Historias de cronopios y de famas

Historias de cronopios y de famas Temas

El lenguaje

Cortázar explora las posibilidades y los límites del lenguaje para crear significado y comunicar la subjetividad. El lenguaje expresa el modo en que nos relacionamos con el mundo, así como el modo en que comunicamos nuestras experiencias a otras personas.

En su búsqueda por realzar la tensión entre la experiencia única y colectiva en torno al lenguaje, Cortázar utiliza recursos como el neologismo y la mezcla de géneros literarios y discursivos que obligan al lector a ingresar en el personalísimo mundo cortazariano.

Desde la primera sección del libro, nos encontramos con que el autor cuestiona lo que damos por hecho en la comunicación con el otro. Por ejemplo, en “Manual de instrucciones” el autor prepara al lector para un tipo de comunicación con el que se encuentra familiarizado —el texto prescriptivo propio de las recetas y los manuales, por ejemplo— para luego entregarle algo enteramente distinto y único. Así, en “Instrucciones para subir una escalera”, se intenta desmenuzar lo que entendemos por esa acción, pero en el proceso nos lleva a reflexionar sobre los límites del lenguaje para comunicar la realidad, por ejemplo, cuando crea confusión en torno al uso de la palabra “pie”. Allí, el narrador advierte que su texto oscurece la acción en lugar de echar luz sobre cómo subir una escalera, y dice: “La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese siempre de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie” (p. 416). Al intentar traducir la experiencia de subir las escaleras en palabras, parte de esa experiencia termina siendo ininteligible.

Por otra parte, la utilización que se le da al lenguaje también es un punto de exploración en la obra. La palabra cotidiana, que nos permite llevar a cabo con pragmatismo nuestras tareas del día, se contrapone con la palabra poética. Por ejemplo, en “Trabajos de oficina”, un jefe con vocación poética está bajo la mirada vigilante de su secretaria: “Si me viene a la boca un adjetivo prescindible […] ya está ella con su lápiz en mano atrapándolo y matándolo sin darle tiempo a soldarse al resto de la frase y sobrevivir por descuido o costumbre” (p. 440). La palabra desprovista de toda poesía termina pareciéndole al jefe una “traición en la lengua” (p. 440).

En definitiva, el lenguaje puede ser una convención más, una serie de gestos repetidos que quitan todo lustre y novedad a la vida, o una forma de expresión nueva y única con la que revitalizar nuestra mirada sobre el mundo.

Las convenciones sociales

Historias de cronopios y de famas es una poderosa obra de crítica social que explora la lucha entre la conformidad con la norma y la defensa a la propia individualidad de una manera humorística. A través de sus personajes y situaciones surrealistas, Cortázar pone de manifiesto lo absurdo del comportamiento humano y las consecuencias de no encontrar un equilibrio entre la libertad y el sometimiento a las convenciones sociales. Gestos de cortesía como el saludo, los comportamientos esperables en situaciones sociales como un velorio, el lenguaje depurado en el ámbito profesional son algunas de las convenciones que los personajes en la obra subvierten.

Así, al mismo tiempo que vivimos en un mundo que pretende someter a todos a una norma, la mirada poética e intuitiva se erige como una forma de resistencia. En textos como “¿Qué tal, López?” y “Conducta en los velorios” la prosa de Cortázar nos obliga a volver a posar la mirada sobre el significado o el valor de los guiones sociales a los que estamos habituados. En el primero, por ejemplo, un simple saludo da lugar a una reflexión sobre la facilidad con la que caemos en el “tobogán prefabricado” (p. 453) de las relaciones humanas y elegimos así vivir en un mundo de “galerías de figuras de humo” (p. 453). Como alternativa, la propuesta es correrse de la cómoda convención y disfrutar de la incomodidad de “un gran salto hacia lo otro” (ibid.).

La sección dedicada a los tres seres inventados por Cortázar también se centra en la tensión entre actividades cotidianas y maneras totalmente novedosas, sorprendentes o aún absurdas de experimentarlas. Los cronopios representan una oposición satírica a las normas y los valores tradicionales, especialmente los de la clase media. A través de su comportamiento travieso, ponen de manifiesto lo absurdo de ciertas convenciones, como la expectativa de que la gente debe ser siempre educada y cortés. La falta de respeto del cronopio por las convenciones sociales es, entonces, tanto humorística como subversiva.

El rechazo al utilitarismo

El utilitarismo es una teoría ética que sustenta en gran medida el pensamiento político y económico moderno. Este sostiene que la moralidad y el valor de una acción u objeto se basan en su capacidad para maximizar la felicidad o el bienestar de la mayoría de las personas afectadas por ellos.

