Entre visillos

Entre visillos Resumen y Análisis Segunda parte, Capítulos 15-18

Resumen

Capítulo 15

Es noviembre y el clima es muy frío. En el Instituto no hay calefacción, salvo en la parte de los jesuitas, a la que Pablo y sus alumnas no tienen acceso. Pese al clima, decide dictar su clase afuera. Solo tres estudiantes concurren: Natalia, Alicia y otra compañera. Cuando la clase termina, camino a sus hogares, Pablo le pregunta a Natalia si ya habló con su padre sobre sus futuros estudios y la invita a tomar un café. Esta vez, ella acepta y ambos terminan bebiendo vino. A Natalia le preocupa que pueda verla allí su padre. Pablo, que conoce por el director que la familia de Natalia está muy bien económicamente, le pregunta por qué su padre no la dejaría estudiar, por qué la regañaría si la viera con él allí en ese momento y por qué le permite estudiar en el Instituto en lugar de en un colegio religioso. Natalia, entonces, le cuenta que su padre es así desde que tiene tanto dinero y que la tarea de su tía es educarlas a las mujeres de la familia y refinar a su padre.

Capítulo 16

La narradora, otra vez, es Natalia y el capítulo está dividido con asteriscos. A ella le gusta estudiar en su cuarto, a solas, pero sus tía y hermanas insisten para que lo haga en el salón. Ellas se lamentan por lo inconveniente de que siga cursando en el Instituto, sobre todo ahora que no está Gertru y que Tali se frecuenta con Alicia. A la tía no le gusta su nueva amiga, por lo que planea presentarle a Petrita López, la sobrina de una amiga suya.

Alicia y Natalia estudian mucho juntas. Tali está contenta con su nueva amiga, a quien le habla del profesor e, incluso, le muestra su diario íntimo. Alicia le confiesa que a ella le gustaría convertirse en maestra y volver a su pueblo natal. Además, le dice que ellas son diferentes y que su amistad, seguramente, no sea duradera porque sus vidas son distintas: Alicia no tiene tiempo para escribir un diario íntimo ni para ver atardeceres, dado que ella debe trabajar.

Una tarde, Julia y Natalia salen de paseo y Julia aprovecha para hacerle algunas confidencias a su hermana menor. Le cuenta que Mercedes está insoportable desde que Federico, quien antes la pretendía a ella, dejó de hablarle. Además, le dice que está decidida a irse a Madrid con Miguel, le guste o no al padre.

Al pasar por lo de Elvira, deciden entrar a visitarla. La encuentran recostada y desanimada, pero, pronto, con la conversación de Tali sobre el Instituto y el profesor de alemán, levanta su ánimo. Al salir, Julia le dice a su hermana que Elvira es una hipócrita porque, aunque se casará con Emilio, se muestra interesada en Pablo y finge no conocerlo tanto como realmente lo conoce. Esto a Tali no le agrada.

Petrita López visita dos veces a Natalia, quien se aburre enormemente con su presencia. Petrita aparenta ser mayor de lo que es, pero su carácter es infantil y se muestra ignorante. Tiene cierto parentesco con Gertru, por lo que le cuenta algunos secretos: el novio de Gertru es conocido por ser mujeriego y, además, se comenta que mantiene una relación clandestina en Madrid con una señora extranjera. Esto a Natalia la indigna.

Tras la visita de Petrita, Tali llega de malhumor a la clase. Al finalizar la jornada, se acerca a Pablo y le dice que está cansada de su familia y que está decidida a hablar con su padre sobre sus estudios al regresar al hogar. Así lo hace, pero, en lugar de hablar sobre su carrera, termina recriminándole el trato que recibe de la tía Concha y cuánto ha cambiado él con ella.

Capítulo 17

La boda de Getru y Ángel se adelanta porque Lydia, la madre de él, debe viajar a Argentina a visitar a unos parientes. Mientras la mujer está en la ciudad, pasa mucho tiempo con su nuera, la colma de regalos y se encarga de los preparativos del pedido de mano. Getru visita a Josefina, su hermana, que está casada, tiene un hijo y espera otro, y la invita. Luego le comenta a Lydia que ha quedado preocupada por su hermana, porque cree que no es feliz. La suegra le dice que nadie es completamente feliz y que no se preocupe. Esa noche, cuando Ángel regresa de una de las reuniones de Yoni, está borracho y bromea con la madre y con la novia. Gertru no está contenta al verlo así: quiere hablarle, pero no puede.

