Tío Vania

Tío Vania Citas y Análisis

Aquellos que hayan de sucedernos dentro de cien o doscientos años, y para los que ahora desbrozamos el camino…, ¿tendrán para nosotros una palabra buena?

Astrov, Acto I, Escena 1, p.38.

El tiempo es algo muy relevante para los personajes chejovianos, y generalmente se manifiesta en diferentes estados de conmoción en torno al pasado, al presente y al futuro. El pasado produce nostalgia o arrepentimiento, mientras que el presente resulta siempre indeseable, insatisfactorio y, a la vez, estanco. Para ciertos personajes, el propio futuro aloja aún alguna esperanza; permite sostener, aunque sea, un rapto de ilusión. Pero otros, cuando sueñan con el futuro o lo imaginan, refieren a un momento que trasciende su propia existencia, un futuro en el que ellos ya no habitan esta vida.

En esta obra, es Astrov el portavoz de esas especulaciones. El doctor sufre por sus recuerdos tortuosos y por su presente desgastado, rememora escenas trágicas de su vida como médico, y se pregunta si los hombres del futuro apreciarán los esfuerzos de quienes padecen su contemporaneidad. La esperanza, para quien avanzó en edad y ve estanco su presente, no se aloja en un futuro próximo, ni siquiera dentro de los límites de la propia vida. Así, una individualidad exhausta encuentra en la ilusión de un colectivo humano una suerte de redención que otorgue a su vida un reconocimiento, un consuelo, que no encuentra entre sus pares.

Un profesor retirado, viejo mendrugo, enfermo de gota, de reumatismo, de jaqueca y con el hígado inflamado por los celos y la envidia... Este pescado seco reside, a pesar suyo, en la hacienda de su primera mujer. (...) Durante veinticinco años lee y escribe sobre lo que para la gente instruida hace tiempo es conocido y para los necios no ofrece ningún interés… Lo cual quiere decir que su trabajo ha sido en vano… No obstante… ¡qué vanidad!, ¡qué pretensiones!... Retirado, no hay alma viviente que le conozca. (…) Y fíjate…, cuando anda, su paso es el de un semidiós.

Vania, Acto I, Escena 3, p.39.

Al inicio de la pieza, Vania hace una descripción de Serebriakov, personaje que recién entrará en escena un acto después. Esta descripción, por su extensión y por el ahínco del personaje que la profiere, nos informa más sobre el enunciador que sobre el referente. Aquí debe leerse no solo que Serebriakov es presentado por Vania, sino que además, y más importante, el personaje de Vania se presenta a sí mismo hablando sobre el profesor. Efectivamente, Vania es un personaje cuya identidad se sostiene casi enteramente, en esta obra, en función de ese profesor al cual se dedicó, con trabajo y admiración, toda su vida. El rencor de Vania a Serebriakov es, además, el eje argumental de la obra.

En su discurso se ve el desprecio del protagonista a esa figura, pero ese desprecio es el que pesa sobre el personaje mismo: Vania se da cuenta de que dedicó toda su vida a alguien que no lo merecía, y, como veremos más adelante, que tampoco agradeció sus sacrificios. Así, lo que debe leerse en el discurso de Vania sobre Serebriakov es el dolor del protagonista, que se da cuenta de que desperdició una vida que ya no podrá recuperar.

Es preciso ser un bárbaro sin juicio (...) para destruir lo que nosotros somos incapaces de crear… Si el hombre está dotado de juicio y de fuerza creadora, es para multiplicar lo que le ha sido dado, y sin embargo, hasta ahora, lejos de crear nada, lo que hace es destruir.

Astrov, Acto I, Escena 5, p.42.

El futuro, que aparece como tema en boca de personajes de varias obras de Chéjov, aparece en Tío Vania asociado a un discurso ecologista. Astrov es un médico preocupado por los avances de la deforestación y el mal que la acción humana trae a la naturaleza. Su preocupación no se limita a lo discursivo: Astrov planta árboles y ayuda a frenar deforestaciones, intentando así contribuir a la felicidad y la salud de las personas futuras. Tal como se ve en la frase citada, estas acciones de compromiso de Astrov se corresponden con un crudo diagnóstico sobre su presente. El personaje vislumbra una relación ruin que el hombre entabla con la naturaleza, basada en la pulsión destructiva del ser humano.

