Tío Vania

Tío Vania Resumen y Análisis Acto III

Resumen

Escena 1

Pasó un mes. Al mediodía, Vania, Sonia y Elena esperan en un salón, puesto que Serebriakov dijo que les daría un anuncio. Vania se queja del profesor –“se limita a escribir tonterías, a gruñir, a estar celoso, y pare usted de contar” (p.52)– y luego acusa de perezosa a Elena. Esta se enfada y luego manifiesta su aburrimiento. Sonia le señala que podría ocuparse de varias cosas, como la casa, enseñar a niños o ir al mercado a vender, como hacían ella y Vania antes de que llegara el matrimonio. Elena dice que eso no le parece interesante. Sonia la abraza, diciéndole que el problema del aburrimiento es que es contagioso: ha arrastrado a Vania, a ella, a Astrov, que ha dejado sus asuntos para visitar la hacienda todos los días. Vania le exige a Elena que sea libre, pero ella ruega que la dejen en paz. Vania le besa la mano y sale diciendo que le traerá rosas.

Sonia le habla en confidencia a Elena: le confiesa que se siente fea y que hace años ama a Astrov. La entristece que el doctor nunca la mire. Sufre tanto que le confesó a Vania y a todos los criados su amor por el doctor. Elena dice que hablará con Astrov disimuladamente sobre el tema. Así, al menos, sabrán si él la quiere a Sonia o no. Si la respuesta es negativa, le pedirá al doctor que no vuelva a visitarlas, puesto que será más fácil para Sonia no verlo. Manda a la muchacha a llamar al doctor, diciendo que Elena quiere hablarle sobre unos planos. Sonia se detiene: prefiere la incertidumbre a la verdad; al menos podría sostener la esperanza. Pero, tras la insistencia de Elena, la joven sale.

Elena, sola, dice que Astrov no quiere a Sonia, pero quizás podría casarse con ella, porque la chica es fea pero inteligente. Comprende el enamoramiento de la joven: sumergida en ese ámbito de gente aburrida y necia, es lógico que la entusiasme la aparición de un hombre como Astrov. Elena comienza a elogiar al doctor y piensa que quizás ella también está algo enamorada de él. Recuerda la frase sobre la libertad que le dijo Vania. Piensa que quizás debería volar y alejarse de todos, pero es cobarde. Supone por qué Astrov visita la casa todos los días y eso le da culpa, por Sonia.

Entra Astrov y le enseña a Elena el mapa, un cartograma donde se visualiza la región y el estado de la fauna y la flora de veinticinco años atrás, comparado con el actual. Explica que se trata de una degeneración, y que esta ni siquiera se justifica por un avance de la cultura: no hay en el presente ni ferrocarriles, ni más escuelas, ni fábricas que hagan a una vida más rica e inteligente de las personas. Subsisten las mismas enfermedades, pobreza e ignorancia que antes. Según Astrov, el hombre intenta salvarse y destruye todo, sin construir nada, sin pensar en el mañana. Astrov se interrumpe cuando se da cuenta de que a Elena no le interesa lo que dice.

Elena entonces interroga a Astrov. Le pregunta si le agrada Sonia y él responde que sí, pero luego le pregunta si le gusta la joven, y Astrov responde que no. Elena le dice que Sonia sufre por él, y que entonces él debería dejar de aparecer en la casa. Luego intenta que olviden la conversación, pero Astrov reflexiona y cuestiona a Elena: “supongamos que en efecto Sonia sufre (...), ¿qué objeto tiene su interrogatorio?” (p.56). El doctor acusa a Elena de saber que ella es la causa por la cual él visita la casa todos los días desde hace un mes. El doctor promete no volver a la casa, pero le pregunta a Elena dónde pueden encontrarse a solas. Luego la besa en el preciso momento en que ingresa Vania con un ramo de flores. Astrov le da un punto de encuentro para el día siguiente y ella intenta soltarse. Vania deja el ramo sobre una silla. Al verlo, Astrov intenta hablar en tono natural sobre cómo mejoró el clima. Luego toma su cartograma y sale.

