Rayuela

Rayuela Resumen y Análisis Parte 11

Resumen

De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 80

En este capítulo, se da una larga charla entre Oliveira y Traveler sobre la locura. En ella, los dos se dan cuenta casi al mismo tiempo de que ciertas formas soñadas son formas corrientes de la locura. Al mismo tiempo, los dos sospechan que la locura es un sueño que se fija.

Del lado de acá, Capítulo 46

Talita, la señora Gatusso, Traveler, Oliveira y don Crespo están reunidos en el patio. Las dos primeras juegan a las cartas. Traveler canta algunos tangos mientras Don Crespo lee. En un momento, Traveler deja la guitarra y se sirve un vaso de caña; Oliveira se acerca, se sirve otro y se sienta cerca de su amigo. Horacio y Traveler comienzan a hablar, primero, sobre el trabajo, pero rápidamente abordan temas más personales. Traveler le dice que cree que Oliveira no tendría que haber vuelto de Europa, a lo que su amigo responde que quizás tenga razón. Por otro lado, los dos concuerdan en que hay un problema de comunicación entre ellos, y que no están logrando entenderse como en el pasado. Traveler le dice que está claro que Horacio se queda tranquilo cuando ve que su presencia altera la armonía de todos los que tiene alrededor. Oliveira, por su parte, le responde que si Traveler quiere que él desaparezca de sus vidas, solo tiene que decirlo. Traveler, por su parte, le dice que tarde o temprano Oliveira se irá, y que no hace falta que él se lo ordene.

Oliveira y Traveler concuerdan en que parecen dos idiotas hablando así. La señora Gatusso le pide un tango a Traveler, y este comienza a tocar la guitarra.

Del lado de acá, Capítulo 47

Este capítulo es un monólogo interior de Talita, que está probando registrar su voz en un grabador que alquiló Traveler. Mientras rebobina y vuelve a escuchar lo que grabó varias veces, ella apaga la luz y se queda observando a Horacio y Gekrepten desde la ventana. Luego piensa en cuando empiece a trabajar en el manicomio; cree que es probable que el Director le confíe la farmacia del lugar.

Talita se prepara un té de tilo y menta y piensa en Oliveira; recuerda que Traveler le dijo que a Horacio ella no le importaba nada, pero al mismo tiempo Talita siente que él está ahí, en su habitación, fumando y leyendo, como si la necesitara. Llega Traveler y juntos comienzan a escuchar algunas canciones que grabó Talita. Los dos están de acuerdo en que la voz no sale bien. Llevan el grabador hasta a ventana para que Gekrepten juzgue la grabación. La mujer de Horacio no le encuentra ningún problema a la grabación y, debido a que Horacio no está con ella, los tres deciden cenar juntos en la casa de los Traveler.

De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 110

Este capítulo se compone de un fragmento del libro Winter of Artifice de la escritora francesa Anaïs Nin. En él se describe un sueño en el que la narradora cae en una espiral que es como un laberinto en el que no había “ni techo, ni fondo, ni paredes, ni regreso” (p. 502).

Del lado de acá, Capítulo 48

Oliveira deambula por las calles de Buenos Aires, recapitulando las últimas experiencias que vivió desde que regresó de Europa. En este ejercicio introspectivo recuerda, por ejemplo, que en el barco de Montevideo a Buenos Aires vio una mujer que confundió con la Maga. Luego le pasó lo mismo con Talita cuando la vio esperando en el muelle con Traveler. Horacio entiende que todavía está profundamente enamorado de la Maga. Al mismo tiempo, entiende que es un amor que prescinde de su objeto (puesto que ha perdido a la Maga) y que quizás malograr el amor sea la única forma de evitar su efecto “boomerang”.

Oliveira tiene una actitud más bien de resignación respecto del futuro. Por momentos, le recrimina en silencio a Traveler el hecho de que su amigo lo haya apoyado con la idea de los tablones. Horacio se esperaba que él se enojara y lo expulsara de sus vidas para siempre. En ese sentido, Oliveira sabe que está haciendo sufrir a Talita. Traveler, en vez de despacharlo de sus vidas, fue al circo y le consiguió trabajo.