¡Cada uno de ustedes lleva dentro el demonio de la destrucción! ¡No tienen piedad! Ni para los bosques, ni para los pájaros, ni para las mujeres, ni el uno para el otro!

Acto I, Escena 5, p.43.

Al final del primer acto, Elena dedica este parlamento a Vania, quien no cesa de atacar agresivamente al resto de los personajes, ni de actuar en detrimento de sí mismo al alcoholizarse y abandonarse en la depresión y el resentimiento.

En las palabras de Elena se produce una reunión y resignificación de un discurso que Astrov tiene poco antes en la misma escena, en el cual el doctor traza un preocupante diagnóstico acerca de la situación del medio ambiente, del peligro que este corre a causa de la acción y destrucción humana. El discurso de Astrov hablaba de cómo el hombre destruía los paisajes naturales, pero con el parlamento de Elena el diagnóstico del doctor comienza a resonar en términos simbólicos: el hombre pervierte su relación con la naturaleza, pero también su relación con otros hombres; el comportamiento humano estaría destruyendo no solo el ambiente en que vive, sino también la sensibilidad, la belleza y la humanidad misma.

Hablas de tu vejez como si los demás tuviéramos la culpa de que seas viejo.

Elena, Acto II, Escena 1, p.44.

La vejez y la mala salud condenan a Serebriakov a la nostalgia. El hombre vive comparando un presente infeliz con un pasado supuestamente pleno. El personaje no se reconoce en su vida actual, carente de la atractiva atmósfera intelectual en la que se sumergió durante tantos años. Ahora, como varios de los personajes, el profesor no encuentra a su alrededor sino mediocridad, nulidad y hastío. Constantemente habla sobre su malestar y de los pesares que lo aquejan, y deja ver una actitud de rencor hacia quienes lo rodean. No se preocupa por el bienestar de su esposa, ni de su hija, ni de Vania, ni por respetar a Astrov, sino que, en cambio, despotrica contra ellos.

La frase citada es una elocuente respuesta de Elena a los malos modos de su marido, que, además, deja ver cierta verdad en torno a lo que siente el profesor por los demás: es posible que Serebriakov no considere que Elena tiene la culpa de su vejez, pero sí que la belleza y juventud de su esposa le recuerden constantemente aquello de lo que él carece.

¡Mejor es la incertidumbre! ¡Siempre queda al menos la esperanza!

Sonia, Acto III, Escena 1, p.54.

Sonia está enamorada de Astrov y Elena propone interrogarlo para determinar qué siente el doctor por la muchacha. La insistencia de la esposa de su padre hace que Sonia acepte la propuesta, aunque, en verdad, la muchacha no está muy segura del plan: tal como expresa en la frase citada, a veces es preferible ahorrarse la certeza de una verdad dolorosa, y poder vivir así, al menos, con una ilusión.

Efectivamente, después la certeza no trae nada bueno: Sonia debe quedarse trabajando incansablemente en la finca, mientras Elena vuelve a la ciudad y Astrov abandona la hacienda. La muchacha debe vivir, además, con la certeza de que el doctor no la ama. Sonia hubiera preferido la incertidumbre a tener que vivir sin la única ilusión o fantasía que le permitía sonreír cada día, con la anulación total de la esperanza, la pérdida de ese sostén para transitar una cotidianeidad poco gratificante.

Tío Vania dice que por mis venas corre sangre de ondina (...). ¡Tal vez tenga que hacerlo así!.. ¡Volar lejos de aquí, libre como el pájaro, alejándome de todos vosotros!

Elena, Acto III, Escena 1, p.54.

A lo largo de la pieza se repiten, en boca de varios personajes, alusiones a distintos tipos de pájaros. Estas expresiones se reúnen en un sentido simbólico; la noción de alas, de capacidad de vuelo, subyace a modo de carencia y de deseo en el clima emocional de los personajes, que se hallan atrapados, casi hundidos, en sus vidas terrenales, campesinas. Frente a una existencia chata, los personajes sueñan con grandes cambios, grandes amores; ilusiones que se asocian a un pasado nostálgico o a un futuro más o menos esperanzador. En cualquiera de los casos, lo que parecen compartir los personajes es una incapacidad para despegar que les hace soñar con la capacidad de volar. Las aves componen así un símbolo de libertad, una libertad de la cual los personajes, encerrados en sus existencias frustradas, carecen. Elena, tras haber pronunciado la frase recién citada, se reconoce demasiado cobarde para emprender vuelo alguno.

