Robinson Crusoe

Religión

Robinson Crusoe se publicó en 1719, durante el Siglo de las Luces del siglo XVIII. En la novela, Crusoe arroja luz sobre diferentes aspectos del cristianismo y sus creencias. El libro puede considerarse una autobiografía espiritual ya que las opiniones de Crusoe sobre la religión cambian drásticamente desde el principio de su historia hasta el final.

Al principio del libro, Crusoe está preocupado por navegar lejos de su casa, donde se encuentra con violentas tormentas en el mar. Le promete a Dios que, si sobrevive a esa tormenta, será un hombre obediente cristiano y volverá a casa según los deseos de sus padres. Sin embargo, cuando Crusoe sobrevive a la tormenta decide seguir navegando y constata que no pudo cumplir las promesas que había hecho durante su turbación.[1]​: 6 

Después de que Robinson naufrague en su isla, comienza a sufrir un aislamiento extremo. Recurre a sus animales para hablar, como su loro, pero echa de menos el contacto humano. Durante este tiempo de confusión, se dirige a Dios en busca de consuelo y orientación. Recupera una Biblia de un barco que fue arrastrado por la orilla y comienza a memorizar versículos. En tiempos de problemas, abría la Biblia en una página al azar donde leía un versículo que creía que Dios le había hecho abrir y leer, y que le aliviaba la mente. Por lo tanto, durante el tiempo en que Crusoe naufragó, se volvió muy religioso y a menudo acudía a Dios en busca de ayuda.

Cuando Crusoe conoce a su criado Viernes, comienza a enseñarle las escrituras y sobre el cristianismo. Intenta enseñarle a Viernes lo mejor que puede sobre Dios y lo que son el Cielo y el Infierno. Su propósito es convertir a Viernes en cristiano y a sus valores y creencias. "Durante el largo tiempo que Viernes ha estado conmigo, y que comenzó a hablarme, y a entenderme, no quise poner una base de conocimiento religioso en su mente; particularmente le pregunté una vez ¿quién lo hizo?"[1]​: 158 

Lynne W. Hinojosa ha argumentado que a lo largo de la novela Crusoe interpreta las escrituras de manera que "[l]a escritura nunca tiene ramificaciones más allá de sus propias necesidades y situaciones" (651). Para Hinojosa, Crusoe coloca una narrativa bíblica dentro de sí mismo, a diferencia de las interpretaciones anteriores de las escrituras en las que el individuo estaba subsumido por la narrativa bíblica. Por esta razón, Hinojosa sostiene que "Crusoe no muestra ningún deseo... de llevar a cabo la misión de la iglesia o de reunirse con la sociedad para participar en el plan de Dios para la historia humana" (652).[15]​


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