De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 111

Este capítulo es un fragmento del libro La escuela gardeleana, y se corresponde con lo narrado por Ivonne Guitry a Nicolás Díaz (amigo de Carlos Gardel) en Bogotá. En esta narración, Ivonne se centra en la descripción de su propia vida: cuenta sobre los difíciles momentos económicos que vive su familia después de la Primera Guerra Mundial, y que contrae matrimonio con un europeo cuando ella tiene dieciséis años. Dos años más tarde, se separa porque él no puede darle un hijo. En 1928 se muda a París y describe a la ciudad como la “París de las orgías y del derroche de champán” (p. 504). Allí conoce a Gardel, cantor de tango muy famoso en la época al que invitan a todas las fiestas. Ivonne Guitry dice que él fue su primer amor.

Del lado de acá, Capítulo 49

Traveler y Talita están emocionados con el hecho de dejar el circo y empezar a trabajar en el manicomio. Más allá de que quieren intercambiar impresiones al respecto con los vecinos, por esos días solo se habla de revolución y del posible levantamiento de Campo de Mayo. Oliveira y Traveler también han comenzado a revisar papeles viejos de la época en que eran compañeros de facultad. Mientras esperan que Ferraguto los llame para ir a trabajar al manicomio, Talita, Horacio y Traveler continúan trabajando en el circo, bajo las órdenes del señor Suárez Meilán. Talita hace referencia a que, desde la noche anterior, hay estado de sitio por las acciones que llevó a cabo el coronel Flappa, y Traveler habla de que la sociedad ha perdido conexión con esas esperanzas de la raza humana con las que soñaba Yrigoyen.

Una noche en que están los tres juntos en la pensión de los Traveler, el señor Ferraguto llama para avisarles que es inminente el comienzo del trabajo en el manicomio.

De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 118

Este capítulo es una breve cita de Under the Volcano del escritor inglés Malcolm Lowry. El fragmento es apenas una pregunta que hace referencia a cómo puede hacer la persona asesinada para convencer a su asesino de que no se le aparezca.

Del lado de acá, Capítulo 50

Talita y Traveler son llevados por un enfermo a la gran sala del manicomio para la firma del contrato. Oliveira llega tarde, y sus amigos le explican en voz baja la situación. Hace calor y en la radio se habla del clima y del levantamiento en Campo de Mayo. El administrador encargado de leer el documento del traspaso del manicomio interrumpió la lectura para escuchar las noticias, lo que le dio una excusa a Oliveira para salir de la sala, ante la mirada de indignación de Traveler y Talita. Una vez fuera, viene un hombre de camisa de manga corta, le toma la mano a Horacio y lo lleva a conocer el manicomio. Al poco tiempo, Oliveira se da cuenta del malentendido: él pensaba que el hombre era un loco que le estaba mostrando el lugar, pero el hombre era un enfermero que pensaba que Horacio era uno de los locos del manicomio.

Horacio regresa a la gran sala justo en el momento en que el administrador les está explicando que los enfermos tienen que firmar la autorización del traspaso. A la Cuca Ferraguto, la esposa del Director, le parece innecesario. El administrador le explica que los enfermos deben firmar el consentimiento por una cuestión de ley. Se coloca una silla más entre ellos para que los pacientes vayan entrando de a uno a prestar su conformidad respecto del traspaso.

De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 119

Este capítulo es un fragmento de un artículo de The Observer en el que se cuenta que un hombre tenía una cotorrita australiana encerrada en una jaula de apenas 8 pulgadas y que tuvo que pagar una multa por eso.

Del lado de acá, Capítulo 51

Traveler, Oliveira, Talita y el señor y la señora Ferraguto presencian la firma del documento por parte de los pacientes del manicomio. Algunos tienen reclamos o ponen condiciones un tanto absurdas antes de firmar pero, al final, todos lo hacen. Oliveira y Traveler salen de la sala y van a fumar un cigarrillo al jardín. Traveler le confiesa a Horacio que aceptó que los tres fueran a trabajar en el manicomio porque no quería que Talita pensara que él quería sacarse de encima a Oliveira. Horacio, por su parte, dice que él todavía está a tiempo de no aceptar y que, como ya lo dijo en otra oportunidad, él puede desaparecer de sus vidas. Traveler le dice que no quiere que lo haga después de esa conversación que están teniendo, porque estaría claro que lo haría por lo que le está diciendo su amigo y no por una decisión que el propio Oliveira haya tomado.

Todas las luces del manicomio se apagan, y Traveler y Oliveira deducen que la firma del contrato ha terminado. Horacio le dice que un día de esos le va a contar de su experiencia en Europa. Traveler sugiere que quizás ya sea tarde para eso.