¡Si pudiera vivir el resto de mi vida de una manera nueva!... ¡Despertarme en una tranquila y clara mañana sintiendo que empiezo a vivir otra vez y con todo el pasado olvidado y disuelto como el humo! (Llora.) ¡Empezar una vida nueva!

Vania, Acto IV, Escena 2, p.63.

Tío Vania habla, desde un principio, sobre la frustración de una vida desperdiciada. En relación con este asunto, ningún giro salvador se ofrece mágicamente hacia el final de la pieza: los personajes no logran cambiar sus destinos. Y no solo eso: ahora saben que no pueden cambiarlos. El tono trágico de este acto radica justamente en ese clima emocional; lo que parece subyacer a cada parlamento de cada personaje es la sensación, si no la certeza, de que es tarde para todo.

En la frase citada, Vania expresa sus sentimientos frente a Astrov, mientras el doctor lo saluda para irse. Vania y Sonia están por quedarse a solas, nuevamente, en la hacienda, sin ninguna esperanza de cambio. El protagonista, arrepentido de su pasado y disgustado con su presente, no puede evitar soñar con un futuro utópico en donde su vida toma de pronto un giro abismalmente distinto.

En toda la región no habrá habido más que dos hombres inteligentes y honrados: tú y yo… Sólo que, en cosa de diez años, la vida despreciable, la vida cotidiana…, nos absorbió con sus putrefactas emanaciones, nos envenenó la sangre y…, nos volvimos cínicos como los demás.

Astrov, Acto IV, Escena 2, p.63.

La acción de la obra tiene lugar en el campo ruso, y son varios los personajes que a lo largo de la pieza hablan sobre el estancamiento y la mediocridad de la vida campesina, y cómo esta repercute en la emoción e inteligencia de las personas. Según personajes como Astrov, la cotidianeidad del campesinado ruso contagia de sinsentido los años de quienes se encuentran sumergidos en su atmósfera. El campo, donde sucede la acción, no funciona, así, solamente como un escenario, sino también como una atmósfera cargada de sentido que configura el aire que respira la mayoría de los personajes, nutriendo su organismo, volviendo a los campesinos indesligables del entorno. Así como la edad tiene una importancia radical para los personajes, también lo hace su ubicación geográfica, el ambiente en que viven. Esa fatalidad, que se asocia a la vejez y se identifica para los personajes chejovianos con la anulación de la esperanza de cambios o de sueños propios de la juventud, se apareja al estancamiento propio de la vida en el campo, a su correspondiente ausencia de movimiento, a su monotonía. Según el discurso de Astrov, la causa de la infelicidad suya y de Vania yace en el modo de vida que los encierra y condena, en las presiones y tensiones de la vida campesina, en una cotidianeidad aburrida y vulgar capaz de destruir las mentes más inteligentes y generosas y arrastrarlas a la mezquindad y el egoísmo.

¡Cuando llegue nuestra hora, moriremos sumisos y allí, al otro lado de la tumba, diremos que hemos sufrido, que hemos llorado, que hemos padecido amargura!.. ¡Dios se apiadará de nosotros y entonces, tío…, querido tío…, conoceremos una vida maravillosa…, clara…, fina!... ¡La alegría vendrá a nosotros y, con una sonrisa, volviendo con emoción la vista a nuestras desdichas presentes… descansaremos!

Sonia, Acto IV, Escena 4, p.67.

La obra cierra con un monólogo de Sonia, que resulta asfixiante en tanto la muchacha, a pesar de su juventud, se comporta como si los años de vida que le quedan por delante estuvieran condenados a ser iguales. El personaje más joven de la obra cierra la pieza con la certeza de que en su futuro no encontrará más que una existencia determinada, previsible, y sacrificada, al menos en el período que se identifica con la vida en la tierra: recién después, como se ve en la cita, el sacrificio valdría de algo. El relato de la muchacha sobre la vida después de la muerte parece el espejo invertido de la realidad, una realidad en la cual el sacrificio no tiene recompensa alguna, siquiera reconocimiento. La fe y la creencia en la misericordia divina se componen precisamente por el deseo incumplido en la realidad, una realidad injusta, indeseable, donde el dolor no tiene compensación.