La Celestina

Fuentes

La Celestina comentada, BNE MSS/17631, ff. 27v-28r (Biblioteca Digital Hispánica).

Florentino Castro Guisasola reunió en su tesis doctoral «Observaciones sobre las fuentes literarias de La Celestina» (1924) influencias de un gran número de autores de la Antigüedad griega y latina, de la literatura eclesiástica y de escritores más o menos contemporáneos italianos e hispanos. En total, con diferentes grados de seguridad, propone más de setenta nombres y títulos, aunque reconoce que en muchos de los casos la influencia tuvo que ser necesariamente indirecta, a través de fuentes secundarias y/o el fondo de sentencias y citas célebres común a los letrados del momento. En los años posteriores diferentes autores confirmaron o desestimaron varias de sus propuestas, hasta el punto de que hoy día se considera que el horizonte de lecturas del autor era mucho menos amplio de lo defendido por Castro Guisasola, debido fundamentalmente a la importancia en la época de las colecciones de auctoritates, es decir, recopilaciones de sentencias y de fragmentos de obras de autores clásicos y medievales, religiosos y laicos, considerados canónicos o culturalmente relevantes. Dichas colecciones eran de uso frecuente en la universidad y la fuente principal de acceso a las obras de los autores recopilados en ellas, que solo una minoría leía de primera mano.

En la actualidad, las investigaciones de algunos especialistas han podido localizar y constatar solo unas pocas influencias. La más importante es la de la obra moral de Francisco Petrarca, cuya influencia ya había sido apuntada por Castro Guisasola (1924) y Deyermond (1961) se encargó de confirmar. El autor de La Celestina habría citado o imitado varios pasajes del De remediis utriusque Fortunae, especialmente del libro segundo, dedicado a la fortuna adversa, pero también de otras obras en prosa de Petrarca. Sin embargo, una parte significativa de estos préstamos no proviene directamente de los textos, sino de un índice de sentencias y exempla (historias con finalidad ejemplar) que acompañaba la edición de las obras completas de Petrarca en latín de Basilea, Johannes Amerbach, 1496. Esta influencia fue notada gracias a que, en ocasiones, en La Celestina se encadenan varias citas de Petrarca sobre un mismo tema que, a pesar de estar repartidas a lo largo de varios escritos petrarquistas, coincidentemente aparecen juntas en dicho índice.

Esta misma coincidencia permitió a Ruiz Arzálluz (1996) demostrar la influencia de las Auctoritates Aristotelis, una colección de sentencias muy difundida en la Europa medieval y que estaba estrechamente vinculada al mundo de la universidad. Del mismo modo se encontraron influencias de los Proverbios de Séneca de Pero Díaz de Toledo (Riss y Walsh, 1987), la Margarita poetica de Albrecht von Eyb (Corfis, 1984). Esta influencia de las colecciones de sentencias sería tan grande que el hispanista inglés Peter E. Russell (1988) comparó La Celestina con una «floresta de filósofos».

Fuera de las colecciones de auctoritates, están comprobadas o aceptadas influencias de otras fuentes.Fothergill-Payne (1988) destacó los préstamos senequistas y declaró que La Celestina era un texto profundamente influido por Séneca, si bien no necesariamente estoico, ya que el tratamiento del estoicismo no es siempre favorable ni canónico.Lacarra (1989) sistematizó por primera vez el diálogo constante de La Celestina con el género de la mal llamada «novela sentimental», del que sería una parodia constante y, muy especialmente, de la obra de Diego de San Pedro Cárcel de amor.Saguar García (2015) destacó la importancia de las fuentes bíblicas, que proceden lo mismo de colecciones de auctoritates que de textos devocionales laicos, pero nunca directamente de la Biblia.