Tanto en “Ocupaciones raras” como en “Historias de cronopios y de famas”, sección que da título a la obra, el foco de la narración está puesto en el rechazo a la practicidad y la utilidad. Varios de los textos sugieren que la sociedad tiende a valorar la productividad y la eficiencia en detrimento de la creatividad y la experimentación. Hemos hablado ya de que la introducción al “Manual de instrucciones” sirve como introducción a toda la colección y en ella se asume “La tarea de ablandar el ladrillo todos los días” y “negar todo lo que el hábito lame hasta darle suavidad satisfactoria” (p. 407). Esos hábitos a los que hace referencia la última cita son la dimensión práctica y útil de la vida, que conducen a que el mundo pierda su lustre y sea un ladrillo que poco puede hacer para sorprendernos. En esta misma introducción se habla, por ejemplo, de usar la cuchara para su uso más prosaico y predecible: “Revolver el café”. (p. 407). La pregunta, entonces, es: ¿Cómo resistir ante el endurecimiento de la realidad que produce un extremo pragmatismo y utilitarismo?

La sección “Ocupaciones raras” tiene un protagonista colectivo: una familia que resiste a la tiranía de la rutina y el deber ser. El primer párrafo del cuento que abre la sección es una especie de manifiesto: “Somos una familia rara. En este país donde las cosas se hacen por obligación o fanfarronería, nos gustan las ocupaciones libres, las tareas porque sí, los simulacros que no sirven para nada” (p. 421). El narrador presenta a su familia como una entidad fuera de la norma que elige el simulacro o juego por encima de todo. Lo pragmático en esta sección es ignorado o, a lo mucho, tolerado: “El lunes una parte de la familia se fue a sus respectivos empleos y ocupaciones, ya que de algo hay que morir” (p. 422). Al dar vuelta el cliché ‘de algo hay que vivir’, Cortázar subraya lo que esta familia prioriza: construir un patíbulo sin ninguna otra razón que el disfrute de lo absurdo.

Asimismo, en la última sección, los cronopios, personajes inventados por Cortázar, muchas veces rechazan lo útil y lo práctico para dar rienda suelta a su libertad. Por ejemplo, cuando un cronopio ve a un fama dar cuerda a su reloj, este decide crear su propio artilugio para llevar cuenta del tiempo y elige una alcachofa a la que le tiene que ir sacando sus hojas a medida que pasan los minutos y las horas. Ante la practicidad, el cronopio despliega toda su creatividad y privilegia la novedad.

El poder de la fantasía y la imaginación

La fantasía y la capacidad imaginativa se presentan en varios relatos de la obra como los medios para superar el tedio y el aplastamiento que producen las exigencias y la productividad de la vida moderna. Así, lo extraño, misterioso, desconocido y onírico, aun cuando tienen el potencial de generar miedo, inspiran curiosidad y obligan a ver el mundo como algo nuevo.

En el cuento “¿Qué tal, López?”, el narrador dice: “Lo verdaderamente nuevo da miedo o maravilla. Estas dos sensaciones igualmente cerca del estómago acompañan siempre la presencia de Prometeo” (p. 453). La imaginación y la fantasía son fuente de emociones que implican un riesgo, pero también son un regalo con el potencial de transformar la vida; son lo mismo que el regalo de Prometeo, una fuerza creativa. La fantasía nos incomoda, pero también nos desafía a cambiar el mundo.

A través de la imaginación accedemos a distintas perspectivas sobre el mundo. A través de la fantasía el mundo real puede verse desde un ángulo diferente, revelando tanto su belleza como su potencial de destrucción. Por ejemplo, en “Posibilidades de abstracción”, la imaginación es lo que salva al protagonista de ser engullido por un trabajo que lo deshumaniza. Mediante el juego de la imaginación, es capaz de transformar lo que ve y regalarse pequeñas escenas asombrosas para sobrellevar la rutina:

Trabajo desde hace años en la Unesco y otros organismos internacionales, pese a lo cual conservo algún sentido del humor y especialmente una notable capacidad de abstracción, es decir, que si no me gusta un tipo lo borro del mapa con sólo decidirlo, y mientras él habla y habla yo me paso a Melville y el pobre cree que lo estoy escuchando (p. 444).

Recordemos que Cortázar trabajó en Unesco y en varias de sus entrevistas repite que los trabajos de oficina y rutinarios siempre le resultaron tortuosos y un mal necesario.

