Anna Karénina

Anna Karénina Citas y Análisis

"Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada."

Primera Parte, Capítulo 1, pág. 1

"El lugar donde se hallaba Kitty le parecía un santuario inaccesible, y tal era su zozobra que hubo un momento en que incluso decidió marcharse. Tuvo que hacer un esfuerzo sobre sí mismo para decirse que al lado de Kitty había otras muchas personas y que él podía muy bien haber ido allí para patinar. Entró en la pista, procurando no mirar a Kitty sino a largos intervalos, como hacen los que temen mirar al sol de frente. Pero como el sol, la presencia de la joven se sentía aún sin mirarla."

Primera Parte, Capítulo 9, pág. 32

"La costumbre francesa de que los padres de las muchachas decidieran su porvenir era rechazada y criticada. La costumbre inglesa de dejar en plena libertad a las chicas tampoco era aceptada ni se consideraba posible en la sociedad rusa. La costumbre rusa de organizar las bodas a través de casamenteras era considerada como grotesca y todos se reían de ella, incluso la propia Princesa. Pero cómo habían de casarse sus hijas, eso no lo sabía nadie".

Primera Parte, Capítulo 12, pág. 49

"Yo veo quién lleva intenciones serias: Levin. Y veo a un pavo real, al igual que este cabeza de chorlito, que no se propone más que divertirse."

Capítulo 15, pág. 61

"Tan pronto como su hermano la alcanzó, [Ana] se le acercó enlazando su brazo izquierdo sobre su cuello atrayéndole hacia sí y lo besó cariñosamente, con un gesto que sorprendió a Vronsky por su gracia y firmeza. Vronsky la miraba sin quitarle el ojo y sonreía, sin saber él mismo por qué. Luego recordando que su madre le esperaba, volvió al carruaje."

Primera Parte, Capítulo 18, pág. 68

"'Si', Ana continuó. '¿Sabes por qué no ha venido Kitty a comer? Tiene celos de mí; he destruido su felicidad... Yo he tenido la culpa de que el baile de anoche, del que esperaba tanto, se convirtiese para ella en un tormento en lugar de un placer. Pero la verdad es que no soy culpable, o si lo soy, lo soy muy poco' dijo, recalcando las últimas palabras 'un poco'."

Primera Parte, Capítulo 28, pág. 104

"La gran sociedad de San Petersburgo es, en rigor, un círculo en el que todos se conocen y se visitan mutuamente."

Segunda Parte, Capítulo 4, pág. 135

"Se escucharon pasos en la puerta, y la princesa Betsy, a sabiendas de que era Madame Karenina, miró a Vronsky. El estaba mirando hacia la puerta, y su rostro tenía una extraña nueva expresión. Gozosa, intensa, y al mismo tiempo tímida, él miraba hacia la persona que se aproximaba, y lentamente se levantó."

Segunda Parte, Capítulo 7, pág. 146

"A Alexey Alexandorivich no le pareció sorprendente o incorrecto el hecho de que su esposa estuviera sentada con Vronsky en una mesa separada, en una animada conversación con él sobre algún tema. Sin embargo, notó que para el resto de los presentes en la fiesta esto parecía tratarse de algo sorprendente e impropio. Pensó que debía hablar de ello con su esposa."

Segunda Parte, Capítulo 8, pág. 151

"Ella voló sobre la zanja casi sin notarlo. Voló sobre ella como un pájaro, pero en el mismo instante Vronsky, advirtió con terror que, no habiéndose apresurado a seguir el impulso del animal, él, sin saber cómo, había hecho un movimiento en falso, un movimiento imperdonable, bajándose con violencia en la silla. Su situación cambió de repente: comprendió que sucedía algo horrible."

Segunda Parte, Capítulo 21, pág. 195

"Recordaba con claridad todas las constantes ocasiones de inevitable necesidad en que tenían que mentir y engañar violentando así su naturaleza, y recordó, sobre todo, con nitidez especial la vergüenza que experimentaba Ana al verse forzada a fingir. Desde que tenía relaciones con Ana sentía a menudo un extraño sentimiento de repulsión que llegaba a dominarle por completo. Repulsión hacia Alexey Alejandrovich, hacia sí mismo, hacia todo el mundo. Le habría costado poder precisar aquel sentimiento, pero lo rechazaba siempre lejos de él. Ahora, también, él movió la cabeza y prosiguió pensando."

Segunda Parte, Capítulo 25, pág. 211

"Para Konstantin el pueblo era simplemente el principal colaborador en el trabajo común."

Tercera Parte, Capítulo 1, pág. 251

"Cuanto más trabajaba, más frecuentes eran en él los momentos de olvido total en los cuales no eran los brazos los que llevaban la guadaña, sino que era ésta la que arrastraba tras sí en una especie de inconsciencia todo el cuerpo pletórico de vida. Y, como por arte de magia, sin pensar en él, el trabajo más recio y perfecto se realizaba como por sí solo. Aquellos momentos eran los más felices."

