El ahogado más hermoso del mundo

El ahogado más hermoso del mundo Imágenes

El cuerpo (Imagen visual)

El cuento comienza con la llegada de un cadáver y termina con su partida. En un principio, cuando el ahogado encalla en la costa, los niños que lo descubren lo utilizan como un objeto de juegos: “Habían jugado con él toda la tarde, enterrándolo y desenterrándolo en la arena” (p.47). El cadáver da en principio la imagen de ser algo y no alguien. Para los varones adultos, es "un fiambre de mierda" (p.52). Antes de ser limpiado, da la sensación de ser un objeto del mar, un resto de naufragio. Los niños tienen que quitarle, en principio, los “matorrales de sargazos, los filamentos de medusas y los restos de cardúmenes y naufragios” (p.47) que tiene encima. Luego, las mujeres tienen que limpiarlo para que la imagen del cadáver se transforme.

Dice el narrador: "Una de las mujeres, mortificada por tanta indolencia, le quitó entonces al cadáver el pañuelo de la cara, y también los hombres se quedaron sin aliento" (p.52). El cadáver ya no es un resto marítimo, sino un hombre, “el [hombre] más alto, el más fuerte, el más viril y el mejor armado que habían visto jamás” (p.48).

Las flores (Imagen visual)

Las flores son un símbolo de la vitalidad de la que carecía el pueblo antes de la llegada del ahogado (ver sección "Símbolos, motivos y alegorías"). Pero, también, al abordar las flores estamos ante una de las imágenes poéticas más contundentes del final del texto.

Al describirse por primera vez el terreno en donde está emplazado el pueblo, el narrador dice: "El pueblo tenía apenas unas veinte casas de tablas, con patios de piedras sin flores" (p. 48). Se trata de un sitio árido, plagado de piedras y sin vegetación, en donde las flores brillan por su ausencia. Es por esto que, una vez que las mujeres descubren la belleza del ahogado e imaginan cómo hubiera sido su vida en el pueblo, el narrador afirma: "... y habría puesto tanto empeño en el trabajo que hubiera hecho brotar manantiales de entre las piedras más áridas y hubiera podido sembrar flores en los acantilados" (p.49).

Las flores comienzan a multiplicarse con la aceptación por parte del pueblo del cuerpo como propio; ahora es un cuerpo dotado de identidad. Para el funeral, la imagen de tantas flores juntas da cuenta de la vitalidad adquirida por las calles gracias a la presencia de Esteban: "Algunas mujeres que habían ido a buscar flores en los pueblos vecinos regresaron con otras que no creían lo que les contaban, y éstas se fueron por más flores cuando vieron al muerto, y llevaron más y más, hasta que hubo tantas flores y tanta gente que apenas si se podía caminar" (p.53).

El llanto de los habitantes del pueblo (Imagen auditiva)

También la hipérbole se hace presente en la imagen del doloroso llanto de los habitantes al despedir a Esteban. "Algunos marineros que oyeron el llanto a distancia perdieron la certeza del rumbo" (p.53), dice el narrador, para enfatizar el caudal de sonido del lamento proveniente del pueblo. Luego agrega: "se supo de uno que se hizo amarrar al palo mayor, recordando antiguas fábulas de sirenas" (p.53), no solo acrecentando la sensación de que este llanto es impresionante, sino que le adjudica también un carácter mítico, puesto que esta es una clara referencia al canto de las sirenas en la Odisea de Homero. En la Odisea, Ulises, para escuchar el canto de las sirenas y no lanzarse al mar, se hace atar al mástil de la embarcación mientras sus marineros se colocan tapones de cera en los oídos.