Al mismo tiempo, las historias de Cortázar demuestran los peligros de confiar demasiado en la fantasía y la imaginación en un mundo que tiene la costumbre de hacernos volver a lo no-poético, a la lógica de las normas. Por eso vemos a tantos personajes fracasar en su intento por subvertir el orden, aunque en ningún momento se plantea que ese fracaso haga menos valioso o deseable el intentar acercarse a la realidad desde la fantasía e imaginación. Hacia el final de “Posibilidades de abstracción”, el protagonista se entera de que lo han echado, sin más explicación, como sucede en un sistema en el que las personas solamente son útiles hasta que dejan de serlo. Para consolarse nuevamente busca refugio en su imaginación:

Decidí abstraer sus lágrimas, y por un rato me deleité con esas diminutas fuentes cristalinas que nacían en el aire y se aplastaban en los biblioratos, el secante y el boletín oficial. La vida está llena de hermosuras así (p.445).

La familia

Cortázar nos presenta una visión única y a menudo cómica de la dinámica familiar. En algunos relatos, el autor explora las tensiones y conflictos que pueden surgir entre los miembros de una familia. En otros, se centra en la naturaleza única y peculiar de cada individuo y cómo esta puede afectar a las relaciones familiares.

La sección en la que vemos planteado este tema con mayor claridad es “Ocupaciones extrañas”. Allí, todos los textos tratan sobre las costumbres de una familia peculiar como ninguna otra. El narrador comparte escenas familiares en las que es posible apreciar los fuertes lazos que unen a sus miembros a través de una visión única sobre la vida. El primer texto que abre esta sección, “Simulacros”, narra la concreción de un proyecto, a la vez colosal e inútil, que la familia lleva a cabo por puro placer y gusto. Movidos por la arbitrariedad y un espíritu disruptivo, la familia decide construir un patíbulo en el patio delantero de su casa. Cada miembro de la familia tiene alguna tarea: a un tío o primo se le ocurre la idea, el padre elige la fecha de inicio de la obra, las hermanas acompañan mientras aúllan a la luna y también cocinan el día en que terminan la obra, una de ellas defiende a la familia ante la policía. Al fin y al cabo, la obra se completa porque esta familia sostiene una simple filosofía: “En este país donde las cosas se hacen por obligación o fanfarronería, nos gustan las ocupaciones libres, las tareas porque sí, los simulacros que no sirven para nada” (p. 421).

En otros textos como “Correos y Telecomunicaciones” y “Pérdida y recuperación del pelo”, Cortázar nos muestra qué tan lejos llevan esa filosofía al proponer proyectos que subvierten y retan el pragmatismo y la utilidad. La familia, en lugar de ser una colección de actividades cotidianas, se convierte en un espacio para la creatividad y experimentación.

En la última sección, Cortázar se centra sobre todo en la relación entre padres e hijos. Los cronopios son una figura paterna muy particular: prefieren ser padres adoptivos porque eligen no reproducirse y dejar esa tarea a los famas, pero luego paternan de una manera activa y amorosa. En lugar de imponer reglas estrictas y rutinas rígidas, los cronopios permiten que sus hijos exploren el mundo de forma autónoma, alentándolos a experimentar y a descubrir por sí mismos. Los cronopios son capaces de entender y aceptar la naturaleza curiosa e inquisitiva de los niños, y les permiten expresarse y explorar sin limitaciones innecesarias. Por su parte, los hijos de los cronopios rechazan la figura paterna y reniegan de ella, algo que los cronopios padres aceptan porque comprenden que es el camino hacia la independencia: “También ellos odiaban a sus padres, y hasta parecería que ese odio es otro nombre de la libertad y el vasto mundo” (p. 497).

Para concluir, en Historia de cronopios y de famas la familia puede ser un lugar de apoyo y comprensión mutua, incluso cuando las actividades que se realizan son extrañas o incomprensibles para los demás. De esta manera, Cortázar celebra la diversidad, la creatividad y la singularidad de cada individuo dentro del ámbito familiar.

La vida cotidiana

Historias de cronopios y de famas se centra en personajes imaginarios y situaciones absurdas, pero son las acciones cotidianas las que dominan la obra. Estos elementos cotidianos a menudo son representados de una manera diferente o inesperada, lo que contribuye a crear una atmósfera surrealista en el libro.