Tercera Parte, Capítulo 5, pág. 267

"El no podía equivocarse. Aquellos ojos eran únicos en el mundo. Sólo un ser en la tierra podía concentrar para él toda la luz y todo el sentido de la vida. Era ella. Era Kitty."

Tercera Parte, Capítulo 12, pág. 293

“Alexey Alejandrovich, ¿qué quiere usted de mí?”

"'Necesito que ese hombre no la visite y que usted proceda de modo que ni el mundo ni los criados puedan criticarla, quiero que deje de ver a ese hombre. Creo que no pido mucho. Y a cambio de ello, disfrutará usted de los derechos de esposa honrada sin cumplir sus deberes. Es cuanto tengo que decirle. Y ahora debo salir. No como en casa. Y dicho esto, se levantó y se dirigió hacia la puerta".

Tercera Parte, Capítulo 23, pág. 338

"Las palabras de Levin reflejaban sinceramente su pensamiento de estos últimos tiempos. En todas partes veía sólo la muerte o su proximidad. No obstante, la obra iniciada le preocupaba. Debía vivir de un modo a otro el resto de su vida hasta que llegara la muerte. La oscuridad le cerraba todo camino, pero precisamente, a consecuencia de aquella oscuridad, comprendía que la única luz que podía guiarle en ella era su empresa. Y Levin se aferraba a ella con todas sus energías."

Tercera Parte, Capítulo 32, pág. 372

"Los Karenin, marido y mujer, seguían viviendo en la misma casa y se veían a diario; pero eran completamente extraños entre sí. Alexey Alejandrovich se impuso la norma de ver diariamente a su esposa para evitar que los criados adivinasen lo que sucedía, aunque procuraba no comer en casa. Vronsky no visitaba nunca a los Karenin, pero Ana le veía fuera y su esposo lo sabía."

Cuarta Parte, Capítulo 1, pág. 373

"Levin se levantó y acompañó a Kitty hasta la puerta. En su conversación había sido dicho todo: que ella le quería y que diría a sus padres que Levin iría a verles al día siguiente por la mañana."

Cuarta Parte, Capítulo 13, pág. 439

"'Oh, ¿Por qué no habré muerto? Habría sido mejor –dijo ella, y lágrimas silenciosas corrieron por sus mejillas. Mas se sobrepuso y procuró sonreír para no entristecerle."

Cuarta Parte, Capítulo 23, pág. 457

"¿Qué duda puede caber sobre el Creador cuando se contemplan sus obras? –continuó el sacerdote con su hablar rápido y monótono–. ¿Quién adornó con astros la bóveda celeste? ¿Quién revistió la tierra de sus bellezas? ¿Cómo podrían existir todas estas cosas sin un Creador?, expresó mirando interrogativamente a Levin."

Quinta Parte, Capítulo 1, pág. 463

"Levin no podía mirar con calma a su hermano ni permanecer tranquilo en su presencia. Al entrar en la alcoba del paciente, sus ojos y su atención se nublaban y no lograba ver ni comprender los detalles del estado de Nicolás. Notaba el terrible olor, veía la suciedad y el desorden, su actitud, sus gemidos, pero tenía la sensación de que no podía hacer nada. No se le ocurría, para ayudarle, la idea de estudiar cuidadosamente el estado de su hermano… Pero Kitty sentía, pensaba y obraba muy diferente. El enfermo había despertado en ella compasión, y la compasión produjo en su alma de mujer un sentimiento que nada tenía que ver con el de repugnancia y horror que había despertado en su marido, sino más bien en la necesidad de obrar, enterarse con todo detalle del estado del paciente y hacer lo posible para ayudarle."

Quinta Parte 5, Capítulo 18, pág. 518

"A despecho de la muerte, experimentaba la necesidad de vivir y de amar. Sentía que el amor le salvaba y que, bajo aquella amenaza, el amor renacía siempre más fuerte y más puro. Apenas se produjo ante sus ojos el inescrutable misterio de la muerte, sobrevino otro igualmente insondable: el del amor y la vida. El médico, confirmando lo que había ya supuesto antes, les comunicó que Kitty estaba encinta."

Quinta Parte, Capítulo 20, pág. 530

"'¡Ana! –exclamó Vronsky.

‘¡Tú tienes la culpa de todo!’ –gritó ella, entre lágrimas de ira y desesperación, levantándose.

‘Te pedí, te rogué, que no fueras al teatro. Sabía que surgirían disgustos…’

‘¡Disgustos!’ –exclamó Ana–. ‘Fue algo terrible. No lo olvidaré ni en la hora de mi muerte. Ella dijo que era deshonroso sentarse a mi lado'."

Quinta Parte, Capítulo 33, pág. 576

"'Y criticar a Ana, pensó después. ¿Y por qué? ¿Soy yo mejor? Por lo menos, tengo un marido al cual amo - No como quisiera yo, pero le amo. Mientras que Ana nunca amó al suyo. ¿Qué culpa tiene ella? Ella quiere vivir. Dios nos ha impreso este deseo en el alma. Es muy posible que yo hubiese hecho lo mismo'."