Gertru envía invitaciones y escribe un mensaje personalizado en la de Natalia, para que asista. En la reunión, un grupo de mujeres casadas de la edad de Mercedes, le pregunta por su relación con Federico y esta se mofa de haberle dado una lección. Todas hablan de temas en común: primero, de los matrimonios; luego, de las criadas. Natalia se siente agobiada en aquel ambiente. De repente, aparece Gertru y la saca de allí para mostrarle los regalos recibidos. Tali nota que los libros ya no están en la repisa y le pide uno para Alicia. Luego, llora sobre el hombro de su amiga.

Capítulo 18

Pablo se encuentra cansado de la tarea rutinaria del Instituto, lugar en el que no ven con buenos ojos sus métodos novedosos de enseñanza. El momento de inicio de su hastío coincide con el momento en el que Emilio comienza a visitarlo a la salida del trabajo para hacerle confidencias sobre Elvira: está preocupado porque no sabe qué es lo que ella espera de él. Pablo lo aconseja: le dice que no debe admirarla tanto y debe ser más duro con ella.

Al llegar los exámenes de diciembre y las vacaciones de Navidad, Pablo se despide de las alumnas. Decide dejar el empleo. Se dispone a caminar por la ciudad y, aburrido, llega hasta una exposición de Yoni en el Casino. Allí está también Elvira y los tres salen a tomar algo. Luego, cuando Pablo y Elvira quedan solos caminando por las calles nocturnas, ella se pone muy nerviosa y llora. Al llegar a la pensión, ella le pide que la deje subir, pero él no se lo permite y discuten. Ella le dice que es una vergüenza el trato que él le prodiga, que la hace quedar como una fulana o como la animadora amiga suya. Él le dice que no es como la animadora, porque Rosa es una persona directa que si quisiera acostarse con él, lo diría. Tras decirle esto, le da su pañuelo y le pide que se retire.

A la mañana siguiente, tras una noche de insomnio, hace su maleta y se va a la estación. Al entrar al bar del lugar, se encuentra con Natalia que también está esperando el tren a Madrid porque en él se irá Julia. Cuando el tren se va, Natalia le pregunta reiteradas veces al profesor si volverá, pero él no responde.

Análisis

El establecimiento escolar al que asisten Pablo y Natalia sigue los lineamientos de las instituciones escolares para la clase menos favorecida. Esto es llamativo porque Natalia es una joven de clase acomodada que, sin embargo, asiste al Instituto y no al colegio religioso al que suelen ir las jóvenes de su condición social. La carencia se hace notable cuando comienza el clima frío y las alumnas no tienen calefacción, mientras que el ala de los jesuítas sí. Además, allí las clases están divididas por género, dado que la coeducación estaba prohibida en España desde 1939 por ser considerado un tipo de educación peligroso y contrario a los principios del régimen.

El edificio en el que funciona el Instituto es percibido de manera negativa por Pablo desde el principio. Su primera impresión es que parece una cárcel. Más adelante, asocia el lugar con lo bélico: "Todo en aquel edificio me recordaba un refugio de guerra, un cuartel improvisado. Hasta las alumnas me parecían soldados" (209). Cuando tiene su primera entrevista, nota el cuadro de Franco colgando sobre la pared de la sala. En ese ambiente, su método pedagógico, que también es una herramienta para escapar de los límites impuestos por los muros de ese establecimiento, no encaja: da sus clases al aire libre, no coloca notas a sus alumnas ni contabiliza las ausencias. Antes de irse sin terminar el curso, desiste de su plan porque se da cuenta de que no pertenece allí y de que no puede hacer nada más para cambiar la realidad de ese espacio. Esto recuerda y hace significativa la primera frase que Pablo pronuncia al llegar a la ciudad en el segundo capítulo de la novela: "Aquí no hay sitio para mí" (29). Aquí, en la última parte de la historia, sus primeras palabras en la ciudad se releen como una profecía.