De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 69

En este capítulo llamado “Renovigo, N.°5”, se comenta la noticia de que el coronel Adolfo Abila Sanhes se ha suicidado. El texto está escrito desde el punto de vista de un historiador y tiene la particularidad de contener todos los errores gramaticales posibles; por ejemplo: “Abila Sanhes fue un ombre meresedor de atensión i de apresio” (p. 404).

Análisis

La locura también podría ser considerada uno de los temas que aborda Rayuela, aunque se desarrolla, sobre todo, hacia el final de la novela. Gregorovius hace referencia a que Oliveira busca como un loco en la sección anterior. En el capítulo 80, Traveler y Oliveira coinciden en sospechar que la locura es un sueño que se fija. En ese sentido, la superposición de la dimensión onírica con aquella que puede considerarse la dimensión de lo real genera en las personas un estado de conciencia imprecisa, en el que todo es real y falso a la vez. Ahora bien, ¿cómo se pueden expresar un concepto tan absoluto? ¿Cómo se puede comunicar algo que es y no es al mismo tiempo? La respuesta es simple: no se puede, y, en buena medida, esto se debe a que el instrumento de comunicación es el lenguaje; lenguaje que, por ser arbitrario y convencional, no da cuenta de la verdadera esencia de las cosas, es decir, no alcanza para conectar a las personas con eso que verdaderamente subyace a lo que nombra. Oliveira irá adentrándose cada vez más en este estado de conciencia imprecisa, en esa dimensión en la que sueño y vigilia se funden, y padecerá las limitaciones del lenguaje en relación con ese absoluto que él quisiera conquistar.

Por otro lado, en esta parte también podemos apreciar la paradoja que gobierna la relación entre Oliveira y Traveler: mientras que el primero necesita que su amigo lo expulse de su vida, el segundo siente que no tiene sentido que lo haga, ya que es Horacio el que debería tomar conciencia del daño que provoca y tomar la decisión de irse. En ese sentido, Oliveira es un factor desestabilizante para la mayoría de los personjes. Así y todo, nadie hace suficiente fuerza para eyectarlo de sus vidas porque existe una necesidad de alterar la inercia boba del cotidiano. Dicho de otra forma: si bien Horacio altera la armonía de las personas que están en torno a él, muchas prefieren esa perturbación, ya que sospechan que esa armonía no tiene que ver con un estado equilibrado de las cosas, sino más bien con una inercia boba del cotidiano, a la que se han acostumbrado por pura dejadez. De esta forma, Oliveira irrumpe en la vida de los personajes (en particular, en la de Talita y Traveler) para obligarnos a reflexionar respecto de cuán profundo han sepultado sus deseos. Incluso aunque después de dicha reflexión, vuelvan a acomodarse en su viejo y conocido cotidianno (como en el caso de Talita, cuando debe elegir entre seguir adelante o regresar a Traveler en el puente-tablón, y opta por esta última opción).

En el capítulo 110 reaparece la cuestión de lo onírico, esta vez como una caída espiralada y laberíntica, sin techo, ni fondo, ni paredes, ni regreso. Sin demasiado esfuerzo, podríamos interpretar este fragmento como una metáfora de la vida pensada en términos existencialistas: una dimensión a la cual somos arrojados sin ningún propósito definido, solos, huérfanos de esencia, sin un marco que nos contenga, y con una inercia irrefrenable (la del tiempo) que nos va empujando hacia la muerte. La vida es un laberinto porque estamos atrapados en ella sin saber para qué, y es una caída porque una vez que comienza ya no se puede detener.

El capítulo 48 vuelve a poner en relieve una cuestión que Cortázar trabaja mucho en Rayuela: la ciudad. Y es sa ciudad no solo en tanto contexto urbano donde se desarrolla la historia, sino también en términos de espacio de reflexión. Así como en Las ensoñaciones del paseante solitario (1778) el filósofo francés Jean-Jaques Rousseau ensaya profundas reflexiones respecto de su vida al deambular por París, Oliveira hace lo propio tanto en la capital francesa como en su Buenos Aires natal. La ciudad es, por lo tanto, el contexto ideal para ese ejercicio introspectivo a partir del cual Horacio va recapitulando cuestiones del pasado inmediato y reflexiona sobre otras más extemporáneas como, por ejemplo, el amor. A propósito de este, concluye que, tal vez, malograr el amor sea la única forma de evitar el "contragolpe" del amor. Una vez más, Oliveira saca a relucir un sistema de pensamiento hiperlógico, metódico y racional. Dicho de otra forma, Horacio piensa sus sentimientos, los analiza desde un punto de vista prácticamente lingüístico. Por eso no consigue empatizar con los sentimientos del resto de los personajes.

