Crimen y castigo

Crimen y castigo Temas

El crimen y la redención

El título de la novela es simple y comunica exactamente lo que está en el corazón de la obra: se trata de la historia de un crimen y el castigo que debe pagarse por él. No obstante, la historia no se agota en la tragedia que supone caer en el asesinato y pagar por ello, sino que orienta su sentido hacia la posibilidad de la redención.

Ahora bien, la pregunta central en torno a este tópico parecer ser la siguiente: ¿son todos los crímenes redimibles? A pesar de haber cometido un crimen tan despiadado como el asesinato de Aliona y Lizaveta, Raskólnikov no está condenado sin más en la novela. En principio, la historia se encarga de presentarlo como un personaje complejo que es capaz, también, de llevar a cabo acciones virtuosas, como darle sus últimas monedas a la familia Marmeládov o defender a la joven borracha de un abusador. Sin embargo, su redención se hace verdaderamente posible solo gracias al desinteresado sacrificio de Sonia. Sin ella, Raskólnikov no habría podido encontrar el perdón, porque este requiere de la comunión con otros: en Crimen y castigo, no hay redención en soledad.

Vale la pena comparar el caso del protagonista con el de Svidrigáilov, quien, a diferencia del primero, no parece tener salvación. ¿Cuál es la diferencia entre ambos hombres? Como podremos comprobar, en el caso de Svidrigáilov, su visión nihilista es tan fuerte que llega a despreciar la vida misma suicidándose. Lo que sucede con este personaje es que no consigue la comunión con otras personas y, por lo tanto, su salvación se encuentra vedada.

La pobreza

Una de las problemáticas que plantea la novela es el móvil del crimen: ¿qué lleva a Raskólnikov a cometer el crimen? Se barajan algunas posibilidades: ¿es una enfermedad?, ¿es su orgullo desmedido?, ¿es un ejercicio teórico?, ¿es consecuencia de las condiciones en las que vive?

Si nos quedamos con esta última tesis, Raskólnikov solo tiene una responsabilidad parcial en lo que ocurrió. La pobreza y consecuente desesperación derivan en una crisis psicológica y moral. Incluso Raskólnikov ensaya eso como una explicación para sus acciones: “Tú has estado en mi cuchitril y lo has visto... ¿Y sabe tú, Sonia, que los techos bajos y las habitaciones exiguas deprimen el alma y la mente? ¡Qué odio le tomé a ese cuchitril!” (p.546). Precisamente Sonia es un ejemplo más claro de cómo las circunstancias pueden empujar a un individuo a vivir en la inmoralidad, dado que ella se prostituye para aliviar la indigencia de su familia.

Raskólnikov se siente abrumado por las circunstancias en las que vive. La fuente de más presión en su vida es el rol que debe cumplir para su madre y su hermana. Raskólnikov debería ser capaz de mantenerlas y ofrecerles cierta seguridad. Sabe que está lejos de poder cumplir con las expectativas.

El nihilismo y el utilitarismo

Dos corrientes del pensamiento subyacen a los problemas y decisiones que atañen al protagonista de la novela: el nihilismo y el utilitarismo.

El nihilismo es una filosofía que sostiene que la vida, la realidad o la existencia no tienen un significado o propósito intrínseco, y que las creencias, valores y principios morales no tienen base lógica o racional. Es Turguéniev, escritor ruso contemporáneo a Dostoyévski, el responsable de difundir el nihilismo en Rusia a través de su obra. Turguéniev define así la postura del nihilista: “Un hombre que no se inclina ante ninguna autoridad, que no acepta ningún principio por fe”. Se trata de una postura en la que se niega todo ideal positivo; sostiene que no hay nada sobre lo cual pueda asentarse la moral y el pensamiento humanos.

Por su parte, el utilitarismo es una teoría ética burguesa que postula que el criterio de moralidad de un acto depende solamente del provecho que ese acto proporcione. Es decir que el utilitarismo sostiene que la moralidad de un acto se debe evaluar en función de su capacidad para maximizar la felicidad o el bienestar general.

Una de las críticas más frecuentes al nihilismo es su rechazo al pasado y, por ende, a lo propiamente ruso. Asimismo, el utilitarismo fue duramente criticado por ignorar otros factores como la caridad y los principios religiosos al momento de juzgar la moralidad de un acto y, por lo tanto, alejarse del cristianismo, tan enraizado en el alma rusa. Por este motivo, ambas posturas son consideradas extranjerizantes.