Sexta Parte, Capítulo 16, pág. 635

"'En verdad, queridita, ¡estoy muy contenta de verte!' dijo Ana, besándola nuevamente. 'No me has dicho todavía lo que piensas de mí y quiero saberlo. Pero estoy contenta de que me veas así, tal como soy. Lo que principalmente deseo es que no piensen que quiero demostrar algo. No quiero demostrar nada: solamente quiero vivir'."

Sexta Parte, Capítulo 18, pág. 643

"Y él se marchó para las elecciones sin darle mayor explicación. Era la primera vez, desde que habían comenzado sus relaciones, que él partía sin darle una completa explicación. Esto por una parte le inquietaba y le dolía, pero por otro lado sentía que era lo mejor. 'Al principio será como ahora, algo indefinido, vago; luego, ella se acostumbrará. De todos modos, puedo dárselo todo, pero no mi independencia de hombre', pensó."

Sexta Parte, Capítulo 25, pág. 673

"No obstante, a pesar de estar convencida de que Vronsky comenzaba a perderle cariño, no veía cómo podría ella cambiar, modificar su actitud con él, hacer que ésta fuera igual que antes cuando, con sólo su amor y sus atractivos, ella le sabía retener. Y, como antes, trabajando de día y tomando morfina por la noche, conseguía Ana ahogar sus terribles pensamientos sobre la situación en que quedaría si Vronsky dejara de amarla."

Sexta Parte, Capítulo 32, pág. 695

"'Dígale a su esposa que la quiero como siempre. Y que si ella no puede perdonarme, le deseo que no me perdone nunca. Para perdonar es preciso padecer lo que yo he padecido. Y de esto deseo de corazón que la libre Dios'.

'Sí, se lo diré, se lo diré... ' repuso Levin sonrojándose."

Séptima Parte, Capítulo 10, pág. 730

"'¡Qué mujer tan extraordinaria, tan simpática y digna de compasión!', pensaba Levin mientras salía, acompañado de Esteban Arkadievich, al aire frío de la calle.

‘Bueno, ¿No te lo dije yo?’ preguntó Esteban Arkadievich, observando que Levin estaba completamente impactado.

‘Sí’, contestó Levin pensativo. ‘Es una mujer extraordinaria. No sólo es inteligente sino, también, tiene una maravillosa profundidad de sentimientos. La compadezco con toda el alma'."

Séptima Parte, Capítulo 11, pág. 730

"'¡Te has enamorado de esa mala mujer; te ha hechizado! ¡Lo he visto en tus ojos! ¡Sí, sí! ¿Qué puede resultar de eso? Estuviste bebiendo en el club, bebiendo y jugando, y luego has ido... ¡Adónde has ido!... ¡No, vámonos de aquí...! ¡Esto no puede durar! ¡Yo me voy mañana mismo! Durante un largo rato Levin trató inútilmente de calmarla."

Séptima Parte, Capítulo 11, pág. 732

"Ahora le daba ya todo igual: no le importaba ir o no a Vosdvijenskoe; ni conseguir o no el divorcio. Nada necesitaba. Sólo quería una cosa: castigarle. Cuando preparó su habitual dosis de opio y pensó que podía morir con sólo beberse todo el frasco, le pareció tan fácil y sencillo que volvió a pensar, con gran complacencia, en cómo sufriría, se arrepentiría y, aunque ya tarde, amaría su recuerdo."

Séptima Parte, Capítulo 26, pág. 781

"Pero no apartaba la vista del segundo vagón. Y en el preciso instante en que ante ella pasaban las ruedas delanteras, Ana lanzó lejos de sí su saquito de viaje y, encogiendo la cabeza entre los hombros, se tiró bajo el vagón. Cayó de rodillas y, con un movimiento ligero, abrió los brazos, como si tratara de levantarse. En aquel instante se horrorizó de lo que hacía. «¿Dónde estoy? ¿Qué hago? ¿Por qué?», se dijo. Quiso retroceder, apartarse, pero algo duro, férreo, inflexible, chocó contra su cabeza, y se sintió arrastrada de espaldas."

Séptima Parte, Capítulo 31, pág. 798

"Pero ahora, después de su casamiento, cuando empezó a limitar sus actividades a los asuntos o cuestiones particulares suyas o de sus allegados, no sentía aquella satisfacción, pero sí la de saber que su obra era necesaria y ver que sus intereses o los que le confiaban iban bien y mejoraban constantemente."

Octava Parte, Capítulo 10, pág. 823

"Así como las abejas que volaban alrededor suyo y amenazaban picarle le distraían, le hacían perder la tranquilidad material, obligándole a encogerse, a resguardarse, del "mismo modo las preocupaciones que le habían asaltado a partir del momento en que montara en el tílburi con el cochero, habían privado de tranquilidad a su alma; pero esto había durado tan sólo mientras estuvo entre ellos. Así como conservaba su fortaleza física, a pesar de las abejas, así sentía de nuevo dentro de él la fuerza espiritual que recién ahora notaba."

Octava Parte, Capítulo 14, pág. 837