Siddhartha

Siddhartha Temas

La iluminación y las formas de alcanzarla

Siddhartha y Govinda inician una búsqueda espiritual para alcanzar la iluminación, o nirvana, la cual les dará la paz interior que ansían. En la novela se muestran dos caminos para alcanzarla. Una de esas formas es seguir las doctrinas y estilos de vida de diferentes maestros, en especial Gotama (Buda). Siddhartha no desaprueba este método, pero no cree en la posibilidad de que sea efectivo para él. Opina que las enseñanzas de los maestros no son suficientes, y que es necesario buscar la iluminación por un camino propio. Además, desconfía de la eficacia del lenguaje para poder transmitir la sabiduría, porque considera que esta no es comunicable: “La sabiduría que un sabio intenta comunicar a otros suena siempre a locura” (p.197). No obstante, Siddhartha piensa que sí es posible transmitir saberes. Además, Siddhartha desafía las tradiciones de los brahmanes con las que se ha criado, y experimenta otras maneras de comprensión del mundo, incluso a través los placeres mundanos; apela a modos usualmente rechazados por grandes líderes espirituales como Gotama. Al abrirse a nuevas experiencias, Siddhartha consigue aprender de un barquero, Vasudeva, o incluso del río.

Govinda, en contraste, busca alcanzar el nirvana a través de las enseñanzas de su maestro Buda, quien ya lo ha alcanzado, y no se aparta de sus enseñanzas. Su método, sin embargo, resulta infructuoso.

Las palabras como medio para transmitir la sabiduría

Un tema que se plantea en la novela es si es posible comunicar la sabiduría a través de las palabras. Siddhartha desconfía de la eficacia de las palabras como medio para transmitir la sabiduría. En su encuentro con Gotama, el protagonista advierte que la experiencia de la iluminación es inenarrable, es decir, no se puede expresar con palabras. Pero además, para Siddhartha, el lenguaje mismo encierra una dificultad para transmitir ideas. Como le explica a su amigo Govinda: "una verdad solo se puede enunciar y traducir en palabras cuando es unilateral" (p.198). Según él, únicamente podemos expresar ideas en palabras en la medida en que aquellas son parciales.

Por ejemplo, el lenguaje obliga a Gotama a dividir el mundo en sansara y nirvana, es decir, en ilusión y en verdad. Pero Siddhartha cree en cambio que el mundo nunca es unilateral: "Nunca un hombre o una acción cualquiera es del todo sansara o del todo nirvana; nunca un hombre es totalmente santo o totalmente pecador" (p.198). Frente a este déficit del lenguaje, en la novela se presentan dos vías de acceder a la sabiduría: Siddhartha se ilumina al escuchar el sonido del río y Govinda alcanza la iluminación mediante una revelación, cuando besa la frente de su amigo. Govinda, entonces, puede comprender la unidad esencial del ser que Siddhartha no pudo transmitirle con palabras.

Las pasiones mundanas

Este tema transita por diferentes puntos de vista en la novela en la medida en que Siddhartha avanza por el camino de su autorrealización. Al comienzo, Siddhartha rechaza y desprecia las pasiones mundanas. Esto es consecuencia de su educación, ya que como brahmán y posteriormente como samana, su objetivo es liberarse de estos sentimientos. Incluso cuando abandona la vida de samana y lleva una existencia mundana junto a Kamala y Kamaswami, no logra sentir estas pasiones. Pero finalmente, hay un giro en la perspectiva de Siddhartha, cuando él es capaz de sentir estas pasiones, asociadas en la novela con las de los "hombres niños". Siddhartha, al experimentar amor por su hijo y sentirse dolido por su partida, cambia su perspectiva respecto de los deseos, caprichos y pasiones de los “hombres niños”, y estos ya no le parecen absurdos, sino que, por el contrario, los estima y respeta; Los considera parte de la vida, y en ellos descubre a Brahma.

El amor

El amor y la capacidad de amar son temas centrales en la novela. En la primera parte de la obra, este sentimiento está asociado a un apego a las cosas terrenales que hay que evitar para poder trascender. Los "hombres niños" tienen la capacidad de amar porque ellos sí están apegados a las cosas terrenales. Siddhartha cree que él carece de esa capacidad porque no puede amar realmente.

