La dama del perrito

La dama del perrito Resumen y Análisis Capítulo IV

Resumen

Anna comienza a visitar regularmente a Gúrov en Moscú. A su esposo le pone la excusa de que se dirige allí “a consultar a un especialista sobre una enfermedad propia de mujeres” (31). Una mañana, Gúrov se dirige a verla al hotel en el que se hospeda y en el camino aprovecha para llevar a su hija a la escuela. Mientras conversa con la niña, reflexiona acerca del hecho de que tiene dos vidas: una verdadera, la de su amor secreto con Anna, y otra falsa, pero conocida por todos: la de su matrimonio.

Tras dejar a su hija y llegar donde Anna, Gúrov y ella se besan largamente. Sin embargo, Anna rompe a llorar, triste y preocupada por la complicación en la que se encuentran. Gúrov comprende que la relación que tienen no terminará como otras de su pasado e intenta consolarla. Mientras la abraza, vislumbra su reflejo en un espejo y se sorprende al ver lo viejo que parece. Reflexiona acerca de que ninguna de las mujeres con las que tuvo aventuras antes llegó a amarlo por lo que de verdad es, y le resulta extraño haber conocido el amor cuando ya “empezaba a peinar canas” (33).

En ese momento, comprende que comparte con Anna un cariño puro y tierno, que “se lo perdonaban todo en el presente y sentían que su amor los había transformado a ambos” (33). Tras ello, le propone a Anna pensar una solución para dejar de amarse a escondidas: “—Basta, querida —dijo—. Ya has llorado bastante… Vamos a hablar un poco, a ver si se nos ocurre algo” (ídem). Gúrov cree que no tardará en encontrar la respuesta, pero sabe que “ese final aún quedaba muy lejano y que lo más complicado y difícil acababa de empezar” (ídem).

Análisis

En el capítulo final, la transformación de nuestro protagonista se termina de consumar. La escena del hotel nos muestra a un Gúrov que ya no se aburre apáticamente de la tristeza de Anna, como en los capítulos anteriores, sino que ahora la acompaña con el mismo sentimiento, al tiempo que expresa una profunda compasión hacia ella. A su vez, el tema de “La juventud y el envejecimiento” se manifiesta de un modo distinto al de antes. Ahora, Gúrov se asombra de que solo en la madurez haya logrado a conocer el verdadero amor, y comprende que la vejez también le llegará a Anna, aunque ahora ya no le parece un obstáculo para su amor y deseo:

Se acercó a ella y la cogió por los hombros con intención de acariciarla y animarla con una broma, y en ese momento se vio en el espejo.

En su cabeza empezaban a despuntar algunas canas. Le pareció extraño haber envejecido tanto en los últimos años y haberse vuelto tan feo. Los hombros en los que se posaban sus manos estaban tibios y se estremecían. Sintió compasión por esa vida aún cálida y bella, pero probablemente ya próxima a su decadencia y marchitamiento, como la suya propia. ¿Por qué le amaba tanto? (32-33)

Como vemos, Gúrov desconoce los sentimientos que Anna despierta en su interior, lo que sugiere un cambio notable respecto al modo en que la veía antes, como un mero objeto de distracción sexual.

Por su parte, la transformación interior de Anna, que ya había comenzado a sugerirse en el capítulo anterior, también se completa en este. Ahora, es Anna quien determina la frecuencia con la que los amantes se ven en Moscú, dictando así los términos de la relación. Además, sus lágrimas ya no se derraman por culpa y arrepentimiento, sino por la angustia de no poder vivir su amor con Gúrov en forma libre. De hecho, ni siquiera la detiene el hecho de que las excusas que le da a su marido para viajar regularmente a Moscú se vuelvan poco efectivas a medida en que pasa el tiempo: “Dos o tres veces al mes se marchaba de S. y le decía a su marido que iba a consultar a un especialista sobre una enfermedad propia de mujeres y el marido la creía y no la creía” (31).

