Entre visillos

Entre visillos Símbolos, Alegoría y Motivos

Los visillos (Símbolo y Alegoría)

Un visillo es una cortina de tela fina y clara que permite el paso de luz exterior y vela la visión, pero no completamente. Son significativos los visillos en esta novela, presentes ya desde el título de la misma, por tener una carga simbólica y no como un mero artefacto decorativo o funcional de las casas. Las que están tras los visillos, en el interior de los hogares, son, por lo general, las mujeres. Los visillos son, por tanto, un símbolo que da cuenta de un límite entre lo conocido o lo cotidiano, el espacio cerrado, familiar y privado del interior del hogar, y lo desconocido o lo novedoso, el afuera y lo que sucede tras las puertas de la casa. A la vez, constituyen también un puente simbólico entre el exterior y el interior, y todo lo que esos dos espacios implican, porque las mujeres tienen la posibilidad, gracias a ellos, de mirar el exterior entre esos visillos sin ser vistas desde afuera. Esto se evidencia desde el primer capítulo: Natalia, al levantarse de la cama, corre el visillo de la ventana de su cuarto, mira la fiesta de la calle y ve llegar a sus hermanas con una amiga. No participa en la festividad de las gigantillas y sus hermanas no la ven, pero ella, desde allí, lo ve todo y, entonces, sabe que debe alistarse: se separa de la ventana y comienza a vestirse.

En la fiesta de pedido de mano de Gertru, Natalia recuerda que unos años atrás, en casa de su amiga, Josefina solía salir en secreto y ellas miraban, curiosas, sin ser vistas: "«Oye, Gertru, guapa, si pregunta mamá, le dices...». Ellas dejaban un momento los libros y la veían salir levantando el visillo; se quedaban respirando juntas contra el cristal hasta que desaparecía. Miraban la calleja por donde se iba a juntar con el novio prohibido" (242).

Elvira, que está de luto por la muerte de su padre, una tarde de lluvia en la que sus amigas van a ir al cine, cierra las persianas con tristeza. Afuera está la posibilidad de aventura y de vivir algo distinto, en cambio, adentro, la monotonía y el mandato social del que no se puede escapar: "Elvira se levantó a echar las persianas y se acordó de que estaría por lo menos año y medio sin ir al cine" (114).

A su vez, ver a través de estos visillos da cuenta de la alegoría de transformación que sufre la realidad percibida a partir de una mirada fragmentada y que, además, atraviesa un velo: no es una visión transparente, completa o certera. El conocimiento que se tiene a través de las ventanas es como el de los chismes que circulan por la capital de provincias donde se desarrolla la acción: es aparente. Las mujeres miran desde el interior sin tomar parte activamente de lo que está sucediendo del otro lado. Por último, también configura una alegoría del lugar de las mujeres: están entre visillos porque están adentro del hogar, entre las paredes y ventanas de sus casas.

Las gigantillas (Alegoría)

Cuando la novela comienza, en las calles de la ciudad, se están celebrando las ferias patronales organizadas por las autoridades estatales y eclesiásticas, como indica el folleto que lee Isabel en casa de la familia Ruiz Guilarte: "Día doce —Inauguración de la feria. A las nueve, dianas y alboradas. Las populares gigantillas recorrerán la ciudad. A las once, solemne misa cantada en la Santa Basílica Catedral con asistencia del Gobernador Civil y otras autoridades. A la una..." (17). Tali se asoma entre los visillos y puede ver cómo las figuras de las gigantillas corren tras los niños y los amenazan con un garrote. Esta imagen del gigante persiguiendo a los pequeños con un palo es alegórica de la autoridad estatal que intenta disciplinar al pueblo bajo sus mandatos; mandatos que son sumisamente acatados, e incluso disfrutados, por algunos de los personajes y que son motivo de sufrimiento o de violación de normas para otros.

La Catedral (Símbolo)

La Catedral tiene un lugar privilegiado en el centro geográfico de la ciudad y un tamaño considerable como para ser vista desde lejos. Es lo primero que los viajeros ven desde el tren y lo que les anuncia que están llegando. Tiene una torre muy alta desde la que se puede ver toda la ciudad y en la que cuelga "la gran esfera blanca del reloj como un ojo gigantesco" (24).

Esta enorme figura arquitectónica que se yergue desde el centro de la ciudad representa un dispositivo de poder de la religión católica sobre la vida de los habitantes. El reloj, que se compara con un ojo gigante que oficia de vigilante, indica las horas en las que se deben realizar las actividades y alerta a los ciudadanos sobre los momentos en los que deben ingresar a sus hogares.