Sin embargo, después de un sueño revelador en el río, en el que escucha el sagrado sonido del Om, Siddhartha siente que puede amar todo cuanto ve, y cree que la enfermedad que lo ha afligido hasta ese momento ha sido justamente no amar nada ni a nadie. Finalmente, la experiencia de la iluminación le revela que el amor es "la cosa más importante que existe" (p.204). Desde entonces, ya no le interesa explicar el mundo; solo quiere amarlo, amarse a sí mismo y a todos los seres. Al final de la novela, Govinda opone esta idea a la de Gotama, quien, según dice, les "prohibió atar nuestro corazón con el amor hacia las cosas terrenales" (p.205). Sin embargo, Siddhartha encuentra una contradicción en estas palabras, porque los actos de Gotama demuestran que él mismo ha amado a los seres humanos: "amó tanto a los hombres que dedicó toda una vida larga y fatigosa a la tarea exclusiva de ayudarlos e instruirlos" (p.205).

Realidad e ilusión

Otro tema que se despliega en la novela es la forma en que vemos o percibimos las cosas a través de nuestros sentidos. En la concepción hinduista, la realidad, o el mundo de los fenómenos que experimentamos a diario, es una ilusión denominada Maya. Este mundo ilusorio es un velo que cubre la esencia de la realidad absoluta, Brahma. Así lo entienden Siddhartha, Govinda y Gotama en la primera parte de la obra. Esta realidad aparente, además, carece de valor frente a la realidad esencial. Es "la absurda y contingente multiplicidad del mundo de las apariencias" (p.60).

Sin embargo, partir del capítulo cuatro, en su “despertar”, Siddhartha cambia de postura y plantea que, aunque existe una unidad divina, el sentido y la esencia de las cosas no se halla en un lugar tras estas, sino en ellas mismas, en la multiplicidad de las cosas que experimenta (el río, el bosque, los colores) y comienza a valorarlas. Al final de la novela, a Siddhartha deja de preocuparle si las cosas son o no una apariencia; él se siente también parte de esa realidad y en tanto que es semejante a ella, la considera digna de respeto y amor.

La voz interior

En la primera parte de su vida, viviendo con los brahmanes y luego con las samanas, Siddhartha intenta aniquilar su Yo, privarse de sí mismo y de los placeres, para alcanzar la paz espiritual. No obstante, luego de rechazar todo tipo de doctrinas, decide confiar en su voz interior como guía. Desea conocerse a sí mismo y esta intuición es la que lo lleva, en primera instancia, a experimentar los placeres mundanos. Este paso inicial lo conduce al falso extremo del sensualismo, y lo lleva a dejar de escuchar su voz interior, pero finalmente advierte que también esto fue necesario, parte de su camino de aprendizaje. De manera que buscar la sabiduría de manera independiente, escuchando la voz interior, se muestra como el mejor camino para progresar hacia la iluminación. No obstante, esto no es suficiente: Siddhartha también necesita aprender a escuchar su entorno natural para alcanzar su meta.

La sabiduría

En esta novela la sabiduría está estrechamente ligada al crecimiento espiritual y, sobre todo, a la obtención de lo que en la filosofía hinduista se conoce como nirvana, un estado de iluminación, de unión con lo absoluto, o Brahma. Pero además, la sabiduría es también para Siddhartha “una disponibilidad del alma, una capacidad, un arte secreto que le permitía concebir en cualquier momento, en medio de la vida, la idea de la unidad, que le permitía sentir la unidad y respirarla” (pp.183-184).

Esta disponibilidad del alma se distingue del estado de búsqueda. Siddhartha alcanza la sabiduría gracias a que es receptivo, está atento a su entorno. Él no puede acceder a esa sabiduría por medio del pensamiento abstracto ni de las palabras; necesita, en cambio, el entorno natural, la realidad palpable del río, para poder percibir la unidad de todo lo que existe. Su amigo Govinda no puede alcanzar la sabiduría, y es precisamente su búsqueda obstinada la que le impide hacerlo, como le advierte Siddhartha: “a fuerza de buscar ya no encuentras” (p.194). Es justamente la falta de receptividad lo que impide alcanzar la meta: quien busca “ya no logra encontrar nada ni se vuelve receptivo a nada porque solo piensa en lo que busca (…). Al perseguir tu objetivo no ves muchas cosas que tienes a la vista” (p.195).