Elena le ruega a Vania que la ayude a que ella y Serebriakov se retiren del lugar ese mismo día.

Escena 2

Entran Serebriakov, Sonia, Teleguin y Marina. Mientras Serebriakov llama a los demás a los gritos, Sonia le pregunta a Elena qué obtuvo de su interrogatorio a Astrov. Pero Elena no responde y la muchacha lee en la expresión de su madrastra que Astrov dijo que no volvería más, y se entristece. Serebriakov habla de que no soporta la vida de campo. Vania pregunta si puede retirarse, pero el profesor dice que su presencia es necesaria.

Escena 3

Ingresa María, y Serebriakov entabla un discurso. Dice que él es un hombre de letras, que no está hecho para el campo y que no puede vivir en la ciudad manteniendo la finca. Propone vender la hacienda y comprar un pequeño hotel en Finlandia.

Vania irrumpe, nervioso: no puede creer la propuesta de vender la hacienda, y pregunta dónde piensa Serebriakov que vivirán él y Sonia. El profesor responde que eso se pensará más adelante. Vania exclama que esa hacienda pertenece a Sonia: fue comprada por el difunto padre de ambos. Serebriakov dice que la venta solo se efectuaría con el consentimiento de Sonia. María señala que Serebriakov sabe lo que conviene. Vania exclama, desesperado, que esa hacienda solo pudo comprarse porque él renunció a su parte de la herencia en favor de su hermana, y porque durante diez años trabajó sin parar hasta pagar las deudas. Sostiene que si en el presente la hacienda da frutos es por su esfuerzo. Le indigna que ahora, siendo viejo, pretendan echarlo de allí. Sobre todo porque durante veinticinco años trabajó para enviarle dinero a Serebriakov sin nunca obtener agradecimiento por eso, además de que el profesor le pagó un mísero sueldo durante años.

Serebriakov se excusa, alegando que no es un hombre práctico y no entiende de esas cosas. Al mismo tiempo, dice arrepentirse de haber entablado esa conversación. Vania sigue exaltado, alegando que, si hubiera robado, ahora no sería pobre, de la misma manera que no lo sería si no hubiera malgastado el tiempo admirando a Serebirakov y trabajando para él, creyéndolo un genio, sin ver que en realidad nada de lo que escribía tenía valor. Serebriakov pide que saquen a Vania de la habitación, mientras Vania lo acusa de ser el responsable de que él haya desperdiciado su vida. El profesor lo llama “nulidad” (p.59) y luego le dice que se quede con su hacienda, que no la necesita. Vania busca apoyo en su madre, pero esta da la razón a Serebriakov. Entonces, Vania sale de la habitación.

El profesor despotrica contra Vania, enfurecido, mientras Elena ordena que se vayan. Sonia, entre lágrimas, le pide a su padre que entienda que ella y Vania llevan una vida desgraciada, y que recuerde cómo el tío trabajaba horas y horas para él, traduciendo, copiando, todas las noches. Elena, nerviosa, le pide a su marido que hable con Vania, y este acepta.

Mientras Marina consuela a Sonia, se oye un disparo fuera de escena y luego un grito de Elena. Inmediatamente después entra Serebriakov corriendo y exclamando: “¡Sujetadlo! ¡Se ha vuelto loco!” (p.60).

Escena 4

Elena y Vania forcejean en la puerta. La primera intenta quitarle la pistola de las manos a Vania. Él logra desprenderse y vuelve a dispararle a Serebriakov, sin acertar el tiro. Luego se deja caer sobre una mesa. Elena grita que la saquen de allí o que la maten. Vania se desespera: no entiende qué está haciendo. Sonia llora.

