Crimen y castigo

Crimen y castigo Resumen y Análisis Segunda parte, Capítulos 5-7

Resumen

Segunda parte

Capítulo 5

El desconocido, que pregunta por Raskólnikov, espera en el descanso fuera de la habitación. Parece asombrado por el estado del lugar y por el aspecto desaliñado de Raskólnikov.

Por su parte, Raskólnikov teme que sea un policía, pero resulta que el hombre es Piótr Petróvich Luzhin, el prometido de su hermana. Cuando se entera, Raskólnikov se comporta groseramente.

Luzhin intenta presentarse y menciona que ha encontrado habitaciones para Puljeria y Dunia en un hospedaje cercano. Razumijin menciona ese lugar es espantoso.

Luzhin comparte sus impresiones sobre San Petersburgo, ciudad que hace diez años que no visita. Le sorprende gratamente la difusión de las nuevas ideas que trae el progreso: “Hemos roto irreversiblemente con el pasado, y eso supone ya, en mi opinión, un logro” (p.236). Razumijin lo interrumpe acusándolo de no hacer otra cosa que repetir ideas sin sustento.

Razumijin vuelve a hablar con Zosímov acerca del crimen de la prestamista. En su opinión, el asesino nunca había matado antes y fue torpe en la ejecución. En ese momento, Raskólnikov toma la palabra y le dice a Luzhin que hay una contradicción en el hecho de que defienda las ideas de progreso y al mismo tiempo quiera casarse con una mujer que dependa enteramente de su marido. Luzhin se pone furioso y afirma que su madre debe de haber tergiversado sus palabras. La discusión escala en violencia y Raskólnikov termina echando a todos de la casa. En las escaleras, Zosímov le dice a Razumijin que lo único a lo que Raskólnikov responde es al asesinato y acuerdan discutirlo con más detalle esa noche.

Capítulo 6

Tan pronto dejan su habitación, Raskólnikov se levanta. Guarda en su bolsillo todo el dinero que hay sobre la mesa y sale del edificio sin ser visto. No sabe adónde va, pero está decidido a “poner fin a todo eso de una vez para siempre, inmediatamente, y, de lo contrario, no volver a su casa porque no quería vivir así” (p.244). Tras deambular un buen rato por la calle, entra en la taberna el Palacio de Cristal.

De repente, Zamiótov se sienta a su lado. Con el objetivo de mostrarse confiado para que no sospeche de él, Raskólnikov le cuenta que ha estado leyendo sobre el asesinato y le incita a sospechar de él. Por su parte, Zamiótov afirma que el asesino no mantuvo cabeza fría porque ni siquiera fue capaz de robar. Raskólnikov le explica cómo actuaría él en caso de ser el asesino y cuenta, efectivamente, lo que hizo tras el crimen. Ante la incredulidad de Zamiótov, agrega temerariamente “¿Y si fuera yo quien mató a la vieja y a Lizaveta?” (p.255).

Al salir, Raskólnikov se encuentra con Razumijin y le pide tranquilamente que quiere que lo dejen en paz.

Raskólnikov camina hasta un puente, donde ve que una mujer se arroja al agua. Es precisamente lo que Raskólnikov había considerado, pero ahora lo descarta y considera confesar su crimen. Camino a la comisaría, pasa frente a la casa de Aliona e ingresa impulsivamente para ver el apartamento. Se asombra de no encontrar todo igual y como actúa de manera sospechosa, lo echan del edificio.

Capítulo 7

De nuevo en la calle, se encuentra con un tumulto de gente: un carruaje ha atropellado a un hombre borracho. Raskólnikov reconoce en la víctima a Marmeládov, el funcionario. Conmovido, indica el domicilio de Marmeládov y pide que lo lleven allí, ofreciéndose a pagar por un médico.

En la casa de Marmeládov, Katerina conversa con Pólenka, su hija mayor, cuando la interrumpe la llegada de su marido. Raskólnikov le explica lo sucedido y llama a un médico. Katerina envía a Pólenka a buscar a Sonia. Cuando llega el médico, afirma que Marmeládov morirá en breve. Luego llega un sacerdote, que administra la extremaunción al moribundo. Cuando llega Sonia, se queda tímidamente junto a la puerta, vestida con su llamativo atuendo de prostituta. Katerina se queja de su desgracia y se pregunta qué hará para sobrevivir. En ese momento, Marmeládov reconoce a Sonia, la llama a su lado, le pide perdón y muere en sus brazos.