En varias de sus obras, Dostoyevski postula que Rusia no debe mirar a Europa ni a ningún lugar por fuera de sí misma para encontrar soluciones a sus problemáticas. Por ese motivo, la obra contiene una serie de caricaturas o retratos ridiculizantes de los jóvenes que profesaban el nihilismo y el utilitarismo. El mejor ejemplo es Lebeziátnikov cuyos discursos locuaces están plagados de tópicas e ideas prefabricadas que desconocen la realidad circundante y rechazan la realidad propiamente rusa. Marmeládov, por ejemplo, dice que Lebeziátnikov descarta el valor de la caridad porque no es útil: “La compasión ha sido incluso prohibida por ley y que así ocurre ya en Inglaterra, donde se practica la economía política” (p.80).

¿Qué implicancias tiene el nihilismo y el utilitarismo en las acciones de Raskólnikov? Desde un lugar puramente racional y utilitario, Raskólnikov considera que si los objetos de la vieja prestamista se utilizan para ayudar a los necesitados, su muerte no está mal. No obstante, desde la moral, el asesinato no tiene justificación. Como en todo lo demás, Raskólnikov oscila entre posturas nihilistas y utilitarias, pero también las impugna. Raskólnikov enfrenta a Luzhin cuando este postula el liberalismo y el utilitarismo en una luz positiva. Por ejemplo, le hace caer en cuenta que, llevados al extremo el liberalismo y el utilitarismo que profesa Luzhin, todo puede justificarse. Raskólnikov le dice que bajo esos preceptos no hay moralidad o principios que deban entrar en juego y que bajo esa lógica “resulta que se puede degollar a la gente…” (p.240).

Si los preceptos del utilitarismo se llevan al extremo, la sociedad que resulta es una donde las acciones que realiza Raskólnikov no podrían ser condenadas.

La idiosincrasia rusa

La contracara de las soluciones extranjerizantes que se mencionan en el tema anterior está en lo que se considera auténticamente ruso. En Crimen y castigo hay personajes que encarnan distintos aspectos del alma rusa. Estos personajes que muestran un apego con el alma rusa o la encarnan son mejor tratados por Dostoyevski en comparación con las representaciones más bien caricaturescas de aquellos que valoran lo ajeno por encima de lo nacional.

Es frecuente en la literatura de Dostoyevski que los niños representen ese aspecto inocente y auténtico. En Sonia, se destaca más de una vez su aspecto casi infantil y ella encarna casi enteramente los mejores aspectos del alma rusa. Incluso al final de la obra, en el epílogo, los otros presos la llaman “madre compasiva y bondadosa” (p.696), aludiendo de este modo a la idea de la ‘Madre Rusia’, la personificación femenina del imperio. En la novela se menciona esta personificación antes, cuando Luzhin dice: “Nuestra ‘madre Rusia’, como le decimos, es inmensa” (p.408). Es decir que el concepto de Rusia como madre está presente y no es casual la apelación de “nuestra madre” para Sonia. Ella representa la fe, la compasión, la caridad, el sacrificio y, además, es el personaje menos locuaz. Sonia es la contracara de los intelectuales que lanzan largos discursos, pero no son capaces de actuar moralmente.

Razumijin, bondadoso, generoso y optimista, y aunque no encarna algún valor ruso en particular, defiende un pensamiento auténticamente ruso. Rechaza ideas ajenas, puramente racionales, sin otras consideraciones sobre la realidad rusa:

¿Qué representamos todos nosotros ahora en lo que se refiere a la ciencia, al desarrollo, al pensamiento, a los inventos, a los ideales, a las aspiraciones, al liberalismo, al raciocinio, a la experiencia… a todo, vamos… lo que se dice a todo? ¡Pero si todavía estamos en preparatorio del liceo! ¡Nos ha gustado aprovecharnos de las ideas ajenas! (p.298).

Uno de los motivos por los que acusa de ridículo a Luzhin es porque sostiene que es una forma de progreso haber descartado el pasado y la propia historia.

La redención de Raskólnikov no implica salvarlo solamente de sí mismo, sino salvarlo de las ideas que lo llevan a alejarse de los aspectos más virtuosos de la idiosincrasia rusa según el autor: la fe, la caridad y el sacrificio.

El sacrificio

En esta novela, la mayoría de las mujeres están siempre dispuestas a sacrificarse para salvar a los hombres. Sin embargo, el mayor sacrificio lo realiza Sonia, quien supera toda noción de bondad y ternura al priorizar a los demás por sobre sí misma, e intentar nunca lastimar a nadie.