Se han propuesto también otras fuentes más puntuales o más generales, que bien afectan a una sección concreta del texto, bien le influyen de manera más general. Por ejemplo, debido a la discusión sobre el género de La Celestina está muy bien estudiada la influencia de la comedia latina, la comedia elegíaca (sobre todo del Pamphilus) y la comedia humanística (Lida, 1962), sin embargo, la falta de evidencias de una tradición cómica en Castilla hace que los estudiosos se muestren bastante cuidadosos a la hora de defender la influencia directa de estos géneros o de obras concretas. Por su temática y por el tema del suicidio y de la mediación se han propuesto también la Elegia di madonna Fiammetta de Giovanni Boccaccio (Andrei, 2018) y la Historia de duobus amantibus de Eneas Silvio Piccolomini (Morros Mestres, 2004) como fuentes y, para la figura de la alcahueta concretamente, también fuentes orientales (Márquez-Villanueva, 1993) y occidentales, incluidas las lenae de la comedia romana, las mediadoras de la comedia elegíaca (sobre todo la pseudo-ovidiana De vetula) y, cómo no, Trotaconventos del Libro de buen amor de Juan Ruiz. También se ha hablado, en general, de fuentes jurídicas (Russell, 1978) y fuentes médicas (Amasuno, 2005). Asimismo, las múltiples canciones que aparecen en La Celestina se han remontado a la poesía amorosa de cancionero y el cancionero popular (Deyermond, 1997). Finalmente, las fuentes del auto I son las más estudiadas. Así, se ha propuesto el De amore de Andreas Capellanus como uno de los referentes para la escena inicial (Deyermond, 1961b), y el Arcipreste de Talavera de Alfonso Martínez de Toledo (Gerli, 1976) y el Tratado de cómo al hombre es necesario amar del Tostado (Cátedra, 1989) para todo el planteamiento del enamoramiento de Calisto y la diatriba en contra de las mujeres de Sempronio.

Sin embargo, mucho más interesante que las fuentes en sí son las interpretaciones que han favorecido. Por ejemplo, la acumulación de sentencias sobre un mismo en un pasaje ha servido para saber que el proceso compositivo del autor consistía, muchas veces, en encadenar una detrás de otra sentencias que más o menos le parecían a propósito para el fragmento que estaba escribiendo en ese momento. Lejos de señalar falta de interés por parte del autor, esto se relaciona con la manera de escribir y de leer en la universidad en la Edad Media (Fernández, 1997). La introducción de auctoritates se consideraba fundamental tanto para apoyar una argumentación (función dialéctica) como para embellecer un escrito (función retórica). A consecuencia de esta práctica, la gente aprendía a leer con una actitud asociativa, es decir, intentaban localizar las referencias, identificarlas y ampliarlas con otras. Tenemos ejemplos de esto en el ejemplar de La Celestina comentada (Fothergill-Payne, Fothergill-Payne y Fernández, 2002) y en las anotaciones marginales del ejemplar completo de la Tragicomedia de Zaragoza, Jorge Coci, 1507 (Baranda, 2007), gracias a los cuales, además, se han identificado muchas de las referencias de La Celestina.

Otro resultado interesante del análisis de las fuentes ha sido la vía iniciada por Fothergill-Payne (1992) sobre el uso subversivo de las citas y de las referencias a otras obras en La Celestina. Para la estudiosa, los errores de cita y las citas modificadas, mal interpretadas o aplicadas a casos que las contradicen tienen una función fundamentalmente humorística. Sin embargo, su análisis ha dado lugar a interpretaciones que consideran que todos los personajes de la obra hacen un uso pervertido de estas sentencias, que en su sentido propio deberían hacernos más sabios y morales, y, por lo tanto, ponen en duda tanto la validez del propio concepto de auctoritas (Shipley, 1985) como la validez del método de escribir construyendo sobre auctoritates (Patalucci O'Donnell, 2005). Esto demuestra una fuerte preocupación por el poder del lenguaje (Read, 1976). Otros estudiosos han querido ver en esto un gesto de subversión de los principios de la cultura de la época y de oposición y resistencia más o menos conversa, en especial a lo relativo a las referencias religiosas (Costa Fontes, 2005).

Finalmente, una consecuencia de toda la atención dedicada a las fuentes han sido los matices que se han aplicado a la cultura del autor de La Celestina y a su identificación con el personaje histórico de Fernando de Rojas. Por un lado, se ha hecho evidente que el autor no había leído de primera mano la inmensa mayoría de los textos con los que trabaja, por lo que su perfil pasa a ser menos erudito y más acorde con el perfil de joven bachiller en leyes como se nos presenta en los preliminares. Además, los textos que maneja son eminentemente universitarios o best-sellers de su época. Por otro lado, la ausencia en la biblioteca del Fernando de Rojas histórico de los textos que justificarían la escritura de La Celestina ha contribuido a poner en duda que fuera el autor (Infantes de Miguel, 1998).


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