El conde de Montecristo

El conde de Montecristo 'El conde de Montecristo' y la deconstrucción del orientalismo francés

El conde de Montecristo presenta numerosas referencias a personajes y situaciones de los cuentos orientales recopilados bajo el título de Las mil y una noches: Simbad el marino, la cueva de Alí-Babá, los tesoros ocultos, los piratas, las princesas cubiertas de diamantes y otras piedras preciosas y el consumo de hachís son algunos de los tantos elementos que, en la novela de Dumas, remiten a una determinada representación del mundo oriental. Es tan importante su presencia, que vale la pena preguntarse con qué intención el autor ha recurrido de forma tan abundante a esta fuente.

Cabe destacar que hacia 1846, cuando termina de publicarse El conde de Montecristo, el orientalismo —entendido como un entusiasmo cultural particular por los temas orientales— es una cuestión en boga en Francia desde hace más de un siglo. Esta moda se remonta a la popularidad que gozan las historias de Las mil y una noches desde que son traducidas al francés, entre los años 1704 y 1711, por Antoine Galland.

Tal como plantea Lisa Lowe en sus estudios sobre el orientalismo francés, la moda orientalista en Francia presenta una visión de Oriente heterogénea, inconsistente y contradictoria, que no se corresponde en absoluto con su referente real y concreto, sino que remite a la idea de un Oriente mítico, exótico y tradicional cargado de representaciones fantasiosas y racistas.

Las referencias a Oriente, durante el Romanticismo, invocan casi siempre un lugar al este de Francia, desde Turquía hasta la Península arábica, pero incluyendo también el norte de África, Grecia e incluso Italia —naciones, estas últimas, sujetas a la hegemonía europea—. Como puede verse, el Oriente no está verdaderamente definido geográficamente, sino, más bien, como un negativo de los valores occidentales: es aquello exótico, diferente, más salvaje y menos civilizado, aquello percibido como lo otro; en definitiva, engrosa las fantasías occidentales sobre la construcción de Oriente.

Con todo ello, queda clara la idea errada que la mirada etnocéntrica de la sociedad francesa del siglo XIX construye sobre Oriente. En el caso de Alejandro Dumas, sin embargo, sus representaciones de Oriente tienen como objetivo el burlarse de los prejuicios que ostentan sus contemporáneos, para así ponerlos en evidencia y tratar de deconstruirlos.

Para ello, en primer lugar, introduce al excéntrico conde de Montecristo en la sociedad parisina y lo convierte en el objeto de la fascinación e incluso la burla de la alta sociedad. Tanto en el almuerzo en casa de Alberto como en las sucesivas noches de ópera, los franceses y las francesas observan al conde y a su esclava, Haydée, y se maravillan con sus excentricidades: sus vestidos tan alejados de la moda europea, sus brillantes y sus expresiones. Sin embargo, esa sociedad que, aunque maravillada, mira con desdén al conde y lo considera un príncipe oriental, es denunciada por Dumas como una sociedad frívola, cínica y demasiado preocupada por las apariencias. Por el contrario, el conde y sus allegados están cargados tan solo de valoraciones positivas. El esclavo nubio, Alí, por ejemplo, goza de la confianza y la fidelidad absoluta del conde, algo que ningún europeo logra suscitar en él.

Finalmente, el personaje de Haydée es una pieza clave en la deconstrucción y la subversión del orientalismo francés. La joven hija de Alí-Tebelín, gobernante de Janina, se convierte en una pieza clave para la destrucción del conde de Morcef, quien representa a la casta militar francesa. Haydée desenmascara la traición de los franceses durante la Guerra de la Independencia griega y subvierte los roles ante la Cámara de Diputados: no son los orientales los salvajes e incivilizados que cometen matanzas violentas y traiciones para quedarse con las fortunas de sus enemigos; esos son, de hecho, los franceses.

El triunfo último del conde de Montecristo implica, en este sentido, una reivindicación de Oriente sobre Occidente y una forma de desarmar parte de las representaciones sociales negativas que los franceses sostienen en su época contra los pueblos de Oriente.