Sonia invita a Raskólnikov a salvarse sin largos y complejos discursos de índole moral. Por el contrario, le basta una mirada o una palabra simple para expresar su virtud. A pesar de tratarse de un personaje de pocas palabras, las que emite son claras, sabias y piadosas: “Lo que debes hacer es aceptar el sufrimiento y redimirte” (p.550), le dice a Raskólnikov, aunque él todavía no está listo para hacerlo. De este modo, se vuelve evidente que ella predica con el ejemplo y a través de él le enseña a Raskólnikov a reconocer su culpa, pedir perdón y seguir viviendo.

Este personaje llega al extremo de la santidad, al punto en que se pueden establecer paralelos entre su figura y la de Cristo. De hecho, carga con su deshonra como si se tratara de una cruz, con una resignación devocional. Esto coincide con un pilar de la fe cristiana ortodoxa: la salvación implica el sacrifico, un sufrimiento que hay que transitar con resignación.

En esta línea, Sonia está dispuesta a asumir el sufrimiento de los otros y encarna, de este modo, la verdadera compasión. No hay un mejor ejemplo de ello que el momento en que Raskólnikov le confiesa su crimen y ella, en lugar de sufrir por la muerte de su amiga, de inmediato se compadece del dolor del asesino. A partir de allí, sin emitir un juicio e ignorando su propio dolor, acompaña a Raskólnikov, quien incluso se sorprende de que ella sea capaz de tomar su mano o tocarlo sin repugnancia.

La comunidad y la alienación

Como parte de su enfermedad psicológica y espiritual, Raskólnikov se aísla de las personas y su entorno, lo que refuerza y enfatiza cíclicamente su malestar. Antes de cometer el asesinato, evita el contacto con las personas y siente una profunda ansiedad ante el solo hecho de pensar en intercambiar palabras convencionales con los otros. Como en el resto de su vida, su misantropía no es constante y, por momentos, ansía e incluso se alegra del contacto con los otros. En este sentido, la novela establece una tensión entre los deseos de aislamiento y comunidad de su protagonista.

Cuando Raskólnikov entra a la taberna y se encuentra con Marmeládov, por ejemplo, se vuelve evidente que siente a gusto. Pero este bienestar le dura muy poco y pronto vuelve a desear la soledad. Algo parecido sucede cuando se abraza con Polia: en ese momento, decide ir en busca de Razumijin para charlar con él porque siente sus fuerzas renovadas tras el encuentro con otra persona. Luego se aísla nuevamente.

Cabe mencionar que Razumijin es quien más se esfuerza para mantenerlo en sociedad y rodeado de otras personas. No obstante, la influencia más duradera, en este sentido, es que la encarna Sonia. A pesar de tratarse de una sola persona, Sonia representa un vínculo de tal intensidad que alcanza para conectarlo con la humanidad entera. En una escena especialmente conmovedora, Raskólnikov se arrodilla y expresa, de este modo, lo que ella significa para él: “No me he arrodillado delante de ti, sino delante de todo el sufrimiento humano” (p.437).

El orgullo y la vergüenza

Raskólnikov asesina a Aliona y Lizaveta para probar una tesis sobre el tipo de personas que existen en el mundo. Previamente, y como ejercicio intelectual, escribe un artículo llamado “Acerca del delito”, que postula la existencia de dos tipos de personas: las ordinarias y las extraordinarias. En su deseo de probar que él pertenece al selecto grupo de personas extraordinarias, mata a las mujeres y se sume en un violento proceso de deterioro psíquico y espiritual.

El motor detrás de todo está, por lo tanto, en su orgullo. Ahora bien, ese orgullo puede comprenderse como una sobrecompensación por las humillaciones que experimenta en su vida. Por ejemplo, es tal su estado de pobreza que no puede comprarse nuevas botas para retomar las clases particulares, su madre tiene que endeudarse para mantenerlo e incluso su hermana está dispuesta a casarse sin amor con tal de ayudarlo. Raskólnikov es lo suficientemente inteligente para ver la ironía que implica que él tenga más importancia como único varón de su familia y que las esperanzas caigan sobre sus hombros a pesar de que sean las mujeres quienes lo están sosteniendo.

Ahora bien, como se trata de un personaje escindido, que constantemente cambia entre humores antagónicos, Raskólnikov se va a mostrar excesivamente orgulloso y seguro de sí mismo, solo para acabar sintiéndose patético poco después. Es así que busca creerse mejor que el resto a través de la transgresión de una ley que se aplica a todos, menos a los grandes hombres de la historia; un delirio que se refuerza al ser capaz de engañar a su entorno para evitar sospechas.