En suma, estos cambios en los personajes ilustran una de las posiciones más profundas de este texto: la idea de que el amor es una fuerza capaz de cambiar a las personas. Se trata de una fuerza que no solo acaba con la personalidad cínica y superficial de Gúrov, y con la culpa y la inseguridad de Anna, sino que crea una nueva entidad: su asociación. Antes de su encuentro, Anna y Gúrov se presentaban como dos individuos que, a pesar de estar casados y tener familias, se encontraban irremediablemente solos. Ahora, cuando por fin comprenden lo que es estar realmente acompañados, parecen “una pareja de aves migratorias, macho y hembra, a los que hubieran cazado y obligado a vivir en jaulas separadas” (33). Cabe mencionar que las parejas de aves han sido históricamente utilizadas como un símbolo de la unión y la felicidad entre los amantes. Incluso, es común referirse a los enamorados como “tortolitos”, familia de aves que se caracteriza por formar parejas sexuales muy sólidas al punto en que, cuando uno de los animales muere, el otro no vuelve a emparejarse.

El problema de la doble vida es otro tópico central en esta última sección, y se expresa directamente a partir de los pensamientos del protagonista. En este relato, Chéjov construye un narrador omnisciente subjetivo que se introduce en los pensamientos de Gúrov mediante el procedimiento narrativo del estilo indirecto libre, también llamado monólogo indirecto. Gracias a este recurso, podemos acceder a sus reflexiones mientras camina pensativo junto a su hija:

Tenía dos vidas: una que se desarrollaba a la luz del día, que veían y conocían aquéllos a quienes les incumbía, llena de verdades y mentiras convencionales, semejante en todo a la existencia de sus conocidos y amigos; y otra que fluía en secreto. Por un extraño cúmulo de circunstancias, quizá fortuito, todo lo que era importante, interesante e indispensable para él, todo aquello en lo que se mostraba sincero y no se engañaba, aquello que constituía la esencia misma de su vida, transcurría a espaldas de los otros, mientras todo lo que era mentira, el envoltorio en que se ocultaba para disimular la verdad, (...) estaba a la vista (32-33).

La aceptación del amor verdadero implica, como ya mencionamos, un compromiso transformador en Gúrov y Anna. Este los lleva a comprender lo irrisorio de mantener en secreto lo único verdadero que hay en sus vidas mientras sostienen una mentira con el objetivo de conformar a la opinión pública: “Sólo se veían en secreto, ocultándose de la gente como ladrones. ¿Acaso no estaban destrozadas sus vidas?” (32). En el caso de Gúrov, el sentido del deber se evidencia aún más absurdo en la medida en que descubre que, recién en la madurez de su vida, ha aprendido lo que es el amor: “Sólo ahora, cuando empezaba a peinar canas, se había enamorado de verdad, por primera vez en la vida” (33).

En consecuencia, la importancia del vínculo justifica la búsqueda de “una solución para dejar de esconderse, de mentir, de vivir en ciudades diferentes, de pasar prolongados periodos sin verse. ¿Cómo escapar de esas trabas insoportables?” (33). Sin embargo -y frente a cualquier expectativa que podamos hacernos los lectores-, Chéjov nos deja afuera de esta solución y se contenta con mostrarnos a los personajes debatiendo una salida, que se presume drástica: “Le parecía que no tardaría en encontrar una respuesta y que entonces se iniciaría una vida nueva y hermosa; pero ambos sabían muy bien que ese final aún quedaba muy lejano y que lo más complicado y difícil acababa de empezar” (33). Como bien menciona Vladimir Nabokov, Chéjov se mantiene fiel a su estilo con este relato: “El cuento se difumina sin un punto final concreto, sino con el movimiento natural de la vida. (...) No hay una moraleja ni un mensaje particulares” (1981: 289).

Llegada esta instancia, podemos pensar el final del cuento en relación con una técnica que Chéjov ideó para sus producciones dramáticas, pero que bien puede estar operando bajo la estructura narrativa de esta historia. Se trata de ‘la acción indirecta’, una técnica que consiste en hacer foco en las características e interacciones de los personajes, antes que en los puntos argumentales o las acciones de la trama. De esta forma, tanto en sus producciones dramáticas como en este y otros cuentos, los acontecimientos más importantes quedan fuera de la escena, y lo que se deja sin decir o hacer parece más importante que lo que termina sucediendo.

En este caso, los lectores nunca nos enteramos cómo se resuelve la aventura amorosa de los protagonistas, pero sí podemos anticipar dos divorcios conflictivos y problemáticos, sobre todo en un entorno conservador respecto a estos temas como fue la sociedad rusa de fin de siglo. Se vaticina, entonces, una ‘vida nueva y hermosa’, pero por la que tendrán que esforzarse mucho.