Raskólnikov se apiada de la familia y le entrega a Katerina veinticinco rublos para el funeral, luego se marcha rápidamente. Pólenka lo entrecruza antes de que se aleje; conversan un poco, Raskólnikov le pide que lo incluya en sus rezos, se dan un abrazo y se retira.

Cuando Raskólnikov pasa nuevamente por ll puente donde la mujer intentó suicidarse, piensa que su vida continúa a pesar del crimen que ha realizado. Luego pasa por la casa de Razumijin, donde están reunidos él y sus amigos. Zosímov le recomienda que vaya a descansar y Razumijin lo acompaña. En el camino, Razumijin le revela que Zosímov cree que está loco y que le ha contado sobre su conversación en la taberna. Por su parte, Raskólnikov se encuentra débil y está comenzando a divagar, así que solo le cuenta lo del dinero que le ha dado a los Marmeládov.

Cuando están llegando a destino, se dan cuenta de que hay una luz encendida en la habitación. Raskólnikov piensa que debe ser la policía y se despide de su amigo, quien no entiende su comportamiento. Cuando abren la puerta de la habitación, encuentran a Dunia y Puljeria, que han estado esperándolo hace un buen tiempo. Raskólnikov se desmaya y las mujeres le agradecen a Razumijin: saben por Nastasia todo lo que ha hecho por su amigo.

Análisis

Para el momento en que Luzhin aparece por primera vez en la novela, los lectores ya tenemos una idea formada acerca de él: se trata de un hombre mezquino, con poco tacto y pretensioso. Este personaje representa todo lo que Dostoyevski rechaza: se entusiasma por ideas nuevas que considera una forma de progreso, descarta la tradición como algo que hay que superar y, para colmo, es un hipócrita. Su liberalismo raya en lo caricaturesco: “Dedicándome única y exclusivamente a mi prosperidad es como contribuyo a la prosperidad de todos” (p.237). Sus palabras se revelan irónicas cuando advertimos el alcance de su egoísmo: no solo no ayuda a nadie más que a sí mismo, sino que ni siquiera es capaz de costear el viaje de su suegra y su futura esposa.

Luzhin repite sin cesar que el egoísmo y la ambición personal es lo único valioso que uno puede hacer por la sociedad; sin embargo, en ningún momento explica de qué modo el beneficio de una persona se traslada al de todos. A Razumijin, un personaje racional y sabio, estas ideas le parecen una “cháchara sin fundamento” (p.237). Además, Luzhin encarna el rechazo de los principios religiosos que, para Dostoyevski, hacen al alma rusa. Esto se revela especialmente cuando descalifica la máxima cristiana del “Ama a tu prójimo” (p.236). Al ridiculizar a Luzhin y exponer sin rodeos la naturaleza individualista de unas ideas tan peligrosas, Dostoyevski vuelve a defender los valores tradicionales rusos por encima de cualquier teoría científica novedosa e importada.

Extrañamente, Raskólnikov, que en esta sección rechaza las ideas de Luzhin -quizá como consecuencia del desprecio que siente hacia él-, ha aceptado cierta versión de su modo de comprender el mundo. Raskólnikov no ama a sus prójimos y, como resulta evidente, es bien capaz de trasgredir algunos de los pecados capitales más importantes del catolicismo, como las prohibiciones del robo y del asesinato. A su vez, ha pasado demasiado tiempo teorizando y racionalizando su crimen de forma científica. De hecho, el asesinato es una manifestación del credo del interés propio que pregona Luzhin: Raskólnikov ha matado para demostrar su propia teoría y ha justificado su crimen pensando que puede utilizar el dinero que robó para mejorar a la sociedad en su conjunto.