La Notaría (Símbolo)

Hay profesiones que son símbolo de estatus y legitimación social, progreso económico, bienestar y futuro asegurado. Tanto Teo como Emilio están preparándose para rendir las oposiciones a Notarías y eso los convierte en candidatos ideales para las jóvenes solteras: "Las chicas sin novio andaban revueltas a cada principio de temporada, pendientes de los chicos conocidos que preparaban oposición de Notarías. Casi todas estaban de acuerdo en que era la mejor salida de la carrera de Derecho, la cosa más segura" (192).

El viaje en tren (Motivo)

Podría decirse que la novela termina como empieza: con un viaje en tren. Pablo Klein es el pasajero que se reitera en el inicio y en el final. El tren es el vehículo que permite la entrada y la salida en la vida de los habitantes de esa ciudad. El viaje es un motivo recurrente en la literatura que, por lo general, está relacionado con la búsqueda de aventura, de novedad y acarrea un mayor conocimiento personal.

Al llegar, Pablo escucha las conversaciones que tienen sus compañeros de viaje; conversaciones que anticipan que está ingresando a un sitio en donde todos se conocen, se preocupan por las apariencias y toman parte en la vida de los demás. El tren es el medio que le permite volver al lugar en donde alguna vez fue un niño feliz junto a su padre y donde espera vivir nuevas experiencias ahora como adulto.

Al irse, deja atrás esa ciudad que ya no puede darle nada más. Y la que emprende un camino iniciático esta vez es Julia, que se va en el mismo vagón que él y que decide, por fin, irse a Madrid para poder estar con su novio lejos de los cuidados y las prohibiciones paternas.

Los recuerdos de infancia (Motivo)

Hay tres personajes que recuerdan con anhelo la infancia como si fuera un paraíso perdido, es decir, un momento de sus vidas en que fueron libres y felices y al que lamentan ya no poder volver más que a través del recuerdo. Se trata de Tali, Elvira y Pablo. Los tres son personajes que representan una fuga del modelo tradicional y conservador imperante, por tanto, esa mirada nostálgica hacia la infancia se relaciona con la puesta en valor de un momento más feliz o menos reglado por las normas sociales que deben ir acatando con el paso del tiempo. En su presente, se encuentran obligados, en mayor o menor medida, a cumplir con determinados mandatos sociales que no percibían o a los que no eran sometidos en el pasado y su futuro parece estar escrito por lo que la sociedad demanda, sobre todo en el caso de las mujeres. En la edad de la inocencia que supone la infancia, el futuro es incierto y el presente un momento de juegos y alegrías. Cada recuerdo supone, para estos personajes ahora jóvenes, un rechazo de las normas que la sociedad les impone.

Tali es una adolescente de dieciséis años que no quiere atravesar el rito de pasaje que implica vestirse de largo y convertirse en una joven que aspira a casarse y a tener hijos. Cuando Gertru, su amiga, se muestra ilusionada por su nuevo presente de novia y futura esposa, Tali rememora anhelante el pasado reciente en el que ambas buscaban bichos para llenar "frasquitos de boca ancha llenos de serrín empapado en gasolina" (11). Más adelante, cuando discute con su padre por el tipo de crianza que está recibiendo y cuando le recuerda lo distinto que él era cuando ella era pequeña, él la amonesta y le dice: "No puedes ser siempre como eras a los diez años" (230).

Elvira, que cumple estricto luto impuesto por su madre debido a la muerte del padre, recuerda una tarde, desde el balcón de su casa y mirando hacia afuera, los años libres de su infancia: los juegos, las impresiones sobre el mundo exterior, las canciones sobre la guerra, la curiosidad por lo que se presentaba como peligroso a la vista de los mayores. "Era muy grande entonces la calle y estaba llena de maravillas" (124).

Pablo vuelve a la ciudad para dar clases de alemán en el Instituto, pero al enterarse de que la oferta de empleo peligra por la inesperada muerte del director, se da cuenta de que el verdadero motivo de su viaje no es laboral, sino que se vincula con volver como adulto a recorrer la que fue la ciudad de su infancia: "Me parecía sentir entonces la mano de mi padre agarrando la mía, y me quedaba parado casi sin respiro, tan inesperada y viva era la sensación" (50). Se trata de los años previos a la guerra, años que pasa con su padre pintor y ahora, con nostalgia, recuerda. La enseñanza alternativa que él busca imponer en el Instituto y que se parece a los paseos con su padre por espacios abiertos no es bien recibida por el nuevo director, quien al final lo convence para que se atenga al modelo tradicional de enseñanza y, tras esto, Pablo decide abandonar la ciudad.