La imaginación sociológica

La imaginación sociológica Resumen y Análisis Capítulo 1

Resumen

Mills comienza La imaginación sociológica describiendo la situación del hombre en la década de 1950, que se siente limitado y atrapado por su órbita privada. Por un lado, los hombres se ven confinados a sus rutinas: van al trabajo, donde son trabajadores, luego vuelven a sus casas y son padres de familia. Por otro lado, se sienten impotentes ante las condiciones políticas y sociales, que no pueden controlar. En la década de 1950, ante las ansiedades que produce la guerra nuclear y las tensiones entre Estados Unidos y la Unión Soviética por la Guerra Fría, aumenta la sensación de que el individuo no puede intervenir en los grandes problemas estructurales, por lo que siente que no tiene ningún papel que desempeñar en la política mundial.

Para entender esta situación, se debe adoptar una “imaginación sociológica”, como una forma de pensar y de hacer preguntas desde la sociología. Esto significa mirar el mundo sociológicamente, haciendo preguntas sociológicas y dando respuestas sociológicas. La tarea de Mills en este libro es describir en detalle cómo son estas preguntas y respuestas. En esta parte, esboza tres tipos de preguntas que suelen plantearse los sociólogos. La primera es cuál es la estructura de la sociedad, que apunta a cómo se relacionan los distintos grupos que la componen. En segundo lugar, la sociología se pregunta cuál es el lugar de la sociedad en la historia, con el fin de averiguar cómo cambian las sociedades a lo largo del tiempo y cómo se relaciona la sociedad del presente con las sociedades del pasado. Por último, se pregunta qué tipo de personas produce la sociedad, para describir cómo la personalidad y el estado de ánimo de las personas, sus creencias y sus valores, están moldeados por el entorno social en el que viven.

Mills explicita por qué cree que es importante plantearse estas preguntas y qué nos ayudan a comprender. Para empezar, la imaginación sociológica es capaz de oscilar entre lo personal y lo histórico. En el caso del hombre contemporáneo que se siente atrapado e impotente, el estudio sociológico explica cómo estos sentimientos son producidos por algo más grande que la vida de un individuo en particular. En este sentido, puede mostrarle cómo su vida personal está moldeada por la socidad en la que vive y por el período histórico al que pertenece. La sociología conecta lo personal y lo histórico al transformar los problemas personales en históricos, y los problemas históricos en personales. Si un individuo se siente atrapado en su vida particular, la sociología se pregunta qué ocurre en la historia para que se produzca este sentimiento. En sentido inverso, también se pregunta cómo una situación global, como la Guerra Fría, se refleja en lo que la gente siente y piensa en su vida privada.

Para aclarar el tipo de trabajo que realiza la sociología al conectar lo personal y lo histórico, Mills distingue entre inquietudes personales y problemas públicos. Las inquietudes personales son las que un individuo experimenta en su "medio", palabra con la que Mills designa la situación inmediata en la que se mueve el hombre, como su familia. Las inquietudes son un asunto privado; en cambio, los problemas pertenecen a una estructura social más amplia. Un problema es, por ejemplo, una crisis en una institución, y es un asunto público, no privado.

Mills toma como ejemplo el divorcio. Un hombre y una mujer pueden tener inquietudes en su medio matrimonial; eso es un asunto privado. Pero cuando la mitad de los matrimonios acaban en divorcio en una sociedad, eso también es un problema público, que tiene que ver con la institución del matrimonio. No se pueden explicar tantos divorcios solo mirando las inquietudes individuales de cada pareja; se debe ofrecer una justificación que contemple la estructura social en su conjunto.

Lo mismo puede decirse de muchas otras cuestiones que, al principio, parecen inquietudes personales, pero acaban siendo también problemas públicos. El desempleo es otro ejemplo: si son pocas las personas desempleadas en una sociedad, estos pueden ser problemas privados. Pero si una sociedad tiene una elevada tasa de desempleo, debemos abordar cuestiones sociales sobre cómo y por qué se da esta situación. Cuando descubrimos que estamos hablando de un problema estructural, nos damos cuenta de que no podemos aportar soluciones individuales a este problema. No se puede resolver un alto índice de divorcios reuniendo a un marido con su mujer, como tampoco se puede resolver el desempleo generalizado dándole trabajo a una sola persona. Es necesario dar soluciones sociales a los problemas sociales.

Mills considera las distintas formas en las que el medio personal y la estructura social pueden relacionarse. En concreto, aborda la relación entre los valores personales y los asuntos públicos, y cómo una sociedad sostiene esos valores individuales. Las personas que sienten que sus valores están respaldados por la sociedad experimentan bienestar; aquellas que sienten que sus valores se ven amenazados por lo social, experimentan una crisis; y quienes no sienten ni estimación ni amenaza frente a sus valores, experimentan indiferencia. También puede haber personas que no tengan valores profundamente arraigados, pero que igual sienten una amenaza; estas personas son las que experimentan malestar.

Mills sostiene que su época contemporánea se caracteriza por la indiferencia y el malestar: las estructuras sociales no se manifiestan claramente a favor de ningún valor, y la gente no formula realmente sus valores de forma explícita. Explicar esta situación es lo que le corresponde hacer a la imaginación sociológica.

En resumen, la imaginación sociológica es importante porque puede relacionar las inquietudes personales con los problemas públicos, conectando biografía e historia, para dar un sentido completo de las ansiedades y crisis específicas de nuestra sociedad. Pero antes de que la sociología pueda llevar a cabo esta gran tarea, dice Mills, primero se debe considerar algunas de las formas en las que la sociología ha fracasado. La sociología tiene una gran “promesa” que cumplir, pero a veces esta promesa se ve distorsionada. En esta cuestión se enfocan los capítulos 2 a 6 de La imaginación sociológica, tras lo cual Mills vuelve a la “promesa” en los capítulos 7 a 10.

