El viejo y el mar

El viejo y el mar Temas

La soledad

Salvo por la conversación que mantiene con Manolín el primer día, y el recuerdo del muchacho en su mente durante los días en el mar, el viejo está solo. La soledad es uno de los temas fundamentales de esta historia. El viejo está solo desde que su esposa murió y de la cual conservó durante mucho tiempo un retrato en la pared en su cabaña; ahora “la había quitado porque verla le hacía sentirse solo” (p.39). El muchacho es su amigo, pero hace cuarenta y cuatro días que Santiago pesca en soledad.

Sin embargo, la soledad que revela esta historia va más allá de la ausencia de la mujer de Santiago o el vínculo distante que mantiene con la comunidad: se trata de una escena en la que la protagonista es la soledad con la cual el hombre tiene que indefectiblemente enfrentarse a diversas situaciones en la vida. Nadie puede tomar las riendas, o los sedales si pensamos en la pesca, más que el viejo a la hora de luchar con el marlín, e inclusive a la hora de enfrentar la posible muerte. Se trata de una lucha personal, cuerpo a cuerpo, en la que se mide la fortaleza del hombre. Esta soledad que se pone en juego no remite a la ausencia de otros en ciertas circunstancias, sino a la que es inherente al hombre.

La relación entre el hombre y la naturaleza

Muchos críticos creen que El viejo y el mar trata sobre la lucha encarnizada del hombre con la naturaleza. Por el contrario, el texto deja claro cuál es el vínculo de Santiago con la naturaleza que lo rodea al hablar de las perspectivas de otros hombres frente al mar: “Algunos pescadores más jóvenes (...) lo llamaban el mar, en masculino. Y hablaban de él como un rival, o un lugar, o incluso un enemigo. Pero el viejo siempre se refería a él en femenino y como algo que concedía o rehusaba grandes favores y que si hacía cosas malvadas y violentas era porque no podía evitarlo” (p.54).

Santiago emprende una lucha, sí, pero no contra la naturaleza sino contra el marlín al intentar pescarlo. El viejo comulga con la naturaleza, es parte de ella. Reflexiona, por ejemplo, sobre la pesca de tortugas y cómo la gente es despiadada con ellas en el modo de pescarlas. Se dice a sí mismo que, a pesar de esto, él se hizo fuerte comiendo sus huevos: “yo también tengo un corazón, y mis pies y mis manos son como los suyos” (p.62), dice con respecto a las tortugas. Es decir, hay una identificación de Santiago con estos animales, con el marlín y con la naturaleza en general y, al formar parte de ella, siendo un depredador más, la lucha con el marlín y la prueba de fuerza y valor a través de esta lucha es inherente al vínculo.

A pesar de sus conocimientos sobre la naturaleza y el oficio de la pesca, entre la desesperación y el orgullo Santiago transgrede el código que ha respetado toda la vida y se aleja de la orilla demasiado, adentrándose en las corrientes del Golfo. Allí su fuerza será inútil, y la naturaleza le da una lección: el marlín es demasiado grande y los tiburones acechan. Él lo sabe; no lucha contra la naturaleza y acepta inclusive la posibilidad de morir en el intento por llevar el marlín a casa.

La suerte y la perseverancia

Santiago es, en todo momento, un ejemplo de perseverancia. Durante 84 días ha salido a la pesca haciendo las cosas a su modo. Es metódico; tiene tradiciones y códigos que jamás rompe. Conoce las corrientes, los climas, la orientación a través de las luces de la costa y las estrellas, que son sus amigas.

Aun así, la perseverancia entra en constante contradicción con la suerte. Los padres de Manolín dicen que el viejo está salao, es decir, que tiene una mala racha, y por eso hacen que el joven pesque en otra embarcación. A pesar de que Santiago tiene un método y conoce a la perfección el oficio de la pesca, siente cada vez más que efectivamente no está teniendo suerte. El 85, día en que se lanza a la pesca en el relato, le parece un número de la suerte.

Sin embargo, la fortuna no es algo a lo que un hombre deba abandonarse: Santiago esta vez hace algo diferente, se lanza mar adentro en las corrientes del Golfo. Además, se esmera en la colocación de los sedales y los cebos. Toma decisiones que nada tienen que ver con la suerte, como, por ejemplo, cuando corta los sedales de un pez menos para que no se enreden en el sedal en el que tiene enganchado al enorme marlín, o cada minuto que pasa cortándose las manos con las líneas y fatigándose al sol en la lucha con el pez. Es decir, Santiago pescará con suerte, pero también con perseverancia.

