Arráncame la vida

Contexto histórico

La novela se desarrolla alrededor de 1949. Presenta el mundo político mexicano mientras se desarrolla la institucionalización que siguió a la Revolución mexicana, y muestra a los personajes encargados de la consolidación del Estado mexicano. El círculo político se ha cerrado, y los nuevos caciques han reemplazado a los viejos. La polarización entre políticos masones y potentados de la Iglesia se ha convertido en una nueva alianza tácita en contra del pueblo, y se utilizan los ritos de la tradición únicamente como símbolos de estatus social y de poder, vaciándolos del contenido orgánico que tienen para el pueblo.[2]​ En la novela, las mujeres y el pueblo no tienen ni voz ni voto en el asunto político. Por eso, Catalina hubiera preferido un matrimonio tradicional; aunque esté casada con alguien que tome decisiones que den rumbo al país, su opinión y pensamientos no se toman en cuenta.[cita requerida]

La Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma, de 1860, proclamaban como inadmisible la participación femenina fuera de la "zona sagrada", es decir, la recámara, la cocina, el cuidado de la casa y el confesionario. Esto, más la idealización de la mujer como pura, inocente y fiel a la vida doméstica, forman parte del comportamiento y actividades ideales para una dama. El hogar funciona como el centro simbólico estable; si la mujer se dedica completamente a éste, en lo contrario, provoca desequilibrio, enojo y escándalo social. Así, los cambios sociales que lograron remover a las mujeres de su hogar, aunque fueran muy rentables, generalmente perturbaban el rol socialmente marcado. En la novela, se remarca el antagonismo entre el mundo femenino y el masculino. Los hombres están de pie, toman whisky y hablan de temas políticos mientras fuman. En cambio, las mujeres están sentadas, alejadas de los hombres, hablando sobre embarazos, chismes, moda o sirvientas.[cita requerida]

La relación hombre-mujer, según la novela, es semejante a la relación hombre-ganado: mientras más cabezas tenga, más respetado es. Así, una mujer que queda embarazada es como si se tratara de una inseminación exitosa. La emoción del padre por tener un hijo varón es como la emoción del ganadero cuando nace un ternero macho. Los hombres son como toros: son los sementales. La mujer, en cambio, no se entera de nada. No le enseñan ni le explican nada.[3]​

Fue durante la primera mitad del siglo XX cuando ocurren acontecimientos de la primera ola del feminismo. Durante esta época, las mujeres empezaron a ganar los derechos civiles y las libertades personales. Pero no fue sino hasta 1947 cuando las mujeres mexicanas ganaron el derecho de votar (véase voto de la mujer). Además, empezaron a tener la oportunidad a expresar públicamente su voz o sus ideas y sus pensamientos.[4]​

La acción de la novela pone al descubierto las difíciles condiciones de vida de la mujer en el mundo caciquil del México posrevolucionario,[5]​ Se enfoca en diferentes periodos históricos, como los acontecimientos de la Revolución mexicana (1910 a 1917), y la lucha entre hombres para ganar el poder político después de la Revolución, en los años veinte y treinta. La Revolución impone ideologías de los personajes de la novela. Es la forma de justificar sus acciones, mentalidades y personalidades de algunos de los personajes a lo largo de ésta.[cita requerida]

La historia comienza cuando Catalina se encuentra con Andrés Ascencio en el año 1929. Sus diferencias de ideales, que se remarcan durante toda la trama, son gracias al desarrollo del contexto que les ha tocado vivir. Catalina nació en 1915 y Andrés en 1896: mientras que ella estaba en su casa jugando dócil e inocente, él participó en la Revolución mexicana en los años veinte, que le ayudó a construir sus ideales e influyó más tarde en los de Catalina, porque la consideraba ignorante de todo lo que él conocía.[cita requerida]

Mientras tanto, en 1930, en el contexto mundial, fue la época de la "Gran Depresión", y la parálisis económica afectó profundamente al país.[cita requerida]

En México, el presidente era Pascual Ortiz Rubio, quien duraría únicamente dos años en el poder, a causa de una disputa con Plutarco Elías Calles, quien no había cedido el poder detrás de la presidencia y contaba con el apoyo del Ejército. Además, era el jefe indiscutible del Partido Nacional Republicano, organizado por él mismo después de la muerte de Obregón. En Puebla y sus alrededores, el anticlericalismo callista, que la burguesía, los antiguos hacendados y gran parte del pueblo veían como una afrenta más a su clase, los primeros, y a sus tradiciones el segundo, es brevemente mencionado por la protagonista, quien nos dice haber continuado sus estudios un poco más allá de la primaria, gracias a una beca que le fuera otorgada por unas monjas salesianas que enseñaban en un colegio clandestino,[6]​ así lo narra Catalina: Total, termine la escuela con una mediana caligrafía, algunos conocimientos de gramática, poquísimos de aritmética, ninguno de historia y varios manteles de punto de cruz.[7]​

La preocupación de Mastretta es mostrar la historia no oficial de México, lo político visto desde el ámbito doméstico. Sin embargo, en lo que ambas coinciden es en buscar una escritura más allá de los géneros, en apartarse de los parámetros tradicionales impuestos por la mirada masculina del mundo y explorar otras posibilidades de contar, de contarse, de encontrar belleza y verdad en el lenguaje escrito.[8]​


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