Los pazos de Ulloa

Estilo

En Los pazos de Ulloa, Pardo Bazán plasma la vida gallega del medio rural. Sin embargo, la realidad del siglo XIX separaba tajantemente la práctica lingüística en dos vertientes irreconciliables: el castellano urbano de la burguesía y de los viejos hidalgos, y el gallego de los campesinos y de las clases más desfavorecidas. Pardo Bazán es perfectamente consciente del serio problema que se le plantea al plasmar las voces de los personajes santiagueses y los de la montaña orensana.[2]​ Dadas las diferencias entre el gallego y el castellano, se enfrenta al dilema de mantener las locuciones de los personajes en su gallego "original" (haciéndolas, en muchos casos, incomprensibles para el lector castellano) o traducirlas, perdiendo el sabor local y el realismo que busca en la novela. La solución que adoptó fue la elaboración de un habla artificial, manipulada por ella misma, no demasiado alejada de la lengua usual del campesino. Se trata de un constructo lingüístico suficientemente verosímil para lograr infundir al texto la fuerza verística de la Galicia interior, ese «país de lobos» al que se refieren Julián y, más tarde, el narrador de Los Pazos de Ulloa. Pero, también, su fuerte hibridismo castellano-gallego muestra el interés de la autora por llegar a sus lectores. Los esfuerzos de Pardo Bazán para evitar problemas de comprensión se hacen patentes en algunas estrategias seguidas, tales como el empleo de la cursiva para destacar una voz gallega, el que inmediatamente se dé su significado en castellano, o la semitraducción y castellanización en que se presentan algunos términos.[2]​


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