Kentukis

Kentukis Metáforas y Símiles

"(...) regresó para perseguirlo con el balde como si quisiera atrapar a un insecto descomunal" (p.15) (Símil)

Los kentukis tienen forma animal, y también tienen una presencia semejante, a veces, a la de una mascota.

Cuando Robin es extorsionada por el kentuki junto a sus compañeras de colegio tras haberle mostrado sus pechos y otras informaciones, la chica intenta apagar el aparato, pero no lo logra. Entonces lo persigue con un balde hasta capturarlo, inmovilizarlo y esperar que su batería se termine.

Tal como establece el símil utilizado por la voz narradora, la actitud del personaje frente al kentuki se asemeja al de una persona que quiere capturar un insecto. Robin es molestada por esa presencia que, como un gran moscardón, la perturba, y de la cual no sabe cómo deshacerse si no es inmovilizándola y esperando su muerte.

"(...) tener un kentuki circulando por ahí era lo mismo que darle las llaves de tu casa a un desconocido" (p.41) (Símil)

Cuando Emilia les cuenta a sus amigas sobre el kentuki, estas se escandalizan, pensando que este fenómeno implica una vulneración absoluta de la intimidad. El exponerse ante los ojos de extraños es para ciertos personajes una locura.

El símil apunta a ilustrar este concepto, comparando el tener un kentuki circulando por la casa con entregarle a un desconocido la llave del propio hogar. En este sentido, el símil es, más allá de lo valorativo, bastante acertado: los kentukis se encienden cuando lo decide la persona que los maneja desde la computadora, no cuando lo decide el "amo" que habita en su casa con el muñeco, por lo que, para el desconocido que maneja el aparato, sería como tener las llaves de esa casa, a la que puede entrar en el momento que quiera.

"(...) era como tocar con tus propios dedos la otra punta del mundo" (p.63) (Símil)

Marvin siente fuertes deseos de conocer la nieve. Su madre había prometido llevarlo, pero falleció antes de hacerlo. Es por este anhelo que Marvin se emociona cuando descubre que su kentuki está en Noruega, cerca de montañas cubiertas de nieve. El niño vive en Guatemala, muy lejos de allí, pero tiene una relación tan identitaria con el dragón que maneja por la computadora que, de alguna manera, y tal como indica el símil, siente que si hace llegar su kentuki hasta la nieve, será como haberla tocado con sus propias manos.

“Era como comprar un cachorrito sabiendo quién lo había cuidado hasta entonces y qué tan bien se había portado” (p.97) (Símil)

El formato animal del kentuki instala en cierta medida una dinámica dueño-mascota entre el "amo" y el "ser" que se interconectan entre un lado y el otro de la pantalla. Esto plantea una asociación entre las mascotas y la tecnología bastante interesante, en tanto tendrían más cosas en común de las que podría asumirse a priori. En principio, aquello en lo que se convierte una mascota o un dispositivo obedece menos a cuestiones intrínsecas que al tratamiento que le dé el humano a cargo y lo que este proyecte en él.

La asociación mascota-dispositivo tecnológico aparece concentrada en el símil que utiliza la voz narrativa para describir por qué funciona el negocio en el que trabaja Grigor. La gente preferiría comprar una conexión previamente establecida en lugar que dejar eso librado al azar, de la misma manera que probablemente alguien consideraría más amable adoptar un perro que ya fue educado correctamente que tomar uno que puede suscitar sorpresas, como comportamientos violentos.

“(...) sería como tenerse a sí misma circulando por su propia casa” (p.166) (Símil)

El fenómeno kentuki implica un aumento de entes existentes en el mundo: es cierto que, mediante un kentuki, ya había dos personas conectadas -como lo están un observador y un observado en redes sociales-, pero con la existencia física del muñeco, esta tercera entidad también exige su lugar en el planeta. Así, el kentuki materializaría la entidad resultante de la interconexión entre dos subjetividades por medio de la tecnología, o bien, en otros casos, reproduciría, en otro cuerpo, la subjetividad de uno de los dos involucrados. La palabra para identificar a quien conduce un muñeco desde su computadora es “ser”: quien observa, entonces, duplica su ser, ya que “es” en su cuerpo y en su casa, pero también “es” en el cuerpo del peluche en la casa ajena.

Emilia deja en evidencia una conciencia de la duplicación cuando utiliza el símil citado, donde afirma que conseguir un kentuki coneja, similar al que ella maneja en Erfurt, sería equivalente a "tenerse a sí misma" circulando por la casa. La afirmación es escalofriante, en tanto ese “sí misma” al que refiere Emilia no es el ser de su propio cuerpo (es decir, la señora llamada Emilia que circula, de por sí, por la casa), sino el muñeco que ella maneja desde la computadora en casa de Eva, y en el cual piensa como una duplicación de su existencia.