Análisis

A lo largo de la pieza se repiten, en boca de varios personajes, alusiones a distintos tipos de pájaros. Estas expresiones aparecen, generalmente, asociadas a algún personaje, ya sea en referencia a un tercero o al propio enunciador. En el tercer acto, particularmente, abunda este tipo de expresiones. En la primera escena, Vania le dice a Elena: “usted tiene sangre de ondina” (p.53); en la segunda, Elena llama a Sonia “palomita” (p.53), y Astrov, tras develar los sentimientos de atracción entre ambos, sentencia ante Elena: “¡Rapiñadora querida…, no me mire de ese modo! ¡Soy gorrión viejo!” (p.56). Más allá de las implicaciones metafóricas de cada expresión en la particularidad de su contexto de enunciación, puede leerse en el conjunto una significación simbólica. La noción de alas, de capacidad de vuelo, subyace a modo de carencia y de deseo en el clima emocional de los personajes, que se hallan atrapados, casi hundidos, en sus vidas terrenales, campesinas. “Tío Vania dice que por mis venas corre sangre de ondina (...) ¡Tal vez tenga que hacerlo así!.. ¡Volar lejos de aquí, libre como el pájaro, alejándome de todos vosotros!” (p.54), exclama Elena. Frente a una existencia chata, los personajes sueñan con grandes cambios, grandes amores: ilusiones que se asocian a un pasado nostálgico o a un futuro más o menos esperanzador. En cualquiera de los casos, lo que parecen compartir los personajes es una incapacidad para despegar que les hace soñar con la capacidad de volar. Las aves componen así un símbolo de libertad, una libertad de la cual los personajes, encerrados en sus existencias frustradas, carecen. Elena, tras haber pronunciado la frase recién citada, se reconoce demasiado cobarde para emprender vuelo alguno.

Es importante detenerse en este clima emocional de los personajes porque es el que da pie a las situaciones que tienen lugar en este acto. La atmósfera de frustración y hastío atenta contra toda esperanza, y esa desesperación se respira en el intento de Elena por averiguar los sentimientos de Astrov, en el intento del doctor por seducir a Elena, en la propuesta de Serebriakov de vender la finca y, finalmente, en el quiebre de Vania y su intento de matar al profesor.

La escena más intrigante de la obra es quizás aquella en la que Elena interpela a Astrov acerca de Sonia. Antes del encuentro en cuestión, sabemos que la mujer de Serebriakov tiene en claro varias cosas: que Sonia está enamorada del doctor, que ella misma (Elena) se siente también atraída por el doctor, que Astrov no encuentra atractiva a Sonia y que, en cambio, sí se siente atraído por ella, Elena. En estas circunstancias, las intenciones de Elena al reunirse a solas con el doctor para interrogarlo sobre Sonia difícilmente pueden ser consideradas nobles. Más bien, lo que la escena exhibe, muy delicadamente, es la vanidad de este personaje: Elena pareciera simplemente querer disfrutar de la imagen que Astrov le devuelve, y del espejo invertido que su bella figura representa en comparación con la de la hija de su marido. Elena, una mujer hermosa pero condenada por su propia incapacidad –incapacidad para hacer algo con su vida, para trabajar, para ser generosa, para animarse a vivir la vida interesante que cree merecer–, demuestra en la escena con Astrov cómo la propia frustración conduce a las personas a actuar en detrimento de otros con tal de sentir, por un instante, el brillo del protagonismo. Astrov reconoce esto enseguida, y llama a Elena “rapiñadora” (p.56), subrayando ese aspecto del personaje, esa tendencia de Elena a regodearse, alimentarse (alimentar su ego, digamos) de su propia capacidad de destruir. “¡Necesita víctimas… Heme aquí ya hace un mes sin trabajar, habiéndolo abandonado todo!.. ¡Eso le gusta a usted sobremanera! (...) Me rindo. ¡Tome! ¡Cómame!” (p.56), exclama el doctor. Elena, consecuente con su propia esencia, no concreta: pareciera limitarse a calmar su sed comprobando lo que es capaz de producir en los hombres. Incapaz de ser libre o feliz, Elena encontraría una supervivencia en destruir, al menos, la posibilidad de libertad o felicidad de los demás.

