Trafalgar

Trafalgar Símbolos, Alegoría y Motivos

La bandera (Símbolo)

La bandera de una nación es, por excelencia, un símbolo y una forma de identificar a la patria. En esta obra se respeta ese significado, y cada vez que aparecen los pabellones, como se llama a las banderas nacionales, el narrador hace una reflexión sobre la identidad nacional y el patriotismo. Del mismo modo, se identifica con la presencia o ausencia de estas banderas la rendición o la puesta en mando de las tropas. Por ejemplo, cuando se rinde Villeneuve, el narrador lo relata del siguiente modo: “El pabellón francés desapareció de la popa de aquel gallardo navío, y cesaron sus fuegos” (96).

Tras el ataque de los ingleses al Santísima Trinidad y la rendición española, el joven Gabriel, abatido, va en busca de agua para su amo y observa cómo se arría la bandera española por última vez. En ese momento siente un profundo sentimiento patriótico y compara la bandera amarilla y roja de su bandera con la puesta del sol:

Aquel lienzo glorioso, ya agujereado por mil partes, señal de nuestra honra, que congregaba bajo sus pliegues a todos los combatientes, descendió del mástil para no izarse más. La idea de un orgullo abatido, de un ánimo esforzado que sucumbe ante fuerzas superiores, no puede encontrar imagen más perfecta para representarse a los ojos humanos que la que aquel oriflama que se abate y desaparece como un sol que se pone. El de aquella tarde tristísima, tocando el término de su carrera en el momento de nuestra rendición, iluminó nuestra bandera con su último rayo (101).

A la vez, esa bandera agujereada funciona como una alegoría de los muchos hombres caídos en combate y de la rendición de sus tropas: es una patria herida como los hombres que la componen.

La vestimenta (Símbolo)

La novela tiende a presentar distintas alusiones a la vestimenta de los personajes y, con ello, a distintos aspectos sobre las personas que las llevan.

Por ejemplo, la vestimenta puede simbolizar el pasaje de la niñez a la vida adulta, como nota el narrador cuando Rosita, su antigua compañera de juegos, cambia su manera de vestir: “Un día, mil veces funesto, mil veces lúgubre, mi amita se presentó ante mí con traje bajo. Aquella transfiguración produjo en mí tal impresión, que en todo el día no hablé una palabra” (43). En el caso de doña Flora, por el contrario, la vestimenta, los accesorios y el maquillaje se utilizan para aparentar que el tiempo pasado no se note en ella.

Cuando el honorable Churruca visita a don Alonso encontramos otro momento en el que el traje simboliza una situación que está atravesando un personaje:

El uniforme del héroe demostraba, sin ser viejo ni raído, algunos años de honroso servicio. Después, cuando le oí decir, por cierto, sin tono de queja, que el gobierno le debía nueve pagas, me expliqué aquel deterioro (70).

El exvoto (Símbolo)

La madre de Gabriel, en ocasión de la enfermedad del niño, deja en la iglesia catedral de Cádiz un exvoto como ofrenda a Dios. Se trata de una pequeña figura de cera que se ofrenda con el objetivo de pedir por la salud de su hijo. Varios años después de su partida, Gabriel regresa a Cádiz, pasa por la antigua catedral y reza en el altar, donde aún está el exvoto dejado por su madre. De niño, Gabriel tenía la sensación de que esa figura se le parecía físicamente; de adolescente, en cambio, ya no le encuentra el parecido, pero sí continúa considerándola un símbolo del poder de lo sagrado y, además, como lo expresa el propio personaje, un símbolo de “la piedad y el amor materno” (64), por lo que le infunde un profundo respeto.

Medio-hombre (Alegoría)

El personaje de Marcial, apodado “Medio-hombre”, constituye una figura alegórica de los barcos empleados en la batalla de Trafalgar para los españoles:

Puede decirse que su historia era la de la marina española en la última parte del siglo pasado y principios del presente, historia en cuyas páginas las gloriosas acciones alternan con lamentables desdichas (25).

Su nombre de pila porta el significado de lo que es relativo a la guerra, como los buques marciales participantes en el combate; su apodo, en contraste, una humorada cruel sobre su aspecto después de haber perdido un ojo, un brazo y una pierna en batalla. Es decir, que se podría hacer una analogía entre su cuerpo y los buques desarbolados y agujereados después de la batalla.

Cuando se describe a sí mismo y mediante su forma particular de hablar, utiliza vocablos marítimos para referirse, metafóricamente, a las distintas partes de su cuerpo:

Por ejemplo, hablando de la pérdida de su ojo, decía que había cerrado el portalón de estribor, y para expresar la rotura del brazo, decía que se había quedado sin la serviola de babor. Para él, el corazón, residencia del valor y el heroísmo, era el pañol de la pólvora, así como el estómago, el pañol del viscocho (28).

Al mismo tiempo, cuando el narrador se refiere a él por primera vez, sostiene que es “mareante”. Esta palabra tiene dos acepciones: por un lado, una alusión a alguien que profesa la técnica o el arte de la navegación; por otro lado, también hace referencia a algo que marea y aturde, como su discurso que marea a los oyentes al igual que las aguas turbulentas del mar.

Cuando en pleno fragor de la batalla, Gabriel lo observa, sostiene que, paradójicamente, este personaje malherido se encuentra cumpliendo el rol de muchos tripulantes a la vez. Fiel a su asociación con marítimo, Marcial muere a bordo del Rayo; nave que, como él, termina en el fondo del mar.

El amor imposible (Motivo)

El amor imposible, tópico frecuente en la tradición literaria universal, aparece en la novela ligado a condiciones de clase. Gabriel idealiza a su amada, la joven Rosita, que es hija de sus amos. Él sabe que la diferencia social entre ellos los aleja de cualquier tipo de posibilidad de mantener una relación amorosa. Sin embargo, no puede evitar sentir celos cada vez que se presenta Rafael, el amado de la joven, en la casa o sentirse dolido y humillado cuando nota que ella se distancia y lo rechaza. Más aún, el solo hecho de pensar en ella despierta sentimientos de alegría o tristeza en el muchacho. Al igual que con los juegos a los que ella lo somete cuando son niños, se alegra por jugar con ella, pero sufre sus impertinencias, “que eran muchas, pues en nuestros juegos nunca se confundían las clases: ella era siempre señorita y yo siempre criado” (41).

La frustración amorosa que siente Gabriel por Rosita es constante en la novela. Se puede ver cómo despiertan sentimientos de rencor en su interior cuando ella comienza a usar vestido largo, porque representa la maduración de la muchacha, mientras que él continúa siendo un niño. Ello se refuerza aún más cuando ella se compromete, se torna indiferente ante su antiguo amigo y le hace notar que se debe la humildad de su condición. Más adelante, su rencor crece todavía más cuando debe encargarse de funcionar como correo de los dos amantes, sin poder negarse a la fastidiosa tarea que lo humilla. Después, cuando Rafael se presenta en la casa para dar noticia de su partida, y Gabriel siente odio al tener que ir a abrirle la puerta. Por último, cuando, tras el casamiento, Francisca lo envía a servirles como paje a los recién casados, el muchacho no lo soporta y se va.