En esta parte, también comienza a insinuarse una idea que cobrará cada vez más fuerza con el correr de las últimas páginas de la novela: la locura y la cordura no como términos antagónicos, sino, por el contario, como conceptos idénticos. Y esto puede entenderse así porque, como subraya Steven Boldy en su libro The novels of Julio Cortázar, "Todo ideal de Rayuela es alcanzar un estado de cero oposición, un estado no dualístico" (94:18). Oliveira entiende que para poder siquiera pensar en esa realidad total, primero debe deconstruirse. Y, justamente, esa deconstrucción debe comenzar por desafiar la lógica binaria del sistema de pensamiento humano por excelencia. Con respecto a esta "fusión" entre locura y cordura, podemos observar una escena bastante elocuente en el capítulo 50, cuando un hombre lleva a Oliveira a recorrer el manicomio, y ambos piensan que el otro es un loco del lugar mientras que, en realidad, ninguno de los dos lo es: "La idea de conocer la clínica de la mano de un loco era sumamente agradable, y lo primero que hizo Oliveira fue sacar cigarrillos para su compañero, muchacho de aire inteligente que aceptó un pitillo y silbó satisfecho. Después resultó que era un enfermero y que Oliveira no era un loco, los malentendidos usuales en esos casos" (p. 326).

Con respecto al tema de la locura, también resulta pertinente hacer referencia al texto del filósofo francés Michel Foucault Histoire de la folie (publicado en 1961, es decir, apenas dos años antes que Rayuela), en el que Foucault establece una relación entre muerte y locura: "La locura es lo que está más allá de la muerte. Pero es también su pre-(e)sencia vencida" (30). A simple vista, el hecho de que el enfermero confunda a Oliveira con un paciente del manicomio no representa más que un detalle simpático de la trama; pero una vez completada la lectura de la novela, entendemos que este "malentendido" nos estaba anticipando el destino de Horacio. Aquí comienza en Oliveira una progresión irrefrenable hacia esa locura en términos de como la plantea Foucault: no en relación con una patología psiquiátrica, sino como un estado psíquico-emocional en el que la muerte es una parte integral de la realidad del sujeto; dicho de otra forma, un estado en el que la persona ha perdido por completo el miedo a la muerte y contempla el suicidio con la misma liviandad con la que podría contemplar cualquier otra opción.

Por otro lado, en el capítulo 50 también se pone de relieve el contexto histórico argentino a partir de la referencia al levantamiento de Campo de Mayo. El narrador hace referencia a que mientras se está llevando a cabo la firma del contrato para el traspaso del manicomio, hay maniobras militares en la base de Campo de Mayo, y que esto derivará en un levantamiento contra el Gobierno. La gran mayoría de los personajes reacciona con cierta indiferencia hacia la noticia. En ese sentido, cabe aclarar que los levantamientos militares fueron bastante frecuentes durante buena parte del siglo XX en Argentina. De alguna manera, la naturalidad con la que la mayoría de los personajes recibe la noticia del levantamiento refleja que este tipo de crisis institucionales estaba tan enquistado en el insconsciente colectivo que ya no producía sorpresa.

En el capítulo 51 también se pone en relieve una idea que se repetirá con el correr de las últimas páginas de la novela: Talita, Traveler y Oliveira están tan locos como los pacientes del manicomio; o, dicho de otra manera, la locura es parte de la condición humana: "Girando apenas la cabeza, Oliveira vio que Talita lo estaba mirando y le sonrió. Los dos sabían que el otro estaba pensando que todo era una comedia idiota, que el piyama gordo y los demás estaban tan locos como ellos. Malos actores, ni siquiera se esforzaban por parecer alienados decentes delante de ellos que se tenían bien leído su manual de psiquiatría al alcance de todos (p. 330).

De alguna manera, es imposible la existencia sin alguna dosis de locura. Y esto es así porque nacemos sin un propósito específico, nos pasamos toda una vida buscando en vano el sentido de nuestra propia existencia, resistiendo los empujones del tiempo que nos acercan cada vez más al abismo de la muerte; imposible prescindir de la locura para lidiar con una existencia tan absurda, tan angustiante. Estar vivo ya es una condición alienante, por eso Oliveira ve a los pacientes del manicomio como pares.