“Pero en aquellos días de antaño, el fukú la pasaba bien; incluso tenía lo que se podría llamar un promotor, un sumo sacerdote. Nuestro Dictador de Una Vez y Para Siempre, Rafael Leónidas Trujillo Molina. Nadie sabe si Trujillo era subordinado o amo de la Maldición, pero estaba claro que entre ellos había un acuerdo, que eran panas. […] Solo con que se le ocurriera pensar algo malo sobre Trujillo, ¡fuá!, un huracán barría a su familia hacia el mar, ¡fuá!, un canto rodado le caía del cielo azul y lo aplastaba, ¡fuá!, el camarón que comió hoy se convertía en el cólico que lo mataba mañana”.
La novela comienza relatando una maldición en la que creen los habitantes de República Dominicana. Se trata de una suerte de destino funesto o trágico que le ocurre a quienes “tientan” a la suerte. Lo colocamos entre comillas, porque en realidad el narrador es bastante irónico.
Es por eso que vincula la maldición del fukú con la dictadura de Trujillo. De esta manera, afirma que cualquier que no acatara las órdenes de Trujillo, sería víctima de la maldición en algún sentido. Esto significa, en realidad, que el régimen de este dictador era tan violento que nadie podía escapar de sus terribles actos de injusticia.
“No estoy muy seguro que a Óscar le hubiera gustado esto del «cuento de fukú»; le fascinaban la ciencia ficción y la fantasy y creía que esa era la clase de historia que todos vivíamos. Preguntaba: ¿Qué puede ser más ciencia ficción que Santo Domingo? ¿Qué más fantasy que las Antillas?”
En este fragmento el narrador presenta al protagonista de la historia, Óscar Wao. Lo describe como un joven algo nerd, que se la pasa leyendo literatura de ciencia ficción y vinculando lo que lee con la realidad de su país.
Como observaremos más adelante en la historia, Óscar se dedica a ser profesor luego de probar suerte con las mujeres, hasta que encuentra la muerte por vincularse con una mujer que oficiaba de trabajadora sexual que era custodiada por un criminal.
“A Óscar le parecía que a partir del momento que Maritza lo echó —¡Shazam!— su vida empezó a irse al carajo. Durante los años siguientes, engordó más y más. La adolescencia temprana lo golpeó de forma especialmente fuerte, distorsionándole la cara de tal manera que no quedaba nada que se pudiera llamar lindo; le salieron granitos, se hizo tímido, y su interés —¡en la literatura de género!— que antes no le había importado un carajo a nadie, de repente se hizo sinónimo de perdedor con una P mayúscula”.
Mientras es un niño, Óscar posee las cualidades que se esperan de un “macho” dominicano. Entre ellas, se cuenta el poder tener más de una novia a la vez. Sin embargo, esto le dura muy poco, ya que a la semana de salir con dos niñas a la edad de siete años, una de ellas le plantea que debe elegir entre una u otra.
Óscar elige a Maritza, pero ella le deja unos días después, por otro chico. Es en ese momento cuando Óscar comienza a engordar mucho, a perder autoestima y así también su cualidad de “ganador” de mujeres.
“Lo siento, dices, en voz demasiado alta. Lo siento. Y ahí mismo, todo cambia. Antes de que termine el invierno, los médicos le extirpan el seno que tú amasabas y el ganglio axilar. Debido a las operaciones, le será difícil levantar el brazo sobre la cabeza durante el resto de su vida. Se le empieza a caer el pelo y un día se lo arranca todo ella misma y lo mete en una bolsa de plástico. Tú cambias también. No enseguida, pero cambias. Y es en ese cuarto de baño donde todo empieza. Donde tú comienzas”.
Este fragmento está narrado desde la perspectiva de Lola, la hermana de Óscar. Su madre la ha llamado al baño para que la ayude a detectar un bulto extraño en uno de sus pechos. Es entonces que ambas detectan la presencia del cáncer. Esto modificará completamente la vida de Lola, como ella bien anticipa en este momento.
“Quisiera poder decir que todo se resolvió, que la muerte de Óscar nos unió. Yo estaba hecho un desastre y, después de medio año cuidando a su mamá, Lola experimentó lo que muchas hembras llaman el Regreso de Saturno. Un buen día me llamó, me preguntó dónde había estado la noche antes, y cuando no tuve una buena excusa, me dijo: Adiós, Yunior, cuídate mucho, por favor, […]”.
Hacia el final de la novela, luego de que Óscar es asesinado, Yunior cuenta su parte de la historia con Lola. Dado que la ha engañado y esta no le ha perdonado, la muerte de Óscar solo logró distanciarlos todavía más.
Esta cita revela cómo todos los personajes acaban realmente con un final indeseado y trágico, a pesar del tono algo humorista que suele adoptar el narrador principal.
