El ahogado más hermoso del mundo

El ahogado más hermoso del mundo Citas y Análisis

Los primeros niños que vieron el promontorio oscuro y sigiloso que se acercaba por el mar, se hicieron la ilusión de que era un barco enemigo. Después vieron que no llevaba banderas ni arboladura, y pensaron que fuera una ballena.

Narrador, p.47.

“El ahogado más hermoso del mundo” comienza con la llegada de un cuerpo a la costa en la que juegan unos niños. Ellos lo confunden con un barco y hasta con una ballena, debido a su gran tamaño. Es la aparición de este cuerpo lo que funciona como disparador para la historia, y es a partir de su llegada que el pueblo cambiará para siempre.

Cuando lo tendieron en el suelo vieron que había sido mucho más grande que todos los hombres, pues apenas si cabía en la casa, pero pensaron que, tal vez, la facultad de seguir creciendo después de la muerte estaba en la naturaleza de ciertos ahogados.

Narrador, p.47.

La manera en que los hombres del pueblo justifican el tamaño fuera de lo común del ahogado señala un rasgo cultural de este pueblo: al parecer, su gente posee algún tipo de pensamiento mágico. Se sorprenden por el tamaño del ahogado, pero no en demasía, y se toman con naturalidad muchas cosas que al lector le resultan cuanto menos extrañas. Esto es algo muy propio también del estilo que caracterizó a García Márquez, y que tiene que ver con el género que cultivó, conocido como realismo mágico latinoamericano.

El pueblo tenía apenas unas veinte casas de tablas, con patios de piedras sin flores, desperdigadas en el extremo de un cabo desértico. La tierra era tan escasa, que las madres andaban siempre con el temor de que el viento se llevara a los niños, y a los pocos muertos que les iban causando los años tenían que tirarlos en los acantilados.

Narrador, p.48.

El pueblo donde viven los hombres y las mujeres que reciben al ahogado es descrito como un lugar inhóspito, en donde a la pobreza se suma una suerte de malicia inherente a la tierra: al ser tan poca, no permite ni siquiera enterrar a los propios muertos. Esta descripción del pueblo sirve como contrapunto para lo que será el desenlace del cuento, una vez que el ahogado haya cambiado las cosas para siempre.

Pero solamente cuando acabaron de limpiarlo tuvieron conciencia de la clase de hombre que era, y entonces se quedaron sin aliento. No sólo era el más alto, el más fuerte, el más viril y el mejor armado que habían visto jamás, sino que todavía cuando lo estaban viendo no les cabía en la imaginación.

Narrador, pp.48-49.

Una vez que los hombres dejan al ahogado en el pueblo, son sus mujeres quienes se ocupan de limpiarlo. Es por eso que son también las primeras en descubrir que debajo de las capas de suciedad que lo cubren, su cuerpo, además de ser gigante, es también el de un ser divino. El ahogado es más bello, más fuerte y más viril que cualquier otro hombre. La escena, casi epifánica, parece representar la aparición de una divinidad o un semidiós, solo que, en este caso, se trata, a su vez, de un cadáver.

Andaban extraviadas por estos dédalos de fantasía, cuando la más vieja de las mujeres, que por ser la más vieja había contemplado al ahogado con menos pasión que compasión, suspiró:

—Tiene cara de llamarse Esteban.

Narrador, pp.49-50.

Si se piensa en que el protagonista del cuento es un ahogado, es decir, una persona muerta, el hecho de que las mujeres del pueblo le den un nombre hace que también gane poco a poco rasgos de identidad, una posible historia y, por ende, y como se verá más adelante, también una voz propia.

Fue entonces cuando comprendieron cuánto debió haber sido de infeliz con aquel cuerpo descomunal, si hasta después de muerto le estorbaba.

Narrador, p.50.

Luego de que las mujeres no encuentran qué ropa ponerle ni en dónde acostar al gigante ahogado, se dan cuenta de que su cuerpo, que antes era para ellas algo bello y divino, es en verdad algo terrible para el propio Esteban. Esta escena puede leerse como el problema del juicio a primera vista de la gente del pueblo: cuando recién lo descubren, los niños juegan con el cuerpo, los hombres quieren deshacerse del él y las mujeres se enamoran. No es hasta que el fallecido recibe un nombre que se lo piensa como individuo.

Así que cuando los hombres volvieron con la noticia de que el ahogado no era tampoco de los pueblos vecinos, ellas sintieron un vacío de júbilo entre las lágrimas.

—¡Bendito sea Dios —suspiraron—: es nuestro!

Narrador, p.51.

En el pueblo, los hombres trabajan todo el día y los niños juegan solos; es por eso que, en esta escena, se condensa algo que se venía representando desde el comienzo del relato: antes de la llegada del ahogado, las mujeres no parecían tener motivaciones profundas en su rutina. Esteban cumple para ellas una suerte de rol de amante desvalido que llena su vida de entusiasmo.

Una de las mujeres, mortificada por tanta indolencia, le quitó entonces al cadáver el pañuelo de la cara, y también los hombres se quedaron sin aliento.

Narrador, p.52.

Las mujeres se enfrentan a los hombres, que, al comprobar que el ahogado no es de nadie, quieren devolverlo al mar. Ellas comparten su descubrimiento con los maridos y quitan el pañuelo que habían dejado sobre la cara del ahogado, devalando de esta forma esa belleza divina que, como el canto de una sirena, fascina también a los hombres.

(…) y si hubiera sabido que aquello iba a suceder habría buscado un lugar más discreto para ahogarse, en serio, me hubiera amarrado yo mismo un áncora de galeón en el cuello y hubiera trastabillado como quien no quiere la cosa por los acantilados, para no andar ahora estorbando con este muerto de miércoles, como ustedes dicen (…).

Narrador/Esteban, p.53.

Como se mencionó anteriormente, darle un nombre a alguien es también darle una identidad y una voz. Es por eso que, llegado cierto punto, el narrador que empleaba la tercera persona se convierte en la misma oración en un narrador en primera, en este caso en el mismísimo Esteban, que se disculpa con los hombres y las mujeres del pueblo por ocasionarles problemas con su cuerpo de ahogado.

(…) porque ellos iban a pintar las fachadas de colores alegres para eternizar la memoria de Esteban y se iban a romper el espinazo excavando manantiales en las piedras y sembrando flores en los acantilados (…).

Narrador, p.54.

Al final del cuento, tanto hombres como mujeres se ponen de acuerdo en hacerle un funeral a Esteban, funeral al que llegan muchísimas personas de otros pueblos y en donde el cuerpo del ahogado es devuelto al mar. Es a partir de este momento que todos en el pueblo acuerdan cambiar para siempre el lugar donde viven, transformarlo en un lugar bello, con flores y colores. De esta forma, cualquier marino que vea desde su barco el lugar sabrá, en palabras del narrador, que ese “es el pueblo de Esteban” (p.54).