aparente, superficial, que no es más que la fachada de otra secreta. Tal es el caso de Mahbub Ali, Creighton, Hurri y E. 23, personajes que trabajan para el servicio de inteligencia británico, pero se mueven por la India llevando una personalidad inventada.

Significativamente, un hito en el aprendizaje de Kim es la lección que le da Lurgan entre apariencia y realidad durante su primera estadía en su casa. En esa oportunidad, Lurgan intenta confundir a Kim, haciéndole creer que una jarra que se ha roto puede recomponerse. El chico debe hacer un esforzado trabajo de abstracción para no dejarse confundir por la apariencia que Lurgan intenta hacerle creer. Kim contrasta esa apariencia con la evidencia empírica que se le presenta, la realidad que ven sus ojos: la jarra rota. Tras ello, logra desactivar el juego de apariencias que Lurgan propone y aprende a distinguir entre la realidad de la apariencia.

El dinero

Si bien, el dinero es un valor importante para Kim desde el comienzo de la novela, su relación con él irá mutando. Desde que queda huérfano, nuestro protagonista se las ingenia para subsistir en las calles, consiguiendo no solo alimento sino también dinero. Aprende a mendigar imitando a los faquires, y se vale del engaño y los juegos de apariencias para ganar dinero ilegalmente. Esto es claro, sobre todo, en los primeros capítulos, donde hace uso de toda su picardía para mendigar, e incluso usa al lama como argumento para negociar a cambio de bendiciones o milagros. Del mismo modo, sus trabajos con Mahbub Ali consiste en la entrega de información y chismes a cambio de dinero.

En ese sentido, uno de los aprendizajes de Kim consiste en superar la codicia como una motivación central en su vida. Lurgan será uno de los principales promotores de ese cambio: cuando Kim le cuenta que añora ser un espía y que su cabeza tenga un precio, el maestro le indica que el dinero es lo menos importante en esa profesión. Tras ello, agrega que Kim es uno de los pocos hombres que demuestran una verdadera pasión por la profesión y no hay dinero capaz de superar esa cualidad única.

Progresivamente, entonces, nuestro protagonista consigue aplacar su codicia. Luego de sus años en St. Xavier, por ejemplo, elige ayudar honestamente y sin estafar a un hombre que lleva a su hijo enfermo. Tras ello, Kim se enorgullece de sí mismo al reflexionar sobre el hecho de que, años atrás, se habría aprovechado del dinero del hombre sin preocuparse por salvar al niño.

Lo mundano vs. lo espiritual

La novela da cuenta de una oposición universal entre lo mundano y lo espiritual, discusión que aparece encarnada principalmente en la figura del lama. Para representarla, el santo despliega utiliza la metáfora de la rueda de la vida y de la senda. Según él, las personas están atadas a la rueda de la vida: la rueda de las cosas mundanas y cotidianas, las pasiones y las preocupaciones materiales. Para él, todas esas cuestiones son una ilusión que alejan al hombre de su verdadero y último objetivo: la liberación espiritual. Por eso, emprende un viaje espiritual que se orienta a alejarse de la rueda de las cosas y encauzar su vida hacia la senda que lo llevará hacia la liberación. Así, el lama se diferencia de los otros hombres en que dirige sus pasos conscientemente para despojarse de la prisión de lo mundano.

En la novela, el lama suele hallarse en un estado de abstracción de la realidad. Según él, eso sucede porque no está en la rueda de las cosas ni ocupado por lo mundano y lo afectivo, cosas que distraen a las personas de su objetivo espiritual. Así, niega el afecto que siente por Kim, considera que sus necesidades corporales, como el dolor y el cansancio, son ilusiones, e intenta desligarse de sus pasiones. Esto explica su frustración cuando siente deseos de venganza luego de ser atacado o se deja llevar por el deseo de viajar a la montaña. Con ello, el lama comprende que no es tan fácil escapar a la rueda de la vida: él también disfruta de viajar por las montañas, ostenta sus habilidades, siente deseo, placer, se deja engañar. Así, el saber vulnerable el mundo de lo sensible y lo pasional es, para él, un signo de la corrupción de su alma.

Por su parte, después de su formación en el colegio, Kim viaja con el lama y profundiza en sus enseñanzas espirituales, pero es evidente que, para el chico, la rueda de la vida tiene una fuerte pregnancia. Kim se deja llevar y tentar por los placeres terrenales, cuestiones que, en definitiva, lo hacen sentir vivo.