El oficio

El oficio, y sobre todo el oficio de la pesca, está presente en varios textos de la obra de Hemingway. El más conocido, probablemente, además de El viejo y el mar, sea el cuento “El río del corazón doble”, en el que por primera vez desarrolla un relato en el cual la acción de la pesca es protagonista. El lenguaje especializado del oficio es llevado a su máxima expresión, pero no solo en pos de la precisión descriptiva, sino que genera en sí mismo un lenguaje propio, con nuevas metáforas e imágenes.

Santiago tiene en El viejo y el mar una manera arcaica de pescar en su pequeño esquife, que lo enfrenta al marlín en una pelea casi cuerpo a cuerpo. Las leyes naturales, como vimos más arriba, rigen las condiciones de la pesca. Conocerlas, desarrollar la sabiduría del mar, es parte del oficio.

El oficio es importante en Hemingway, ya que es un enemigo de la introspección: cultiva una literatura de los hechos, en la cual los héroes, en este caso el viejo, se identifican con las acciones que realizan. La conciencia se muestra, pero a través del trato con las cosas y del compromiso de realizar esas acciones del mejor modo posible (Ver sección "Hemingway y la pesca").

El coraje

El coraje es otro de los grandes temas de El viejo y el mar. Sin dudas Santiago demuestra mucho coraje al pelear día a día con la fuerza del marlín, al luchar contra su propio reflejo combatiendo el cansancio y el dolor, pero, sobre todo, al defender al marlín de los tiburones. Se enfrenta a ellos con un valor inigualable, usando todos sus recursos, inclusive la caña del timón de la embarcación.

Su coraje se contrasta con la falta de coraje de Manolín. Según el escritor Juan Villoro, que prologa la edición con la que trabajamos, es por su falta de valor que Manolín llora; socialmente aún es un joven manipulado por sus padres que le impiden crecer y lo obligan a asumir la pesca como una tarea en la cual el mar es una fábrica, a pesar de sus deseos y sus ideas. Manolín aprendió el oficio de la pesca con el viejo, y está en condiciones de mostrar su valor, pero no se anima a hacerlo. El llanto de Manolín al ver al viejo con las manos destrozadas, entonces, es causado por la comprensión de su cobardía, y no por la conmoción de ver al viejo derrotado.

La muerte

Como vimos, Santiago se muestra dispuesto a luchar con el marlín inclusive si eso lo lleva a la muerte. Su compromiso con la pesca de ese pez en particular es absoluto, y establece con el animal un vínculo vital. Su sufrimiento, el cansancio, el dolor no serán en vano, incluso ante la muerte, la cual se menciona con un alto grado de aceptación. El modo en que se mira la muerte es un asunto de honor: “–Pez –dijo en voz alta–. Seguiré contigo hasta la muerte. Supongo que él también lo hará, pensó el viejo, y esperó a que se hiciera de día” (p.79). El pez es igual de fuerte y honorable que él; morir de este modo es, para el viejo, aceptable: “Me estás matando, pez, pensó el viejo. Aunque estás en tu derecho. No he visto un animal más noble, calmado y hermoso que tú, hermano. Sal y mátame. Me da igual quién mate a quién” (p.122).

El enfrentamiento a la muerte viene cargado de una gran aceptación, que mucho tiene que ver con las leyes de la naturaleza y el devenir lógico de los acontecimientos mientras uno hace lo que tiene que hacer, en este caso, para el viejo, pescar. Se dice a sí mismo, ante las situaciones de peligro, dolor, cansancio: “Sigue navegando y acepta las cosas tal como vengan” (p.134).

El sufrimiento

Uno de los lazos que vinculan a Santiago con el marlín es el padecimiento físico: ellos son hermanos en esta lucha cuerpo a cuerpo a través de este dolor. Santiago está cansado, siente un profundo dolor físico en la espalda, en las manos lastimadas por los sedales. Compara su sufrimiento con el de Joe DiMaggio, el beisbolista, que jugaba con un espolón en el talón que lo hacía sufrir.

Santiago resiste la tentación de abdicar, pero no lo hace. Su padecimiento es escogido y tiene, ante el sufrimiento, la determinación de los mártires. Esta comparación entre la figura del mártir y el viejo la ha hecho muchas veces la crítica y puede apoyarse inclusive en imágenes de la liturgia cristiana que aparecen en el relato. Pero cabe hacer una salvedad: hay un relato de martirio y peregrinación en El viejo y el mar, pero es un martirio que no busca ser ejemplificante. Es decir, Santiago no busca en ningún momento que su sufrimiento sea ejemplar. La historia que se cuenta es una historia portentosa sin resultados. Además, Hemingway ha negado siempre rotundamente que el texto sea algo así como una parábola o una alegoría. Inclusive, ha negado cualquier tipo de simbolismo en la novela.