Tío Vania es una obra sobre la frustración y el efecto que esta tiene en las personas. Si bien lo que desemboca el intento de homicidio es el discurso de Serebriakov y lo que este produce en Vania, ese hecho fundamental de este tercer acto es más que nada consecuencia de lo tejido en actos anteriores. Dicho de otra manera: el hecho de que Serebriakov postule la venta de la finca, sin reparar en lo que eso puede producir emocionalmente en quienes allí viven, no es suficiente motor para la explosión violenta de Vania hacia el final de este acto, y la prueba de ello es que Sonia no responde de la misma manera. Chéjov construye así, de un modo muy delicado, la situación: los afectados por la propuesta de Serebriakov son dos personajes (Vania y Sonia), pero quien intenta matar al profesor es solamente Vania. En esa diferenciación se expone la singularidad de su situación. En esa singularidad radica su condición de protagonista.

Lo que motiva a Vania a dispararle al profesor es un conjunto de elementos que solo esperaban un motor concreto, del orden del presente, para explotar. Como ya se venía exponiendo en los actos anteriores, Vania admiró durante toda su vida al profesor, y esa admiración lo motorizó a trabajar exhaustivamente para él. “¡Eras para nosotros un ser superior y nos sabíamos tus artículos de memoria!” (p.59), le grita el protagonista, desesperado, al profesor. Hay, entonces, un elemento fundamental en la base de la relación entre ambos hombres, que es la admiración, tema siempre vinculado al amor en todas las obras de Chéjov. En Chéjov, la admiración enamora, del mismo modo que nadie logra amar a quien no admira. Vania fue capaz de sacrificar su vida en pos de ese profesor al que admiraba y, por lo tanto, amaba. Pero entonces, cuando la admiración desaparece, el amor adquiere un estado confuso. “¡Pero ahora se han abierto mis ojos!... ¡Todo lo veo!.. “ (p.59), grita el personaje. Durante más de veinte años, Vania no precisó pruebas del amor de Serebriakov porque su admiración por él resultaba suficiente para sostener una devoción. Pero, ahora, Vania ve todo de golpe, con la súbita lucidez de quien ya no está cegado por el amor: “¡Tú fuiste el que malogró mi vida! ¡No he vivido! ¡No he vivido!... ¡Por tu culpa perdí mis mejores años!” (p.59). Es como si Vania hubiera despertado de un sueño, un sueño en que se sumió durante veinte años, y ahora se encontrara con que es viejo y ha desperdiciado toda su juventud durmiendo: “¡Mi vida está deshecha! ¡Tengo talento, inteligencia, valor!... ¡Si hubiera vivido normalmente, de mí pudiera haber salido un Dostoievski, un Schopenhauer! “ (p.59).

Quizás lo que más asola al personaje es, justamente, su soledad: a nadie parece importarle que él haya desperdiciado su vida, ni siquiera a aquel por el cual él la sacrificó. Es por esto que el protagonista se ve en la necesidad de explicar, de relatar los sacrificios de los cuales nadie parece estar al tanto: “¡Esta hacienda no hubiera podido comprarse si yo no hubiera renunciado a mi parte de herencia en favor de mi hermana, a la que quería mucho!... ¡Por si fuera poco, durante diez años trabajé como un buey hasta conseguir pagar toda la deuda!” (p.59), recuerda Vania, y continúa: “¡Si ahora la hacienda está limpia de deudas y va bien, es gracias solamente a mi esfuerzo personal…, y he aquí que, de pronto, cuando soy viejo, pretenden echarme de ella!“ (p.59). La propuesta de Serebriakov de vender la finca desespera a Vania justamente por eso, porque el discurso del profesor deja en evidencia la completa ausencia de culpa, siquiera de registro, de lo que Vania ha dado por él. “¡He dirigido esta hacienda durante veinticinco años, enviándole dinero como el más concienzudo administrador, y por todo ello, ni una sola vez durante ese tiempo me has dado las gracias!“ (p.59), se desespera el personaje, a la vez que deja en evidencia que la falta de registro de Serebriakov no es novedad.