Lavarse los dientes, subir una escalera, leer el diario, ir a trabajar, mandar una carta, verse al espejo o simplemente ver llover toman formas nuevas e imprevistas y resignifican lo que consideramos prosaico. En la introducción a “Manual de instrucciones”, el narrador se propone:

Cuando abra la puerta y me asome a la escalera, sabré que abajo empieza la calle; no el molde ya aceptado, no las casas ya sabidas, no el hotel de enfrente; la calle, la viva floresta donde cada instante puede arrojarse sobre mí como una magnolia, donde las caras van a nacer cuando las mire, cuando avance un poco más, cuando con los codos y las pestañas y las uñas me rompa minuciosamente contra la pasta del ladrillo de cristal (p. 408).

Abrir este libro ofrece una experiencia similar, nos obliga a mirar aquellos aspectos de nuestra rutina con nuevos ojos porque se nos presentan “no en el molde ya aceptado” (p. 408). Cortázar se asegura de romper el molde reconfigurando las acciones diarias para que se conviertan en un hecho estético que nos asombre, nos divierta y recobre la capacidad de interpelarnos. Una acción tan trivial como lavarse los dientes se torna en una lluvia de cintas rosas que se desbordan por la terraza en “Lo particular y lo universal”. Precisamente, el título de este cuento nos ayuda a comprender el procedimiento de muchos de estos textos: de la acción universal, común, ordinaria pasamos a la acción particular, tan amplificada o desmenuzada que se torna extraña, y por ello poderosa.

El arte y la experiencia estética

El arte y la experiencia artística son tematizados directamente en mucho de los relatos que componen este libro. En “El canto de los cronopios”, los lectores descubrimos que los cronopios son capaces de experimentar el hecho estético profundamente. El éxtasis en el que entra el cronopio al cantar y el efecto que tiene sobre los famas y los esperanzas se asemeja a una experiencia romántica de lo sublime, la sensación de admiración y asombro que se experimenta al contemplar una obra de arte que evoca sentimientos poderosos e intensos. Por supuesto, en Cortázar lo sublime se trata con humor porque la experiencia estética es llevada al absurdo: “Cuando los cronopios cantan sus canciones preferidas, se entusiasman de tal manera que con frecuencia se dejan atropellar” (p. 486).

En La vuelta al día en ochenta mundos, Cortázar habla de ingresar de manera afectiva a la cosa. Este es el modo en el que el poeta se acerca a las cosas: dejando de lado los aspectos conceptuales para acercarse mediante la intuición. En el libro que nos compete, un personaje entrañable de la obra es el jefe de “Trabajos de oficina”, quien no puede refrenarse de usar la palabra poética o expresiva, aunque siempre se encuentre con la censura de su secretaria. Al igual que los cronopios, el jefe se deja llevar por la experiencia estética: “Mi lápiz vuelve al galope hacia las palabras vedadas” (p. 440).

De manera más indirecta, “Aplastamiento de las gotas” explora la experiencia estética incluso en la contemplación de un hecho natural. El narrador observa la lluvia y cómo las gotas caen y es capaz de ‘ingresar’ en el objeto, mostrando empatía por el caer de los gotones: “Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol” (p. 465). Observar la lluvia se transforma así en una experiencia estética.

La ciudad

A pesar de utilizar algunos seres imaginarios como los cronopios y los famas, la obra representa acciones cotidianas y reconocibles para el lector. El escenario de estas acciones es la ciudad. En la introducción a “Manual de instrucciones” —que sirve de introducción para toda la obra—, encontramos un primer esbozo de la ciudad con edificios, casa, calles, puestos de diarios. La vida citadina, con las costumbres y ocupaciones propias de ese espacio, se ve representada en todas las secciones. Es más, incluso en la sección dedicada a los seres imaginarios que inventa Cortázar, queda claro que estos viven en la ciudad. Si bien la experiencia urbana puede ser considerada más dinámica y variada que la del campo, en el fondo se trata de un lugar creado alrededor de la productividad, utilidad y practicidad. Por ello, en la ciudad corremos el riesgo de entrar en un trajín que dificulte vivir con más creatividad y menos atados a las convenciones.

Frente a esto, los personajes de Cortázar resisten. Por ejemplo, en “Simulacros”, la familia construye un patíbulo que ofende a los vecinos y contrasta con el paisaje habitual de la calle por la que pasa el colectivo. En “Material plástico”, la oficina, los ministerios, los bancos y los puertos son los paisajes urbanos donde transcurren las historias. Las acciones narradas, no obstante, parecen rebelarse contra lo convencional de su escenario. De este modo, en los bancos aparecen carteles de prohibición que ofenden la sensibilidad de las bicicletas, en los ministerios aparecen cartas con patas de araña, a los puertos llegan líneas de una carta manuscrita, y en las oficinas de la Unesco un oficinista disecciona con su imaginación a sus compañeros de trabajo.