A pesar de asistir a una escuela a la que usualmente van las chicas más pobres, a la familia de Natalia no le gusta que ella trabe amistad con personas como Alicia. Natalia no parece consciente de las diferencias que hay entre su nueva amiga y ella. Pero Alicia sí. Es ella quien le indica que son distintas: Natalia es una joven burguesa, por eso tiene tiempo libre que puede dedicar a la escritura de un diario íntimo o a la contemplación pasiva de atardeceres; Alicia es una joven obrera, que debe trabajar para subsistir y no puede siquiera pensar en la posibilidad de estudiar. El padre de Natalia es un hombre que ha hecho fortuna de forma reciente y la tía es quien custodia que sus sobrinas cumplan las normas sociales. Por eso le busca una amiga acorde a su clase, Petrita. Pero Natalia no encuentra en Petrita, otra vez, una interlocutora válida: Petrita es ignorante, convencional y superficial.

Tampoco encuentra un interlocutor válido en su padre. Cuando por fin se decide a hablar con él sobre la posibilidad de continuar sus estudios superiores, la conversación deriva en otros reclamos previos que la joven no puede contener y que están vinculados con un tiempo pasado, el de la infancia, que se presenta como el de la libertad. Lo que le reclama a su padre, entonces, es ser libre. Pero ante la incomprensión de él, prefiere darle la razón y callar.

En esta última parte de la historia, los destinos de los protagonistas se van definiendo. Gertru organiza, junto a su suegra, su fiesta de pedido de mano, a la que asisten muchas mujeres casadas que tratan temas que pronto serán parte de su vida cotidiana. Los libros ya no están en su biblioteca: acepta el destino de esposa que no estudia porque su marido no lo permite. Lydia, su suegra, es una especie de extensión de Ángel, que aconseja a su joven nuera para que sea una mujer dócil, como el régimen manda, y también sobre "duchas frías, gimnasia, una crema ligera al acostarse. Gertru seguía todos sus consejos de belleza porque la oía decir que las mujeres, desde muy jóvenes tienen que prepararse para no envejecer" (235). Quizás el consejo más importante que le da para que acepte su destino de esposa servil y conformista, cual seguidora fiel de la Sección Femenina, sea el siguiente: "Nadie es feliz del todo en este mundo, hija. Cada uno lleva su cruz" (235).

Pablo también toma una decisión: irse. Deja la ciudad cuando entiende que ya nada puede hacer allí. En la escuela, su método fracasa. Con Elvira, también. No logra que ella tome la decisión de elegirlo y así quiebre el mandato que la atormenta. Tras la tensión sexual del último encuentro, en el que una vez más parece que ella va a ceder y va a liberarse, la joven retrocede y vuelve a elegir el camino de la norma que él repele.

En la estación, Pablo encuentra a Julia y a Natalia. Natalia, al parecer, logrará liberarse de las normas: "cada vez estoy más decidida" (255). Julia es quien sí lo hace al tomar una decisión que quiebra lo esperado por su familia y por la sociedad. Después de un largo sufrimiento, decide viajar a Madrid y escapar de la ley paterna. Elvira, en una conversación con Emilio, le dice que quiere escapar, pero ella, heroína frustrada de la historia, no lo logra; Julia, sí. Una termina como contracara de la otra.

La novela se cierra con una imagen neblinosa y un chirrido de tren desplazándose: "Habíamos salido afuera. Sonaban los hierros del tren sobre las vías cruzadas. Con la niebla, no se distinguía la Catedral" (256). Pablo llega en tren, con expectativas de aventura y de volver a ver su antigua tierra con ojos nuevos, y se va en tren, con nuevas expectativas, porque la huida se presenta como la única posibilidad para lograr algo nuevo: la única vía de escape está fuera de esa ciudad sumergida en la tradición. Al llegar, la imagen de la Catedral anuncia y presagia el carácter opresivo y religioso que cubre como un halo la ciudad. Al irse, ese edificio, que es símbolo de la religión católica y del régimen franquista, ya no se distingue, lo ha tapado la niebla. Julia y Pablo consiguen huir de su influjo al no seguir los mandatos socialmente impuestos.