Sabemos lo que le duele a Vania comprobar que el profesor no repara en sus sacrificios, más que nada porque en varias oportunidades asistimos a la manera en que este personaje piensa sobre el resto: a él sí le preocupa, y desespera, que los demás desperdicien su vida. Así, al menos, se dirige a Elena al inicio del acto, rogándole que sea libre, cuando en actos anteriores le había manifestado su desesperación por el hecho de que ella también (como él) esté malogrando su vida. Vania sabe que Serebriakov no aprecia el sacrificio que los demás hacen por él, y la propuesta de vender la finca es la última prueba que necesita. El golpe completo de realidad es demasiado insostenible para el personaje, que termina tomando la decisión de disparar.

Es precisamente en este acto que aparece también un símbolo que no debe pasarse desapercibido. Se trata del cartograma que Astrov le muestra a Elena. En dicho cartograma, el médico exhibe en tres cuadros los estadíos de la naturaleza de la zona en tres instancias: cincuenta años atrás, veinticinco años atrás y en el presente de la acción. “En el cuadro que presentaba nuestra región hace cincuenta años… El color verde representa el bosque y viene a cubrir la mitad de la superficie” (p.54), explica Astrov, y se explaya sobre la plenitud de la fauna y la flora en ese entonces. Pero luego pasa al cuadro que exhibe la situación veinticinco años después, donde los colores palidecen, exponiendo el claro declive de la fauna local: “Aquí, el bosque cubre solamente una tercera parte de la superficie” (p.55). Finalmente, el doctor exhibe el cuadro de la actualidad de la región: apenas algunas manchas verdes señalan lo que ha quedado de bosque, mientras que varias especies animales habrían desaparecido ya por completo de la zona. Astrov expone, entonces, una suerte de tesis. El cartograma expondría “una paulatina pero real degeneración”, que encontraría su causa en “una lucha por la existencia superior a las fuerzas”. Detalla el doctor: “Degeneración por inercia, por ignorancia, por inconciencia… El hombre enfermo, hambriento y con frío, para salvar los restos de su vida, para salvar a sus hijos, se ase instintivamente a cuanto puede ayudarle a calmar el hambre, a calentarse, y lo destruye todo sin pensar en el día de mañana” (p.55).

Es claro que el cartograma de Astrov puede leerse como símbolo de la degeneración de la vida humana. De varios parlamentos expresados a lo largo de la obra, se puede extraer una asociación entre la destrucción de la naturaleza y la destrucción de la vida de los personajes. Así, el ambiente natural sería destruído de la misma manera que la vida del hombre; las tendencias que acaban destruyendo la naturaleza serían comparables a las fuerzas aparentemente irrefrenables que arrojan a los humanos a la propia destrucción. Leemos así, entonces, los elementos del cartograma como símbolos de los bienes más valiosos de la vida humana que se pierden en la degeneración. De este modo, los bosques desaparecerían con los años de la misma manera en que lo hacen las fuerzas, esperanzas e ilusiones de las personas, y todo ello porque las necesidades inmediatas, mediocres, de supervivencia, les arrojan a los vicios que les calman a corto plazo pero les alejan del bien, de la generosidad, de la felicidad a largo plazo. Así como el humano tala los árboles para protegerse de las bajas temperaturas que lo azotan en un invierno, actuando así en perjuicio de los bosques que brindarían salud y belleza a su futuro, los personajes de la obra se lanzarían al alcohol, al ocio, a amores equivocados, para calmar sus padecimientos presentes pero atentando, a su vez, contra su propio bienestar futuro.

Sin ir más lejos, un ejemplo del accionar recién descrito es el que Astrov tiene para con Elena en este acto. El doctor se siente atraído por la mujer, pero no tiene un sentimiento de verdadero amor por ella: simplemente se encuentra insatisfecho con su vida, hastiado, y encuentra una sensación de lujuria en el deseo de destruir, de sublimar sus padecimientos; Astrov se arroja a Elena de la misma manera que se arroja al alcohol. En el episodio, él se comporta como destructor, y no como creador, a pesar de haber denunciado ese tipo de comportamiento anteriormente en la pieza.