De todas maneras -y a diferencia de Luzhin-, Raskólnikov parece advertir sus propias contradicciones internas: “Nos hemos acostumbrado a encontrarlo todo hecho, a avanzar apoyándonos en los demás, a comer pan ya masticado… Lleve usted a una conclusión lo que predicaba hace un momento, y resulta que se puede degollar a la gente…” (p.240). Al escuchar su teoría llevada al extremo, Luzhin se escandaliza, pero Raskólnikov lleva la discusión más lejos aún al remarcar las inconsistencias de su discurso. De hecho, le recuerda lo que su madre contó en la carta, cuando Luzhin había afirmado que era “preferible sacar a la futura esposa de la pobreza para dominarla después y echarle en cara que el marido es el bienhechor” (ídem).

Razumijin y Zosímov se presentan como la contracara de Raskólnikov y Luzhin, no solo porque tienen posiciones éticas bien definidas e incorruptibles, sino porque evidencian una capacidad analítica superior. Razumijin deduce con bastante acierto la secuencia correcta de los acontecimientos en el crimen, al igual que el hecho de que el asesino es un inexperto. En cuando a Zosímov, los lectores podemos advertir que se está acercando peligrosamente a la respuesta sobre quién cometió el crimen, cuando comienza a prestar atención y a comentar el hecho de que Raskólnikov solo reacciona cuando se habla del asesinato.

Al principio del capítulo, Raskólnikov muestra un extraño y repentino deseo de hablar con la gente. Probablemente, esto suceda porque ha planeado suicidarse y quiere algún tipo de contacto humano antes de hacerlo. Sin embargo, termina reafirmando su deseo de vivir, aunque sea solo en las condiciones más adversas. La primera vez que se afirma a la vida de este modo es cuando ve a un grupo de prostitutas en la calle y afirma: “Una hora antes de su ejecución, un condenado a muerte decía o pensaba que si hubiera tenido que vivir en lo alto de un risco, en un espacio tan reducido que solo le permitiera permanecer de pie… habría preferido vivir así que morir en aquel momento” (p. 248). La segunda vez que se produce en él este tipo de reflexiones es cuando está en el puente y una mujer intenta quitarse la vida frente a sus ojos. Aquí, el presenciar en otra persona la manifestación de sus propios pensamientos lo asusta y le hace descartar por completo la idea: “Estaba asqueado. «No… Esto del agua es repugnante… Esto, no»” (p.261). Finalmente, cuando Pólenka se acerca a él tras la muerte de Marmeládov, le ofrece unas palabras de agradecimiento y se abrazan, Raskólnikov ve renovarse su fuerza vital y piensa: “¡Basta de espejismos, temores inventados y de fantasmas… ¡La vida existe! ¿No acabo de vivir ahora? ¡Mi vida no ha muerto aún con la de la vieja!” (p.282). Resulta sumamente significativo que tales pensamientos vengan a su mente luego de haber experimentado un momento de conexión con otra persona. El abrazo de la niña, en este punto, es uno de los pocos momentos de auténtica comunión con la humanidad que experimenta Raskólnikov a lo largo de toda la novela.

A diferencia de Pólenka, Razumijin se presenta como un camino de redención para Raskólnikov, pero este lo rechaza constantemente. De todas maneras, Razumijin es implacable en su amor por el prójimo y jamás abandona a su amigo, sin importar cuantos agravios recibe de él.

Cabe mencionar lo llamativo del número de veces en que Raskólnikov camina hacia los puentes y se detiene a pensar allí, tanto en sus problemas, como en la situación en la que se encuentra su vida en ese momento. El puente es el primer lugar en el que piensa cuando quiere descartar los objetos robados, el espacio al que llega con pensamientos suicidas e, incluso, un destino habitual de su deambular automático. De este modo, el puente simboliza el estado psicológico y espiritual en el que se encuentra Raskólnikov. A lo largo de la novela, este personaje habita una especie de limbo mental en el que siembre se debate entre dos opciones o posibilidades de vida: duda entre confesar o escapar; entre tender lazos con las personas o aislarse en su misantropía; entre la esperanza y la desesperanza; entre los actos de caridad y los actos criminales, y, como vimos en estos capítulos, entre la vida y la muerte. Más aún, Raskólnikov habita un espacio intermedio entre la vigilia o la razón y el sueño o el delirio.