De momento, Mills enumera tres grandes tendencias de la sociología. Exagerar una de estas tendencias conduce a las distorsiones que procederá a describir. La primera es una tendencia a la teoría histórica, característica de los estudios que describen etapas del desarrollo del hombre, desde la primitiva hasta la civilizada. La segunda es una tendencia a la teoría de la naturaleza humana, que prescinde de la historia para describir al hombre en términos universales. La tercera es una tendencia al estudio empírico, que mide y contabiliza hechos y datos.

A Mills le preocupa que la teoría de la naturaleza humana tienda a generalizar en exceso, produciendo “grandes teorías” que no explican ningún comportamiento social real; de esto se ocupará en el capítulo 2. Por el contrario, los que se inclinan por el empirismo, que Mills analiza en el capítulo 3, tienden a sobreespecializarse, recopilando muchos datos sobre una cosa sin describir realmente la sociedad en su conjunto. En los capítulos siguientes, Mills tratará de diagnosticar y corregir estos problemas con el fin de ofrecer un programa que haga realidad la promesa de la imaginación sociológica.

Análisis

La imaginación sociológica se publica en 1959 en Estados Unidos, en un momento en que la sociología se está afianzando como disciplina en las universidades. Mills, al igual que otros sociólogos contemporáneos, piensa cómo la sociología puede servir para reflexionar y transformar las condiciones de su presente, que en ese momento está atravesado por el recuerdo de la reciente Segunda Guerra Mundial y por la Guerra Fría. En este contexto, Mills inicia su escrito hablando de la "promesa sociológica", para transmitirle a sus lectores que intentará explicar su mundo y cómo debe estudiarse la sociedad.

¿Qué hace que los lectores confíen en que Mills cumplirá con esta promesa ambiciosa? Una respuesta está en el estilo de su escritura, en el que utiliza frases simples pero provocadoras. Consideremos la frase que abre el primer capítulo: “Hoy en día los hombres advierten con frecuencia que sus vidas privadas son una serie de añagazas. Se dan cuenta de que en sus mundos cotidianos no pueden vencer sus dificultades, y en eso muchas veces tienen toda la razón” (p.23). Así invita a sus lectores a identificarse con la descripción de sus emociones y a confiar en que les explicará las cosas por medio de un lenguaje claro.

Este lenguaje cotidiano sugiere algunas de las formas en las que Mills se relaciona con el público al que La imaginación sociológica está dirigido. Por un lado, es claro que Mills está pensando en científicos sociales con cierto grado de especialización. Su público incluye profesores universitarios, a los que intenta decir cómo hacer mejor su trabajo. Pero Mills también cree que estos académicos deben dirigirse al público en general para explicar los problemas sociales y educarlos en formas de mejorar la sociedad. Mills pone en práctica este acercamiento al lector común en sus escritos, haciendo que su pensamiento sea accesible a aquellos que no son especialistas en sociología. Esto hace que su escritura, por momentos, sea sarcástica y humorística, porque se burla de otros sociólogos que escriben muy densamente. Así los pone en la mira para que escriban con una prosa más clara, mientras hace que su propia escritura sea más agradable de leer.

También podríamos remarcar que Mills se dirige especialmente a los hombres. A lo largo de La imaginación sociológica se refiere con frecuencia a los hombres ordinarios y corrientes, no solo en el sentido de “hombres” como representativos del ser humano, sino también en el sentido de varones, específicamente. Por eso habla, en los ejemplos que ofrece, de hombres de negocios o de padres de familia. Hay un prejuicio de género en su escritura que determina algunas de sus descripciones de la sociedad. Mills escribe como hombre y para los hombres, por lo que las experiencias de las mujeres son secundarias en su ensayo.

Mills también insinúa algunas de sus afiliaciones políticas en este capítulo introductorio. Consideremos los ejemplos que suele ofrecer, en particular sobre la guerra y el desempleo, a los que Mills trata como problemas que los científicos sociales deben intentar resolver. A su vez, se resiste a la tendencia conservadora de presentar los problemas sociales como problemas personales, como si el desempleo fuera, por ejemplo, el resultado de un fracaso individual. Aunque no habla de política en profundidad hasta el final del libro, aquí se sugieren algunas de sus posiciones liberales, y a su deseo de que las ciencias sociales no solo describan la sociedad, sino que también la transformen.

Otro objetivo que postula Mills en este capítulo es el de consolidar la sociología como disciplina científica. Su intención es determinar una función específica y necesaria para las ciencias sociales en la escena intelectual de Estados Unidos en la década del 50. Por esa época, C. P. Snow, químico y novelista, diferenció “dos culturas”, la científica y la humanística, a las que veía separadas e incomunicadas entre sí. Mills piensa que las ciencias sociales actúan más como las humanidades que como las ciencias duras, puesto que se interesan por la vida humana. Pero las ciencias sociales, sostiene Mills, van más allá de lo que las humanidades pueden ofrecer. El arte puede expresar la condición humana, pero solo las ciencias sociales pueden estudiarla sistemáticamente y comprender las estructuras más amplias que afectan al ser humano. Mills quiere reivindicar, así, las ciencias sociales como un área de estudio que no es ni ciencia ni humanidades puras, sino que la presenta como una forma de volver a unificarlas.